Crónica: Vigencia del Psicoanálisis en el Siglo XXI. Los Poderes de la Palabra. Lo que el sueño revela. Miguel Ángel Alonso (Madrid)
La segunda conferencia del ciclo Vigencia del psicoanálisis en el siglo XXI. Los poderes de la palabra, celebrada en la sede madrileña de la ELP, fue presentada por el psicoanalista Gustavo Dessal. En el comienzo anunció la pregunta que atravesaría la exposición: ¿Cuál es la vigencia que tiene el sueño en la actualidad? Importante en tanto sabemos que el sueño es tan antiguo como la humanidad misma y que todos los pueblos y culturas se interrogaron acerca de su enigma, de su misterio, además de dar lugar a diferentes teorías al respecto. En esta introducción, Gustavo Dessal ilustró la posición de la que partió Sigmund Freud, desentendiéndose del sueño en su vertiente fisiológica y proyectándose hacia la senda del poema. De ahí la insistencia de Jacques Lacan respecto a la comprensión de Freud, cuando otorga al sueño la relevancia de un texto que toma su auténtico valor cuando se expresa en el contexto de la transferencia.
Graciela Sobral, psicoanalista de la ELP y de la AMP, en el momento actual ostentando el cargo de Directora de la ELP, tituló su exposición: Lo que el sueño revela. Como reafirmación a lo dicho por Gustavo Dessal, inició su exposición leyendo el poema de Borges titulado El sueño:
Cuando los relojes de la media noche prodiguen un tiempo generoso
Iré más lejos que los bogavantes de Ulises
A la región del sueño,
Inaccesible a la memoria humana.
De esa región inmersa rescato restos
Que no acabo de comprender:
Hierbas de sencilla botánica,
Animales algo diversos
Diálogos con los muertos,
Rostros que realmente son máscaras,
Palabras de lenguajes muy antiguos
Y a veces un horror incomparable
Al que nos puede dar el día
Seré todos o nadie. Seré el otro
Que sin saberlo soy, el que ha mirado
Ese otro sueño, mi vigilia. La juzga,
Resignado y sonriente.
Tras el recitado del poema, Graciela desarrolló una exposición sobre el escenario de los sueños desde diversas evocaciones relativas a la antigüedad clásica, hasta otras vinculadas al tiempo actual, conduciéndose por cuestiones tales como los contenidos manifiesto y latente del sueño, los mecanismos de condensación y desplazamiento, la contraposición entre el sueño como formación del inconsciente y los sueños diurnos, la interpretación, el ombligo del sueño como real, los sueños en la literatura, para finalizar con una certera aproximación al estatuto del sueño en la sociedad actual.
Uno de los contenidos específicos de su conferencia tuvo como epicentro el mensaje cifrado que ocultan los sueños, de lo cual se deriva su necesidad de interpretación y la consiguiente aparición de intérpretes de distinto signo. Porque ese mensaje aparece considerado de diferente manera según la época que los encuadre. El interés en la antigüedad se inclinaba hacia las predicciones y augurios respecto al porvenir. En la actualidad, con frecuencia, se le atribuye a sus elementos significados universales, lo cual posibilitaría la confección de un diccionario sobre los sueños. Por el contrario, sostiene Graciela Sobral, desde el psicoanálisis lacaniano se habla de diferentes tipos de sueños desde el punto de vista descriptivo, sueños de castración, sueños de angustia, sueños infantiles, etc., pero lo que interesa de ellos es la singularidad del sujeto, lo que dice en cuanto a la relación del sueño con los diferentes aspectos de su vida. Posición que se encuentra en las antípodas de una universalización del significado de los elementos del sueño.
El terreno de las paradojas lógicas en relación al espacio y al tiempo en los sueños, ocupó una parte de la conferencia. Pues el sujeto puede aparecer en ellos siendo uno y lo contrario, estar vivo o muerto a la vez, pues no rige la temporalidad de la vida diurna ni las reglas de la lógica, por ejemplo, el principio de no contradicción. En este cuestionamiento lógico ilustró también el carácter éxtimo de los sueños, pues el sujeto los siente, a la vez, íntimos y exteriores, propios y ajenos, se reconoce en ellos pero, a la vez, se le aparecen con un carácter extraño.
A continuación, la conferenciante se deslizó hacia un itinerario en el que se situaron tres hitos fundamentales de la historia del psicoanálisis. En primer lugar, la publicación, en 1900, de La interpretación de los sueños como obra inaugural del psicoanálisis; en segundo lugar, el autoanálisis de Freud, en el que descubre que los sueños encierran una verdad subjetiva que, si se escucha, puede ser revelada y dicha; en tercer lugar, la colaboración que encuentra en sus pacientes histéricas, a las que presta oídos para escuchar su verdad cuando situaban en el mismo plano los problemas de su vida y sus sueños. Estos pormenores fueron decisivos en la apuesta freudiana que, finalmente, dio lugar a la invención del psicoanálisis.
