CONVERSACIONES EN LA BIBLIOTECA, 1ª, -BOLBilbao-. Pablo Villate (Bilbao)

El pasado 24 de junio, mantuvimos en Bilbao la primera de las “Conversaciones en la Biblioteca”. Conversaciones que aspiran a hacer resonar en la BOL algo del encuentro con el psicoanálisis y del modo en que su operación permite y apuesta por lo más singular de cada uno como factor de vinculo entre los seres-hablantes, aún en medio del caos, de las alienaciones y de las segregaciones propios de cada época.

Los dos colegas, miembros de la ELP y AMP, que nos invitaron a conversar alrededor de su elaboración, coincidieron plenamente en mostrar esa perspectiva.

José Ignacio Ibáñez, haciéndola notar ya de entrada, sostuvo que, pese a que el sistema público de salud mental excluye el psicoanálisis y la hipnosis como modos de abordaje clínico, “Un psicoanalista en la institución” (tal como titulaba su intervención) puede tener muy claro cómo manejarse en medio de las posibilidades y dificultades institucionales, precisamente por tener muy claras las consecuencias que pueden sobrevenir al mantener como criterio clínico la servidumbre con lo que esté considerado y calificado como lo normal.

A modo de ejemplo, y también desde su recorrido en el espacio de la Comunidad del País Vasco dedicado a Pipol V, comentó los puntos cruciales de una serie de casos atendidos en su calidad de responsable del módulo de Asistencia Psicosocial de Cruces, Baracaldo, en los que podían notarse tanto la atención y los efectos en los sujetos al notar que alguien escuchaba lo que hace signo en sus síntomas, brindándoles de ese modo el acto de dar lugar a la chifladura de cada uno.

Fue un placer especial recibir la visita de Chus Gómez quien, desde su labor desarrollada como jefa de sección del Hospital Dr Cabaleiro Goás en Toén, Ourense, abrió su aportación a la conversación con una cita de Nietzsche, sugiriéndonos cómo surgen las palabras que valen a los sujetos. Y también Chus salió al paso de esas derivas clínicas e institucionales que consideran que lo normal ha de ser la norma para todos y además entendida como ausencia de síntomas; de lo cual nos transmitió un ejemplo institucional en el que se mostraba hasta qué punto puede existir “La locura de lo público” (términos con los que tituló su presentación).

El giro que pudo y supo inducir, del que también dio cuenta en ese ejemplo, mostraba su apoyo en el discurso analítico y su apuesta ofreciendo a los sujetos una renovación de su pacto con el propio síntoma. Tratando así “con” el loco en vez de tratar “del” loco, de ese modo nos “presentó” una serie de encuentros con ellos y del efecto en su decir y en sus dichos, como perlas ejemplares mostrando la pertinencia de su recorrido o del calado de su experiencia: “cada uno habla su lengua”; “ser loca sin dejar de ser persona”; “lo espiritual: herida de la realidad”; “hoy sí puedo!” le respondía alguien saliendo de un mutismo de semanas enteras; o hallazgos como el de la mujer sensible a una frase evangélica que optó por adoptar una serie de perros en la seguridad de que gracias a ellos los niños se acercarían a ella.

La conversación discurrió principalmente alrededor del punto en que el clínico trata casi simultáneamente con la institución y con los sujetos acogidos en ella, pues una misma circunstancia implicaba en bastantes casos ambos lados del encuentro asistencial. De este modo cuestionamos en general los modos de hacer en las instituciones de salud mental, entendiendo que, en lo posible, cabría planteárselo clínicamente, transitando entre las posibilidades y la necesidad de decir “sí” o decididamente “no”, según lo que se esté jugando en cada situación.