Cuarto Principio Rector del Acto Analítico: La Transferencia. Sara Tarín (Valencia)

Para la mayoría de vosotros no es nueva la idea de que en un análisis se busca la causa de un malestar, de un malestar que es profundo y que se repite una y otra vez sin que dependa de nuestra voluntad poder cambiar las cosas.

Al principio de un análisis se busca el tratamiento de un mal, un mal que implica la suposición de que algo estuvo mal hecho desde el principio o desde algún momento determinado de la vida. El psicoanálisis tiene como fin último descubrir la causa de ese mal y, además de descubrirla, pretende curarla en un sentido clásico.

Se tiene la idea de que, en psicoanálisis, descubrir la causa sería suprimirla pues no podría soportar la luz, el conocimiento, a diferencia de otras disciplinas que, a pesar de conocer la causa del mal, no pueden curarlo, por ejemplo el sida o el cáncer.

El acto analítico se plantea como una cuestión entre dos, en el que cada uno mantiene una relación determinada con respecto al otro. El analizante se presenta como un sujeto aquejado de un malestar, como ya hemos visto, del que busca saber la causa; luego en el concepto mismo del síntoma analítico aparece un porqué, un porqué es así. Esta pregunta va dirigida al analista que se sitúa en el otro lado de la escena. Este porqué es una provocación para el analista pues supone que el sujeto se presenta al análisis desde una posición de no saber: “No sé qué pasa conmigo” parece decir, y, si no se presenta así el analista busca que el sujeto se sitúe en ese lugar. Al mismo tiempo de alguna manera dice al analista: “Tú tienes que saber en mi lugar y, por tanto, cúrame”. De modo que podemos decir, de manera conclusiva, que el sujeto se presenta frente al analista a partir de una posición de no saber.

La situación en la que se queda el analista frente al analizante es en la de ocupar un lugar, una posición, el lugar del Sujeto al que se le supone un saber, y que Lacan nombró: Sujeto supuesto Saber, convirtiéndose así el analista en interlocutor del paciente.

¿Será el analista el Sujeto supuesto Saber? No exactamente, pero cuando alguien no conoce la causa de su condición ubica en el horizonte de su análisis, de todo lo que va a decirse en el análisis, la instancia como tal del SsS. Se supone que hay que saber algo, algo oculto, que es la causa del malestar y que se puede descubrir a partir de decir algo. El analista ofrece la posibilidad de decir, de bien decir, de bendecir.

El analista sabe que este Sujeto supuesto Saber no es más que un disfraz, pues de ninguna manera sabe la causa del malestar del paciente, al contrario, él va a aprenderla de aquel que viene. Sin embargo, para el analista, es suficiente esta posición para hacerse amar, respetar, y es, de esta manera cómo se instala la transferencia entre analista y analizante, a partir del amor, del amor de transferencia como refirió Freud.

Si volvemos a visualizar el acto analítico vemos que aparece un sujeto con su malestar, buscando la causa de su mal que desconoce, frente a una instancia a la que le supone un saber. No es otro sujeto igual que él, que no sabe, sino frente a la instancia que sabe, por tanto, podemos decir que el sujeto esta solo frente a su causa.

El lugar de encuentro es la consulta del analista, en la que existe la máxima intimidad, una intimidad especial, ya que se produce un encuentro consigo mismo en cada sesión donde el analista, desde esa posición, que ya sabemos, de SsS, permite la emergencia del saber.

Tras este recorrido entre el saber y el no saber, podemos decir que el amor sigue el mismo camino que el saber y, podemos decir también que el amor de transferencia es, en primer lugar, un traslado del narcisismo, es decir, amarse en el otro. Freud pensaba que todo amor es fundamentalmente narcisista y el amor de transferencia también respondía a esta regla. La paranoia ejemplifica muy bien esta realidad psíquica. El paranoico sabe lo que nadie sabe: sobre las intenciones de Dios, el funcionamiento del mundo y demás cosas que el psicoanalista no sabe. Hay grandes maestros de la humanidad que han sido paranoicos como Rousseau, y que no por ello han dejado de tener gran influencia en la historia contemporánea. De igual manera que el paranoico invierte el no saber en saber, lo mismo pasa con el amor. La erotomanía se refiere a la convicción del sujeto de que el Otro le ama, el Otro le persigue, es esta una convicción delirante con coordenadas clínicas muy precisas.

Por tanto la erotomanía es también amor de transferencia invertida, homóloga a la inversión de no saber en saber, es decir, que el amor sigue el mismo camino que el saber y la propia persecución paranoica el “Yo se que me odia” está conectada con el “Él me ama”, son dos aspectos de la misma inversión.

