Hacia la XI CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF. Terminaciones de análisis. TRES PREGUNTAS a Enric Berenguer, Mercedes de Francisco, Antoni Vicens, Elvira Guilañá, Montserrat Puig

Barcelona, 5 y 6 de Marzo de 2011

Tres preguntas a Enric Berenguer

1) Lacan dice que todos los psicoanalistas tienen que haber experimentado el proceso de la cura desde el principio al fin, el fin del análisis es también el pasaje desde la condición de analizante a la de analista. “La verdadera terminación de un análisis”, por lo tanto, no es ni más ni menos que lo que, “los prepara para convertirse en analistas” (S. 7, 303). Una vez que se ha llegado a esta etapa y se ha pasado por el procedimiento del pase ¿Crees que puede existir un verdadero fin, o bien, el análisis de un analista nunca termina?

Un análisis termina. Y puede ser un verdadero fin. La vida sigue, y otros encuentros con lo real quizás pongan al inconsciente de nuevo a la obra, de ahí la posibilidad de nuevos síntomas, de un nuevo recorrido. Por supuesto, eso nuevo tiene que ver con lo antiguo, pero si hubo verdadero análisis, ya no es lo mismo. Puede haber más de un análisis y más de un fin verdadero. Lo cual no tiene que ver necesariamente con que se siga sosteniendo donde se debe, más allá del análisis, la posición de analizante. Esto no debiera terminar nunca.

2) Lacan nos dice que el fin del análisis no es la desaparición del síntoma, ni la cura de una enfermedad subyacente, puesto que el análisis no es esencialmente un proceso terapéutico sino una búsqueda de la verdad, y la verdad no es siempre benéfica (S. 17, 122).
Según tu experiencia clínica, ¿Cuál es el mejor camino para ayudar al sujeto cuando la verdad no es benéfica?

Demostrar que, al fin y al cabo, el hecho de que no sea benéfica no la hace maléfica (para ello haría falta un Otro que de verdad existiera). Que a uno lo disguste no la hace toda, sino tan media como la de cualquiera. Como oculta molesta bastante, no hay más remedio que hacerla salir del pozo. Aunque esto se puede hacer con tacto, y dejando ver en todo momento que se trata también de un semblante. Habrá que creer en ella tan solo lo justo.

3) Según tu experiencia y formación, cuando un sujeto se ha analizado siendo un niño ¿Qué ventajas puede encontrar si reanuda su análisis en otra etapa de su vida frente a un sujeto que comienza su primer análisis siendo adulto?

En la infancia hay muchas edades. Depende del momento y del tipo de solución alcanzada. Depende también de lo olvidado y de lo inolvidable. Pero sin duda hay algo que resulta más fácil volver a abrir que abrir por primera vez. Por otra parte, la experiencia de la transferencia constituye una relación peculiar con el Otro, que formará parte para siempre de un tesauro del sujeto.

Preguntas realizadas por: Virginia González

****

Tres preguntas a Mercedes de Francisco

1) Para Lacan en el final de análisis hay una caída del S.s.S. ¿Qué ocurre en las interrupciones con ese lugar ocupado por el analista? ¿Hay destitución subjetiva en los cambios de analista? ¿Las interrupciones o el cambio de analista pueden ser una huida del final del análisis?

Desde luego la posibilidad de interrupción en un análisis está presente tanto al comienzo, como en el transcurso, como en su último tramo. Supongo que la pregunta está referida a análisis de larga duración que se “interrumpen”, con la posibilidad de que el analizante vuelva a un análisis con otro psicoanalista. Desde luego es difícil e incluso sería demasiado osado dar una respuesta general. Considerar estas interrupciones y cambios de analistas como una “huida” es en sí misma una respuesta. Intentaré otra.

Teniendo en cuenta los testimonios que los AE de la Escuela Una nos aportan, y mi propia experiencia tanto de analizante como de analista, me inclino a considerar otra posibilidad que no excluye la de la huída.

