Crónica: Presentación del libro de Martin Egge, El tratamiento del niño autista. José Manuel Alvarez (Barcelona)
El pasado viernes 13 de marzo, en La Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, y ante una nutrida asistencia, tuvo lugar la presentación del libro de Martin Egge titulado, El tratamiento del niño autista.
Juan Ramón Lairisa, realizó una breve presentación del autor del libro, a la vez que destacó la importancia y la oportunidad de este trabajo en el debate actual abordado sobre todo desde neurología y desde la genética, y que es frecuentemente nocivo y desorientador- sobre el autismo.
A continuación tomó la palabra Vicente Palomera, que después de una breve presentación del libro de Martin Egge y de la colección en la que está inserto, -editorial Gredos-Colección Escuela Lacaniana de Psicoanálisis-, centró su exposición en uno de los conceptos de la práctica clínica que Egge expone y desarrolla, tal y como es la Práctica entre varios en la Institución (Pratique à Plusieurs), de la que señaló su autor, Antonio di Ciaccia, colega de la Scuola Lacaniana di Psicoanalisi, que la introdujo en el año 1976 bajo una orientación y unas coordenadas teóricas muy precisas, a pesar de que en la actualidad se emplea para prácticas que van más allá de esas coordenadas... Se trata, señaló Vicente Palomera, de una práctica en la que ninguno de sus miembros se declara psicoanalista como tal, pero en el que la orientación y el abordaje de los casos, uno por uno, están orientados por el rigor de la orientación lacaniana. Y ello tomando en cuenta un punto central de la transferencia en la psicosis, en la que comúnmente se trata de sujetos en los que la operatividad del Otro de la transferencia se ve comprometida cuando se sostiene en un solo profesional, adquiriendo así, -ese Otro de la transferencia- una consistencia tal que dificulta el tratamiento. En estos casos, la diversificación del Otro de la transferencia encarnada en varios profesionales, posibilita una dinámica y una dialéctica que permite el progreso del caso, frente al frecuente estancamiento del sujeto confrontado con un único Otro al que dirigirse.
Por su parte, Martin Egge autor de este excelente libro, comenzó su exposición a ras de la fenomenología más evidente a la hora de abordar el caso de un niño autista. Así, señaló cómo estos sujetos viven en una desconfianza radical hacia el mundo exterior, sin recurrir, ya desde los primeros meses de vida, más que así mismos en contraposición a los sujetos llamados normales donde su desarrollo está basado, entre otras cosas, a partir del punto de partida de una confianza en el Otro... Recordó la frase de Lacan, referida al autismo en la que señala En el lenguaje algo se ha congelado, y que marca una posición del sujeto autista como estando en el lenguaje pero no en el discurso en cuanto a la posibilidad de establecer un vínculo con el Otro.
Señaló que en los niños el acceso a la palabra está fuertemente vinculado con el hablar por puro placer; se puede observar, por ejemplo, en el laleo, en la repetición constante de sílabas, de palabras, y una primera división se puede producir cuando en ese campo del puro placer aparece la madre como aquella que puede decir sí o no; par significante que por sí mismo eleva el lenguaje a su segunda potencia.
Contrariamente, en el niño autista cuando se espera que comience a hablar, no lo hace, no demanda nada, observándose un repliegue sobre sí mismo y apareciendo paralelamente un recurso constante y fijo a los elementos más arcaicos que conforman así un mundo fijo, estable, predecible y, por ello mismo, -que es lo más importante-, desangustiante. Son elementos arcaicos que podemos también observar en el desarrollo del niño normal, por ejemplo, en el balanceo o, más adelante, en el pedido de lectura de cuentos siempre iguales a sí mismos, donde una variación del cuento introducida por el adulto, es sancionada inmediatamente por el niño con la demanda de no cambiar nada del relato... Estos elementos son a los que recurre de manera fija el niño autista en la repetición, que funciona como una autodefensa creando un entorno estable, regulado, en una especie de autoconstrucción en un mundo que no está regido ni organizado por el Nombre del Padre. Observamos un mundo regulado por una serie de elementos simbólicos mínimos que no son otra cosa que intentos de construcción significante: el más y el menos, el ir y el venir, el apagar y el encender, etc., es decir, siempre un latido en dos tiempos. Un enorme trabajo que no acaba estando a la altura de los resultados obtenidos por el niño autista. Es decir, asistimos a un verdadero fracaso que termina por "encerrar" al niño...
