El deseo trans, de Vilma Coccoz

Cuando tomé El deseo trans para preparar este texto de presentación decidí empezar por el final, y releí el párrafo que cierra el libro. Encontré condensada en él la síntesis de una posición ética y una orientación clínica sobre el malestar trans. Corresponde al final del texto de Vilma Coccoz titulado Los equívocos del amor y de los semblantes: ”La salvaguarda de la dimensión de los equívocos en el amor y en el género, al tiempo que favorece el cuidado de los semblantes, propende a convocar y a despertar el interés por los discursos que se tejen con las imágenes contribuyendo a forjar -la barrera de la belleza-, que Lacan nos enseñó a reconocer como uno de los modos de defensa ante lo real, limitando la obscenidad que se justifica en un empuje a la transparencia. Al intentar proteger ese territorio nos hacemos eco del lema que Miller promovió con el ánimo de proteger la práctica analítica: -un esfuerzo de poesía-, incitándonos al cuidado del humus fértil de la subjetividad y las creaciones, también las amorosas. En esa zona de sombra aún es posible resistir al imperativo de la utilidad directa y al contrato que, junto a la eliminación de los velos, ponen en peligro la necesaria dimensión del semblante donde alojar el cuerpo y sus goces a fin de otorgarle una presencia digna”1.

Salvaguarda, cuidado, protección, defensa, resistencia… son algunos significantes con los que se define una orientación propia para la acción analítica en un momento de ebullición de discursos apasionados sobre el género y lo trans. ¿Qué es lo que se ha de proteger entonces? Para empezar, es necesario proteger la práctica analítica misma. Su protección ya implica el cuidado de la dimensión de lo incomparable en los sujetos y de lo que permanece en la sombra, tras los velos, resistiendo a la transparencia que demandan evaluaciones y protocolos. Un campo en estrecha relación con ese humus fértil de la subjetividad que menciona. Encontramos varias metáforas en el texto que hacen referencia a la tierra, a un sustrato donde puede brotar algo nuevo en el ámbito de lo subjetivo. Se trata de algo delicado, orgánico y que necesita un tiempo y ciertas condiciones para producirse. No es como echar cemento y esperar a que se fragüe. La metáfora del sustrato fértil y de lo que germina en él implica que elementos heterogéneos pueden anudarse dando lugar a algo nuevo si las circunstancias son favorables. La ética analítica lleva en sí el cuidado de este fermento subjetivo abriéndole un espacio de posibilidad. Permite así un trabajo de los sujetos para construir un lugar más vivible en el mundo, adaptado a sus condiciones. Pero estos procesos necesitan de un tiempo de elaboración indefinido que está excluido de una lógica de implementación de protocolos rápida y eficaz, con soluciones prefabricadas para todos. Estas tentadoras soluciones universales para el malestar provienen tanto de la política como del discurso de la ciencia.

Uno de los textos del volumen Judith Butler y el conductismo hipermoderno comienza con la siguiente cita de Lacan: ”En el límite, una praxis de la teoría es requerida, sin la cual el orden de afinidades que trazan las ciencias que nosotros llamamos conjeturales quedará a merced de esa deriva política que se alza con la ilusión de un condicionamiento universal”2.

La praxis clínica es la toma de tierra donde se enraíza la teoría psicoanalítica y desde donde resistir a las inercias que constituyen la deriva política de cada época. Como aspiración a un condicionamiento universal, la política promueve identificaciones masivas y elabora discursos seleccionando significantes interesadamente para producir un determinado orden social. Esboza así un horizonte de armonía en los sujetos, también en la cuestión de la relación sexual. En este punto Lacan es tajante: “Nada de lo que ocurre por el hecho de la instancia del lenguaje puede en ningún caso desembocar en la formulación satisfactoria de la relación”3.

