Creer que se cree*.Por José Ángel Rodríguez Ribas (Sevilla).


Creer que se cree*.

Un fugaz pero intenso acontecimiento mediático ha irrumpido en esta acogedora y últimamente lluviosa ciudad. El III Congreso Internacional de Pedagogía Sistémica (1) (Constelaciones Familiares) ha tenido lugar los días 26-29 del presente noviembre. Su ”pope” es Bert Hellinguer. De él se dice en el folleto de presentación:”Nació en Alemania en 1925. Estudió Filosofía, Teología y Pedagogía y se formó en psicoanálisis, en dinámica de grupo, en terapia primal y en métodos de hipnoterapia. Posteriormente se acercó a la terapia Gestalt y a la PNL. Descubrió los órdenes del amor y fue el creador de la terapia sistémica fenomenológica conocida como constelaciones familiares. Actualmente es uno de los terapeutas más sobresalientes, innovadores y relevantes a nivel internacional”.

Con una asistencia de cerca de 800 personas (la mitad fuera)su conferencia inaugural atrajo a un público variopinto de todas partes del mundo y dedicaciones diversas: profesores, psicólogos, arteterapeutas, tarotistas, dramatistas, profesores, gestaltistas, etc. Donde muchos destacaban: la “rapidez, intensidad, eficacia y práctica ausencia de contraindicaciones”(2)de su abordaje. La e-moción, comprensión y un toque “místico” acompañaron todos los actos e intervenciones.

Traigo a colación este suceso, que no es banal ni mucho menos aislado, para ponerlo en serie con el ya clásico texto de G. Vattimo(3) y la reciente aparición del “Porvenir del Psicoanálisis” ,perdón, del “inconsciente”(4) de J. Alemán.

En el primer escrito, la secularización postmoderna iría acompañada por la petición de menos “servidumbre”, de un Jesús más hermano y amigo, compasivo y caritativo con comunistas y homosexuales. Conciencia religiosa como lo “totalmente” Otro. En el segundo y a partir de unas consideraciones sobre la angustia, se apunta a que la arrogancia de lo Uno y el declive del NP, no han traído, como se pudiera suponer, un aflojamiento del super-yo. Antes bien, la cara “gociferante” en la propia ambivalencia de la Ley es la manera particular en que el flujo rizomático del Discurso del Capital (5) sin fisuras, fronteras, ni fallas donde alojar al Otro, acogota al sujeto hipermoderno en una perpetua renuncia sin pérdida alguna.

De ahí, se coligen las evidentes respuestas de las “Psico-neurologías” y/o “psico-teologías” como una, por un lado, búsqueda de sentido a la falta-en-ser de la ex-sistencia en su triple condición “paradojal, imposible y arrojada” y de otro costado, una petición de perdón y de “liberación” del imperativo categórico del “gosoy” del Uno-Todo de la Técnica.

La parafernalia de “psico-mercancías” (y de “psico-adictos”) donde ciertos (neuro)psicólogos parece que ejercen de médicos (llegando a la petición de prescribir psicofármacos) o “facilitadores” que se autorizan de(pseudo)psicoterapeutas sin certificado oficial, ni falta que les hacen, muestran el declive de la misma psicopatología, decadencia que corre paralela al de la propia ciencia y que muta en lugares comunes, donde las letras de la bioquímica molecular casan con las sagradas escrituras de los mitos ancestrales de las identidades nacionales, deportivas y religiosas y que alojaban la genealogía del parlante, sexuado y mortal.

Redoblando, en consecuencia, la alienación sacrificial en algunos casos o proporcionando el tedioso confort -“feliz”- omnicomprensivo de la debilidad mental en otros. No. Definitivamente, las terapias cognitivo-conductuales y sus evaluaciones no son “tan sólo” los efectos, a desenmascarar, del discurso utilitarista imperante. Las nuevas y masivas “psico-religiones” del cuidado de sí ni mucho menos les van a la zaga.

Los analistas lacanianos orientados por y desde lo real, vamos a contrapelo de las posiciones tradicionalistas (vuelta a ley del Padre, Creacionismo teo-darwiniano), hedonistas (“hic et nunc”, muerte de las Utopías) o neuropsicoanalíticas (forzada y oportunista hibridación de lo simbólico con las neurociencias) tal y como hace no mucho enunció J. A. Miller.

Pero dicho “contrapelo” parece que no va, sin acarrear cierta dosis de perplejidad (el saber, el pensar, la con-versación ya no orada la cosa), desengaño (aunque sea este de la buena manera) y alguna que otra “nostalgia progre” del tiempo donde el Logos tuvo un valor de uso en la economía libidinal del sujeto ilustrado.

Con lo que, a propósito de lo expuesto, quedaría abierta la reflexión que propicia la anterior serie. ¿Cuál sería el semblante que conviene a la dignidad que la Cosa hipermoderna nos reclama?, ¿Cómo transmitir la extimidad fronteriza del psicoanálisis sin ceder en la “simpatía” (G. Dessal) por el síntoma y la angustia (ya de por sí antipáticos)?,¿Como dejarse engañar, consentir, a un “nuevo decir” (“significantes vacíos” los llama E. Laclau)-que no sea pleno de goce-sentido- en los tiempos de la clínica de los des-a-nudamientos?

Resumiendo: ¿cómo inventar un amor diferente por el Otro del Lenguaje, en tanto saber-hacer-ahí con un “Creer en la Suposición del Saber”? (6). Una respuesta: “Otro (estilo de) goce es posible”.

José Ángel Rodríguez Ribas (Sevilla)
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Referencias.

1.-Tríptico del programa.
2.-¿Regular las “Psicomercancías?: El analista “con-versador”. José Ángel Rodríguez Ribas. LGC. Nº.30. nov.05.
3.- Creer que se cree. G . Vattimo. Ed. Paidós. BCN. 96.
4.- El porvenir del Inconsciente. J. Alemán. Ed.Grama. BBAA.06.
5.- Derivas del discurso capitalista. J. Alemán. M. Gómez Ediciones. Málaga.04.
6.-Acá quiero referirme tanto a la suposición de saber que el analista encarna, como, a que el propio saber conlleva
en tanto saber, su propia suposición de Suposición. Es lo que hace que el saber no devenga conocimiento.

*Notas para la sesión de presentación del “Curso de Fundamentos del psicoanálisis” de la Sede de Sevilla de la ELP.