Cartas de aLmor. Aperiódico de las XI Jornadas de la ELP. Nº 7 y 8. Eugenio Castro, Fernando Martín Aduriz, José R. Ubieto, Josep Sanahuja, Gloria Flores, Oscar Ventura, Daniel Cena, Araceli Fuentes, Ana Lía Gana, Mónica Unterberger, Gabriela Mistral.

COMENTARIO
Eugenio Castro

El Premio Nóbel de Literatura 2012 Mo Yan que en chino significa “No Hables” es el pseudónimo que eligió el llamado Guan Moye. Ese nombre con el que firma sus escritos se lo puso cuando su madre le reconvino: “¿Cuándo pararás de hablar a solas?”. La madre estaba asustada porque un día lo halló hablando con un árbol. “Yo no podía dejar de hablar, así de sencillo”. Ahora que estoy en plena madurez, las palabras han empezado a disiparse, lo que ha debido llenar de tranquilidad al espíritu de mi madre…”.

Esa verborrea sustituía como goce a la imposible comida en la época de la hambruna de la China de los años sesenta. Pero cuando escuchó la historia de alguien que por ser escritor podía comer tres veces al día tres platos de esas albóndigas rellenas llamado jiaozi, decidió ser escritor. “No me importaba un comino mejorar el mundo a través de la literatura. Mi motivación era mas primitiva: ardía en deseos de comer bien".

NO-Hables ha escrito un cuento de amor de un adolescente de 15 años que despierta a la sexualidad enamorándose de una joven diez años mayor que él. El amor fue en acontecimiento del cuerpo como nudo en este encuentro con la joven He Liping y como en el Dafnis y Cloe de Longo con las indicaciones de un anciano, el viejo Tercer Guo que le orienta unas veces de forma equívoca y otras sin duda obscena. A estas últimas Junior, el adolescente, replica pudoroso al anciano con el nombre que se ha dado: “No hables”.

El adolescente se orienta con los señalamientos del Tercer Guo y los signos de la naturaleza que le muestra el acoplamiento de un ganso y una pata. De nuevo aparece el pudor en Junior “avergonzado por la protuberancia en sus pantalones” pero también en He Liping. Esos signos de amor y deseo son recibidos por la joven que acepta de su amante el don de una zanahoria. Se alejaron entonces al campo mas alejado para sembrar el mijo. Tuvieron gemelos.

No estamos aquí ante una historieta de aquí te cojo y aquí te mato, sino de algo más digno en donde el amor condesciende con el goce por el deseo sin hacer cortocircuitos que fundan los plomos de la vida. El adolescente quiebra el muro del amuro y aparece el deseo.

Contrariamente a la máxima de Catón, “concordia nutrit amorem” se ve que es todo lo contrario: “discordia nutrit amorem”. Discordia como “diferencia” en el Lacan de 1966, como “No hay…” en 1971. Esta máxima de Caton campea en la Casa de la Concordia de Salamanca en la que antes se denominaba Casa de las batallas por las guerras entre dos familias rivales en la ciudad de piedras de oro. La discordia entre familias, el odio como lo más verdadero de la concordia del amor.

Disimetría, discordia, diferencia, decepción, cambio de discurso, lo “heteróclito del sentido”, Polifemo, el equívoco, en fin, fundan y funden el amor.

L’ une bevue c’est l’amour, s’aile a mourre. La mourre no es solamente el juego de adivinar los dedos escondidos de la pareja del juego, acertar en la cifra de goce inconsciente de la pareja. Es también otra cosa. Es la Murra (Bloch & Warburg, Littré), los montones de piedras como hitos de amor de los peregrinos que depositaban una piedra como signo de su paso hacia Compostela, los llamados milladoiros. Lacan que en dos ocasiones visitó “a mi santo patrón”, con l’amour-la mourre (El amor-la morra-la murra) nos orienta hacia otro Jacques dando jaque a san Iago con el amor del equívoco, de l’una bevue, del inconsciente.