Ante las promesas de armonía de los discursos es importante estar advertidos. Por esto, la resistencia a la deriva política es especialmente importante en la cuestión del malestar trans. Si la política promueve identificaciones, el psicoanálisis, como señala Miller, “por cualquier vía que se lo aborde, va contra la identificación. Va en contra de la estabilidad que se espera de la identificación”4. La praxis psicoanalítica en su esfuerzo de poesía constituye un acceso a lo singular del sujeto precisamente poniendo en suspenso sus identificaciones. En palabras de Eric Marty: “El significante trans no está en condiciones de representar lo que atraviesan los trans individuales. Es algo mucho más fino. Distinto a lo que representan los media como fenómeno de grupo. Lo que mueve del significante trans, el discurso militante, y su oposición no tiene mucho que ver con lo que se intenta ordenar bajo ese significante”5.

Los discursos alrededor del malestar trans participan de otros discursos de la época.  Señala también E. Marty: “Existe una suerte de alianza entre los discursos de género y los discursos de management, del desarrollo personal y del marketing. El conductismo es la infraestructura conceptual, imaginaria, ideológica común”6.

Neus Carbonell explora estas coincidencias en su texto antes mencionado. Según Carbonell, Butler articula su política subversiva rechazando apelar a un sujeto determinado por el inconsciente y “se entrega al Yo”7. Al hacerlo, este queda a merced de los significantes amo de la época. Este Yo, impreciso, a veces usado como sinónimo de sujeto, es una instancia supuestamente soberana, sin determinaciones, y aparentemente desvinculada de la materialidad corporal. Tal noción del Yo circula con fluidez en un tiempo donde la imagen del cuerpo se desprende de su materialidad y se propaga a través de las redes sociales.  Se trata de un Yo que adquiere centralidad e independencia y se esfuerza por alcanzar su mejor versión, empoderarse y optimizar la capacidad de goce. Esta operación de cortar amarras es un intento de forclusión del inconsciente, que resulta en una idea de sujeto funcional a lo ilimitado del discurso capitalista. Afirma Carbonell: “No leemos la teoría del género como una contestación, sino como una ideología que transmite los ideales del discurso del amo actual”8. En coherencia con este rechazo del inconsciente encontramos a menudo insinuada en algunos discursos sobre lo trans una posible identidad entre el ser sexuado de un sujeto y la imagen que muestra. No hay así equívoco ni intersticio posible entre ambos registros. En esto consiste la promesa de llegar a ser lo que en realidad se es. El equívoco al que inducen los semblantes sexuales desde una perspectiva psicoanalítica resulta inquietante desde esos supuestos. Toda la puesta en escena del Eros que se despliega en lugar de la relación sexual que no hay, y al que Lacan se refiere como comedia de los sexos, tiene lugar en un registro del parecer donde se disimulan lugares vacíos, y nunca se está seguro de lo que hay más allá de lo que se enseña. Más bien, la imagen que se muestra viene a situarse en el lugar de algo que no hay, pero de ningún modo se puede identificar ningún semblante con un sexo psicológico verdadero. La idea de que el trans es justo eso que muestra reduce una dimensión fundamental de la cuestión. Contrasta la topología del sujeto lacaniano con sus espacios vacíos y sus anudamientos complejos con la promoción de una posible coincidencia entre el Yo y un semblante sexual que lo recubra completamente.

