HISTORIA DE LA PSICOFARMACOLOGÍA. Historia de una nueva alienación. Por Estanislao Mena (Sevilla)

Primer neuroléptico

Hace pocas semanas, leíamos en www.websalud.com, y bajo el título “La revolución asistencial y social de los psicofármacos”, una crónica que relataba la presentación en Madrid de la obra Historia de la Psicofarmacología, con opiniones de sus dos autores.
No deja de ser interesante para mí, por ser psiquiatra y con una cierta formación y experiencia psicofarmacológica, leer las opiniones de los teóricos de esta “revolución en la asistencia psiquiátrica”.
Es verdad, nadie lo puede negar, que la introducción del primer neuroléptico, la clorpromazina, supuso una modificación sustancial en el estado, a veces lamentable, de algunos sujetos. Y digo primer neuroléptico por oposición, al término tan de moda de antipsicótico, significante que lleva implícito una dirección en la intervención, “ir contra”, “atacar”, “hacer desaparecer”, la psicosis.


Fármacos psicotrópos y uso racional

A partir de los años setenta, se produce un “desarrollo de fármacos psicotrópos”, ya en esas fechas, la batería de fármacos era importante, existían los mismos grupos farmacológicos que tenemos hoy, es decir, ansiolíticos, antidepresivos y neurolépticos.
En esa fecha, comienzan a sintetizarse nuevos fármacos de esos grupos, no cabe duda que con “una mejor tolerancia” pero esta tolerancia no se ha visto refrendada ni por una mayor eficacia ni por un uso más racional de éstos.
Nuevos fármacos, que, sintetizados efectivamente por su mecanismo de acción, no son “descubrimientos farmacológicos fruto de la mas absoluta casualidad”, y que podrían haber supuesto un enorme avance si el uso racional de sus propiedades, tuvieran como primer objetivo permitir la presencia del sujeto.

Alienación farmacológica

Uno de los autores señala con acierto que “ya nadie se acuerda de la situación de los pacientes previa a la clorpromazina”, pero no hay que olvidar, que algo que no ha cambiado desde entonces, de la alienación de la locura, hemos pasado a la alienación farmacológica, no hay sujeto, el fármaco lo borra.
“La minimización de sus efectos adversos”, no se ven corroborados por la situación de los pacientes, hasta mi excedencia del Hospital, y en la actualidad cuando visito esta institución, los sigo viendo en una situación de sopor casi permanente, es decir hay algo con lo que la ciencia no cuenta, y es que el mejor efecto terapéutico es la presencia del sujeto. Por ello en los prospectos de los psicofármacos, habría que advertir en los efectos adversos “cuidado este fármaco puede abolir la presencia del sujeto”.


Utopía de completud

Las últimas opiniones de los autores son que estos psicofármacos han “contribuido a perfilar el clásico problema de la nosología psiquiátrica” y “el reto global de esta materia es conseguir la curación de todos sus pacientes… los resultados mejoraran cuando la integración de la psicofarmacología, la psicoterapia, el apoyo social, las nuevas técnicas diagnósticas de neuroimagen y el abordaje genético de estos cuadros sean una realidad”.
Desgraciadamente, la nosología psiquiátrica, no podemos considerarla en este momento sino que representa un ejemplo más de la desintegración globalizada y en cuanto a la sugerencia de los autores para “conseguir la curación” no han dejado fuera ni un sólo abordaje, ¿es que eso se puede maridar? ¿es un mas allá de lo visto hasta la fecha? ¿no es una utopía de completud?

Jóvenes psi, hospitales psiquiátricos y química

Un problema añadido a esto, es el de los jóvenes a la búsqueda de una formación “psi”. Se encuentran en el mundo de la “salud mental”, alienado a “los descubrimientos psicofarmacológicos”, y esto no es sin consecuencias. J.-A Miller lo dice con respecto a la formación clínica: “no se puede hacer un impasse respecto de lo que se aprende en los buenos hospitales psiquiátricos si quedan algunos buenos, porque los destruye la química poco a poco” (1).

Estanislao Mena (Sevilla)
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(1) MILLER, J.-A, "De mujeres y semblantes", en El analista y los semblantes, Buenos Aires: Cuadernos del Pasador, 1993, p. 43.