Estos cambios se pueden deber a estancamientos en la experiencia que se han tornado insalvables para los sujetos en la relación con ese analista. Lo que no impide iniciar una nueva experiencia con otro, sin que por ello, el anterior recorrido pierda su valor. Esta dificultad, en un nuevo análisis, puede ser un interesante punto de partida. Esto ratifica lo que Jacques Lacan advirtió sobre que no hay posibilidad de llegar a la transferencia cero. Incluso cuando se trata del pase se trata de una transferencia hacia la Escuela.

Cuando los AE que han tenido varios análisis nos hablan del termino de un análisis y el comienzo de otro, de alguna manera ponen en juego la problemática del final.

Jacques-Alain Miller, en el último Congreso de la AMP, separó el final de análisis de las nominaciones de AE. Planteó “que puede haber finales de análisis de sujetos que no demandan hacer el pase, también puede darse un final de análisis y, sin embargo, el sujeto habiéndose presentado al dispositivo del pase no haber sido nominado...”

Tenemos algunos ejemplos de sujetos que fueron nominados como AE y continuaban con su experiencia analítica, e incluso otros, que después de transcurrido un tiempo de la nominación vuelven al análisis.

Es así como estos eventos lo que ponen en primer plano es el final de análisis y su problemática y para adentrarse en ella recomiendo el texto de Jacques-Alain Miller publicado en Intro “Cuando la cura se detiene”.

2) ¿Se puede hablar de “obstáculos” encontrados en la práctica, tanto por parte del analista como por parte del analizante, para la finalización del análisis? ¿Hay un momento adecuado para terminar un análisis y si la ocasión pasa produce efectos?

Es desde mi experiencia como analizante que voy a contestar esta cuestión. En un momento dado a raíz de un sueño, comencé a atisbar la posibilidad de un final, cosa que hasta ese momento no había estado presente para mí. A partir de ahí y sin apresuramiento por mi parte continué, hasta que supe que el final ya estaba ahí, y en ese mismo momento una dificultad se hizo presente..., esperar un signo por parte del analista..., que evidentemente no llegaba.

No fue por una elaboración, ni por un pasar de las sesiones que pude tomar la decisión, esta llegó de la mano de lo que era una de mis nominaciones, la angustia, cuando en una escena cotidiana y trivial apareció anudada a este pensamiento “si no realizo este acto, todo se repetirá de la misma manera” (en sí mismo algo imposible), aunque no se trataba de un sueño, tenía la fuerza de la pesadilla; tomada la decisión la angustia cesó y mis dos siguientes sesiones fueron las últimas.

La soledad que implica este acto no lo torna fácil para el analizante, y del lado del analista queda la responsabilidad de no obstaculizarlo.

En el apólogo de los tres prisioneros, Jacques Lacan, nos muestra como en el tiempo de comprender se trata de una elaboración necesaria antesala del acto. Sin embargo, el momento de concluir sancionado con un acto está separado de la elaboración que hicimos para llegar a él, tanto, como de la demostración posterior para dar cuenta de él.

3) Más allá de admitir que en cada analizante se observe un modo particular de destitución subjetiva, por obedecer ésta al fantasma de cada sujeto, ¿se puede hablar, desde la teoría o desde la práctica, de posición femenina, posición masculina y fin de análisis?

Como bien dices en tu pregunta, si nos mantenemos en el terreno del sujeto tachado hay algo del cuerpo y por tanto de la posición sexuada que dejamos de lado.

Sin embargo, al referirnos al ser, como hablante, sexuado y mortal, su atributo de sexuado nos permite pensar en una diferencia que se constataría en el final de análisis. Sabemos de la imposibilidad de la relación sexual al hacer la experiencia de la diferente forma de gozar para el hombre y la mujer. En la experiencia analítica los acontecimientos en el cuerpo que han puesto en evidencia estos goces, y sus consiguientes marcas, tienen una gran importancia. Durante el análisis se hace el recorrido que nos permite reconocer el sinthoma que cada uno construyó con estos acontecimientos y sus huellas. Un sinthoma singular que no es deudor de la lógica edípica y que hunde sus raíces en el más íntimo invento que cada uno hizo surgir frente a la existencia de la mujer.

