¿Por qué aumentan las interrupciones de embarazos?* José Ramón Ubieto (Barcelona)
Desde hace ya algunos años constatamos, en los sucesivos informes nacionales, un significativo aumento de las interrupciones voluntarias del embarazo en nuestro país. En términos generales se han doblado en la última década y en algunos colectivos más vulnerables -mujeres jóvenes, solteras, inmigrantes- incluso se han triplicado. Si miramos el detalle de los datos, hay otros también interesantes: los abortos entre mujeres de 30 a 40años se han doblado también, y en todos los grupos de edad aumentan más las interrupciones a partir de las primeras 13 semanas. Todo ello nos sitúa todavía por debajo de las cifras de otros países de la Unión Europea y de Estados Unidos o Canadá.
¿Cómo entender este fenómeno creciente? Sin duda, las causas son diversas, y van desde el inicio más precoz de las relaciones sexuales entre jóvenes, hasta factores culturales y de dificultad de acceso a los medios anticonceptivos para algunos colectivos (inmigrantes). Un elemento común parece ser el nuevo estatuto del niño, su valor libidinal, como objeto de satisfacción, en términos freudianos.
Hasta hace algunas décadas la maternidad era el destino privilegiado para la sexualidad femenina y eso iba ligado a la relación de pareja. Se concebían los hijos en el contexto de la alianza matrimonial, y era como producto de ese compromiso de pareja y de un deseo que surgía el niño.
Hoy en día, sexualidad y reproducción ya no van unidas y la mujer tiene otros destinos posibles para su libido, al margen de la maternidad: acceso al saber, títulos, propiedades, arte.
Todo ello cambia el estatuto y el valor del niño que queda subordinado, en ocasiones, al tiempo de realización de otros deseos (carrera profesional). Por esa razón encontramos también un aumento significativo de los abortos en mujeres mayores de 30 años.
Por otra parte, estos datos no hacen sino constatar que la maternidad tiene poco de natural, que autorizarse como madre no es el resultado de un proceso biológico, sino de una dialéctica con el deseo y la falta. Los hijos se tienen en el horizonte de un vínculo, diverso y no necesariamente ligado al matrimonio, pero siempre presente.
Cuando, en nuestra época de individualismo feroz, ser madre se plantea como una decisión individual, como un proyecto de vida sin el otro (sea quien sea), parece que esa decisión produce vacilaciones en el sujeto -significativo que aumentan sobre todo las interrupciones tardías- que muestra esa dificultad de autorizarse en un deseo de concebir solitario.
Ser dueño de su cuerpo, -derecho enunciado como reivindicación de época-, no exime al sujeto de los impasses y dificultades de habitarlo, algunas de las cuales se presentan cada vez más como manifestaciones inconscientes de la culpa. Abortar puede ser, a veces, una (falsa) "salida" sintomática a un conflicto psíquico, difícil de tratar por el sujeto.
* Publicado en el periódico La Vanguardia.