Elevar el Oikos a la dignidad de lo Sexy. Sobre la “dirección hacia la escuela” de lo joven y su reverso

Deseo de Escuela

¿Cuáles son los tiempos para el deseo? Me refiero al deseo de Escuela, a ese momento de pasaje -del que podríamos hacer una clínica variabilísima- en el que a partir de un recorrido X se produce un forzamiento -que no es sin la estructura del corte-, del que obtenemos que el “recorredor del pasaje” ya se encontraba dentro. Dentro porque el sujeto de esta travesía no es solo recorredor sino pasaje en sí mismo. De aquí que podamos hablar de topología, e incluso de lógica performativa, en lo que se corresponde con el asunto de poner en palabras ese deseo y declararlo a la Escuela.

Después de ese pasaje, retroactivamente se pudiera reconstruir algo de ese forzamiento, convencernos de que no ha sido un forzamiento sino algo que tiene más bien la textura de lo necesario: “Tenía que pasar y pasó”. Entonces, ahí tenemos que de nuevo se borra la experiencia del corte, que caiga otra vez en el olvido, llevándonos a que tal vez se reproduzca algo de ese mismo escenario, una y otra vez en los que podemos llamar momentos de pase, o en las mutaciones subjetivas por efectos del análisis, de la formación, de la práctica, o por qué no decirlo, del envejecimiento.

En este último punto se cifra para mí una cuestión que como sabéis es de actualidad. En algún lugar, creo recordar, refiere Jacques-Alain Miller1, la dificultad de saber si un efecto específico en un analizante tiene que ver con el análisis, la consecución de sesiones y su lógica, o simplemente con el hecho de hacerse más viejo.

Deseo de la Escuela

Desearíamos que la ensoñación de los analizantes, de los futuros supuestos analistas, no tuviera la misma magnitud que la del tiempo, que no recorrieran los eslabones con el mismo ritmo, que haya despertar, que haya un salto, que haya algo que pueda tener, no la dimensión de lo necesario, sino que pueda ser atrapado, no olvidado, como lo contingente provocado -podríamos decir-.

Bien, frente al tiempo del deseo en la dirección hacia la Escuela y su relación con el corte, en el sentido del despertar, del esfuerzo de anti-ensoñación, podríamos decir que son las cosas del querer, del anhelar, las que empujan, para romper la envoltura dormidera del goce y su ciénaga. Es eso lo que sería esperar al buen momento para que alguien en su dirección se encuentre que ha llegado. Pero ¿cómo provocar eso?

Sirva hasta aquí esto como una breve introducción a la cuestión de los llamados ‘jóvenes’, y su dirección o no hacia la Escuela.

Dirección hacia

Digo “dirección hacia” porque no encuentro otra forma, aún, para decirlo mejor. Pero en ese no encontrar una fórmula mejor no me voy a detener. Precisamente porque a partir de mi propio recorrido -y hablo en tanto que pseudo-reciénvenido, por haber sido admitido en la Escuela hace un par de años- es que puedo dar cuenta de la certeza de esa dirección, y por qué no decirlo de esa causa, y también de los vericuetos de la inhibición y de la preparación para ese acercamiento. En esa dirección hacia la Escuela de Lacan van algunos, uno por uno, con cuidado. Se necesita tiempo, a veces. Y eso no quiere decir que no haya una dirección. Pero toca estar en las instancias, en los caudales por los que ese fluir pasa para poder conocer la consistencia del caudal.

