Crónica: INTERVENCIÓN de Jacques-Alain Miller en PIPOL 6. Betina Ganim (Palma de Mallorca)

Jacques-Alain Miller comienza diciendo que tal vez se esperaba de él un comentario que haga de punto de capitón del Congreso. Pero no. Tal vez la opción era abriendo Pipol 7. Tampoco -ya que la propia experiencia de Pipol 6 demuestra que ya no se puede plantear un tema de antemano.

Entonces pensó en la posibilidad de proyectar en la pantalla la ilustración que eligió para el Seminario 6. Un cuadro de Bronzino, “Triunfo de Venus”. Una exaltación del cuerpo femenino.

Se merece estar presente esta ilustración porque fue un enigma para sus intérpretes, nos dice Miller. Algunos pensaron que era el desvelo la propia interpretación.

Es así que decide hacer una reflexión final sobre el Edipo, que abarca de alguna manera este Congreso y el Seminario 6. Después del Edipo no es contra el Edipo, ni anti-Edipo. Es el Edipo vuelto a colocarse en su lugar. Un Edipo freudiano entendido en sus límites.

Lacan llegará a decir que el Padre es un sinthome y que el Edipo no puede dar cuenta de lo femenino. Y aunque no lo dice en el Seminario 6, está en ello, en el camino que lo llevará a abrir el más allá del Edipo.

En este Seminario, la noción del Edipo se presenta en las primeras interpretaciones del deseo del sueño. Cuando se interpreta el primer sueño, se trata de un hijo que sueña con su padre muerto; efectivamente ese padre había muerto pero el sujeto no lo sabía. Freud lo interpretó edípicamente: el padre ha muerto, como deseaba el hijo.

Sin embargo, Lacan no se conforma con esa interpretación, sino que trata de dar alcance a lo que va más allá de ese deseo.

No está tan claro lo del “más allá del Edipo”, pero denota su insistencia en buscarlo. La interpretación edípica es solo la máscara de lo que hay de más profundo en la estructura del deseo. Y lo que hay de más profundo en la estructura del deseo es la cadena significante.

Lacan tiene el deseo de ir más allá del límite edípico de Freud, en una dirección que él formula de manera general recurriendo al concepto de Universal de la cadena significante.

El segundo más allá del Edipo es la relación imaginaria a-a’, haciendo de la confrontación hijo-padre, una confrontación imaginaria: el padre como alter ego del soñador.

Es justamente lo más profundo de la estructura del deseo lo que Lacan en este Seminario va a modificar y perfeccionar. En este principio, el pequeño a es la imagen del otro, el cuerpo propio como objeto matriz del deseo. La imagen que le da soporte al significante.

Este Seminario se ha concebido para ir más allá del Edipo en dirección del fantasma.

El fantasma en su articulación al deseo está más allá del Edipo. Se emancipa del Edipo y se da a valer como un hecho de estructura. Y llama la atención lo que falta: la metáfora paterna.

Lacan hace entrar al fantasma en el sueño. El significado del deseo no se satisface al ser abordado en el sueño; hay que abordarlo por la fórmula del fantasma.

La teoría del deseo se corta de raíz por el propio Edipo, cuando el deseo que teoriza Lacan es el deseo sin objeto propio. Su objeto es el soporte de una metonimia esencial.

Se pregunta Miller ¿tiene objeto el deseo? ¿O el deseo es metonímico? Lacan dice aquí que el deseo es metonímico; un deseo regulado por el fantasma. Es decir, de una relación del sujeto con el objeto.

Cuando Lacan pone el objeto fantasmático como factible de convertirse en causa del deseo, ya no era como objeto del deseo.

Es así que la solución de Lacan para salir de la contradicción del Seminario 6, es que el objeto es el motor del deseo, no su diana.

Entonces, la problemática del deseo es estructural. En el Edipo, la estructura está velada por el mito. Tenemos entonces que el Complejo de Edipo es un mito y el Complejo de Castración es estructural.

En la teoría del Edipo, la Ley está relacionada con el Padre, consustancial con el lenguaje.

El Edipo se cuestiona con Hamlet, y Lacan encuentra su referencia en Freud.

Pero Lacan saca más que Freud con Hamlet, estableciendo una disimetría entre uno y otro: Hamlet está en la procrastinación del acto; Edipo pasa al acto sin saberlo. Y en ambos hay una posición diferente respecto del saber.

Dice Lacan que a partir de esta respuesta debemos dar una fórmula que permita entender el significante de la falta en el Otro. Que el lugar donde descansan los significantes carece de algo. El gran secreto es que no hay Otro del Otro. Un enunciado famoso, por cierto. Y hay que situarlo en el contexto adecuado en Hamlet: el Rey de Dinamarca.

Para entender lo que es el Otro del Otro, dice Miller, hay que leer el Seminario 5 y “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”.

Lacan la utiliza como equivalente del Nombre del padre, como significante de la ley inscripta en el lenguaje. Y el Otro de la ley, y el Otro del lenguaje, es el Otro del Otro del lenguaje.

El gran secreto a partir de Hamlet es que no hay Otro del Otro. El Otro está agujereado.

Lacan no se detiene arriba a la izquierda en el grafo. Ese Otro está barrado y la flecha sigue hasta el fantasma. Esa es la distancia que Lacan ha ganado en la preparación de este Seminario.

A (Otro) se sitúa en S(A), y el a es el objeto del fantasma. Lacan no dice para nada que desvaloriza lo que acababa de decir el año anterior respecto del Nombre del Padre, en el Seminario 5.

Pero ¿Por qué hizo silencio? ¿Para no cerrar tan pronto la cuestión?
Para terminar, Miller sitúa que al final del Seminario 6, el objeto del fantasma (a) no es el cuerpo propio, sino los objetos pregenitales. Y hay una báscula al cambiar de identidad el objeto.

En el Seminario 7, demostrará que el lugar principal ya no es ocupado por el Nombre del Padre, sino por la Cosa, que viene al lugar del Nombre del Padre.

En el Seminario 8, es la transferencia como objeto a.

En el Seminario 9, se trata de la función idealizante del significante.

En el Seminario 10, es la angustia y la lista de los objetos.

En el Seminario 11, se explica que no hay Otro del Otro. No hay Nombre del Padre, sino a lo sumo, “nombres del padre”.