IMPOSTORES. Por Fernando Martín Aduriz (Palencia).

Impostor es aquel que se hace pasar por quien no es. En "Sociópatas", una columna del año pasado, decíamos que no había que confundir al psicópata con el sociópata. Pues bien, el impostor, es ambas cosas a la vez, un peligro para sí mismo, y un peligro para todo grupo social.
Ya no es que estemos ante sujetos despreocupados por los sentimientos de los demás, o irresponsables ante normas, reglas y obligaciones sociales, sino que directamente le roban a otro su personalidad. Y esto lo hacen en varios tiempos. Primero se identifican con él de manera inconsciente, después comienzan a imitarle en su ausencia, más tarde están auto-convencidos de que son ese Otro, y después pasan directamente a atribuirse sus frases, sus éxitos, sus viajes, sus opiniones. En una palabra, se disfrazan de él y le suplantan.
A veces, estos movimientos son captados. Pero, hay muchas ocasiones en que nadie se entera: el impostor suele actuar en escenarios en que la figura de quien es impostor no aparece. Y esto está en la base de muchas separaciones de amigos, de hermanos, de compañeros.
El problema sucede cuando el que es copiado sabe en su fuero interno que alguien trata de hacerse pasar por él. Entonces, se puede entender que el clima del lugar de trabajo, o el clima familiar, esté tan tensionado que el auténtico trata de evitar la presencia del clon, del impostor.
Cuando estos asuntos se dan en la infancia, los niños suelen explicárnoslo con sus propias palabras, y siempre hablan de la rabia que les da cuando el pequeño impostor les imita, les copia, y al final les anula, adelantándose siempre a responder ante las preguntas de la maestra, poniéndose sus ropas, deseando los mismos objetos.
Cuando se dan en la adolescencia estamos ante los movimientos de exclusión de los grupos, tan habituales, donde el auténtico estorba al impostor. O bien hacerle el vacío, o intrigar hasta hacer que todos le vean como un apestado. Algunos adolescentes tardan en recuperarse de estas maniobras del impostor o la impostora, y recelan de participar en grupos.
Cuando suceden en una familia, cuando un hermano es un genial impostor que anula a uno de sus hermanos, que se hace pasar por él, se ve el fondo de odio y rencor subsiguiente, puesto que el impostor desea fervientemente la desaparición del auténtico, sobre todo si destaca.
Cuando la encontramos en los conflictos laborales vemos brillar en todo su esplendor la figura de los odios recocidos a fuego lento, puesto que la persona impostora y la auténtica han de convivir en un espacio cerrado y durante muchas horas al día, muchas semanas al año. Y además compiten por los éxitos laborales o las prebendas o las jefaturas de sección.
Cuando aparecen en la vida de la ciudad, al igual que los sociópatas, vuelven sombríos a los vecinos más abiertos y proclives a la cosa social, y les empujan fuera de las asociaciones, de los colectivos. Los impostores, cuando se disfrazan de políticos, son “comediantes”, en expresión de Sartre referida a Jean Genet en su magnífico San Genet, comediante y mártir.
Al vecino ilustrado, en cualquier caso, el impostor le estropea el plan de participar en la vida de la ciudad, y le retrae a su biblioteca. Le empuja, como decía Rousseau, al cultivo de su pequeño jardín. Porque desenmascarar al impostor, al que se hace pasar por quien no es, es tarea de héroes.

Fernando Martín Aduriz (Palencia)
Artículo aparecido en DIARIO PALENTINO, el 15/02/2007, en la sección de Opinión, columna semanal "Vecinos Ilustrados". URL: http://www.diariopalentino.es/