El canto del síntoma como poderoso antídoto contra el odio. Valentine Dechambre (Chamalières)

Hay la actualidad climática y sus alertas ante la polución atmosférica para ponerse a resguardo. Otra cosa casi irrespirable es la proliferación del odio en el discurso común del que apenas logramos protegernos. Lacan, en el seminario Los escritos técnicos de Freud hablo de “la floculación difusa del odio” como un hecho de nuestra civilización, así que: “El odio se viste en nuestro discurso común de muchos pretextos, encuentra racionalizaciones extremadamente fáciles”. Hace notar la correspondencia entre “la objetivación del ser humano en nuestra civilización” y eso que “en la estructura del ego es el polo del odio”. Ayuda a aquello que el odio encuentra en el moralismo occidental para nutrirse de los objetos cotidianos.

Al comienzo del Siglo XXI, nada nuevo en esta dicha civilización, que no sea la remontada y el endurecimiento del discurso segregativo que prospera con la irracionalidad del hombre en la dictadura de la norma. ¿Qué enseñanza podemos obtener del síntoma sobre lo real en juego en el odio? La vía del síntoma ¿no sería un contrapoder ante esta atmósfera asfixiante de comienzos de siglo? En el seminario Aun, Lacan realiza una lectura corrosiva de la vía loca del ser en el pensamiento occidental, después de Aristóteles, y sus consecuencias en la civilización. Subraya cómo el odio se crece al mismo tiempo que el ser, cargado de categorías antiguas, hasta su captura en los laboratorios de la psicología experimental que hace percibir lo que es el ser como producto del discurso del amo: una rata. O, nos dice Lacan: “Una rata, eso se ratura”. Formula incisiva para decir esa pareja infernal entre el odio y la ontología, verdadera pesadilla de nuestra civilización.

Las racionalizaciones ideológicas sobre este fenómeno del odio no solo hacen eco al tratarlas, peor, las amplifican. En el mismo movimiento en el que reduce la ontología a un valor de semblante, Lacan va a abordar el odio en el seminario no por el ser sino por la existencia. Opera en el hilo de las páginas una disyunción entre el amor y el odio. Si el amor pretende atender al ser, Lacan subraya que no atiende en realidad sino a un semblante del ser. De su lado, el odio no se embaraza de semblantes, es aquello que tiene más relación con un real.

Lacan retoma esta escena fantasmática que había presentado en Los complejos familiares, donde San Agustín, en sus Confesiones, evoca el recuerdo amoroso de su hermano menor pegado al seno materno. “Uno se queda y es así como lo he dicho que a es un semblante de ser –en la noción de odio envidioso, aquel que envidia el goce, de aquello que se imaginariza en la mirada de San Agustín que lo observa, el pequeño buenhombre. (…) Felizmente es el goce sustitutivo primario (…) de ese nudo que uno llama la Cosa, en mi seminario de la Ética del Psicoanálisis (…)”.

Notemos que en el seminario La Ética del Psicoanálisis evocaba “la intolerable crueldad” en la relación del sujeto a la Cosa, esta zona de goce sin límites que hace surgir una insondable agresividad en aquellos que no tienen el límite de la ley para protegerse. Hay entonces el abordaje del odio que se inscribe en el cuadro de una escena especular, en la cual “hay un resto”, “felizmente”, a nivel del odio celoso del semblante, y un odio sin límites en tanto que él concierne al celo, fuera del semblante. Este último soporte del odio hace aparecer lo real de la no relación, en un S1 que no se articula, contrario al semblante del objeto en la pantalla del fantasma.

Y si, en Aun, Lacan retoma su tesis clásica: “Un odio sólido eso se dirige al ser”, es para operar un deslizamiento: “El odio, que es lo que más se acerca al ser, que llamo el ex-sistir. Nada concentra más el odio que ese decir donde se sitúa la ex–sistencia”. El objetivo del odio es la puesta al desnudo: es la muerte de un decir que existe como Uno, destrucción de aquello que en un ser hablante ex–siste a lo simbólico.

Es por lo que Lacan habla del odio como del “único sentimiento lúcido” en tanto que testimonia de un real, de un decir inasimilable que un análisis puesto a término permite cernir como nudo neurálgico de un síntoma. Este abordaje del odio por lo real sitúa el discurso analítico fuera del moralismo ambiental, más allá del binarismo ontológico del bien y el mal, del lado de una responsabilidad del decir insensato de la ex–sistencia. Sigamos a Lacan en …ou pire: “Ustedes verán desde ahora que la pregunta de la existencia está ligada a un decir, un decir no. Yo diría más, un decir que no”. El decir, como “decir que no”, hemos aprendido leer ahí esta parte viviente del sujeto insoluble en el ser, un S1 sin un S2.

Ahora bien, Lacan pudo decir que no vemos porqué una cura no terminaría por el odio, en vista de ese resto irreductible. Si un análisis termina con la caída de la suposición de un saber, no hay caída del S1, puesto que la cura conduce por el contrario a cernir este encuentro con un real como nuestro “amén”.

Cuando Lacan toma la vía joyceana para cernir lo real en juego en el síntoma, es para liberar la posibilidad de un uso witziano, risueño, breve, de poder hacerlo cantar, al contrario de la queja neurótica. De las lágrimas a la risa ¡El sinthoma como viático puede entonces abrirse al encuentro de otras “unaridades”… a condición del amor!

J.-A Miller, en su texto “Una fantasía”, avanzó esto: “El amor es aquello que podría hacer mediación entre los unos-todos–solos”. ¿No es el nuevo amor donde gira el poeta, un amor más ético al mantener el enigma del hablanteser… fuera del ser?

Referencias:
-. Lacan J., Le seminaire, livre I, Les Ecrits techniques de Freud, Paris, Seuil, 1975, p.422 -. Lacan J., Le seminaire, livre XX, Encore, Paris, Seuil, 1975, p.133 Lacan J., ibid, op.cit., p. 91.
Ibid. Lacan J., Le seminaire, livre XVIII, D’un discours qui ne serait pas du semblant, Paris, Seuil, 2006,p.104.
-. Lacan J., Le seminaire, livre XIX, …ou pire, Paris, Seuil, 2011, p.202 Miller J.-A., “Une fantaisie” in Mental nº 15, Revue de la NLS, p.27.