La posición sexuada no viene dada por la anatomía, por ello, tanto los que portan un cuerpo de hombre como los que portamos uno de mujer, debemos confrontarnos a eso extranjero y enigmático del goce femenino. Podemos decir, que cuando uno comienza un análisis es porque el uso que está dando a su sinthoma no le resulta satisfactorio para hacerse con lo radicalmente “hetero”; luego le llevará un tiempo obtener una ganancia de saber sobre dicho sinthoma, y al final, se supone que encontrará una nueva manera de hacer cuando se presente la ocasión, un nuevo uso que lleve aparejada una satisfacción como hombre o como mujer con la que el sujeto acuerde.

Preguntas realizadas por: Ángeles Vicente

****

Tres preguntas a Antoni Vicens

1) ¿Cuáles son las transformaciones que puede obtener un analizante como resultado de su análisis?

Las transformaciones pueden ser: andar menos extraviado; perder menos el tiempo; dejar de esperar consistencia; temer menos a la locura; ejercer la responsabilidad política; etc. En mi caso, las transformaciones obtenidas sobre el amor, la lectura, la escritura o el dinero, prosiguen.

2) ¿De qué no se cura?
Ni de la idiotez ni de la locura.

3) ¿Cuál es ese límite, ese imposible?
El límite que tiene nombre no es un límite.

4) Si la salida final para un analista lacaniano es la vía del "sinthome" relacionado con un resto sintomático, goce pulsional que no puede ser anulado: ¿Cómo hacer de ese resto incurable, de ese hueso final, algo fecundo?

Amando y trabajando, no sin política (ésta excluye el odio y el sacrificio).

¿Existe una diferencia entre la posición masculina y femenina al final de análisis?

Diría que los síntomas en ambos sexos contienen una huida de la feminidad. Así que, al final, el sujeto se encuentra mejor en el lado femenino.

Preguntas realizadas por: Rosa Ruiz

****

Tres preguntas a Elvira Guilañá

En un primer momento, Lacan situaba el atravesamiento del fantasma como final del análisis, luego situó la identificación al síntoma. Actualmente se gira alrededor de la multiplicidad de soluciones sintomáticas, de lo que llamamos la nueva clínica. Ahora bien, si el psicoanálisis descubrió que el trauma es encontrar un goce que es un exceso en relación al saber. Y la cuestión es cómo tratar ese goce traumático, inasimilable en las redes de lo simbólico. La manera que encuentra el sujeto de tratar el trauma es por medio de esa ficción que es el fantasma, en el sentido de algo que es fabricado por el sujeto. Dicho esto, mis tres preguntas son:
1) ¿Cuáles serían las coordenadas estructurales del fin del análisis?

En el work in progress de la conceptualización del fin de análisis encontramos distintos momentos que se agregan y articulan.

Si en el binario síntoma-fantasma la construcción y el atravesamiento del fantasma, conlleva la separación del efecto de sentido y el producto de goce, la disyunción de inconsciente transferencial e inconsciente real sitúa el fin de análisis en la identificación al sínthoma.

Las coordenadas estructurales, entendidas en su universalidad como coordenadas lógicas, se modalizan a la vez en la singularidad subjetiva tal como se constata en la transmisión en cada AE (1).

De esta particularidad, se da cuenta, como producción de un analista, en el procedimiento del pase y en su transmisión a la Escuela de la manera que cada cual hace con el resto irreductible. Con su sinthome.

2) Hay gente que hace un análisis muy interesante y no atraviesa el fantasma. ¿Nos podría indicar algunas ideas sobre por qué sucede esto?

Habría que situar en cada caso qué entiende el analizante por un análisis “muy interesante” y distinguirlo de lo que Lacan plantea en Televisión sobre la felicidad del sujeto.

Los efectos terapéuticos pueden relanzar el análisis en un deseo de ir mas allá o concluir en un “es suficiente”. Freud ya refiere que los efectos terapéuticos al inicio del análisis pueden en algunos casos ir en contra del mismo.

