¡GIRADOS! Éric Laurent (París)

Miradas al mundo actual publicadas en 1931 por Paul Valéry contienen una “Nota sobre la decadencia y grandeza de Europa” ya aparecida en una revista, en 1927. En las múltiples reediciones de ese texto, esta nota fue conservada. Contiene una definición de la Nación que se opone a la falsa claridad de la vulgata sobre el “carácter de las naciones”. La nación es a la vez una “noción poderosa” e indefinible. “Los hombres, no obstante, cuando se sirven entre ellos de esos indefinibles, se comprenden unos a otros muy bien. Esas nociones son, pues, claras y suficientes una respecto de la otra; oscuras y como indefinidamente divergentes en cada tomado por separado”.

Él hizo aparecer así una familia de nociones, y la eficacia propia de los “símbolos vagos e impuros de la reflexión”, siempre útiles de considerar en la política especulativa sobre la naturaleza del “lazo social”. Solo los símbolos vagos se aproximan a ese lazo pulsional que conecta a los ciudadanos más allá del concepto claro y distinto. La actualidad francesa, volcada a la elección presidencial en menos de 100 días, está dolorosamente atravesada por un sentimiento indefinible. Se constata la situación fuera de norma a la que la economía globalizada está sometida, llamando para hacer frente allí a las decisiones excepcionales por parte de los responsables. Al mismo tiempo, se expande el sentimiento de un vacío en el que se despliega el enfrentamiento de dos campos. No es un vacío indiferenciado, está polarizado, pero no deja de ser un vacío.

Un observador exterior, John Vinocur, comentarista atento del New York Times de la política europea desde el punto de vista de la derecha americana, lo estigmatiza en un editorial con fecha del 12 de enero bajo el titulo “La surrealista competencia presidencial francesa”. Los candidatos emplean los mismos “subterfugios”, “Hollande piensa que si evita compromisos de campaña claramente definidos, puede evitar todo lo que podría específicamente disminuir su amplia ventaja sobre Sarkozy en los sondeos actuales. El presidente se centra sobre la definición de su rol con respecto a los franceses como protector combativo y experimentado, y no como un administrador de reformas que son remedios necesarios”. En resumen, denuncia lo indefinible. Quizás advierte ese rasgo demasiado claramente, lo mismo que el observador extranjero a la Nación, que, según Valéry, “advierte demasiado potentemente, y no siente esta cantidad de correspondencias íntimas y de reciprocidades invisibles por las que se cumple el misterio de la unión profunda de miles de hombres”.

Algunos observadores franceses piensan que la “guerra fiscal” es la principal apuesta de la campaña, y permite una polarización suficiente entre derecha e izquierda con grandes llamados a la justicia redistributiva. El contenido exacto de las medidas que se tomarán hace posible una redefinición constante que abre la vía a múltiples interpretaciones.

¿El sentimiento de vacío indefinible no aparece en todas nuestras democracias? Las que están regidas por los técnicos (Italia, Portugal, España) y las otras. La misma campaña americana parece golpeada por este síndrome. La reciente primaria republicana de New Hampshire aseguró la victoria del candidato Mitt Romney, quien se presenta como el Yo ideal de la inmensa mayoría. Sería la mejor imagen, el más exitoso de la mayoría de los electores republicanos. La espiritual y ácida Maureen Dowd, observa el mismo 12 de enero que, entre las múltiples ideas empresariales, Mitt Romney había tenido la de una compañía de juguetes que fabricaba muñecas a medida, “a imagen” de cada uno. Él mismo, por su aspecto suave, se presenta como un Ken doll. Sin embargo, soltó un elemento personal en esta primaria. Interrogado sobre lo que constituía el meollo de la diferencia entre la reforma del sistema de salud —que había puesto en práctica como gobernador de Massachusetts— y el que el presidente Obama hizo votar, no se contentó con hacer referencia a la “elección de los prestadores de servicios”, en la tradición liberal soft. Y añadió espontáneamente: “Me gusta poder cambiar a las personas que son mis prestadores de servicios”. Inmediatamente sus competidores republicanos lo denunciaron como la encarnación del capitalista cruel contra los trabajadores, incapaz de representar los intereses de la pequeña población de los Tea-partys. Luego, intentó volver sobre sus propios pasos, pero no hizo más que repetir, de un modo menor, un arrepentimiento que había hundido la candidatura de su padre a la presidencia americana en tiempos de la guerra de Vietnam. Algo de su goce pulsional que hubiera debido permanecer oculto, quedó así al descubierto.

Ciertamente, las emisiones de tele-realidad americanas develan mucho más cruelmente que en Europa el goce del “You’re fired”. Los animadores de este tipo de emisiones, que en realidad son empresarios, de Donald Trump a P. Diddy, ponen en escena el sueño del empresario americano que fue exitoso a partir de nada, asumiendo este goce. Éste puede ser compartido con los “Jurados populares” de American Idol o con otras emisiones del mismo tipo, pero allí se soporta más encarnación gozante que bajo el velo europeo que permite el recurso al “impuesto de la hipocresía”, según la expresión de Jacques-Alain Miller.

El goce pulsional manifiesta que no es sólo el cimiento de la nación, sino también su destrucción posible. El conformismo buscado por los candidatos a la presidencial americana va a la par con programas imprecisos que los observadores denuncian y no es extraño a esta manifestación pulsional que había que ocultar. ¿El vacío, la suspensión de las definiciones y de los programas no son propicios a la inscripción de un real que escapa a las definiciones bien limadas de un programa que el candidato se cuidará bien de aplicar en razón “de acontecimientos exteriores” apremiantes? En realidad, ¿habrá que lamentarse?

Hay alguien que en Europa aplica su programa, contra viento y marea: es Viktor Orban en Hungría. Actúa, por más que haya protestas de los antitotalitarios y del conjunto de la Unión Europea. En ese vaso del vacío indefinible, podemos estar atentos a las manifestaciones del real pulsional que llena el así llamado vacío de la campaña. Entre ellas, una es el pequeño tercio de los franceses que se adhieren a las ideas del Frente Nacional, goce malvado del “You’re fired de la Nation Providence”. Aquí, se juega más colectivamente, pero la pulsión está convocada.

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