¿PASTILLAS CONTRA LAS DROGAS? Por Eugenio Díaz Massó (Barcelona)


Dos usos posibles del medicamento

Observamos en la acción socio-sanitaria actual dos usos posibles del medicamento, con dos políticas diferentes para el tratamiento de los malestares.
Una, que trata a toda costa y cuanto antes de restablecer las supuestas funciones normales de los sujetos, para lo cual utiliza todos los productos que la ciencia, la tecnología y el mercado ponen a su alcance. La otra, que introduce una interrogación sobre el valor y la función de tal o cual práctica, síntoma o malestar antes de concluir sobre su destino y tratamiento.
Veamos con más detalle en el título mismo, la lógica de estas dos políticas y sus consecuencias.

La lógica del problema-solución

En primer lugar tomaremos el “contra”. Ir contra algo supone la existencia de una amenaza, plaga o enemigo al que como tal hay que exterminar. Conseguir que se perciba como un enemigo común aporta las razones para su exterminio -preventivo si hace falta.
Subyace aquí una lógica del tipo problema-solución, de la cual conocemos las –a menudo- desastrosas consecuencias: el “problema judío” y la “solución final”, el tratamiento de la inmigración como un problema que da a cualquier solución un tono estigmatizador y segregativo, o la “solución”, siempre terrible, de la guerra, son algunos ejemplos.

Las drogas como problema

En segundo lugar “las drogas”. Esa “plaga de la sociedad actual” como se le llama, es el problema al que hay que dar solución.
Ahora bien, querer acabar con la droga (cosa imposible por ser inseparable de la dimensión humana y por poder generalizarse como concepto casi a cualquier cosa, alcohol, tabaco, juego, comida, sexo, compras, etc.), conlleva una tesis con suposiciones y equivalencias que tienen consecuencias para los sujetos.
Primero, hace equivaler drogas a drogadicción, lo que tiene efectos de estigma, segregación y en consecuencia de empuje al acto.
Segundo, considera la drogadicción una enfermedad cuya droga es la causa, cuando más bien se trata de un fenómeno sintomático de nuestro tiempo: efecto de una oferta del mercado que señala a los sujetos los que les falta, de la producción industrial de una sustancia y del empuje a zafarse de la siempre difícil relación con la vida.
Advirtamos, que considerar la droga como causa desresponsabiliza a los sujetos y este es un gran peligro pues empuja y pide nuevos actos cada vez más destructivos.
Tercero, eleva una práctica a la categoría de diagnóstico clínico, lo que forma parte de un anhelo clasificatorio que pocos beneficios aporta.

Las drogas como pregunta

Sin embargo, la interrogación del título nos sitúa en otro tipo de lógica. Se trata aquí del binomio cuestión-respuesta.
Este binomio nos introduce en el terreno de la dialéctica, alejándonos del mortífero “todo o nada”; nos lleva al respeto por la particularidad aportando una dimensión ética a toda intervención posible; nos sitúa en el campo de la responsabilidad en lugar de la desculpabilización alienante; promociona el tiempo para comprender en el lugar de la prisa por concluir.
Es la lógica del no-todo, que permite sostener que no todo uso de drogas acaba necesariamente en una drogadicción, que hay un uso posible del medicamento que puede no apuntar a hacer callar al sujeto, o que aceptar que no todo es posible, más que un déficit, es la condición misma de la vida.

La lógica del no-todo

Entonces, dos usos del medicamento, psicotrópico, antidepresivo o antagonista. El que sigue la lógica hipermoderna (y consumista) del “todo es posible”, y el que siguiendo la lógica del no-todo, cree que mejorar la calidad de vida de las personas consiste en posibilitar un mejor encuentro con lo que a cada uno le hace sufrir, para lo cual es imprescindible la adquisición de un saber propio sobre la trama inconsciente de sus elecciones.

Eugenio Díaz Massó (Barcelona)