En un análisis hay momentos de alivio sintomático, de apertura de saber, de caída de identificaciones paralizantes, de franqueamientos y también de detención e inercia. Todos ellos interesan en la elaboración que puede realizar el analizante.

Por otra parte hay que tener presente el tiempo necesario para que algo de la lógica de la inconsistencia se destaque: “cada vez que queremos forzar el factor tiempo, estamos obligados a un postulado de consistencia, nos reglamos en una consistencia que no hay a nivel del inconsciente” (2).

3) ¿Se puede llegar a la identificación al síntoma sin atravesamiento del fantasma?

En el atravesamiento del fantasma el sujeto capta la función de pantalla del fantasma frente a lo real del goce.

Es en esta formalización, se abre la posibilidad de una vuelta más, aislar lo que resta, los restos sintomáticos, entendiendo el sinthoma como aparato de goce.

El concepto de sinthoma supera el clivaje de síntoma y fantasma como producción del inconsciente, designando a la vez lo que hay de común con el síntoma como malestar, es decir el modo de gozar singular de un sujeto y en su funcionamiento positivo. El sinthome “toma su sentido por aquello que supera” (3)

Notas:
1-. E. Laurent, “Salidas”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 9, EOL, Buenos Aires, 2009.
2-. J-A. Miller, “Cosas de finura en psicoanálisis”, Curso de la Orientación Lacaniana 2008-2009.
3-. J-A. Miller, “Cosas de finura en psicoanálisis”.

Preguntas realizadas por: Antonio de la Cueva

****

Tres preguntas a Montserrat Puig

1) En “Cosas de finura” (cap. XIII) Miller hace unas aportaciones sobre el análisis de Bernard Seynhaeve que resultan muy aclaratorias. Mi pregunta es: ¿Por qué los analistas no intervienen en el pase de sus analizantes?

La subversión en el reclutamiento de los analistas y en su formación que hizo Lacan en su “Proposición del 9 de octubre de 1967” con el dispositivo del pase fue fundamental.

Se trataba de pasar de una formación de los analistas sobre el modelo del cursus y del reclutamiento académico: tantos años de seminarios, de supervisión y de análisis con los analistas didácticos habilitados por la Asociación Psicoanalítica Internacional para ello a que la formación del analista pivotara sobre la experiencia analítica misma. Que un analista sea el resultado de su experiencia de análisis.

Así, haciendo callar al analista respecto a la cura de sus analizantes, lo destituye del lugar del saber. Como se ve bien en el ejemplo al que se refiere la pregunta, el analista puede ser, en algunos aspectos, el primer sorprendido de lo que la experiencia ha sido para el analizante. El saber y el acto al final del análisis no están del lado del analista sino del analizante.

Por otra parte, de algún modo el analista, su quehacer como analista, si ha estado a la altura del acto analítico, también está en juego en el dispositivo del pase a través del testimonio del pasante.

2) Si entre final de análisis y pase transcurre mucho tiempo ¿no pierde frescura esa transmisión?

Los testimonios escuchados a lo largo de los años nos dicen, una vez más, que tampoco en esto hay estándar. Sin embargo sí que en muchos de ellos encontramos algo del orden de la precipitación, en el sentido del tiempo lógico, hacia la demanda de pase que no es ajena a la misma precipitación de la lógica de la conclusión de la cura.

3) En la presentación al pase ¿qué es lo que más influye: deseo, formación, momento de la escuela?

Desear testimoniar del propio análisis a la Escuela no es obligatorio. Muchos AE testimonian de los avatares del deseo de presentarse al pase a lo largo de su análisis y el momento de la decisión.

La Escuela de Lacan es la Escuela del pase. Ello quiere decir que está orientada por la pregunta siempre abierta de qué es un analista. La experiencia del pase mantiene esa pregunta, clínica y epistémica trabajando.

Sabemos que las demandas de pase en la Escuela, el número de esas demandas, no está relacionado también a lo presente que estén las enseñanzas del pase y la interrogación que abren en cada momento. Es decir, que el deseo de pase debe, como todo deseo, de causarse.

Preguntas realizadas por: Carmen Pérez