¿Cuál es el estatuto que adquieren los sueños en la investigación freudiana? Freud era neurólogo y formaba parte de la comunidad científica de la época. Pero al introducirse en la investigación de los sueños se apartó de la ciencia y eligió el camino del sentido y el sinsentido, es decir, un sentido que admite el sinsentido. Elección inédita pues los sueños quedaban, así, fuera del método científico. Freud se aleja de sus viejos colegas para quedar solo frente a su descubrimiento. De manera que el movimiento freudiano dio a los sueños su verdadera dignidad. En su trabajo analiza doscientos veintitrés sueños, entre los cuales, cuarenta y siete pertenecen a su propio autoanálisis en el que, incluso, deja ver las consecuencias subjetivas que le produjo la muerte de su padre.
¿Cómo se le revela a Freud la tesis de que el sueño es una realización de deseos? Ocurre en el análisis de un sueño propio, el de la inyección de Irma. De donde se deriva, como consecuencia, la interpretación como método para abordar los sueños. Pero no sólo eso. Desde entonces la interpretación será el método propio de la experiencia analítica. En este sentido, la experiencia derivada del análisis de los sueños es fundacional.
Con la hipótesis del deseo inconsciente en los sueños, equipara a éstos a las demás formaciones del inconsciente. Es a partir de esta manera de entender la cuestión, cómo la teoría analítica da cuenta de la estructura del psiquismo humano. Pero no sólo en relación a los enfermos, sino también de la gente considerada sana. Es decir, el método psicoanalítico es susceptible de ser aplicado a todo el mundo.
Un aspecto importante en el que hizo hincapié Graciela Sobral es que el propio método crea la función del psicoanalista, a quien se dirige el relato del sueño, de manera que, al desplegar todas las conexiones que encierra su texto que por sí solo no dice nada el analista esté en condiciones de interpretarlo. De esto se deduciría que si el sueño es la vía regia para llegar al inconsciente a través del dispositivo analítico, el analista, entonces, forma parte del concepto de inconsciente.
Para el análisis de los sueños, Freud propone tomar en consideración cada fragmento, pidiendo al paciente que asocie libremente, pues en lo que diga se revelará su deseo inconsciente. Esta hipótesis se distancia de la universalidad de significado para los elementos del sueño, pues un sueño, incluso el mismo repetido en varias ocasiones, puede tener diferentes significados. Esta forma freudiana de tomar los distintos elementos del sueño, constituirá la base sobre la que Lacan realizará, en los años cincuenta, su lectura estructuralista. Los elementos del sueño funcionan como significantes que se relacionan unos con otros, y su efecto de significación es el propio sujeto. Cuando éste encuentra en el sueño una verdad que lo concierne, queda transformado y llevado a admitir esa verdad de su discurso, con la cual tendrá que hacer algo.
En cuanto a los mecanismos que utiliza el sueño para su formación, G.S. destacó específicamente, los de condensación y desplazamiento, que a la vez que sirven para disfrazar la verdad, también sirven para sortear la barrera de la represión. Porque cuando dormimos, a pesar de que la acción resulta inhibida, esos mecanismos permitirían al sujeto internarse por parajes inaccesibles de su psiquismo sin arriesgarse a llevar las cosas al acto. Lacan sustituirá esos conceptos fundamentales de Freud para describir los mecanismos del sueño a través de la metáfora y la metonimia, dos figuras de la retórica que se ponen en juego en el uso habitual del leguaje. Es decir, lo que Freud descubre en el sueño como mecanismos del mismo, Lacan lo mostrará en el funcionamiento interno del lenguaje.
Para sintetizar la función de estos mecanismos, la conferenciante evocó la hipótesis freudiana de que el sueño está al servicio de preservar el dormir. Los deseos reprimidos inconscientes pasarían en el sueño por la censura. Ella permite que estos deseos aparezcan deformados, de manera que sean casi irreconocibles. Los mecanismos de condensación y desplazamiento colaboran tanto en establecer esta dificultad de reconocimiento de los contenidos inconscientes, como en que el deseo inconsciente sea visible a través de ellos. Estos disfraces permitirían seguir durmiendo en la medida en que los deseos inconscientes están matizados. Pero dejan de cumplir esa función cuando en el sueño aparece algún contenido que contraría el principio del placer, momento en que el soñante despierta.
