El arte del cinismo Por JOSÉ RAMÓN UBIETO (Barcelona).

El arte del cinismo

"Un principio ético básico es limitar lo que implica reducir a alguien a objeto, y más si es menor".
El ser humano es un ser paradójico por estructura: proclama su deseo de libertad, de autonomía e incluso de originalidad y al mismo tiempo muestra su afán mimético por todo aquello que lo convierte en un ser de moda y de conformidad social. Nunca tantos fuimos tan originales, y a continuación la marca, el logo/label igual para todos. Éste podría ser el anuncio de cualquier objeto.

Esa doble vía, la de los ideales, los valores que nos representan y, por otra parte, los objetos y medios con los que encontramos la satisfacción, ya fue señalada por Freud como la clave del deseo humano y sus estrategias. Una de las más clásicas es la disociación que lo masculino practica entre el ideal puro de mujer y el objeto sexual como degradado, tomado en su vertiente de objeto de satisfacción, sin voz ni voto.

Nuestra civilización hipermoderna no es una excepción, y aborda la diferencia sexual de manera paradójica. Por un lado trata de definir claramente los roles sexuales -en especial una idea de mujer como objeto de deseo y goce (ver anuncio Dolce & Gabbana)- en todo aquello que esta ligado al ámbito del consumo y, por tanto, de los modos de satisfacción de los seres hablantes. Y en lo que se refiere a los ideales y valores, apuesta por lo unisex: todos iguales.

El mensaje es paradójico, otro tipo de doble moral socialmente aceptada -síntoma de una dificultad para aceptar las diferencias y lo que implican- que ha calado en ciertos sectores juveniles que denuncian la hipocresía de esa doble moral: animados más por el consumo que por la moral adulta, ponen a cielo abierto la verdad escondida en esa presunta igualdad. Hoy vemos en grupos de jóvenes la repetición de patrones sexuales machistas e insignias viriles.

El reciente anuncio de Armani parece ir en la misma dirección. Corresponde a un tiempo en el que todo apunta al derecho universal de los menores, a su defensa y protección, pero al mismo tiempo conocemos los datos alarmantes del aumento de la prostitución infantil y del tráfico de niños para esos fines. Alguien dirá que la publicidad siempre usó el señuelo de la mujer atractiva como reclamo masculino, pero en esos dos últimos anuncios ya no se trata de la belleza como un velo, sino de la puesta a cielo abierto de un sujeto (mujer o niño) como objeto de satisfacción, como instrumento de la voluntad de goce de otro.

Esto es posible en un régimen del cinismo, donde ciertos sectores del mercado hacen suyo ese principio de que cuando todos los ideales están en cuestión (familia, creencias, política) sólo nos queda la satisfacción pura y dura. Se trata por tanto de una cuestión ética que nos incumbe a todos: políticos, empresarios, padres, profesionales y, por supuesto, medios de comunicación. Y por ello debe ejercerse una censura sobre ese tratamiento del vínculo social y sexual.

Una sociedad que se quiera responsable debe basarse en el no todo vale, pues hay un principio ético básico que es el límite a todo lo que implica la servidumbre de un sujeto y su reducción a objeto, y más si se trata de un sujeto frágil como es un menor.

José Ramón Ubieto (Barcelona).

Artículo publicado en LA VANGUARDIA, el 13/03/2007, bajo el epígrafe UNA SOCIEDAD CAMBIANTE.
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