Estreno acustuflante de “Unes Altres Veus”. Irene Domínguez (Barcelona)

Pasada la media noche del miércoles 4 de abril, justo antes de la lluvia, las aceras de la calle Torrijos que acogen el cine Verdi en Barcelona, fueron testigos de la alegría generalizada que se respiraba entre los que acabábamos de salir del estreno de “Unes Altres Veus/Otras Voces”, el documental de nuestro colega Iván Ruíz Acero. Alegría sin prisas de esconderse, contenta de compartir, cada una a su manera; y es que, la materialización de la idea y el trabajo llevado a cabo por el feliz encuentro entre Teidees y TEAdir, una productora audiovisual y una asociación de padres de niños con autismo, encarnada en los cuerpos de Iván, Marta y Silvia, entre muchos otros, lograron cautivarnos.

Diría que hay que verla y que hay que decírselo a la gente. Sería bonito, estaría bien, que la pasaran en los cines de muchos países, salas de barrio, cinefórums, festivales, casas de los que se juntan a ver pelis y comer palomitas, congresos de científicos, artistas y políticos, autobuses que van a Galicia, Marruecos o Bruselas y aviones que cruzan el Atlántico y el Báltico… para que esa alegría se extendiera...

“Unes Altres Veus” es un documental otro en todos sus sentidos. Si el cine documental a menudo se ha erguido en la pretensión de ser el género que retrata la realidad, “Unes Altres Veus” muestra, precisamente, que quizás lo único objetivable que se pueda decir sobre ella, es que es única para cada uno, y está tejida con la más íntima materia del ser humano: sus palabras y sus voces. Esta película nos propone un paseo sin prisas y sin aparente rumbo por los campestres caminos de un laberinto que, paulatinamente, nos va a llevar hacia un encuentro con su protagonista, Albert, un chico diagnosticado de síndrome de Asperger. El espectador, suavemente, va a penetrar en la radicalmente otra realidad del autismo, para acabar divertido e irremediablemente perdido en lo que de autista tenemos cada uno. Como si de una banda de Moebius se tratara, el relato de la vivencia de tener este “pequeño problema” –como lo nombra Albert cuando se refiere a su diagnóstico-, sin saber cuándo ni cómo, pasa de ser aquello que le pasa a él, a resonar profundamente en nuestra más íntima constitución como sujetos.

Diría que este documental es un testimonial del siglo XXI, como en su día lo fueron las memorias del Dr. Schreber. Ambos tienen en común, la enorme generosidad con la que sus protagonistas han decidido dar testimonio de su afectación por el lenguaje. El relato de Albert nos aproxima al modo en cómo está construido el mundo de un autista, sus relaciones con los otros, sus pensamientos, sus temores y sus sueños. Pero, llegado un punto, el relato atraviesa un cierto umbral: deja de ser la historia de lo que les sucede a algunos seres humanos, para devenir el testimonio absolutamente singular de este sujeto, y es ahí en donde se traspasa la frontera que pareciera de entrada infranqueable entre su mundo y el nuestro. En ese sentido da cuenta de la poca utilidad de cualquier etiqueta diagnóstica, mostrando su profundo carácter de ficción, en tanto se conforman como defensa frente a lo desconocido.

El testimonio de Albert tiene por acompañantes los relatos de padres de chicos con autismo y las palabras de unos cuantos psicoanalistas lacanianos repartidos por el mundo. Hablan con sus propias palabras, transmitiendo -cada cual a su manera- lo que del autismo les ha cautivado, lo que han aprendido, lo que les han enseñado los autistas como padres, educadores o psicoanalistas. Por eso sus palabras se pronuncian desde un diván: sentados, acurrucados, con las piernas cruzadas o abiertas, con las manos quietas o agitadas, en planos de muy diferentes perspectivas, al aire libre o en espacios ficticios creados para la ocasión, cada uno de ellos toma la invitación a hablar como mejor le parece. Por eso es también el testimonio de todos los que hablan, por eso vienen al encuentro de los paseos de Albert, todos los otros niños: Quique, Miguel, Víctor, Héctor, Lucía, Alex y los demás.

Podríamos decir que este documental explica cómo aborda el psicoanálisis lacaniano el autismo, porque los ingredientes que lo conforman, están mezclados como si de “una práctica entre varios” se tratara: cada uno está en calidad de algo distinto, pero sobre la escena, eso no es lo fundamental. Nadie es un experto de nada, nadie está instruyendo o educando, cada uno toma la palabra desde un lugar propio, para ir dibujando el sendero del laberinto: entramos al escenario del profundo enigma del autismo y salimos con las palabras, silencios, música, miradas y suspiros que nos conforman como parlêtres.

Abordando temas como la culpa, muestra cómo, para el psicoanálisis lacaniano, la causa última, no radica en ningún gen ni accidente ni incorrección del deseo, sino que ella, la causa, está perdida. “La insondable decisión del ser” se erige para poder entrever que el más profundo respeto por esta decisión, es la vía para poder compartir la vida con estos seres de una enorme excepcionalidad. Amando la diferencia absoluta, prestándonos a ser cautivados por ella, dejándonos enseñar, es cómo el psicoanálisis lacaniano ha logrado, y lo sigue haciendo, cambios que parecieran imposibles de alcanzar. El tratamiento que nos propone el psicoanálisis es el del Otro, puesto que es en función del otro que encuentre el sujeto que éste podrá servirse para inventar un modo propio de nombrar el mundo.

Este documental era difícil, como dice Albert, pero no imposible. Las vías del deseo han permitido que el resultado haya hecho de él una película acustuflant!