El siguiente paso consistió en ir más allá de la interpretación de los sueños, un más allá en el que Freud tuvo la intuición de lo real. En los albores mismos del psicoanálisis intuyó que algo no podía ser simbolizado. Freud, que ya había elaborado su tópica: Inconsciente, Preconsciente y Consciente, encuentra lo que llama ombligo del sueño, un límite que no entra en el registro de la conciencia. Es lo imposible para lo simbólico, lo que no se puede incorporar al relato porque, allí, las asociaciones se detienen. Es decir, tuvo la intuición de algo insoportable que interfiere el principio del placer. El ombligo del sueño apunta, por tanto, a lo real. Por este motivo, en 1920, cuando teoriza la pulsión de muerte en Más allá del principio del placer, dedicará muchos párrafos a reformular su teoría de los sueños como realización de deseos, para lo que tomará los sueños de angustia y los traumáticos.
Dos célebres sueños fueron evocados para mostrar los diferentes caminos que puede tomar un sueño. Uno es el de la bella carnicera, el otro es el que encierra la frase: Padre, ¿no ves que estoy ardiendo? Tanto Freud como Lacan hacen un trabajo extraordinario con el primero de ellos. A Freud le permite explicar el deseo como deseo insatisfecho en la histeria, además de la identificación histérica. Lacan, por su parte, explicará la esencia del deseo a través de la metáfora y la metonimia y la distinción entre deseo y demanda, tan productiva en la clínica. El segundo de estos sueños refutaría la teoría del sueño como realización de deseos. El soñante realiza el deseo de alargar la vida de su hijo en el sueño. Pero Lacan observa que apunta a lo imposible, yendo más allá de la pantalla del texto manifiesto. Más allá de él sitúa lo real que insiste, lo que no puede ser asimilado: la muerte de un hijo. Lacan dirá que lo real hay que buscarlo más allá del sueño, en lo que éste ha recubierto y envuelto: la falta de representación. Ese real, más que cualquier otro, gobernaría nuestras necesidades, como bien muestra el psicoanálisis.
El sueño en la literatura fue el siguiente de los capítulos tratados por G.S. Los mostró como la vía regia, en esta disciplina, para poder decir cosas difíciles de decir de forma realista. El sueño sería, de esta forma, un recurso narrativo dentro de la literatura. Trajo a colación el sueño de la mariposa de Chuang Tzu, así como un trabajo propio, Alicia en el País de las Maravillas: el amor y el don de amor incluido en su libro Madres, anorexia y feminidad.
En relación con el aspecto teórico de los sueños, el último escenario consistió en ilustrar la contraposición entre el sueño como formación del inconsciente y el sueño diurno como fantasma. Si el primero es una de las vías regias que permiten desvelar la verdad inconsciente, el sueño diurno, en cambio, como lugar para el sueño despierto, nos alejaría de la verdad subjetiva. Esta sería la oposición entre el sueño como expresión de un deseo o conflicto inconsciente, y el sueño como pantalla que resiste al encuentro con lo real. Cuestión que ilustró fenomenológicamente aludiendo al hecho de haber tantas personas empeñadas en conseguir ciertos anhelos que ayudan al olvido de la verdad reprimida. Fenómeno que se agudiza en la sociedad actual, donde la realidad virtual permitiría acceder a un sueño como fantasma que se realiza y del que es difícil despertar. Podríamos decir que la crisis es un real que nos ha despertado a todos, pero vivimos frente a una súper pantalla de goce eterno, como si la vida fuese un sueño sin ombligo, donde todo es posible.
En relación con la clínica, ¿qué nos dicen los sueños hoy? ¿El descubrimiento freudiano mantiene su vigencia? Lo que se puede decir respecto de la experiencia es que hay pacientes que entran en análisis con un sueño trasferencial, otros comienzan a soñar en el análisis, otros sueñan para el analista, para otros todo se revela en los sueños, al contrario de aquellos que no sueñan nunca o los que les resulta difícil dormir por temor a su encuentro con lo real. Esto nos lleva a una conclusión propia del psicoanálisis lacaniano, y es que cada sueño es singular de cada soñante, y cada sueño ha de ser tratado en su singularidad a través de la asociación libre.
Como colofón asistimos a un extenso y potente debate en el que el público asistente incidió, en gran medida, en preguntas acerca de la tesis del sueño como realización de deseos. Se analizaron en este coloquio, fundamentalmente, cuestiones teóricas y prácticas referidas a las pesadillas, los sueños de angustia y los sueños repetitivos.
Responsables del espacio: Amanda Goya-Gustavo Dessal.