Cuando hablo de esto pienso en la cuestión de los jóvenes en la ELP, y en los índices de pedidos de admisión, la proveniencia de los socios, el lento crecimiento en número de miembros de la Escuela, que fueron mencionados en el informe leído durante la secuencia de los presidentes el lunes 4 de abril de 2022 en París. No sé exactamente cómo se plantean las cosas en relación con la sede de Barcelona, sobre la que tal vez pueda decir algo, precisamente porque conozco al menos a tres personas que recientemente, en los últimos dos meses, han solicitado ser socias de la sede, y en quienes se puede escuchar una decidida dirección hacia la Escuela. No se trata de que vengan, muchas de estas personas, de otros países, y que nos beneficiemos de la formación que han recibido en ellos -que si en parte es así, por qué no-, sino más bien de la constatación de que en la ELP encuentran una porosidad en la que no solo son alojadas, sino en la que hay efectos de formación. Ya se sabe que un pedido de socio no deviene necesariamente con el tiempo en un pedido de admisión a la Escuela. Sin embargo, así como no conviene remar cuando la barca está en la orilla2, tampoco conviene devolver la barca a la orilla cuando está ya atravesando la muralla insistente que conforman las olas.

Pero, en todo esto mi pregunta es: ¿Le corresponde a la Escuela empujar en ese sentido, el de sugerir la dirección de la barca, subirse en ella y remar mar adentro? ¿Intentar acotar los tiempos? ¿O, por el contrario, identificarse con las olas que se estrellan en el litoral y se oponen a la barca? ¿No produciría eso asuntos indeseados, lógicas de presión por un lado, o por otro de resistencia, correspondientes a otros discursos?

Me tomo el atrevimiento de, ante vosotros, hacerme otra pregunta: ¿Desde qué ángulo me parece que el término ‘joven’ puede ir en estas vías de la presión o la resistencia? Voy a responder rápido: uno de los usos, quizá el más común que se le da a esta categoría o magnitud de ‘lo joven’ es el de llevar al sujeto o grupo que se define de tal manera en una dirección que apunta hacia una infantilización. Se trata de una dirección, de un movimiento que es contrario al movimiento hacia la Escuela, y que se puede verificar, tal vez no con cifras, que siempre pueden construir una imagen inflacionaria de un supuesto atractivo del psicoanálisis para los jóvenes -o lo contrario-, sino teniendo en cuenta una pragmática del deseo, porque de lo que se trata es de prepararnos para el devenir inmediato del psicoanálisis. Es decir, se puede verificar esta “dirección hacia”, en la práctica de unos cuantos decididos, en relación con la acción lacaniana, en otros tantos participantes del Campo Freudiano, asistentes a los debates, e incluso interesados por aquellas cosas que se dicen en el seno de la Escuela y a las que no pueden acceder -como es totalmente comprensible-, y sobre todo aquellos que participan decididamente en el sostenimiento de las actividades de la Escuela. Ahí también vibra, late, se agita, la Escuela. Y, por otro lado, efectivamente, ahí también se puede ir a dormir.

Oikonomos

Otra cosa es que tengamos pendiente un trabajo, entonces, en el seno de la Escuela, a partir del cual pensar y reflexionar sobre la posible ampliación de la porosidad, el posible mantenimiento en ciertos puntos de espacios vacíos que permitan la participación rápida en ciertas instancias. Sin embargo, no se trata de ofrecer al desierto como panacea. Es decir, no se trata de confundir la destitución de los que han ocupado y ocupan ciertos lugares, con la desaparición. Ni creo tampoco que se trate de vincular a los que se quieren “mover hacia” o a los que están “moviéndose hacia” con tareas de lo que se mal-dice “logísticas”. Las cuestiones del orden de la casa, de la vida cotidiana es lo que en griego se define como oikonomos3, y el oikonomos además de llevarnos a la economía, también es una forma de nombrar el habitar, la poeisis, es decir la creación de las condiciones para la circulación y el alojamiento del deseo. El que entra en esta casa se tiene que hacer cargo al mismo tiempo de crear ese lugar, y por el otro lado la Escuela tiene que garantizar su plasticidad, el acomodarse, el hacer sitio, el respetar la topología de cuenco en la que va a resonar la palabra, la música, la voz, de ese nuevo y ya no tan nuevo venido. Y no mucho más...