María Zambrano en “Dos fragmentos sobre el amor”, escribe algo que viene como anillo al dedo para el amor del adolescente actual: “Una de las indigencias de nuestros días es la que al amor se refiere. No es que no exista, sino que su existencia no halla lugar”.
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El envío de los textos para Cartas de Almor: Eugenio Castro: eugeniocastro@telefonica.net y Oscar Ventura: o.ventura@arrakis.es

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AMORES ADOLESCENTES
Fernando Martín Aduriz

Si seguimos los desarrollos de Adolescencias por venir[1] las adolescencias, múltiples y diversas, pueden ser vistas no como una etapa del desarrollo, o como ese momento cronológico entre la infancia y la vida adulta, sino como un discurso que puede enunciarse con diversos enunciados, y singulares enunciaciones, en distintos momentos de nuestra existencia. Un discurso, el adolescente, que conlleva una serie de rasgos que podemos extrapolar de nuestra práctica clínica y de la historia.

El nuevo amor encontrado al finalizar la experiencia analítica ha sido señalado como un amor libre de parásitos[2], serie sorprendente, pero en la que podemos también destacar como uno de los rasgos del discurso adolescente acerca del amor, su fugacidad, su gusto por el instante, y en cierto modo libre de esos afectos que parasitan el nuevo amor, tal y como también señala Esthela Solano, el reproche, el chantaje, la posesividad narcisista, la culpa y el odio.

La adolescencia puede leerse como una clínica del amor. El amor que acontece en el instante, breve, el amor fugaz, lleva la marca de la búsqueda. Las aventuras amorosas adolescentes, formadoras del deseo, cuando bajan de las nubes de la imaginación y son experiencias de amor de carne y hueso, conllevan ese progreso que consiste en dejar de efectuarse en el fantasma, allí donde el objeto permanece sin tocar. Son una apuesta y un riesgo: primer amor y primer dolor.

Pero esa fugacidad, esa instantaneidad, ese vivir ese momento único da al amor adolescente el marchamo de nuevo amor, de amor sin las marcas de la repetición, amor inefable y sorpresivo, edad cronológica a la que se presente, a los 15 años o a los 40.

Es un amor adolescente si no va acompañado de la responsabilidad del acto, sino que es pura acción –se sabe que los adolescentes hacen mucho pero pasan poco al acto, por eso es un amor inexplicable y del que es difícil dar cuentas-.

En el encuentro adolescente con el otro sexo vemos dos momentos, primero el despertar y segundo el trauma, tal y como Lacan muestra en el “Prefacio a El despertar de la primavera”[3] , la obra del dramaturgo Wedekind: “…sin el despertar de sus sueños…”, y “que el velo levantado no muestre nada, he ahí el principio de la iniciación”… Dos momentos lógicos que sustraen la idea de adolescencia como linealismo de la académica y evolutiva psicología, el primero denotando Lacan el ‘hay relación sexual’, y marcando el segundo la irreductibilidad del goce, el ‘no hay relación sexual’.

Dos momentos que, vividos, dejan huella en la agenda amorosa adolescente.

Los desajustes en los amores adolescentes precisamente proceden de la imposibilidad de librarse de los viejos parásitos que contaminan la experiencia amorosa y la hacen irrespirable, señalaré dos muy comunes, los celos o la moral de propietario. Pero sobre todo la imposibilidad lógica de aceptar el final de un amor. Así, el sufrimiento adolescente es máximo cuando no se acepta esa fugacidad del estado amoroso. Un graffiti adolescente en el muro de una vieja fábrica palentina lo expresa mejor: “Tú y yo a 3MSC siempre. Eres la princesa de mis sueños encantados”. Obsérvese el ‘siempre’. Ya Stendhal habla de temblor cuando se puede “perder” al enamorado[4]. Pero temer perder es el nombre de la baja calidad del amor, por eso intento igualar el amor adolescente que no persigue ni el siempre ni el temer perder, como ese nuevo amor al final de un análisis, al decir de Estela Solano, amor que se satisface del instante, como puro instante de vida y de don.[5]

