EL CUERPO SEXUADO (Primera parte). Por Vilma Coccoz. (Madrid).


“EL PSICOANÁLISIS EN LA EPOCA DE LA GLOBALIZACIÓN”, “AVATARES ACTUALES DE LA SEXUALIDAD”
¿Cómo incide la civilización sobre los vínculos amorosos y las prácticas sexuales? ¿Hay algo invariable en la sexualidad humana que escapa a la transformación de las costumbres que cada época vive? ¿Qué decir sobre la articulación entre las dimensiones del amor, el deseo y el goce, en la fase actual de la globalización? Éstas y otras preguntas serán abordadas en este ciclo de conferencias que han sido programadas para un público profano en materia de psicoanálisis. Estas 6 conferencias son coordinadas por Amanda Goya (Madrid) y tienen lugar en la sede del NUCEP en Madrid, C/ Gran Vía,60-2º I. Publicamos en dos partes un resumen de la impartida por Vilma Coccoz (Madrid) el pasado día 1.

La relación sexual no puede escribirse
La humana inquietud ontológica, la pregunta ¿qué soy? que ha acompasado el recorrido de los seres hablantes en el curso de los tiempos, se agudiza hoy en día en la forma de la pregunta por las identidades sexuales. ¿Existe una coherencia entre las respuestas a esta interrogación y el cuerpo?¿Se mueve el cuerpo en consonancia con lo que de mí puedo llegar a saber? ¿Es dócil a mis interpretaciones y a mis deseos? ¿Responde a lo que Lacan llamaba “el pensamiento del mango”, el que considera que pensar es tener (el cuerpo) la sartén, por el mango, es decir, un pensamiento de dominio y control? ¿Es suficiente con la declaración del ser para que lo real del cuerpo responda y se mueva en consonancia? ¿Qué relación puede establecerse entre el ser y el cuerpo?

Según el axioma lacaniano “la relación sexual no puede escribirse” entendemos que no hay una ley que rija la atracción entre los sexos, similar a la que escribe la gravedad, la ley de atracción de los “cuerpos celestes”. Existe la relación al sexo, una exigencia que se impone ya en el comienzo de la vida, en el momento de la inscripción del nombre. Pero la nominación del sexo no alcanza para señalar y garantizar el uso de goce que se hará de un cuerpo sexuado. Cuando Lacan analiza la pieza de teatro de Wedekind El despertar de la primavera, apunta a esta discordancia diciendo que no es lo mismo “soñar”, “pensar” en el cuerpo de las chicas que el encuentro real al que son convocados los jovencitos en la época de la adolescencia.

La cartografía inconsciente del ser cambia con las épocas
En relación al cuerpo marcado por el sexo se hace presente una hiancia entre lo real del cuerpo y las representaciones del cuerpo que se pueden habitar o que se pretenden habitar para otorgarse una identidad sexual. Esta consideración es efecto de la clínica psicoanalítica y difiere de la diferencia elemental que establece la psicología y la sociología entre naturaleza y cultura, al distinguir el sexo “natural” y los “roles”. El cuerpo sexuado responde a una cartografía inconsciente del ser que va cambiando con las épocas porque está hecha de dichos e imágenes y cuya concreción más aparente es la moda, pero también a la historia singular de cada quien, a las marcas inconscientes que orientaron la elección de ciertos rasgos identificatorios así como también, la elección de los objetos de amor y de goce. Ser y pare-ser van juntos en la constitución de los semblantes. En ese sentido, el cuerpo imaginario y el simbólico van juntos. Pero la realidad del cuerpo va más allá de la mera representación e implica otra dimensión que atañe a la libido, a lo que hacemos o no con nuestro cuerpo y ésa es su dimensión real, en la que se implica una relación de propiedad: tenemos un cuerpo, no somos un cuerpo. De lo que se desprende, como consecuencia, que dicha relación no es evidente, hay muchas personas para quienes su cuerpo es, fundamentalmente, extraño, ajeno.

