Crónica: “La desinserción en la infancia: modalidades clínicas”. Josep María Panés (Barcelona)

A lo largo del curso 2007-08 tuvo lugar un ciclo de sesiones clínicas organizado por el CDIAP de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), en colaboración con la Sección Clínica de Barcelona.

El CDIAP de Sant Boi (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Precoz) -que ha solicitado su adhesión al RIPA- forma parte de una red de utilización pública dependiente de la Generalitat de Catalunya, y atiende a niños de 0 a 6 años que presenten “cualquier tipo de trastorno del desarrollo –motriz, emocional, sensorial, del lenguaje, de la conducta, de la socialización- o que se hallen en una situación de riesgo de padecerlo”.

Se trata de un equipo multidisciplinar orientado por el discurso analítico, en el que se plantea la especificidad de cada disciplina –trabajo social, neuropediatria, fisioterapia, psicoanálisis- al tiempo que el trabajo en equipo considera en todo momento la dimensión del sujeto, que opera así como un eje transversal al conjunto de los discursos.

El título y el tema del ciclo –La desinserción en la infancia: modalidades clínicas- tomó como referencia el Encuentro PIPOL 4, en el contexto actual de investigación en torno a cuestiones propias del psicoanálisis aplicado.

Las sesiones clínicas eran abiertas a alumnos de la Sección Clínica de Barcelona, y a profesionales del ámbito asistencial del CDIAP de Sant Boi –de las redes escolar, médica y social- y contaron con una numerosa asistencia. En cada una de ellas, se presento un caso atendido en el CDIAP y contamos con la presencia y el trabajo de un docente de la Sección Clínica de Barcelona –Estela Pavskan, Vicente Palomera y Montserrat Puig- que realizaron sus aportaciones a la construcción y la elucidación del caso y contribuyeron a animar el debate.

El ciclo comenzó con un caso presentado por Cecilia Hoffman. Se trataba de una niña de 4 años –Claudia- que cuando llegó al CDIAP, remitida por la escuela a causa de un “retraso evolutivo”, hablaba sin parar, pero sin dirigirse a nadie y de manera ininteligible, desplazándose en una deriva metonímica; su sonrisa era estereotipada y continua, su mirada era vacía e ilocalizada, repetía ecolálicamente el final de las frases que se le dirigían, y imitaba en espejo los gestos de quien se dirigía a ella.

El trabajo realizado a lo largo del tratamiento se apoyó, primero, en el efecto de fijación de goce que operaron unos pequeños circuitos que Claudia construyó, en torno a unos pocos significantes ordenados metonímicamente, pero no infinitizados. Una holofrase surgida al inicio del tratamiento, dio lugar a sucesivas declinaciones; cada una de ellas tomó el valor de un decir, de un acto que transforma al sujeto, y que le aporta un saber sobre lo que ya estaba jugado, a partir del cual el sujeto cuenta al final con más versiones del Otro.

La desinserción radical del sujeto psicótico, fuera de todo discurso que haga lazo con el Otro, se reduplica en la infancia en efectos de segregación respecto a los circuitos ordinarios. La educación especial –que en ocasiones es una alternativa a la segregación que puede experimentar un niño muy enfermo mantenido en la escuela normal- puede aumentar la desinserción de un sujeto si es muy temprana o decidida sin un cálculo adecuado.

Los efectos terapéuticos que pronto empezaron a ponerse de manifiesto, permitieron la permanencia de Claudia en la escuela ordinaria, con el apoyo de un trabajo de coordinación e interlocución con su tutora –ámbito este del trabajo en pequeña infancia que requiere también del recurso a una cierta pragmática, a la búsqueda de pequeñas invenciones que permitan que el universal de la escuela aloje algo de la particularidad extrema del sujeto psicótico.