Montaigne en sus Ensayos[6], (como Lacan y su “Carta de almor” en Encore), une amor y alma: “¡El amor! Es el ala que Dios ha dado al alma para que pueda subir hasta él”, pero no sólo en la adolescencia se ama con toda el alma, otra característica de los amores adolescentes es que necesitan de la letra, y de la manifestación pública de su amor. Antes en el Pont des Arts en París, o en el Ponte Milvio de Roma se podían leer algunos "candados de amor", inscripciones de parejas de enamorados con su nombre en un candado y que se ataba a la valla de hierro del puente, significando a su vez lo eterno de ese amor, lo imposible de romperlo, tal y como se puso de moda tras la novela de Federico Moccia, y sobre todo su versión cinematográfica. Como en la pintada palentina, el candado es la fiel demostración de que los enamorados necesitan publicitar su amor, vía tuenti, vía diario [7] , necesitan de la escritura, tanto como proclamar ante testigos su inextinguibilidad. De hecho históricamente hay ejemplos, amores adolescentes como el de la joven Eloísa y Abelardo, bella historia de un amor medieval[8], con pasión y drama, que van a necesitar de la correspondencia y la escritura hasta el final para ser perennes.

Pero un buen amor adolescente, un amor nuevo, se muestra en su fugacidad. También cuando puede llegar a ser relatado al psicoanalista intentando convencerle de que tre metri sopra il cielo es un buen lugar para vivir, cuando a) se está enamorado y b) se enuncia el discurso adolescente.

Notas:
1. MARTÍN ADURIZ, F., (compilador), Adolescencias por venir, Col. ELP-Gredos, Madrid, 2012.

2. “como si el amor se depurara de una corte de afectos que lo parasitan” es la expresión de Estela Solano en http://www.elsigma.com/entrevistas/entrevista-a-esthela-solano-suarez/12039

3. LACAN, J., Otros escritos, Paidós, BB.AA., pp. 587-589.

4. STENDHAL, De l’amour, De Cluny, Paris, 1938. Ver p, 142, cuando habla de Roxanne y los celos femeninos.

5. Entrevista a Estela Solano: http://www.elsigma.com/entrevistas/entrevista-a-esthela-solano-suarez

6. DE MONTAIGNE, M., Los Ensayos, Acantilado, Barcelona, 2007. Hay varias referencias a la adolescencia. Destacaré una, muy aguda, que usa de las Tusculanas de Cicerón: “¿por qué no se ama ni al adolescente deforme ni al anciano hermoso?” (p. 248).

7. Un diario de una adolescente italiana, Melissa Pinarello, de dieciséis años fue best-seller por su fuerte erotismo, sin embargo hay un momento en su diario donde expresa que es amor lo que busca: “Quiero amor, diario” (p. 13), ver MELISSA P., Los cien golpes, Poliedro, Barcelona, 2003.

8. PERNOUD, R., Eloísa y Abelardo, Austral, Madrid, 1973.

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EL TABÚ DEL AMOR
José R. Ubieto

J-A. Miller plantea la acción lacaniana como una interpretación, más que un ataque o una defensa, del malestar contemporáneo. Hay que hablar la lengua del otro para decirle lo que no quiere saber del real que emerge en los “síntomas sociales”.

El asesinato, hace unos días, de la niña de 13 años en Albacete ha resucitado un viejo debate a propósito de la llamada violencia de género. Las encuestas sobre adolescentes ponen de manifiesto la pervivencia, en algunos grupos, de una idea del amor romántico que los lleva a creer que los rasgos celotípicos de sus parejas - y la violencia que a veces comportan- son signos de una pasión por ellas. A pesar de ello los “expertos” niegan indignados el uso de la palabra amor para hablar de esta violencia, aunque sea con epítetos como patológico o obsesivo, ya que su benevolencia, dicen, “dulcifica el drama y el crimen”.

Tampoco parecen tener en cuenta la clínica y la práctica de muchos profesionales que constatan en mujeres jóvenes y adultas los afectos jugados en la relación al partenaire, esos signos de amor que nunca llegan. La única explicación posible, para ellos, es el ejercicio del poder del “hombre que impone su mando y su violencia machista”. Hablar de amor es pues un tabú, y debe quedar fuera del discurso políticamente correcto en materia de violencia de género.

Lacan nos da indicaciones precisas para interpretar este fenómeno cuando habla del estrago en la relación madre-hija que consiste en una fijación a la ligazón-madre preedípica, figura maternal todopoderosa. A eso se refiere con lo que llama esperar subsistencia de la madre, es decir, no soltarse de esa posición. No abandonar la ligazón-madre es quedar condenada a la decepción y la hostilidad.