Respuestas pret à porter
La polisintomatología del adolescente (anorexia, bulimia, adicciones, inhibiciones, errancias, violencia) se ubica en esta brecha entre su cuerpo y el semblante que es invitado, convocado a habitar, a ocupar realmente para poder acceder al encuentro con el cuerpo de otro. Estos síntomas adolescentes son respuestas regresivas al desvarío del goce característico del momento actual.
En ese sentido, las revistas para adolescentes (Cosmopolitan, Ragazza) no orientan a las desorientadas, sino que muestran una tendencia a la homogeneización de los goces de los chicos y las chicas con mensajes destinados a borrar las diferencias, a eliminar el enigma de la sexualidad ahogándolo con respuestas pret à porter.
Por otra parte, el llamado “cine de acción” con sus formas cada vez más paroxísticas de la combinación violencia + sexo, ilustra hasta qué punto el sexo es actualmente una cuestión de mercado. Lo que está permitido se convierte en obligatorio decía Lacan. El mercado del goce exige más y más para mantener el incentivo, tornándose un imperativo que segrega nuevas formas de depresión por lo inalcanzable de los ideales de satisfacción. Ya asoman nuevas patologías, nuevas adicciones, como las de altos directivos estresados que aprovechan los descansos para distraerse con páginas pornográficas y acaban sumergidos en ese goce autístico.
Uno de los factores que se vinculan también a la llamada violencia de género, es seguramente una concepción del sexo “hidráulica”, “gimnástica” que promueven los medios y que, unida a la decadencia de los discursos y semblantes amorosos motiva la proliferación de conductas erráticas, el desvarío del goce. Al enfrentarse a los desfallecimientos significantes para dar razón del sexo, la búsqueda de la satisfacción se desplaza a otros objetos de goce, los objetos de consumo. Aunque ya empiezan a preocupar los síntomas regresivos vinculados a la fagocitación del sujeto entre las pantallas y la comida.
El cuerpo ocupa, preocupa, angustia. La creciente demanda de cirugía estética por niñas aún púberes vendría a demostrar la tendencia postmoderna a confundir el ser y el cuerpo. La consigna, la proclama es “ser sexy” cueste lo que cueste.

La confusión del ser y el cuerpo, o del ser y una práctica de goce
En el ámbito universitario ha prosperado la Teoría Queer (TQ) que rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales como "hombre”, “mujer”, “heterosexual”, “homosexual”, sosteniendo que éstas esconden un número enorme de variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural que las otras. Contra el concepto clásico de género, que distinguía lo "normal" (en inglés straight) de lo "anómalo" (queer), la Teoría Queer afirma que todas las identidades sociales son igualmente anómalas. Lo que desde nuestra perspectiva es realmente interesante, porque esta sentencia mantiene la norma en el horizonte de la distinción.
La mayor parte de los teóricos queer insiste en la importancia de la autodesignación de la identidad. Aunque en general consideran el cuerpo un producto histórico-social, algunos teóricos investigan el hermafroditismo y aquellos casos en que los cromosomas sexuales (X e Y) pueden existir en combinaciones atípicas (como el síndrome de Klinefelter [XXY]). Los individuos intersexuados pueden tener caracteres sexuales ambiguos por distintas razones biológicas.
Desde la perspectiva del discurso analítico el cuerpo sexuado no es sólo una construcción simbólica e imaginaria. Aunque algunos de los autores se inspiren en Lacan por la importancia concedida al lenguaje y al estadio del espejo en la constitución del cuerpo, el psicoanálisis no es una teoría queer sino una práctica clínica cuya orientación es lo real del cuerpo sexuado, derivado de una lógica de la sexuación. No dudamos que el psicoanálisis ha tenido una incidencia fundamental en el estado de las cosas tal y como se presentan actualmente, en la “deconstrucción” postmoderna del cuerpo, pero advertimos la peligrosa pendiente a la que puede conducir la confusión del ser y el cuerpo, o del ser y una práctica de goce. El aburrimiento que testimonian los homosexuales luego de la fiesta del orgullo es un claro indicio de que, para los seres hablantes, se trata de Otra cosa.

Vilma Coccoz (Madrid)