CUERPO SEXUADO (Segunda parte). Por Vilma Coccoz. (Madrid).


“EL PSICOANÁLISIS EN LA EPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN”, “AVATARES ACTUALES DE LA SEXUALIDAD”
¿Cómo incide la civilización sobre los vínculos amorosos y las prácticas sexuales? ¿Hay algo invariable en la sexualidad humana que escapa a la transformación de las costumbres que cada época vive? ¿Qué decir sobre la articulación entre las dimensiones del amor, el deseo y el goce, en la fase actual de la globalización? Éstas y otras preguntas serán abordadas en este ciclo de conferencias que han sido programadas para un público profano en materia de psicoanálisis. Estas 6 conferencias son coordinadas por Amanda Goya (Madrid) y tienen lugar en la sede del NUCEP en Madrid, C/ Gran Vía,60-2º I. Publicamos en dos partes un resumen de la impartida por Vilma Coccoz (Madrid) el pasado día 1.

La elección sexual
Gracias a la deducción de la lógica se ha conseguido avanzar respecto a la eterna querella entre la sexualidad natural y el género cultural. En la conformación del cuerpo sexuado intervienen los tres registros que ordenan nuestra experiencia, simbólico, imaginario y real. El registro de lo real es asimilado a un imposible lógico gracias al cual es posible la distinción de los otros dos. Si no existe ningún límite, si todo es posible, si no aparece ninguna negación que afecte al goce, desaparece también un elemento orientador, y el desvarío está garantizado. Conocemos las servidumbres del sujeto a una penosa errancia cuando se ve obligado a dar testimonio permanente de su elección sexual sin conseguir ocuparse de otra cosa. Un día sí y otro también se presentan casos patéticos en televisión que funcionan como los antiguos monstruos de feria, destinados al escarnio y a una morbosidad lamentable que su lenguaje soez y su ridículo y exagerado “maquillaje” provocan en los abducidos por la pantalla.

Feminidad y virilidad, dos lógicas subjetivas
El cuerpo sexuado no consigue autodesignarse porque las palabras con las que se designan forman parte del discurso del Otro, el cuerpo del ser hablante está sumergido en un discurso. En él, un elemento “fuera del cuerpo”, extraño al cuerpo, el falo, el significante del sexo, que no es el órgano, orienta la sexualidad, funciona como un faro. Lacan consiguió extraer el imaginario dramático que rodeaba la castración hasta reducirlo a la operación misma del lenguaje, y, a la vez, esclareció la posibilidad de centrar la libido en un órgano elevado a la categoría de símbolo del goce, de significante amo del goce, que evita el andar demasiado extraviado.
Feminidad y virilidad son dos posiciones en el discurso, dos lógicas subjetivas en las que pueden alojarse los seres hablantes, cualquiera sea su preferencia de objeto sexual. A partir de esta lógica se define la posición hommosexual, sea cual sea el sexo anatómico, como la que se orienta sólo por el falo, es la norma mâle, (en francés, norma-macho). En español, la nor-mal, la norma que va mal y de ahí la profusión de anomalías.
Y, por otra parte, la posición heterosexual como la que se orienta por el reconocimiento del goce femenino, de Otro goce más allá del falo, suplementario al falo, que no rechaza su carácter enigmático, que enfrenta su existencia sin parapetarse en posiciones de desprecio o defensivas. A la mujer se la dit-femme, se la difama, la misoginia es una respuesta defensiva ante el carácter del goce femenino, que llevó a proferir la donna é mobile. La dimensión del amor en la mujer revela este exceso que no es precisamente placentero y encuentra su dimensión clínica en el estrago materno y en el estrago que puede causar un hombre.

Ensayos de restauración
La decadencia del falo como semblante orientador del goce sexual en el momento actual de la civilización ha tenido como consecuencia una crisis de los semblantes sexuales. Vemos surgir diversos ensayos de restauración del falo alicaído.
Tenemos el ejemplo Machos, sin ánimo de ofender, un libro escrito por un antropólogo que se pronuncia en defensa de una nueva masculinidad.
“¿Cómo salvar- se pregunta su autor- la masculinidad de quien quisiera moralizarla, asignándola a un nuevo tipo de eugenesia social? ¿Cómo salvarla de los movimientos feministas asumidos por los hombres gender-conscious o race-conscious, de los movimientos feministas que quieren “curar” a los hombres, del postfeminismo y de la cultura queer y trascender que desean sanar la masculinidad, enseñándole a renunciar a todos sus atributos, y finalmente, de los movimientos “pro machistas” y similares como los Keep the promise en EEUU?”
Como solución sugiere que “coger su pene y echárselo a la espalda y marcharse lejos de quienes pretenden manipulárselo para curarlo”. Propone la figura del Bribonzuelo, el principio de una masculinidad inaprensible, de una ligereza masculina de quien “va por ahí”. Así, jugando al escondite piensa este autor que el Bribonzuelo puede sentar las bases para inventar una nueva identidad masculina.

