¿Qué hacer con el saber de la memoria histórica? Eugenio Castro (Vigo)

1.- La Ley sobre la memoria histórica está suponiendo en nuestro país la aparición de la mirada del dolor cuya huella fue borrada para quienes perdieron la guerra del ‘36. Aparece de nuevo esta huella setenta años después con la promulgación de esta Ley, aunque desde la democracia en nuestro país ya se empezaron a desvelar muchos de los sucesos acaecidos durante la guerra civil y el franquismo sin que existiera una ley. Se adelantaron a la norma por considerar que la Ley del deseo primaba sobre la ley de la ciudad. Una ley pone en primer plano un derecho que ordena las relaciones entre los hombres, fue lo primero que se conculcó con la sublevación frente al orden constitucional de la Segunda República. La mayor parte de los fusilamientos de esa época se hizo fuera de toda norma jurídica, sobre todo las llevadas a cabo por los “hijos de la noche”, los falangistas, que llevaban a cabo los paseos de los que no se volvía. Con esta Ley de la Memoria Histórica se restituye al menos el nombre propio de los fusilados, depurados y desaparecidos, les saca de su lugar de escombros y al menos inscribe su nombre en una lápida, una tumba o un monumento.

2.- Durante muchos años esa mirada del dolor ha estado a la vez presente con lo que no se podía ocultar debido a la relevancia de algunos personajes de la cultura. El asesinato de García Lorca es el caso más relevante, inocultable a todas luces porque su historia era un clamor que pasaba de boca en boca en nuestra generación. Pero en la gran mayoría de nuestros pueblos y ciudades había esa mirada del dolor que solamente podía ser evocada en pequeños cenáculos sin que transcendiera a lo público.

Es después de promulgada la Ley cuando han surgido innumerables publicaciones y películas sobre esa época oscura que ya nosotros los psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas de mi generación escuchábamos como lo traumático en algunos de nuestros pacientes: duelos eternos que no se habían podido elaborar, inhibiciones inexplicables, fobias extrañas, pesadillas repetidas, tartamaduces persistentes, y toda una variedad de síntomas que se reactivaban ante una nimiedad por el solo hecho de tener un punto de conexión con el trauma.

3.- El mero acto del desvelamiento de ese saber sofocado durante tantos años que ahora aparece en todo tipo de periódicos, revistas, televisiones y que se difunde a todo el mundo por Internet creo que ha tenido ya un efecto terapéutico. Esos desaparecidos de la faz de la tierra, considerados como un desecho de la sociedad, miembros de un pueblo y a la vez amputados de él, han pasado de ser el objeto innombrable a tener su dignidad de seres humanos y dejar de ser objetos sepultados sin nombre. Podemos escuchar sus historias, sus heroicidades y miserias y agradecer a la vida que hayan existido.

No pienso que con ello se aprenda a no repetir la historia. Los seres humanos no aprendemos mucho de la Historia, se repetirá de otra forma y en el mundo se repiten estos hechos todos los días. El holocausto judío repitió de forma todavía más extrema el horror hasta la aniquilación de un pueblo, el stalinismo lo volvió a repetir, Vietnam, Chile, Argentina…No hay que hacerse ilusiones porque la pulsión de muerte es irrefrenable salvo cuando puede hallársele un destino mejor, pero siempre se repite en algún rincón del mundo.

Si a nivel mundial no se ha avanzado demasiado, sí a nivel particular se puede ser más optimista para quienes sufrieron por ello. No se ha visto que con esta ley se haya fomentado ostensiblemente el odio o la revancha. Quizás sea por eso la insistencia de la Ley en resaltar la memoria “personal y familiar” aunque no se descuiden las formas públicas, pero parece que es en el orden personal en donde se puede ser más optimista respecto a una buena solución sintomática. A nivel público se juegan demasiadas identificaciones de masas y mejor creer más en lo que cada uno subjetiviza bien, porque eso tiene mayor consistencia y tiende a no insistir en repetirse.

Me resisto a la ilusión que la ley pretende: que esta sirva para “la reconciliación y la concordia”. Una gran parte de la sociedad no quiere saber nada de esta ley a la que ignora olímpicamente y prefiere que esa parte de la historia siga quedando en el olvido, es la posición generalizada de los partidos de la derecha. Nada de concordia ni reconciliación, mejor estar advertido que hablar no está hecho para entenderse y que estamos condenados al equívoco, con lo cual podemos seguir hablando pero sin los ideales de la comprensión. La pragmática de la conversación democrática se impone en este caso. Más bien hay que soportar que la discordia es la que nos advierte con gran realismo que no hay el Uno sino que también hay Lo Otro que hace objeción a la concordia. Y yendo más lejos, que esa discordia con los otros existe porque la tenemos cada uno de nosotros metida hasta los tuétanos.

4.- He asistido en Palencia a la presentación y debate sobre un libro titulado “Los médicos de la otra orilla” en donde se hablaba de esta memoria y de los efectos que en las familias habían tenido los fusilamientos y depuraciones de ese colectivo médico de la provincia. Pude escuchar cómo el hermano de un fusilado médico e hijo de un padre también médico depurado, cambió de provincia para ir a ejercer su profesión al lugar que ocupó su hermano, fusilado por pertenecer al Frente Popular, y poder alimentar a su padre depurado. Me pareció que era el paradigma de la mejor solución de forma positiva para el dolor y la rabia que le embargaba. El dolor no le dejó paralizado y fue el motor para dar una salida a su sufrimiento que no cristalizara en un mal síntoma. La hermana de este, pasó sin embargo la vida en una queja continua sin solución.

