El tratamiento del niño autista*. Iván Ruiz (Barcelona)

*El tratamiento del niño autista. Martín Egge. Editorial Gredos-ELP. 2008

El primer tratamiento del niño que sufre de autismo es el que él mismo ha iniciado ya cuando aparecen los primeros movimientos estereotipados, las “manías” de abrir y cerrar, encender y apagar, cuando parece que no escucha ni mira; en definitiva, cuando hace evidente que el mundo exterior no sólo no le interesa sino que le perturba profundamente. No considerar que lo incomprensible que hay en esta posición frente al mundo tiene una razón de ser en la estructura del lenguaje y una función de tratamiento en su vida cotidiana conlleva a menudo no tener en cuenta tampoco que la palabra deviene para él traumática, y que las atenciones más elementales que el adulto le proporciona se vuelven violentas para él.

Partiendo de este primer tratamiento que el niño autista implementa sin necesidad de recurrir al Otro, el nuevo libro de la colección Gredos-ELP, que acaba de publicarse en castellano, propone otro tratamiento apoyado en el rigor de esa posición autista y pensado desde la orientación clínica del psicoanálisis aplicado a la institución.

La importancia de este trabajo reside en la rigurosa formalización que de una extensa experiencia clínica el autor ha sabido hacer. Desde que Antonio di Ciaccia fundara la Antena 110, en Bruselas, hace ya más de treinta años, como primer dispositivo institucional para el tratamiento del autismo y la psicosis en la infancia -y siguiendo el funcionamiento de la Práctica entre varios, como luego la llamaría Jacques-Alain Miller-, otras instituciones han ido surgiendo bajo el paraguas de la RI3 (Red Internacional de Instituciones Infantiles), entre las que se cuenta la Antena 112, en Venecia, en la que Martin Egge, neuropsiquiatra infantil y psicoanalista, ejerce las funciones de director terapéutico y de la que es a su vez fundador.

La primera parte del libro -erudita, exhaustiva- parte del encuadre inicial inaugurado por Kanner, en los Estados Unidos, que retiró el Autismo precoz infantil del cuadro clínico de los débiles mentales; y casi de manera simultánea Asperger, por su parte, en Austria, que aisló la Psicopatía autista. Egge ha estudiado al detalle la mayor parte de las aportaciones posteriores que mostraron la centralidad de la modalidad defensiva del autismo contra la intrusión de un mundo vivido como invasor o también una construcción del entorno sin recurrir a ningún otro que a sí mismo. El psicoanálisis, en particular el de Freud y Lacan, aporta ahí sus contrafuertes, y una posición, la más radical, en la preservación del lugar del sujeto en el autismo y la psicosis frente a la deriva que supone reducirlos al campo de la minusvalía y del trastorno generalizado del desarrollo. De sucumbir a él, el tratamiento con el niño se descubre como mero ejercicio de reeducación y normopraxis.

Una extensa segunda parte -esencial, rigurosa- está dedicada a la elucidación de las psicosis en la enseñanza de Lacan, en particular al autismo como desconfianza manifiesta hacia el Otro -presente frecuentemente desde los primeros meses de vida-, del que no ha podido separarse del lugar de objeto para el Otro para poder advenir así sujeto. Entonces, el cuerpo del sujeto y el del otro cohabitan en continuidad, casi éste como el apéndice de aquél, apareciendo el terror y la angustia cuando el otro no está, sintiendo el niño que es dejado caer. Lo que el niño pone en marcha así es un trabajo incansable de pura alternancia regida por la estructura elemental de lo simbólico, aunque, como explicará el autor, el trabajo que produce, los resultados que obtiene no están a la altura de su esfuerzo, y queda pues marginado de ese afecto mayor del lenguaje que es el lazo social(1).

Entonces, una institución como la que presenta Egge se vuelve crucial para poder ofrecer al niño una salida, una cometa -como puede observar el lector en la portada de la edición que Gredos presenta- que favorezca un lazo con el exterior y contravenga su retiro a una vida interior. Con un marco muy preciso, que conviene seguir al detalle a lo largo de la tercera parte, y a partir de los ricos ejemplos clínicos de algunos de los sujetos que la recorren, el trabajo analíticamente orientado se propone facilitar las condiciones de un lugar de vida en consonancia con las exigencias de la estructura subjetiva del niño autista y psicótico.

La Práctica entre varios se presenta como un funcionamiento institucional que tiende a presentar al sujeto un Otro desangustiante y a crear una atmósfera de deseo, propicia para el efecto de sujeto. Cada miembro del equipo está ahí concernido con su propio deseo del que es motor el vacío en el saber que la institución debe asegurar, permitiendo alojar el saber que sí el sujeto porta consigo en las reglas privadas y estrictas de su lalengua. Conviene detenerse aquí, pues lo hace también el autor, tomando este concepto inventado por Lacan, la lalengua, como el tratamiento del lenguaje puesto en marcha, no desde la intención de comunicación sino desde el autoerotismo que no convoca al semejante, que no se basta de nada más que de sí mismo.

Creer que, a pesar de todo, el niño autista está inmerso en el lenguaje, aunque no pueda en el común de los casos usar su portadora, la palabra, permite suponer éticamente un sujeto al que poder dirigirse. Así, interesarse en lo que los autistas tienen para decir abre las posibilidades de un diálogo, por más singular que éste pueda llegar a ser. Como ha sido formulado por Eric Laurent recientemente, sostener el diálogo con el autista, definir espacios donde sea posible acompañarlo, es ayudarlo a construir un autismo entre varios(2).

Finalmente, los tres testimonios que presenta el autor en la cuarta y última parte -de lectura atenta e innegable interés clínico- dan cuenta de que el diálogo posible puede facilitar una modalidad de vínculo social, surgido de manera particular para cada uno de ellos, y como soluciones únicas: Birgen Sellin a través de la escritura, Donna Williams, a través del cambio de su estatuto de paciente al de enseñante, y Temple Grandin, mediante la invención de la Máquina de contención, aplicada al campo de la zootécnica.

En definitiva, un libro esencial, de posible lectura para varios, aquellos que de algún modo tejen la trama de un Otro regulado en el que el niño puede encontrar su lugar. Tanto los padres como los profesionales de las diversas instituciones que los atienden, encontrarán un texto que explora el problema del autismo y de la psicosis en la infancia y ofrece, además, un tratamiento posible: una institución pensada desde el psicoanálisis y acorde a las exigencias de la subjetividad de cada niño; donde el cometa que lo guía, su objeto particular, pueda elevarse a la dignidad de una salida de su reclusión y de una entrada en el Otro.

Notas:
1-. Egge, M. El tratamiento del niño autista. Ed. Gredos, 2008. Pág. 126.
2-. Laurent, E. “Le chiffre de l’autisme”, Le Nouvel Âne, nº 8. Février 2008.