Diálogos entre el psicoanálisis y el arte

Hoy concluimos los "Diálogos entre el psicoanálisis y el arte"* que hemos mantenido en Santiago de Compostela, gracias a la colaboración de la Biblioteca de Orientación Lacaniana de A Coruña y al apoyo de la Biblioteca Pública Ánxel Casal. En los anteriores diálogos Jazmín Rincón, Eugenia Insua, Fran Conde y yo misma, conversamos desde el psicoanálisis con artistas**. Hoy nuestro invitado es un psicoanalista, Manuel Fernández Blanco, quien abordará en su intervención la relación entre psicoanálisis y creatividad. Por esa razón y también por tratarse del último diálogo de este ciclo, deseo utilizar mi introducción para hacer un breve recorrido por lo escuchado hasta ahora, recorrido que, espero, favorecerá más tarde la conversación.

Querría comenzar recordando el deseo que dio lugar a estos diálogos, sirviéndome para ello del primer párrafo que escribí para difundir el proyecto, puesto en marcha junto a mi compañera Jazmín Rincón:

“El psicoanálisis es una práctica que tiene su origen en el descubrimiento del inconsciente por Freud, práctica de la que derivan todas las psicoterapias y abordajes psicológicos por la palabra. Desde tiempos de Freud, el psicoanálisis dio una gran importancia al arte y a los artistas, en los que descubrió una proximidad y un saber hacer con el inconsciente. Por esta razón Freud afirmó ‘Los poetas y los filósofos, antes que yo, descubrieron el inconsciente’ y Jacques Lacan invitó a los psicoanalistas a aprender de los artistas, abordando personalmente las soluciones, invenciones o sublimaciones de Marguerite Duras, André Gide o James Joyce”.

Bajo esa premisa decidimos invitar a dialogar a cuatro artistas, artistas con síntomas y modos de hacer muy diferentes.

Comenzamos con Claudio Zulian, director de cine, artista y escritor. Con él nos acercamos a una producción que interroga e interpreta la realidad, la contemporaneidad. Sirviéndose del arte audiovisual, la performance y la escritura, Claudio trata de manipular el discurso social, de intervenir sobre él, de cambiarlo, subvertirlo incluso. A través de su producción, aquel viernes pudimos acercamos a un arte que no es sin discurso, que quiere saber del inconsciente, que es producción artística, pero también política.

Continuamos con Javier Martín, coreógrafo e investigador. Con él nos asomamos al proceso creativo más del lado de la invención, del lado de quien una y otra vez debe reinventar lo que no existe. Escuchamos su particular formación, que le permite tratar su cuerpo a través de la ciencia y la danza, escuchamos su voz singular y, por ello, solitaria. Pero, pese a su radical singularidad, Javier citó a numerosos maestros e influencias, lo que nos recordó que el vacío no es la nada y que de algo hay que servirse para confrontarlo.

También estuvo con nosotros la escritora Emma Pedreira. Con ella nos acercamos a la escritura como modo de hacer con el propio malestar y los embrollos del cuerpo, en particular con el dolor, convertido en su último libro de poesía en síntoma de un amor tóxico. Emma nos mostró cómo la escritura puede hacer con el cuerpo sirviéndose del discurso social -en su caso feminista y crítico con la ciencia-, pero también cómo es posible servirse de las resonancias de lalengua y, fuera del campo literario, del collage, invención que parece tratar su letra de goce más allá de las palabras.

Finalmente, hace apenas un mes estuvo con nosotros la poeta Olga Novo, quien con su enunciación hizo presente eso que habla en nuestro cuerpo y lo vivifica, eso a lo que ya me he referido como letra de goce. Olga nos acercó a la poesía como espacio de lo real del goce, de la música materna, de las resonancias de la lengua. Pero también nos mostró su hacer del lado del discurso, su hacer con el amor, un amor que su poesía parece manipular facilitando un pasaje en su discurso desde el amor a un Otro absoluto que exige la propia inmolación, a un amor a más humano, hacia un otro descompletado, un amor que acepta mejor su naturaleza imaginaria.

Y tras ese breve resumen, no me resisto a leeros una cita que me gusta mucho. Se trata de unos versos de Lu Ji, poeta chino del siglo IV. Cada año, Lu Ji se retiraba algunos meses a las montañas para escribir o, mejor, para tratar de acercarse al proceso creativo sobre el que escribió un tratado -Prosopoema del arte de la escritura- de ese tratado, que es poesía, extraigo unos versos, cito:

“Yo mismo, cada vez que escribo, me doy cuenta de la complejidad del acto creativo.
Y me angustio una y otra vez porque el pensamiento es incapaz de traducir el mundo y, la literatura, incapaz de apresar el pensamiento.
Ciertamente, el mayor problema reside no en el saber cómo hacerlo, sino simplemente en el hacerlo”1.