La pregunta que se plantea ahora es ¿De dónde emerge el saber y cómo se vehicula? El inconsciente es el concepto que responde a la suposición de que, en realidad y de hecho, el sujeto que dice no saber, sabe sin saber que sabe. Por eso en el inconsciente se trata de un saber reprimido, exactamente un saber que se presenta como no saber. En este sentido, el saber coincide con el concepto de represión en Freud en el que se tiene la idea de que hay un no saber, y de que sí se sabe a pesar de decir “No sé”.

Una vez instalada la transferencia entre analizante y analista, queda el trabajo: operar con esa transferencia. Del lado del analizante necesita de la intimidad máxima para exponer sus confidencias, pensemos que va a sacar a la luz lo más oculto, lo reprimido, aquello que ha estado guardando durante toda su vida y para lo cual creó la defensa y ahora, de repente y porque su malestar es máximo, se presta a ser mirado por un gran Otro, que representa el analista, para resituarse. Sin esa intimidad que sitúa al sujeto solo, consigo mismo, no se producirían cierto número de fenómenos. También podemos decir que el propio dispositivo analítico induce a la intensificación de la transferencia. Por tanto, que hasta que no se instala la transferencia no empieza el trabajo del análisis propiamente dicho. En cada sesión analítica se experimenta el hablar solo a uno, lo que se dice sólo sirve para uno, lo contrario de que lo que se dice sirve para cualquiera. Del lado del analista este hablar para uno es lo que llamamos la interpretación.

Así opera la interpretación analítica, que como hemos dicho solo vale en lo particular y en la ocasión, en el momento. La interpretación es el saber, si se quiere, pero un saber que se encuentra en la experiencia analítica que se enseña a uno sólo, en ese momento y no en otro, El analista es aquel que responde a la demanda de amor del analizante con el deseo de saber. No responde a la demanda de amor con amor.

En la experiencia analítica el analizante es quien trabaja y el analista, según Lacan, soporta el acto. Aunque se le paga al analista, el que trabaja en la experiencia analítica es el analizante. Lacan diferencia la función del acto analítico del trabajo del analizante. Tal vez cobra sentido la frase: el analizante debe inducir al analista a trabajar.

Lacan estableció la formalización de la transferencia a partir de la idea de que el significante representa al sujeto para otro significante. Lacan lo conservó con la s minúscula del significado para recordarnos que el sujeto es ese efecto del significante que llamamos significado.

S--> Ss

Con este material tan reducido nos presentó la génesis del objeto de amor. En el análisis, este esquema se anima con el hecho de que el significado adquiere el valor de la significación del saber: s = s(A)

s (A) significación del saber

La significación del saber en un análisis esta sostenido por el SsS. Con la aparición de la cadena de significantes en las sesiones analíticas, que emergen del inconsciente, se reubica en A, el saber efectivo. En el fondo todo lo que se dice toma por retroacción una significación de saber inconsciente, lo que lleva a veces al analizante a querer recordar todo lo dicho y llevar el registro de la experiencia para que nada se pierda, como si se tratara del inconsciente mismo.

Si partimos de este esquema elemental podemos preguntarnos bajo qué condición el significado adquiere el valor de Sujeto supuesto Saber. La respuesta es que sólo adquiere el valor de significación de saber si de A proviene la cuestión del deseo.

Si esta construcción se sostiene, el deseo del Otro es el deseo de saber, y la significación de saber lo que no sé sólo se produce si el vector retrogrado es doblado por otro, donde ubicamos el deseo de saber.

Ya hemos dicho que el deseo de saber habita la demanda de asociación libre en el análisis. Esa demanda permite al analista acceder al deseo de saber y el lugar donde llega este segundo vector es al fantasma.

La transferencia también hace referencia al fin de análisis. Freud escribió el texto; Análisis terminable y análisis interminable, en el que se plantea el fin de análisis.

Cuando un sujeto en análisis transforma el amor al saber en el deseo de saber, se produce una transferencia de trabajo al saber como deseo y se produce también la necesidad de contarlo, de hablar del análisis como experiencia personal. Todo lo que antes necesitaba permanecer oculto ahora quiere ver la luz. A este fenómeno llamamos hacer el pase. Lacan lo recogió en su Proposición del 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela. Es aquí donde se inscribe el pase como el mecanismo para ser nombrado AE (Analista de la Escuela).

Bibliografía

Miller, J. A, Introducción a la clínica psicoanalítica, RBA
Miller, J. A, De la naturaleza de los semblantes, Paidós
Miller, J. A, El banquete de los analistas, Paidós
Lacan, J. Intervención sobre la transferencia, Escritos, Siglo XXI
Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Paidós
Freud, S. Sobre la dinámica de la transferencia, Amorrortu editores
Freud, S. 27ª Conferencia: La transferencia, Amorrortu editores