Metrosexual, Übersexual, Tecnosexual
Pero el auge de la imagen en esta época ha dado lugar al diseño de modelos sexuales a partir “de un sexo fluido, no cerrado”, como la del metrosexual, un hombre heterosexual que siente una “gran preocupación por su imagen, “se caracteriza por gastar en cosméticos y ropa”. El prefijo metro proviene de metrópoli y refleja que se trata de una tendencia urbana. Le gustan las mujeres, pero su interés no está marcado precisamente por el sexo, sino por la elegancia. El mayor ejemplo es el futbolista David Beckham.
Recientemente ha nacido el personaje Übersexual. Término de reciente cuño destinado a promover modelos que pretenden una vuelta a la masculinidad. Über significa muy, mucho en alemán. El hombre übersexual se caracteriza por cuidarse sin excesos, es sensible pero de carácter seguro, una especie de revival del dandy de los años 20. Su característica es ser consciente de sus sentimientos, no los esconde. George Clooney, el maduro atractivo, es la única rara avis de esta categoría que promueve al “verdadero hombre”.
Pero lo más actual es el Tecnosexual, un hombre que sigue teniendo en cuenta el lado femenino despertado en la era de la metrosexualidad, pero que da una especial relevancia a los artilugios de avanzada tecnología que emplea a diario. El surgimiento de esta figura puede deberse el cambio de imagen operado en Bill Gates aunque no se le considera un auténtico ejemplar. Un futbolista sueco es señalado como el representante de este tipo de hombre “narcisista y urbano, con un alto nivel de vida, fascinado por la informática” Al übersexual le gusta el deporte y cuida su alimentación pero rechaza el uso de cosméticos y la cirugía.

Figuras femeninas
Del lado de las figuras femeninas, es evidente que ya no hay femmes-fatales, aquellas que encarnaban el enigma femenino sobretodo con su silencio. Ese mutis ha sido cubierto por demasiadas palabras, por demasiadas reivindicaciones. La representación o el semblante promovido sobretodo en el cine aunque no deja de tener efectos en las conductas es la “mujer de armas tomar” como kill Bill, Lara Croft y otras. Son figuras ideales, de superchica supersexy que se igualan al hombre en el falicismo del discurso y la conducta pero que destacan sus llamados “caracteres sexuales secundarios”.
Por otra parte y como consecuencia de la fragmentación de los semblantes, de la decadencia del falo, en el estado de mutación de la civilización en el que nos encontramos, se imponen las figuras de la femineidad pero bien reales, surgidas del mundo y no de la pantalla, como la mujer sola, que ya no se nombra como solterona, que puede incluso llegar a presumir de su autonomía e independencia, que en muchos casos hace gala de “no necesitar un hombre”.
Y la mujer maltratada, víctima de una búsqueda de su existencia a través de un error sobre el amor, representa una de las mayores paradojas actuales de la moral cuando acepta nuevamente a su pareja ignorando las prescripciones judiciales de alejamiento, cuando retira la denuncia que antes había formulado.
La mujer que se ha resignado al sacrificio de su condición para ser madre-padre que trabaja, cuida de sus hijos y se hace cargo de su educación ante el desfallecimiento evidente de la función paterna.

El psicoanálisis ofrece una vía discreta
En esta época del hipersexo no podemos desconocer los estragos causados por las intervenciones reales que la ciencia y la cirugía hacen posible en los descarriados, chicos y chicas fanatizados por ser sexys que se operan y llevan a cabo tratamientos hormonales para conseguir un cuerpo sexuado que intentan terminar de modelar con interminables horas de gimnasio. Lolo Ferrari pagó con su vida las múltiples operaciones e implantes para tener pechos más voluminosos de Europa.
También aparecen cada vez más desgraciados que habiéndose sometido a operaciones quirúrgicas de alargamiento de pene, tienen luego un miembro tan grande que su vida está condicionada por él, siéndoles imposible el acceso a un goce sexual porque, entretanto, se perdió su capacidad eréctil.
Vemos que el precio del extravío del goce es la debilización del discurso y la errancia del sujeto.
Frente a estas nuevas formas de degradación de la vida erótica, el psicoanálisis ofrece una vía discreta para intentar resolver, a la medida de cada quien, lo que puede hacer con su cuerpo, dejando de someterlo a sacrificios y mortificaciones. Así los hombres y las mujeres pueden otorgarse la posibilidad de indagar si puede gozar de él, en el tiempo limitado de una vida, de una forma más placentera y menos enajenada, y sin descuidar sus cosas importantes.

Vilma Coccoz (Madrid)