Crónica: Presentación del libro CLANDESTINIDAD de GUSTAVO DESSAL. Begoña Ansorena Anza (Barcelona)
El viernes 18 de febrero, tuvo lugar en la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona la presentación de la novela Clandestinidad de Gustavo Dessal, psicoanalista, miembro de la ELP y escritor, (Editorial InterZona, Buenos Aires, 2010).
El acto fue presentado por Mario Izcovich, director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. Tras hacer una breve semblanza de los participantes en la mesa, -Vicente Palomera, psicoanalista, miembro de la ELP, el propio autor y Antoni Vicens, psicoanalista, AE miembro de la ELP-, situó la manera en la que el autor indaga en la novela sobre las razones del mal. Una verdadera reflexión que toma como excusa una época y un lugar, la dictadura militar en Argentina, pero que puede ser trasladado a otras épocas y otros lugares.
Vicente Palomera situó la novela en el marco de la narrativa Argentina, no solo por el tema sino por el valor de su escritura, una escritura con la que alcanza su madurez como escritor, afirma. Mientras que Antoni Vicens sitúa la novela por su trama bien construida, impecable, en la que no hay ningún punto que se escape, como una novela negra. La trama, como en la novela policiaca queda en manos del destino que actúa como una fuerza ciega, como un Dios, tal como la vida del protagonista, ese hombre sin nombre, se desarrolla sin voluntad, ni de mal ni de bien.
Tres discursos que actualizan el pensamiento contemporáneo del mal -la política, el psicoanálisis y la literatura- se anudan de modo vigoroso en esta novela para exorcizar el horror, nos dice V. Palomera.
El escritor, prosigue A. Vicens, a su vez, se encuentra atrapado en una tenaza. Con su literatura quiere salvarnos del mal, describiéndolo; con eso quiere hacernos un bien. Pero a la vez debe situarse del lado del mal para escribirlo. Se inclina a considerar que el autor ha descrito el mal causado por alguien que no puso ninguna voluntad, por tanto un ser inocente: una forma horrible de inocencia que la llama idiotez. No tiene intención de hacer el mal, por tanto, no es dialectizable. Representa toda la idiotez de la pulsión cuando pierde su objeto. Por tanto, el objeto no está del lado del personaje principal, y propone buscarlo. Lo encuentra en las luces de Buenos Aires: en el juego que hace de luces y sombras y en la lengua.
El autor, agradeció emocionado la lectura de sus colegas y nos desveló algunas claves que permiten entender como se gestó la novela.
Escribe por primera vez en su lengua argentina. Tuvo que aprender y así fue recuperando la lengua materna.
Señaló que esta novela se despertó a raíz de la lectura de otro libro, Les Exécuteurs, de Harald Welzer, cuyo subtítulo en español sería Hombres normales que se convierten en asesinos de masas.
Puntualizó que no está implicado en el contexto histórico de la novela; la suya, es una relación más intelectual y subjetiva, considerándose un inmigrante y no un exiliado. Su condición de judío, y gran conocedor de la historia nazi, favoreció que se adentrara en ello.
Se sirvió de algo que sí tuvo que ver de manera directa: su experiencia en el servicio militar. Algunos rasgos de los que relata, son rasgos que permanecieron en su recuerdo, si bien mantiene un especial cuidado sin entrar en los detalles morbosos.
Continuó diciendo que experimentó la angustia mientras escribía la novela, despertándose por la noche porque se sentía responsable y culpable del personaje que estaba creando. Se defiende de ello con humor, con la lengua, el objeto más glorioso de la novela como señaló A. Vicens, con el lunfardo. En esa lengua están todos unidos en un único discurso, que no salva. Pero es que el goce nunca salva. Lo que salva es el amor, aunque sea a una lengua.
A la presentación, siguió un interesante y animado debate entre el numeroso público allí congregado.