EL DESEO Y EL DERECHO. Pierre Stréliski (Val de Loire-Bretagne)

La joven detiene su carrera, mira hacia la derecha, luego hacia la izquierda, sus negras pupilas chispean con una alegría maliciosa. Ha crecido, frágil silueta de gacela encaramada a su gran bicicleta nueva, sujeta alegre el manillar estilo byker con cintas multicolores. De algunas pedaladas vigorosas ha alcanzado el extremo de la antigua ruta polvorienta, ahí donde el universo es de un color calizo, con sus casas suspendidas en un tiempo inacabado, en el pedregoso desierto poblado de gentes de su infancia, paisaje bíblico aplastado por un sol blanco, y que conecta el motorway que bordea la costa y lleva a la capital. La carretera general exulta modernidad en su ruidosa circulación. La joven, que ha crecido, está al borde de ese nuevo mundo, ante el reluciente mar. Sonríe.

Es la última imagen de la película de Haifaa Al Mansour, Wadjda, premiada en la Mostra de Venecia en 2012 como mejor película de Arte y Ensayo, y que acaba de estrenarse en los cines en Francia.

Es la primera película saudita de la historia. Cuenta la historia de una colegiala de las afueras de Ryad que quiere una bicicleta. La religión wahabita prohíbe a las mujeres ir en bicicleta. La niña cumplirá sus propósitos superándose para obtener lo que desea. La autora es una mujer saudita de 38 años. Logró rodar esta película -inspirada, según ella misma dice, en El ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica- sorteando todas las dificultades con la misma determinación que su pequeña heroína.

Finalmente nos libra un mensaje optimista sobre el mundo en el que ella vive. Dice: “Arabia Saudita es un país conservador. Yo me impongo límites en el trabajo pero trato siempre de empujarlos un poco más lejos cuando se trata de expresarme sobre temas sociales. Cuando evoco temas que son muy importantes para mí, tal como el problema de los derechos de las mujeres sauditas, empujo a la gente a entablar un diálogo y pienso que lo aprecian. (…) Espero que el público saudí comprenda mi enfoque. Si un padre saudí ve la película y decide dar algo -aunque sea algo modesto- a su hija, eso ya representaría mucho para mí”.

Esta niña me recuerda a otra niña, esta imagen me recuerda a otra imagen, la de Osama, la niña afgana que se disfrazó de chico para escapar a su suerte de niña, en la terrible película de Siddiq Barmak de hace algunos años.

Sin duda, Arabia Saudita no es Afganistán y, entre las dos, ha habido el soplo liberador de la Primavera Árabe. Pero, en todas partes, “resiste” el gusto por la dictadura. El poder fálico se aferra a los fragmentos de los vestigios del pasado. Blande a menudo la doctrina religiosa como argolla de un Orden en el que enrocarse. En ese momento, la religión hace estragos. “No se subyuga así a los espíritus, se los subleva”, escribía Voltaire.

El psicoanálisis deviene entonces culpable de la transgresión, vuelve a traer esta verdad desnuda que hay que aplastar, y es ayer a Rafah Nached a quien se encarcela, y que no tiene nada que ver, absolutamente nada, con Mitra Kadivar a la que se interna en un hospital psiquiátrico. Idiotez de una obcecación bárbara: ¿no sabe que no puede encauzar el movimiento del mar y que la ola que se cree un capricho es una potencia más fuerte que la del sentido que se presta a Dios?

Pero está también mezzo voce el combate de retaguardia de aquellos que, en nuestros viejos estados, piensan aún con el gusto del Orden clásico. “Cada obra es un todo, la Naturaleza trabaja con un plan eterno del que nunca se aparta: lo desarrolla, lo perfecciona por un movimiento continuo. La obra asombra, pero es la empresa divina de la que porta los trazos lo que debe impresionarnos. El espíritu humano, si imita a la Naturaleza en su marcha y su trabajo, si se eleva mediante la contemplación a las verdades más sublimes, si las reúne, las encadena, si forma un todo con ello, establecerá sobre fundamentos inquebrantables monumentos inmortales(1)”. Perfección del estilo de Buffon, perfección del triángulo inscrito en el círculo, belleza del Edipo, confinamiento satisfactorio del mundo en el sentido.

El Arte destaca esto, son numerosas las obras de arte cuya composición adopta esta forma perfecta. Fabienne Verdier, pintora francesa totalmente impregnada de otros saberes que los de nuestra cultura “occidentalizada” descubre ese triángulo en La Virgen y el niño de Domenico Ghirlandaio y deduce su esbozo, lo que ella pinta: un trazo negro vertical: el falo.

Leyendo el otro día el divertido diálogo de Jacques-Alain Miller con Confucio sobre los méritos de la praxis en relación a los del estudio (LQ nº 283), yo me decía que en efecto había Confucio, aquel que rechaza los honores y continúa buscando, y que hay también Buda, el Iluminado desde luego, pero que está recargado por el gusto de la ornamentación. Buda y su corpulencia, triangular él también, que no puede pensar un espacio infinito. El 2 de febrero, en la tribuna sobre la acción lacaniana, Jean-Paul Winter era un tal triángulo erudito, normalmente cerrado a un saber agujereado por un más allá de las fronteras del libro.

En el fondo, el tumultuoso debate sobre el “matrimonio para todos” o “matrimonio no para todos” se superpone exactamente, con una inversión, a las categorías de la sexuación que dibuja Lacan en Aún: “Para todo x” de un lado y su función del padre, “réti-sens” (retisencia) como lo escribe Lacan, más que “resistencia”; y del otro lado “No todo x”, “inscripción de la parte mujer de los seres hablantes”, que abre un mundo abierto, ilimitado.

Y si en nuestro mundo hipermoderno dominado por su discurso capitalista y la inflación de las migajas de goce que él genera, hay un movimiento, una transformación del deseo ayer normalmente motor del sujeto en el lugar de la falta donde él nace, hacia un goce reivindicado como un derecho para tratar esa falta; si, en nuestro mundo, “los deseos devienen derechos” y devienen materia de legislación –y es una hipocresía no examinar esta realidad oponiéndole el desuso de un orden edípico-, hay también lugares del mundo donde justamente este orden es feroz y donde la cuestión del sujeto es aún la de hacer reconocer sus derechos al deseo. Esto vuelve tanto más obscenos a los celadores del padre que en nuestro mundo ilimitado quieren contener el mundo con fronteras que han desaparecido. Esto se llama en el mejor de los casos el proteccionismo, en el peor, es innombrable.

Sin duda, no es lo mismo el derecho a desear y el deseo de un Derecho, pero nosotros estamos en un interregnum, en un momento en el que existe un vacío de poder cuando las Leyes pasadas no funcionan más y cuando las Leyes futuras no funcionan aún. Esto, a veces, proporciona cacofonías divertidas: una azafata de British Airways, condenada en Inglaterra por llevar una pequeña cruz en su uniforme, se ve restablecida en sus funciones por el tribunal europeo de derechos del hombre que condena al Estado inglés. Esto es más espantoso cuando las libertades son amordazadas bajo la férula del Estado.

El psicoanálisis, desde su inicio, nunca ha sido el aliado del orden establecido; está a favor de las Luces y contra el oscurantismo; es amigo de Wadjda, la niña que quiere tener derecho a ir en bicicleta en un país islamista; es amigo de Racha, de Mitra, de las mujeres que luchan para que sus deseos lleguen a ser derechos.

Notas:
(1) Buffon, De, Discurso pronunciado en la Academia Francesa el día de su
ingreso, sábado 25 de agosto de 1753.