Ecos de formación. Seminario de la Escuela “El Uno solo: clínica y política”. Habitar el ultrapase | Soledad Bertran

En el espacio de formación de la Comunidad de Catalunya del 26 de marzo, Anna Aromí presentó un recorrido del curso El Ser y el Uno tomando como hilo de lectura el ultrapase, concepto al que J.-A. Miller hace referencia sin llegar a dar una definición. El punto de partida de este curso de 2011 es la elucidación de lo real en la clínica lacaniana, real que atraviesa todo lo que se acarrea en un análisis (suspiros, quejas, arrepentimientos, reproches…).

Si para Freud era la biología, para Lacan lo real es la topología, una pura relación de espacio que debe marcarse con una negación, un No: se trata de un n’espacio topológico, no del “no hay” -el sentido no sirve aquí para nada-. Para el psicoanálisis lo real es causa -causa de un cierto número de efectos- y hay que poder intervenir allí donde esos efectos se juegan.

Anna Aromí toma el señalamiento entre el Lacan que ríe -el que dice que hay saber en lo real- y el de la última enseñanza, atravesada por un atroz pesimismo, en palabras de Miller: cuando lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar se acaba la dialéctica, y eso tiene efectos sobre la concepción del pase. El pase como travesía del fantasma acabará yendo más allá; más allá de la conversión del deseo en saber, hay el goce, rebelde al saber, que no se presta a ningún atravesamiento. Hay restos después del pase que son un real ineliminabe, que no se deben a un defecto en el tratamiento sino a un efecto de la experiencia que hay que reintroducir. De la concepción de la cura analítica a la experiencia analítica se trata de cómo cristalizan los efectos de la experiencia en el pase.

Entonces, lo real, que no tiene sustancia ni esencia, se demuestra por su constancia, por su fijación, lo cual sólo en un análisis que dura puede empezar a desvelarse. En el tropiezo que está desde el inicio hay un real, pero el sujeto no puede saberlo todavía. Del “¿quién soy?” pasará al “¿cómo gozo?”, que a su vez se transformará en “¿qué goza?, más allá de la dialéctica. Se trata de un nuevo régimen de goce, no edípico, reducido al acontecimiento de cuerpo del parlêtre. Ese goce femenino, goce del cuerpo, es indecible e insimbolizable, se encuentra a veces, explica Miller, en los sueños, como el del géiser que comenta en la lección V; me he remitido al texto para extraer este sueño, que resuena con el trabajo hacia el próximo Congreso de la AMP “El sueño. Su interpretación y su uso en la cura lacaniana”. Se trata de un “géiser turbulento, efervescente de vida inagotable, que le había aparecido como algo que ella siempre había buscado, a lo cual siempre había intentado igualarse”1. Miller explica que si ese goce ha hablado, no es decible, y si sólo podemos designarlo, aclarando que las palabras faltan, no es por impotencia sino por un imposible de estructura.

En la clínica tratamos al goce atrapándolo con la castración, pero la última enseñanza invita a centrarse en el goce como acontecimiento de cuerpo y a reconciliar a los analistas con la supremacía de lo inerte: queda un goce con el que todavía hay que llegar a un acuerdo, pues no se le puede dar un sentido.

Lo que hay, entonces, es la vía del real que se demuestra, y ésa es la vía del nuevo pase. Encontramos el lenguaje pero matemático, que no produce sentido. Se trata de atender al sonido más que el sentido en el analizante, y para eso, recuerda Anna Aromí, hay que estar convencidos de que es eficaz: y el estar convencido sólo puede venir de haberlo experimentado uno mismo.

Este recorrido concluye subrayando que se trata de habitar el pase como ultrapase, más allá del fantasma. La clave está en habitar, que no atravesar. Ocupar un n’espacio. Este habitar el ultrapase dará pie a una conversación muy interesante en torno a cómo pensarlo: Hebe Tizio subraya que no es casual que falte la definición del ultrapase, pues Miller da los elementos para pensarlo pero tenemos que construirlo. El peligro es empezar a usarlo como algo vacío. Hay que tolerar, señala Anna Aromí, que no se pueda definir. El ultrapase pondría de relieve lo que no se acaba del análisis.

Lucía d’Ángelo apunta a ese ultra en tanto más allá: más allá del fantasma hay el goce, el sinthome, los restos sintomáticos. Xavier Esqué indica que el pase es lo que se atraviesa, y luego está lo que no se atraviesa, y es lo que hay que habitar.

Soledad Bertran, psicoanalista en Barcelona, miembro de la ELP y de la AMP.

Notas:

Miller, Jacques-Alain. El Ser y el Uno. Inédito.