He escuchado, a alguno de los asistentes a esa presentación, relatar, como contrapunto, cómo otro médico familiar de otro de los fusilados hizo como síntoma una tartamudez y una inhibición que le duró toda su vida sin poder reconvertir sus síntomas en algo menos paralizante. Ni siquiera el saber mismo de esa memoria histórica fue capaz de deshacer su síntoma al que permaneció fijado férreamente. Poder hablar y escribir libremente sobre lo que sucedió como algo traumático no levantó su síntoma.

Quizás se trata de ir más allá de esos malos encuentros con la muerte y la injusticia. Se trata de poder hacer algo con ese dolor, de desplazarlo, de hacer un acto que lo transforme en otra cosa. No se trata de dialectizar ese objeto fetiche que es el dolor porque es indialectizable, pero sí de cambiarlo de lugar para extraerle un nuevo uso. Como en el caso del médico de Palencia que con su acto cambió la función del síntoma utilizando el dolor para otra cosa que sufrir, para aliviar con su profesión de medico algún dolor de sus pacientes.

Con ese horror Picasso hizo una obra de arte como el Guernica; Miguel Hernández construyó su obra poética. El dolor se muta en invención pictórica o poética extrayéndole un plus del goce de la contemplación de algo bello que no ignora lo doloroso. Los pintores a veces hacen unas obras de arte para tapar el horror y otros pintan algo inquietante en medio de la belleza, es su manera de mostrar que no hay alegría sin dolor y que del dolor se puede extraer otro goce que no sea sólo sufrimiento. Rafael Sanchez Ferlosio tiene la idea de que el sufrimiento no puede ser gratuito e irreparable, que tiene por ende que ser creador.

5.- Los creyentes cristianos hacen del dolor por la muerte una transformación en la alegría de la resurrección, un ideal que tiene la función de una renegación de que la muerte existe. Recuerden la conferencia de Lacan en Lovaina en donde a los católicos les grita que la muerte es un acto de fe. La solución sintomática de la religión por el sentido es, sin embargo, una solución prêt-a-porter, construida para muchos. La propuesta del Psicoanálisis es la de hacerse un traje a la medida, cada uno a su medida. No hay un lugar que dé sentido a la vida y cada cual como si fuera un semidiós tiene que inventarse una solución sintomática con la que arreglarse, sin esperar una reconciliación entre los que sufren y los que hacen sufrir. Tampoco la analgesia que la Ciencia ofrece para mitigar el dolor es una solución más que temporal hasta tanto cada uno hace su invento sintomático.

6.- Me ha llamado la atención el término “rehabilitación” cuando se habla de víctimas de la memoria histórica en la Unión Soviética post-estalinista. Rehabilitar el honor de las víctimas para su familia es una primera cura, pero la marca que para cada uno de la familia deja el trauma del encuentro con la muerte y el sadismo del otro, es variable según las contingencias del sujeto; a unos les deja secuelas que se trata de paliar lo más posible para que sigan viviendo sin síntomas; para otros será un duelo eterno que se trasmitirá por generaciones como exhibición del dolor con el que no se ha sabido hacer otra cosa.

7.- Hace unos meses vi una obra que publicó Dionisio Pereira sobre fusilamientos de canteros de Pontevedra; estaba construida con fotos de la guerra ocultadas durante 65 años; un libro muy bello en donde lo escrito era sólo el prólogo para centrar el libro en lo que se hace ver, en lo que mira desde el dolor, y que por la belleza del libro lo hace menos insoportable y fuente de apaciguamiento para uno de los hijos de un fusilado al que pudo al menos dar sepultura inscribiendo en ella el nombre de su padre.

Socialmente la Ley sobre la memoria histórica supone una reparación también económica en forma de pensiones que el Estado procura en pago del sufrimiento y que tiene además una función terapéutica al poder agregar a la vida de los descendientes o de los represaliados un disfrute a cambio de sus pérdidas.

He leído que asimismo esos pagos se plantean para “los moros que trajo Franco” en su ayuda, y que después de utilizarlos como balas contra los republicanos, dejó abandonados a su suerte.

Reparación pública y “derecho individual a la memoria personal y familiar de cada ciudadano” son el campo en donde podemos intervenir teniendo en sendos una función terapéutica.

8.- Tengo sin embargo la impresión que estamos ya inmersos en otro momento que ahora nos preocupa de otra manera. La violencia de la que he hablado era algo marcado por la seriedad, ahora nos enfrentamos además de la violencia de las guerras con la violencia virtual de los juegos de los adolescentes que parecen una broma, un simple juego. Los adolescentes se acostumbran a matar en juegos de Play Station o en juegos de rol y de repente eso se traslada a la vida de forma trágica. Son las nuevas formas de violencia que insisten en los seres humanos sin que podamos desprendernos mucho de ella porque es como si la tuviéramos pegada a nuestra propia piel.