La sobredimensión de la lectura política del género amenaza con reducir drásticamente el modo de tratar la cuestión de la sexuación en toda su complejidad. En el texto de Vilma Coccoz se recorren las aportaciones de Lacan sobre la función de la imagen del cuerpo en este proceso complexual. Al no estar la sexualidad del sujeto orientada por el instinto es necesaria una operación compleja que la introduzca en un mundo humano atravesado por el significante. Lo que se da a ver habrá de articularse con la experiencia de lo real del cuerpo y con una falta que permita vehicular el deseo. Algo de lo real del sexo habrá de ser vestido y de estar presentable. Un vestido que funciona como velo y a la vez permite anudar lo invisible y ponerlo en circulación en el mundo de los objetos. La conclusión es que el semblante sexual es un atuendo imprescindible para el ser sexuado y los procesos de sus distintas elaboraciones a lo largo de la historia son fascinantes. Encontramos en dicho texto ejemplos de múltiples creaciones artísticas que tienen su soporte en la indumentaria y que permiten hacer una lectura de los cuerpos sexuados sorteando así el agujero de la no relación sexual. Los colores de las telas, las ornamentaciones… se ofrecen a la interpretación en el contexto amatorio. De modo especialmente relevante en el amor cortés, donde la imposibilidad de la relación sexual es intervenida por un artefacto cultural que equivocando la imposibilidad abre un mundo de posibilidades.  Los semblantes sexuales y sus perturbaciones se han elaborado históricamente y tienen una dimensión cultural, creativa y recreativa. Del amor cortés al travestismo. Aplicar una lectura exclusivamente política a la cuestión del género o la sexuación es reduccionista.  “Las teorías de género consideran estas imágenes y representaciones […] solo en su calidad de mandatos o estereotipos […] como una cuestión meramente política, dejando de lado su valor cultural y sublimatorio al que, por cierto, las propias mujeres han  contribuido en gran medida”9. Se aclara que esta interpretación no resta importancia a las teorías de género en su papel en favor de la igualdad y la diversidad, pero es  necesario considerar el lugar de la cultura y el arte también como un humus fértil para las  invenciones con una influencia crucial en el discurso social y en la producción de  subjetividades. Por esto, el ámbito de la innovación en las representaciones de género es un campo de batalla privilegiado para el activismo. Darse el tiempo para inventar un lugar propio más allá de los semblantes tradicionales de la diferencia sexual está presente en la propuesta de algunos activistas trans como Miquel Missé. Es precisamente la falta de guión de la no relación sexual la que posibilita una variedad infinita de apaños, de creaciones individuales que pueden llegar a popularizarse y abrirse paso en los usos y costumbres. Las respuestas inconscientes al enigma de la sexualidad son de todos los colores. Lacan invita a no caer en la tentación de favorecer un determinado estilo de enlace entre los sujetos para así no afectar “las relaciones interesantes, los actos apasionantes e incluso las perturbaciones creadoras que la ausencia de relación entraña”10. Recomienda a los analistas no quedarse aferrados como Ulises al mástil del falo para no reducir así la riqueza de las posibles respuestas.

El concepto de género se ha convertido en una verdad de época. Eric Marty en El sexo de los Modernos señala al respecto de la indiferencia con la que Lacan recibió el término género y su función: “Lacan no siguió en esta oportunidad su propia máxima: Es que ante una nueva verdad, no podemos conformarnos con darle su lugar, puesto que de lo que se trata es de tomar nuestro lugar en ella”11.

* Texto de presentación de El deseo trans en la biblioteca de orientación lacaniana de Vigo / A Coruña.

 

Notas: 

  1. Coccoz, Vilma (coord.). El deseo trans. RBA, Barcelona, 2022, pp. 301-302. 
  2. Lacan, Jacques. Acta de fundación
  3. Lacan, Jacques. El seminario, libro 19. …o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 20.
  4. Miller, Jacques-Alain. “Un esfuerzo de poesía”. Revista Colofón, nº 25, p. 11.
  5. "Entretien avec Éric Marty : Le genre et le corps”. Lacan Web Télévision, 2022. 
  6. Ibid.
  7. Coccoz, Vilma (coord.). El deseo trans. Op. cit., p. 112.  
  8. Ibid., p. 116.
  9. Coccoz, Vilma. Nuevas formas del malestar en la cultura. Grama 2021, Buenos Aires, p. 61. 
  10. Lacan, Jacques. El seminario, libro 19. …o peor. Op. cit., p. 19. 
  11. Marty, Éric. El sexo de los Modernos. Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2022, p. 28.