CUERPO Y AFECTO. Por Araceli Fuentes (Madrid)

Lacan y Joyce

El afecto es indisociable del cuerpo, está ligado a él. La prueba de que esto es así es que para aquellos sujetos que no adoran su cuerpo como a sí mismos, el afecto puede ser un problema, algo que participa de lo extraño.
Jacques Lacan toma como ejemplo al escritor James Joyce, quién cuenta en su libro Retrato del artista adolescente, cómo después de haber recibido una buena paliza por parte de sus compañeros, no sintió nada, o mejor dicho, sintió un pequeño atisbo de cólera que se desvaneció rápidamente.

Dejar caer el cuerpo

Lacan extrae de este pequeño acontecimiento del cuerpo, de esta desaparición del afecto, la idea de que Joyce tenía con su cuerpo una relación de desapego, de desenganche.
Al mismo tiempo que la cólera se desvanece, Joyce deja caer su cuerpo, del mismo modo que se desprende “la cáscara del fruto maduro”. Esta cáscara-cuerpo que cae, está tejida de afectos. Vemos al afecto desaparecer y al cuerpo separarse.

Afecto, pensamiento y pérdida del cuerpo

Joyce nos enseña que el afecto no es tan natural cuando no se tiene una relación de apego con el propio cuerpo. A Joyce los afectos le resultaban extraños, los conocía por la literatura, pero no los entendía.
Según Lacan en el Seminario Le Sinthome, una vez que el afecto ha desparecido, esta pérdida provoca también la ruptura con el sentimiento de estar pensando, hay un efecto de despersonalización, de fin del pensamiento, a partir de la pérdida del cuerpo, el afecto es el pensamiento del cuerpo.

Araceli Fuentes (Madrid)