En la segunda sesión clínica, Begoña Ansorena presentó su trabajo con un niño –Alex- también de 4 años, atendido en el CDIAP a partir de la demanda realizada por la madre que, en la entrevista de acogida, hacía referencia a problemas de aprendizaje y dificultades de atención: Alex no está atento en clase ni le hace caso a ella. Sin embargo, en la primera entrevista con la psicoanalista, todo parecía estar centrado en una cuestión médica. A partir de una visita de rutina, su pediatra lo derivó al neurólogo, el cual ordenó un EEG durante el sueño, detectó “alteraciones no paroxísticas”, y prescribió un fármaco antiepiléptico a un niño que nunca había tenido crisis.

A partir del trabajo realizado, se puso de manifiesto que aquella indicación médica respondía, de hecho, a una escena narrada por la madre, a partir de la cual ella se atormentaba con la idea fantasmática de que su hijo fuese a tener algún daño cerebral.

Los excesos y los desatinos en el uso de medicación neurológica y psiquiátrica, incluso en niños muy pequeños, son una penosa novedad que se ha acrecentado exponencialmente en los últimos cinco años, produciendo efectos de desinserción que afectan a un gran número de niños “diagnosticados” -hiperactividad, déficit de atención, depresión…- cada vez más por la escuela o por los propios padres, que en ocasiones acuden al pediatra con el pedido específico de que medique a su hijo.

Después de siete meses de tratamiento, los efectos terapéuticos en Alex eran muy claros para su maestra, que ya no veía en él nada de qué preocuparse. La supresión de la medicación –a partir de una consulta con la neuropediatra del CDIAP- contribuyó también a cierta normalización del lugar de Alex, que dejó de ser un niño con un supuesto “problema cerebral”.

Todo ello contribuyó, sin duda, a amortiguar la incidencia en Alex del fantasma de la madre pero fue, sin duda, el encuentro y el diálogo con la analista lo que le permitió descifrar algo de los significantes que lo inscribían en el Otro, separarse del lugar en el que le ubicaban y, por añadidura, curarse de su inquietud, su no prestar atención y su no hacer caso, que comportaban un claro riesgo de segregación dentro de la escuela.

La tercera sesión clínica estuvo a cargo de Alfredo Ramos, quien presentó el caso de un niño –Joan- derivado al CDIAP por su maestra a los cuatro años y medio, con la indicación de que no se relacionaba con los otros niños, permanecía aislado en el patio, tirando piedritas, y no participaba en ninguna de las actividades de la clase.

En las sesiones Joan comienza a articular y desplegar sus ficciones, en las que pronto aparece “el monstruo” como elemento central, ante el que él despliega estrategias siempre fallidas: ponerle trampas, o interponer puertas y más puertas que le confundan y conjuren el peligro. Esta figuración del Otro –que apenas vela la angustia- remite, sin duda, a la dimensión de lo que es “sin ley”: la versión del deseo del Otro que la madre de Joan encarna para él –la falta de la falta, la boca del cocodrilo- pero también lo real que se manifiesta en la excitación corporal que surge a menudo en sus juegos, portadores de diversas significaciones, todas ellas vinculadas inicialmente a la dimensión anal.

Pronto a finalizar el tratamiento, desde la escuela destacan su mejoría en la participación y en la relación con los compañeros, correlativa de los notables efectos terapéuticos que se han producido. Y es que solo abriéndose a la dimensión del deseo del Otro puede un niño preguntarse por el saber que ese Otro puede ofrecerle y, en el caso de Joan como en el de tantos otros niños atendidos en el CDIAP –o en tantos otros lugares de encuentro de un niño con un psicoanalista- integrarse como uno más en las actividades escolares.

No hay que infravalorar la significación y el alcance de tales efectos, pensándolos solo como beneficios indirectos de la cura que redundan en una mejor adaptación escolar y en un progreso en los aprendizajes. Lo que está en juego siempre es el riesgo de desinserción en aquello que, para un niño de esta edad, es su Otro social: la escuela, los maestros, los compañeros, las tareas. Perder, conservar o recuperar un lugar en ese espacio de inserción tiene siempre grandes consecuencias para el destino subjetivo de un niño.

En el curso 2008-09 que ahora iniciamos tendrá lugar una segunda edición de este ciclo de sesiones clínicas, con el mismo título –La desinserción en la infancia: modalidades clínicas- y la misma orientación hacia el encuentro PIPOL 4.