Babel: ¿a dónde vamos? Por Patricia Tosquella. (Barcelona).

El texto “Babel. Un balcón sobre lo imposible” me ha parecido un esfuerzo de atar la película (lo que es una obra como producción) con lo que “quema en el estómago” y eso me encanta, porque se ve claro cómo el arte solamente nace de una urgencia porque sino, para mí al menos, no es arte. En eso soy muy heiddegeriana porque doy valor a la urgencia. Este texto creo que señala encuentros, aún refiriéndose a una película de malentendidos, quizás porque los encuentros tienen cabida por el hecho de no haber sintonías. Uno de esos encuentros es el del director y su obra a partir de lo que quema en el estómago teniendo que ver con la muerte de un hijo.

La película habla de niños. La mayoría de los “adultos”-protagonistas tienen algún hijo.
Y de hecho creo que esto tiene que ver con la Torre de Babel. La Torre de Babel pretendía alzarse hasta llegar al cielo pero Yahvé lo impidió. ¿Cómo lo hizo? Creó confusión a partir de hacer nacer varias lenguas. Fue la mejor manera para que la gente empezara a discutirse, malentenderse y esparcirse por la tierra. Formidable, más allá de si es cierto históricamente o no, porque lo es. Babel significa en hebreo confundir. Si la Torre hubiera llegado a su propósito probablemente ahora no habría ningún niño y esta película no tendría lugar, porque no existiría. Pienso que si hay niños, guerras, malentendidos y todo lo que sale en la película es porque la torre no alcanzó el cielo –y por lo que parece estamos lejos de llegar a él a pesar de ser las torres cada vez más altas.
La vulnerabilidad de los niños se hace presente a lo largo de la trama.

Las ideas previas con las que vine a la tertulia egoístamente las guardé, y es por este motivo que me decido a escribirlas. Son ideas en torno al título de la película. Intento por eso no decir demasiado por si acaso le sacara voz al título resonante.

Alejandro González Iñárritu comenta lo siguiente: “Barajé muchos títulos, pero cuando se me ocurrió la historia del Génesis, vi que era la metáfora perfecta. Todos tenemos un idioma propio, pero creo que compartimos la misma espina dorsal”.

Decir, otra vez, que el verbo hebreo babél significa confundir. Esta idea de la confusión queda clara, más con el texto. Lo que es clave es que esta confusión surgió de la creación de varias lenguas, y es así como Yahvé dio lugar a tal desorden y caos que impidió que la torre abrazara al cielo esperado por los hombres. La película es un puzzle de malentendidos. Cuestiones políticas, de idioma, dificultades con la lengua ajena y con la propia, más allá del código lingüístico compartido. No sólo las lenguas son embrollo, también lo es la lengua misma, nunca perfecta.

Del mismo modo Inárritu comenta que “la realización de Babel ha sido en sí una especie de torre de Babel”. Supongo que lo dice en el sentido de reto, transformación, mezcla de idiomas, de distintas películas y culturas, de circunstancias.

Los personajes son exiliados por un dolor. Richard y su mujer van a Marruecos para salvarse de la muerte de un hijo, la chica japonesa quiere salvarse de la experiencia del vacío afrontándose al deseo de los hombres, sin tener las armas suficientes para hacerlo sin urgencia. El objetivo principal de la ciudad de Babel, dicen, fue salvarse del posible Diluvio. El éxodo como metáfora subjetiva lo encuentro central y el exilio como fenómeno social también aparece –no olvidemos a la señora mejicana que cuida a los niños.

Entiendo esta película como una trama de consecuencias de acciones. La consecuencia del juego “sin pensar”, de decidir darse a la fuga ante la policía, la de buscar con urgencia un hombre y todos los efectos que estas decisiones conllevan.

El balcón sobre lo imposible se me va convirtiendo en el balcón desde lo imposible.

Al final la cámara sujeta una torre. A parte de la torre del brillante balcón creo recordar, al menos que me lo inventara, otra torre japonesa, muy alta: ¿es la nueva torre de Babel?
Mi pregunta es: ¿a dónde queremos ir? Distinta de: ¿a dónde vamos?
Pareciera que el alcance del cielo se pretendiera a través de los objetos que se van produciendo por la ciencia, del impacto que ésta ejerce sobre el mundo, de las tecnologías –la película refleja de forma clara estos impactos actuales. “Tecnologías” y “realidad virtual”, por ejemplo, son algunos de los vocablos al que algunos nos acogemos para reivindicar y que, al menos yo, no sé qué son en realidad. Solamente es a través de los síntomas que comportan nuestra relación con las tecnologías, la realidad virtual, los que nos hacen hablar y quejarnos. Es como si los avances científicos –desde luego quedo impresionada respecto a hace unos años- nos permitieran alcanzar algún cielo. ¿Quién lo impedirá? O más bien, ¿qué lo impedirá? Entonces, en el Génesis, fue Yahvé quien lo frenó.

Me viene la idea de una inercia en dirección al cielo, como para alcanzar el reino; siendo quizás este un propósito del siglo XXI para algunos y en algunos lugares. Aunque no parece ser que sea este el recorrido que deseamos. Lo demuestran las quejas –aunque puedan leerse como no conformidad ante el no-reino-, los síntomas, los deseos de ser reconocidos como sujetos distintos unos de otros, en fin, creo que hay reivindicación suficiente como para demostrar que no deseamos desaparecer.

Vuelvo: ¿a dónde vamos?, ¿hacia dónde queremos ir?

Patricia Tosquella (Barcelona).