“El pecado de nacer y curar a un hermano”. Araceli Fuentes (Madrid)

En El País del sábado 18 de octubre de 2008 encontramos este título en primara plana, seguido de un subtitulo: “Los obispos condenan en solitario la selección de embriones para salvar vidas".

La noticia se debe a que el hecho ya se ha producido, según cuenta el periódico ya ha nacido un niño mediante la selección de embriones para evitar que herede una grave enfermedad congénita, y para que pueda donar a su hermano enfermo el cordón umbilical que permitiría curarlo.

El avance imparable de la biología y la genética introduce posibilidades nuevas en la reproducción, tales como la posibilidad de seleccionar los embriones con fines terapéuticos.Esta posibilidad fue sancionada en nuestro país por una ley aprobada en 2006.

Esta ley, que viene a darle un marco legal a esta nueva posibilidad introducida por la ciencia, ha suscitado todo tipo de reacciones, desde los que están en contra, como ahora los obispos, que califican esta práctica de práctica eugenésica, hasta la reacción de las familias “que están dispuestas a lo que sea para curar a sus hijos” y que encuentran en esta ley una oportunidad para ello.

Las nuevas posibilidades en el terreno de la vida propiciadas por el avance científico no dejan de producir incertidumbre con respecto al uso que se puede hacer de ellas. A los psicoanalistas la cuestión que se nos plantea es la de pensar ¿Cuáles serán los efectos sobre los sujetos de la introducción de estas nuevas técnicas?

En la selección genética de hijos para curar a hermanos enfermos se pone en primer plano la distinción que podemos hacer, siguiendo a Lacan, entre “la nominación” y el “ser nombrado para”.

La nominación toma en la enseñanza de Jacques Lacan, el valor de aquello que permite anudar las tres dimensiones que habita el ser hablante: la de lo real (el goce), la de lo simbólico (la lengua) y la de lo imaginario (el cuerpo). El anudamiento de estas tres dimensiones es la condición imprescindible para no caer en el desanudamiento de la locura.

Mientras que la nominación, el ser nombrado, no dice lo que uno debe ser, el ser nombrado para, por el contrario está indicando el destino que el Otro nos prescribe, en esta caso sería ser nombrado para curar a un hermano enfermo. Este ser nombrado para no es del orden del juicio de atribución, no es un “tú eres esto, o aquello” sino más bien un “Tú serás”, un destino prescrito por el Otro, con la carga de alienación que esto conlleva.

Cuando ser nombrado y ser nombrado para van juntos, ser nombrado sería lo que permitiría a un sujeto no sucumbir al ser nombrado para, es decir, no sucumbir a la alineación que implica el ser nombrado para. De todos modos, frente a esta alienación los sujetos pueden producir respuestas opuestas: pueden someterse a ella o por el contrario pueden rechazarla.

La aceptación de esta alienación puede producir una sumisión que despersonaliza, la de aquellos sujetos que realizan en su vida lo que el Otro ha prescrito para ellos, hasta el punto de que es difícil saber dónde está su propia verdad. En el polo opuesto encontramos las respuestas de rechazo, de revuelta contra la prescripción, que daría lugar a otro tipo de sujetos, calificados por la psicopatología como “sujetos con problemas de personalidad”.

Hay muchos destinos posibles prescritos en el ser nombrado para, en el caso que nos ocupa, ser nombrado para curar a un hermano enfermo puede ser o no una catástrofe para un sujeto, dependiendo de que vaya acompañado o no, por el ser nombrado, es decir, que el aún no nato sea fruto de un deseo no anónimo y no sólo de un ser nombrado para.