¿Por qué traer aquí esta cita? Porque lo que encuentro en mi recorrido por estos diálogos son cuatro modos de hacer con lo traumático, maneras de desenvolverse con el propio síntoma, de desembrollarse con el propio cuerpo, cuatro intentos -como el de Lu Ji- de traducir el mundo, de apresar el pensamiento. Lo que extraigo de esas cuatro experiencias y la cita de Lu Ji, es lo mismo que extraigo de mi práctica clínica: que la práctica es el saber, que el saber es el hacer.

Lo que Lacan encontró y abordó en artistas como Margherite Duras o James Joyce, fueron sus formas de hacer con, soluciones que funcionaban en tanto no cesaban de ponerse en práctica, de escribirse, de bordear lo que no puede ser escrito. Los artistas nos enseñan a acercarnos a eso que itera o se repite en nosotros sin dejarse engañar demasiado por el sentido, están ya de entrada en una relación mucho más directa con lo que en ellos habla sin cesar.

Se me ocurre leeros una historia que visibiliza muy bien lo que trato de decir, la historia del pintor japonés Hokusai, quien en un escrito comenta: “A la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50, había producido un gran número de dibujos. Con todo, ninguno tuvo un verdadero mérito hasta la edad de 70. A los 73, finalmente, aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, hierbas o árboles. Por lo tanto, a la edad de 80 habré hecho un cierto progreso. A los 90 habré penetrado el significado más profundo del mundo. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional. Y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos poseerán vida propia”2.

El psicoanálisis también puede acercar a cada sujeto a su propio trazo, a ése que, aunque no lo sepa, habla en él incesantemente. La materia utilizada por el psicoanálisis coincide con la de muchos artistas: la palabra; pero los instrumentos y herramientas son diferentes, pues el dispositivo analítico se sirve de la transferencia, el deseo de saber y la apertura -sobre todo del analista- a lo desconocido, a la contingencia.

En fin, se me ocurre acercarme a lo que ha estado en juego en estos diálogos a través de algo en lo que trabajo estos días en relación a una investigación en curso. Se trata de una metáfora utilizada por Lacan en su escrito “La dirección de la cura”: la metáfora de la planta3.

Refiriéndose a un sueño, Lacan propone que una formación del inconsciente pueda ser considerada como una hoja que contiene en sí misma toda la estructura de la planta de la neurosis; algo que Miller retoma en su trabajo “La invención del delirio”, donde reclama que también un fenómeno elemental pueda leerse como una hoja que resuma toda la estructura de la psicosis4. Lo que me interesa aquí de la metáfora de la planta, es que Miller la explica en relación al final de un análisis, a cómo un síntoma al final de un análisis -y me atrevo a decir que también una producción artística- podría verse como la extracción de una hoja, se trataría de: “hacer una buena extracción y lograr apropiarse de la estructura en un fragmento”5.

Concluyo resumiendo que lo escuchado aquí muestra y subraya que el psicoanálisis y el arte pueden ofrecer a un sujeto un apoyo, una solución incluso, para su malestar, pueden permitirle acceder a una vida y a un amor más dignos, pero para ello el sujeto habrá de consentir a algunos actos y no ceder en su hacer.

 

*Trabajo presentado en la última sesión del ciclo "Diálogos entre el psicoanálisis y el arte", organizado y desarrollado con la colaboración de la BOL de A Coruña en Santiago de Compostela a lo largo del curso 2022-23.

**El ciclo "Diálogos entre el psicoanálisis y el arte" contó con cinco sesiones en las que varios psicoanalistas dialogaron con los siguientes invitados: Claudio Zulian (16/11/2022); Javier Martín (02/12/2022); Emma Pedreira (17/02/2023); Olga Novo (17/03/2023); Manuel Fernández Blanco (14/04/2023).

 

Notas:

  1. Lu Ji, Wen Fu. Prosopoema del arte de la escritura, Madrid, Cátedra, 2010, p. 43.
  2. La referencia está tomada de la introducción escrita por Hokusai para la edición de su colección de estampas Cien vistas del Monte Fuji. Muchas de las ediciones actuales de dichas estampas incluyen la introducción original del autor.
  3. Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958), en Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI Ed., 2002, p. 592.
  4. Miller, J.-A., “La invención del delirio”, en El saber delirante, Buenos Aires, Instituto Clínico de Buenos Aires, Paidós, 2005, pp. 84-86.
  5. Ibidem, p. 85.