Sexy

El significante “sexy” se ha introducido en la conversación del citado lunes para ubicar la cuestión de cómo una Escuela se hace deseable. Bien, en mi opinión, yo diría que la ELP a su manera es sexy, en tanto resguarda, cuida, trabaja, y extiende el discurso psicoanalítico. Es precisamente ahí a donde yo me he dirigido. No a otro lugar. Más allá de las diferencias de estilo, personales, regionales. Y fue en mis viajes a la ELP -y a la AMP- para realizar las entrevistas de admisión, que après coup -y sirva esto de ejemplo- se materializó para mí esta cuestión: no elijo a la ELP por el hecho de no tener ningún otro lugar a dónde ir, elijo a la ELP porque ni siquiera me lo tengo que plantear. Es un “quiero ir ahí” y al mismo tiempo, “a dónde más voy a ir”. Es la estructura de la elección forzada.

En este sentido y para tratar ciertos puntos en relación con lo regional, con lo individual, debemos, según mis deducciones, permitir que opere una cierta lógica de la extimidad. Recuerdo que Anna Aromí planteó esto en la asamblea de la ELP de noviembre de 2021. ¿Sigue operando, sigue siendo necesaria, esta estructura de la extimidad para las entrevistas?

Bien. Vuelvo a un pequeño ejemplo de mi experiencia en el dispositivo de admisión. Algo de relación tenía yo, ya para aquel entonces, con la ELP, obviamente. Algo de conexión quiero decir, con el más allá de las fronteras de Barcelona. Eso se podía leer en mi currículum (es una broma). Sin embargo, no creo que tuviera una confianza demasiado formada, en relación con ese más allá de las fronteras de Barcelona. Las entrevistas de admisión me devolvieron la tontería de esa descreencia, y la potencia del dispositivo que es la Escuela en su descompletamiento, en su variedad, pero también en su orientación Una. ¿Se desliza, la Escuela-Sujeto, de vez en cuando, en otra dirección? Supongo que sí. También entiendo que hay dispositivos para tratar esos deslizamientos y que los tenemos que recordar, que mantener activados.

Si os soy sincero, algo de ese significante ‘joven’, siempre me ha importunado. Justamente el paso hacia la Escuela lo pude dar cuando cayó algo que cifraba una posición “infantil”, al respecto de lo que podría definir como “ya otros se harán cargo de eso… me cuidarán/me cosificarán”. Pero en este momento no se trata ya de ir en contra de este arte-facto, de este semblante que ha impregnado a las lenguas que se hablan en las escuelas de la AMP. Pero, si tenemos que acogerlo, ¿cómo lo vamos a hacer?

Mi propuesta es que no debemos ir ya con tibiezas, ni medias tintas. Y eso quiere decir que no tendríamos que ir con condescendencia, en el momento de aproximarnos a ‘lo joven’, sino tomar en serio la importancia del asunto de la continuidad de la presencia del psicoanálisis en el mundo.

Entiendo que el pedido de cifras en los informes de los presidentes que pudieran indicar cómo se sitúa en el momento actual el tema de ‘lo joven’ en cada Escuela es importante. Algo de eso nos puede hacer leer nuestro propio mensaje, la pregunta alrededor de cómo tomar la palabra. En su nachträglichkeit, y más allá del autós (que en griego se refiere al sí mismo, y de donde viene el término autismo), la cuestión pasa más bien por los difíciles caminos de la autorización, de las autorizaciones, caminos que no se dejan atrás, sin una “dirección hacia”, y su reverso.

(*) Imagen: “La muralla roja”, de Ricardo Bofill.

 

Notas:

  1. Referencia no ubicada con exactitud. Probablemente en la presentación de “Polémica política”.
  2. Uso aquí la metáfora usada por Jacques Lacan en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Escritos 2. Siglo XXI, Buenos Aires, 2011, p. 557.: “tan estúpido como dejar el alma en el remo cuando el navío está en la arena”.
  3. Ver Agamben, Giorgio. ¿Qué es un dispositivo?, Anagrama, Barcelona, 2015.