Entre dos hombres

Introducción al texto de Guy Briole

El tercer texto de la serie trata de los impasses del amor.

Guy Briole, en su texto Entre dos hombres, trata la curiosa solución que encuentran algunas mujeres en sus relaciones amorosas para completarse, para no perder, en un movimiento que tiende hacia la posición masculina del todo, elaborada por Lacan en la lógica de la sexuación. En su original análisis, Guy Briole revela cómo la posición entre dos hombres, lejos de pensarse como una alienación, puede presentarse para una mujer como una liberación del deseo frente a la prisión del amor a dos, lo que la confronta al estrago de los celos del hombre. Dos mujeres en análisis, cada una con su singularidad, dicen como se enredan en dicha posición.

Un texto que declina un aspecto de La Discordia entre los sexos1 y contribuye al tema Mujeres en psicoanálisis2.

Notas:

  1. Tema de las XVIII Jornadas de la ELP que tendrán lugar el 23 y 24 de noviembre del 2019 en Valencia.
  2. Tema de las 49ª Jornadas de la ECF que tendrán lugar el 16 y 17 noviembre del 2019 en París.

Adela Bande-Alcantud, psicoanalista, miembro de la Escuela de la Causa freudiana, París.

 

Entre dos hombres*

La fórmula concisa a la que puede apuntar el Hay Uno1 choca, cuando se trata del amor, con que hace falta el Otro. Ahí está la ilusión siempre esperada de hacer Uno con un otro. Pero siempre suman dos –“dos es la cifra del amor”, dice Lacan–; más aún, a partir de tres es como pueden contarse dos2. “Fuera de sí”, solos en el mundo, se trata siempre para ellos de cubrir la falta, haciendo existir la creencia en la relación sexual. Pero también se puede invertir la proposición anterior y decir que cuando son dos, ya se piensan tres. Eso es incluso lo que los hombres no quieren saber, a la vez que les atormenta: una mujer está siempre entre dos hombres, él y uno que se la podría quitar.

En cuanto dos personas se hablan, ello introduce una desarmonía, un malentendido inevitable. Eso es verdad también en el diálogo entre un hombre y una mujer. Y lo es aún más cuando se lo aborda, como lo hace Jacques-Alain Miller, desde el ángulo del “diálogo del todo y el no-todo”3. En esta ocasión es la mujer la que dice que está dispuesta a todo y el hombre quien le objeta un “hasta allí, pero no más lejos”. Dicho de otro modo, ¡la que piensa en el todo se ve mandada de vuelta a un no-todo!

Entonces, una mujer no puede más que estar entre dos hombres para tender hacia el todo, al cual no es tan fácil renunciar, salvo pasando por un análisis. Le haría falta a esta mujer, interesada en el todo –pero, como lo subraya Lacan, las mujeres no son “locas del todo/no para-nada-locas (pas folles du tout), acomodaticias más bien (…)”4 – completarse con algún arreglo, incluso alguna transgresión, no siendo estas dos modalidades compatibles con el no-todo.

Freud ha destacado particularmente la diferencia anatómica entre los sexos y ha insistido en la dimensión traumática de este descubrimiento en el niño. Eso despierta en el niño el sentimiento de estar dotado de algo que no todos tienen –como, por ejemplo, la madre o una niña–, sentimiento correlacionado, a la vez, al de riesgo de pérdida. Y, del lado de la niña, el estar privada de ello genera por lo menos una decepción y algunas veces una amarga rivalidad con el que lo tendría. Con Lacan, la cuestión es llevada más allá del punto de vista freudiano, para ser repensada, no en el sentido de tenerlo o no, sino de encarnar, de ser el falo. Ya no es el órgano lo que está en juego, sino lo que lo simbolizaría y que, en cierta manera, no es la propiedad de nadie.

