Crónica: Madre y Mujer*. Amanda Goya (Madrid)

En el ciclo de conferencias sobre Las Mujeres y el Psicoanálisis que se desarrollará en el curso 2010/11 en el NUCEP de Madrid, el lunes 4 de octubre intervino José Ramón Ubieto sobre el tema Madre y Mujer.

Amanda Goya, coordinadora de este espacio, introdujo el tema a partir de la distinción entre los registros del ser y del tener: la madre que tiene a sus hijos, y la mujer que se pregunta cómo serlo, y se reviste de una mascarada femenina para parecerlo.

Freud partió de una pregunta fundamental ¿Cómo un niño deviene hombre y cómo una niña se vuelve mujer? Después de algunas pinceladas sobre la salida freudiana para la feminidad, planteó que el predicado madre no sutura la cuestión de lo femenino, es decir, que la madre no se superpone con la mujer, hay un resto que queda fuera, y que constituye precisamente el enigma de la feminidad, ante el cual cada mujer habrá de encontrar su propia respuesta.

José Ramón Ubieto comenzó su exposición con una pregunta fundamental: ¿Existe el instinto maternal?

A juzgar por las imágenes y símbolos de la mujer que cada época ofrece, pareciera que en ciertos sectores ideológicos los lazos biológicos siguen siendo sagrados y la reducción de la mujer a la madre un destino universal de la sexualidad femenina. Sin embargo, es un hecho que hoy para las mujeres la relación con la maternidad y con los hombres no se presenta igual: la significación fálica, el valor libidinal de sus bienes, hijos incluidos, ha cambiado, lo cual no excluye las paradojas y las contradicciones, como sucede con el ideal de mujer independiente que se vuelve una madre tardía; o con el notable aumento de los embarazos adolescentes; o en las formas en que hoy se plantea la propia maternidad: ¿sola o en pareja?

La maternidad es más bien una elección subjetiva, una respuesta posible para una mujer, entre otras, en relación a un deseo. Y si se trata de una respuesta es porque una falta la precede, algo que interroga al ser femenino, y el niño vendría a colmar esa falta, a dar una respuesta a esa pregunta freudiana por excelencia: ¿Qué quiere una mujer?

Es el deseo de falo lo que según Freud conduce a una mujer a la búsqueda del hijo, y si ella acepta la ley de prohibición del incesto, habrá una falla en el narcisismo que dará lugar a una posible sustitución del falo por el hijo. A diferencia de Freud, Lacan parte del goce, de suerte que no se tratará tanto de una falta, de un (-), como de un (+), de un plus de gozar, e insiste en la maternidad como falsa salida, e incluso -dice- como patología, si de lo que se trata con ella es esquivar el no tener deviniendo madre, por no poder ser mujer. De esta manera, la maternidad se vuelve una forma de suplencia a La Mujer que no existe.

Madres e hijas: el estrago
¿De qué resto se trata entonces, si la maternidad mantiene esa insatisfacción en relación a lo femenino? Freud abordó ya esta cuestión en términos de un odio de la madre, fuente del sentimiento de persecución en la niña, y de un reproche de la niña en clave fálica; pero Lacan será más radical, pues esta hostilidad de la niña se constituye en la fuente de un estrago en la relación madre-hija, que tiñe las versiones femeninas del síntoma.

El estrago no es un asunto de madres malvadas, sino de convertir lo imposible de la armonía sexual en algo insoportable, que puede adquirir estatuto patológico cuando funciona como mecanismo regresivo, cada vez que surge una vacilación ante la asunción de la posición femenina (ruptura amorosa, fracaso profesional, maternidad). Allí puede aparecer la tentación de hacer del goce suplementario (femenino) un goce complementario que privilegia el objeto único, en su condición de fetiche. No es por tanto un síntoma para ser curado, sino un hecho de estructura que pone de manifiesto que la sustancia (esencia) femenina no es transmisible.

El fundamento del estrago es la insatisfacción en el terreno del goce, donde aparece la dimensión del odio, y consiste en una fijación al lazo con la madre preedípica como figura de una madre todopoderosa. A eso se refiere Lacan cuando dice que la hija espera subsistencia de la madre, es decir, no soltarse de esa posición, pero no abandonar la ligazón a la madre es quedar condenada a la decepción y a la hostilidad.

Cuando el marido hereda esas malas relaciones se da aquí otra forma del estrago, pues entonces no habrá limites a las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre. Este sacrificio de la mujer tiene, sin duda, un claro beneficio identitario que la vuelve única para su partner (es el drama que escuchamos en muchas mujeres maltratadas). Esa exigencia de ser amada como la única, infinitiza la espera de un signo de amor que nunca llega y que a veces desemboca en lo peor.

Así como no es posible construir un universal de las mujeres, tampoco es posible determinar cómo ser madre. Una por una, cada mujer se sitúa frente a la maternidad por la aceptación o por el rechazo ; como madre del deber o del deseo dentro del régimen fálico; por su amor o por su odio; desde una posición masculina o femenina.

* NUCEP Ciclo conferencias 2010-11. El psicoanálisis en la época de la globalización: Las mujeres y el psicoanálisis.