Martin Egge ilustró el progreso en un tratamiento bajo transferencia a partir de estos fenómenos típicos con niños autistas, por ejemplo en Andrea, en donde el sujeto lo primero que hace es esconderse en un armario y, mediante un juego de apariciones y desapariciones, en el que Martin se pregunta en voz alta dónde estaba escondido el niño, pues no lo encontraba, Andrea comienza a hacerse notar dentro del armario produciendo ruidos en un juego de repetición en el que ponía en acto la separación y enganche al Otro materno. Posteriormente se precipita en una demanda que angustia a la madre, pues el sujeto reclama entonces ser llamado conejito, y no atiende a las demandas si no es bajo ese significante... En la consulta, Martin Egge delante de la madre y del niño escenifica una pregunta en voz alta ¡¡¡¿pero quién ese que obliga a Andrea a que lo llamen conejito!!!? Lo que desbarata de ahí en adelante esa nominación y da paso a la palabra del sujeto dirigida al analista con un nuevo problema, el problema crucial del yo y el tú.
Martin Egge puso mucho énfasis en que toda la cuestión delante de estos sujetos es saber quién habla y a quién se dirige la palabra. Cuestión esta fundamental para entender muchos de los fenómenos clínicos y poder hacer un cálculo de intervención en los mismos. Así, señaló que hay niños autistas que hablan con frases muy bien articuladas, pero si uno se detiene en el detalle, acaba no sabiendo quién habla ahí, ni a quién se dirigen en esas frases más allá de que estén tan bien construidas o articuladas. Estamos ante un decir que se confunde con el propio ser.
Señaló también que muchos de los problemas clínicos en el tratamiento del niño autista nos los encontramos también en las psicosis; uno de ellos es la enorme dificultad para manejar y sobre todo entender los conceptos abstractos. En efecto, son sujetos que no suelen tener muchas dificultades con las cosas que se ven y se perciben, que las entienden muy bien, pero otra cosa muy distinta es cuando se pasa al plano de conceptos abstractos como el amor, por ejemplo. Así, recordó el drama de Donna Williams, a la que Martin le dedica un apartado en su libro, que se pregunta porqué una cosa funciona de una manera y otra funciona de manera distinta... Ella recurre a la memoria, a aprenderse las cosas de memoria, para entender este tipo de funcionamientos dispares o abstractos...
Por último, recordó varios casos de autistas cuyos escritos, citados también en su libro, demuestran que pensar el autismo como un punto cero es un auténtico error, ya que en los testimonios de dichos sujetos se puede leer hasta qué punto tienen a menudo una vida muy rica, que justamente los aleja de ese punto cero con el que algunos autores han descrito el autismo.
Por ejemplo, Birger Sellin, que en sus escritos llega a transmitir de forma poética lo siguiente: Amo el lenguaje por encima de todas las cosas, es un medio entre los hombres; el lenguaje nos da dignidad e individualidad. Sin lenguaje no soy nada. Frase, con la que finalizó su exposición y que dio paso a un turno de interesantes preguntas de la que destacaremos el comentario realizado por Martín Egge -a partir de una pregunta desde el público-, de una precisión clínica muy importante y que tiene alcance más allá de la práctica con los niños autistas porque es un punto de estructura que alcanza al campo de la clínica con sujeto psicóticos.
Egge comentó que es esencial mantener una posición de docilidad con el niño autista, pero sin embargo, ser completamente intratable con su perseguidor; y aquí recordó la secuencia de la nominación, podríamos decir que injuriosa, por parte de Andrea al pedir que se le llamase conejito, y la escenificación que el analista realiza delante de la madre y el niño con la frase arriba mencionada: ¡¡¡¿Pero quién ese que obliga a Andrea a que lo llamen conejito?!!! Lo mismo vale para las repeticiones en las que se instalan estos sujetos para las que la docilidad del analista tiene un límite: Se puede, señaló, ser dócil ante estos elementos repetitivos, hasta que ellos mismos en su propia inercia repetitiva acaban confinando con un goce mortífero donde el sujeto ya no puede detenerse. Ahí hay que intervenir y decir que no.
En definitiva, -tal y como señaló en su momento Iván Ruiz, en este mismo Blog, (http://www.blogelp.com/index.php/2008/06/28/el_tratamiento_del_nino_autista_ivan_rui#comments) un libro esencial, de posible lectura para varios, aquellos que de algún modo tejen la trama de un Otro regulado en el que el niño puede encontrar su lugar. Tanto los padres como los profesionales de las diversas instituciones que los atienden, encontrarán un texto que explora el problema del autismo y de la psicosis en la infancia y ofrece, además, un tratamiento posible: una institución pensada desde el psicoanálisis y acorde a las exigencias de la subjetividad de cada niño; donde el cometa que lo guía, su objeto particular, pueda elevarse a la dignidad de una salida de su reclusión y de una entrada en el Otro.