Entonces ¿cómo arreglárselas con lo que no hay o con lo que puede ser perdido? De hecho, aquello sobre lo cual se puede fantasear más es sobre lo que no se tiene o lo que se ha perdido. Pero, y parece que eso se les escapa a los hombres, también se puede fantasear sobre lo que se tiene, a partir de lo que no se tenía. No obstante, para una mujer, habría una condición. La de no estar alienada a esos otros que querrían que ellas no fueran felices más que por la presencia de ellos a su lado. Ser amada, he aquí una trampa que puede ser una prisión. El entre dos hombres puede que sea la forma, para una mujer, de llevar a cabo el mantenimiento de su propia vigilia o despertar al deseo y no pensar que le toca al partenaire liberarlo. En el fondo, una mujer sabe que un hombre pide siempre ser seducido, pero a título privado; dicho de otro modo, que él le priva, a partir del hecho de que quiere ser el único en ser el hechizado. Saber esto es buscar otra solución para escapar al estrago que eso produce con toda seguridad; el de los celos, por ejemplo.

Para una, a la cual la multiplicación de aventuras colocaba “entre varios hombres”, la solución fue casarse con uno con el que se había topado en su camino –guapo, respetuoso hacia ella, inteligente y con una buena situación económica– y podía, creyó ella, poner un límite a una sexualidad que la desbordaba. He aquí, sin embargo, que con él el cuerpo está ausente. El deseo que la quema y le procura el sentimiento de estar viva, lo halla en los encuentros con un amante que ella dice que es “ordinario”, que no tiene interés, que la degrada pero la cautiva. Con un embarazo y el anuncio de un niño, piensa que la madre podría barrar a la mujer. No tiene lugar más que una breve luna de miel –donde ella se siente “toda madre”. Pero con el “retorno de la mujer” todo la empuja de nuevo, para que su vida tenga un espesor, a buscar, en el mejor de los casos, un lugar entre el marido/hijo y el amante.

Marthe está prometida con un novio que se ha ido al frente. He aquí que se ve capturada en una batalla de pulsiones donde el cuerpo a cuerpo la encadena a otro hombre joven que la guerra ha apresado en el alba de su despertar de los sentidos5. Si bien él se asombra de su audacia al avanzar sus labios hacia Marthe, se olvida que ha sido ella quien le ha besado. A partir de este momento, su amor mezclará los cuerpos con una pasión que les hace olvidar toda prudencia, sobre todo cuando, para ellos, el que había llegado a ser el marido de ella durante un permiso no ha dejado de estar presente. Un niño se anuncia y eso le encanta a Marthe tanto como consterna al joven, preso de remordimiento. ¿De quién es este niño al cual Marthe da el nombre de su amante? Marthe escapa de su marido y, a la vez, muere de no poder vivir con su amante. Sus últimas palabras consisten en pronunciar el nombre de su hijo, el mismo que el de su amante. ¿Cuándo Marthe ha dicho entonces la verdad? Deja que los hombres se las arreglen con esta cuestión que siempre les ha entretenido y, finalmente, desviado de lo que se jugaba en este amor: arriesgar su vida.

Si bien es necesario a menudo largos análisis para desenredar todos los impasses de los amores que se atraviesan, es aún posible creer en el amor, al precio de algunos reajustes en un diálogo, renovado sin cesar con ese otro-masculino –pero un otro dispuesto a comprender que ella no esté toda entera.

Una mujer entre dos hombres es un infinito de invenciones que se despliegan con un abanico de matices sutiles, propios de cada una, en su singularidad.

Traducido por Alín Salom.

 

Notas:

*Texto publicado en Midite, Blog de las Jornadas n°49 de la ECF, noviembre 2019.

  1. Lacan J. El Seminario, libro 20, Aún. Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 82.
  2. Lacan J. El Seminario, libro 21, Los no incautos yerran, Clase del 18 de septiembre 1973. Inédito.
  3. Miller, J.-A. “Los seres sexuados”, El partenaire-síntoma. Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 277.
  4. Lacan J. “Televisión”, Otros escritos. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 566.
  5. Radiguet R. Le diable au corps. Grasset, Les cahiers rouges, Paris, 1923.