Como describe muy bien M. Duras en su novela El Amante: “Mi madre, mi amor, mi increíble pinta con las medias de algodón zurcidas por Dô, en los trópicos sigue creyendo que hay que ponerse medias para ser la señora directora de la escuela, vestidos lamentables, deformados, remendados por Dô (…) nos avergüenza, me avergüenza en la calle delante del instituto, cuando llega en su B. 12 delante del instituto todo el mundo la mira, ella no se da cuenta de nada, nunca, está para encerrar, para apalizar, para matar. Me mira, dice: quizás tú te salgas de eso. Día y noche la idea fija. No se trata de que sea necesario conseguir algo, sino de que es necesario salirse de donde se está”

Como el marido hereda esas malas relaciones, encontramos aquí otra forma del estrago cuando la mujer accede a ocupar el lugar de objeto del fantasma del partener-estrago sin “límites a las concesiones que una mujer puede hacer por un hombre”. Este sacrificio de la mujer tiene sin duda un beneficio identitario claro que la hace además única para su partener. Ese es el drama que escuchamos en muchas mujeres maltratadas. Esa exigencia de ser amada como la única, infinitiza la espera de un signo de amor que nunca llega y que a veces desemboca en lo peor. Aquí el ser amada anula su castración, su soledad en el goce femenino.

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AMORES ADOLESCENTES
Josep Sanahuja

A menudo nos encontramos con que los jóvenes de hoy se ríen de aquellas maneras de vivir el amor y la sexualidad que Freud describía sobre Dora. Es cierto, constatamos que hay cambios en los comportamientos sexual y amoroso. Hay una tendencia a pensar que las formas y los semblantes que toman la relación con la sexualidad de los jóvenes y adolescentes de hoy vienen marcados por los condicionantes de época (consumo, prisa, permisividad, etc.). En poco más de un siglo, a la banalización del amor hay que sumar la frecuencia y la cantidad de las relaciones sexuales, lo que para algunos es muestra de cómo el orden erótico se ha plegado al orden económico.

Pero un diagnóstico rápido, basado en un estallido del goce y la inestabilidad afectiva, es una simplificación. Recordemos que Lacan habla en Televisión, del fastidio y la pesadumbre, a propósito de los jóvenes que se entregan a relaciones sin supresión. La pretendida libertad sexual esconde en realidad una defensa: poner el sexo a la altura del consumo, por ejemplo, es una manera de programar la no relación. Lacan acentúa que los impasses de la sexualidad no vienen de la prohibición sino del real en el traumatismo del encuentro, con la no relación. Señala un contrasentido respecto la represión, y es que la represión no recae sobre la práctica sexual sino en el bien decir sobre el sexo que es imposible.

Este problema está introducido en la primera lección del Seminario 20, con la fórmula “el goce del Otro no es signo de amor”. Esto es, el goce no hace relación, y por esto no le dice nada al sujeto.

Es cierto que en los tiempos actuales la no relación aparece más crudamente, a cielo abierto. Pero esto no cierra todo el asunto, puesto que no todo en el parlêtre responde a este registro, están también el deseo y el amor, que se sostienen en el Otro y se dirigen al Otro. Será por la vía del signo que puede abrirse el camino. En la medida que el signo se dirige a alguien, puede provocar el deseo, lo que es el principio del amor.

Lo importante del amor es el signo. El signo, en el campo de la transferencia, puede ser tomado como un equívoco de la pregunta del sujeto, un medio por el cual se interroga sobre su ser. La transferencia, que se produce en el marco del lenguaje, abre el camino al inconsciente como un campo abierto al decir, hasta “decir cualquier cosa” que a su vez va a demostrar imposible, en tanto se atraviesa algo que se percibe como síntoma, algo sintomático de lo real.

Cuando se escucha a los adolescentes muchas veces se hace patente que hay una dificultad para poner palabras a lo que está pasando. Se aprecia a menudo que están próximos a la dimensión del actuar, a punto para encontrar allí una solución a la angustia. Por eso pueden poner en cuestión la palabra, y cuestionar para qué sirve hablar. Una vez más la respuesta está en la transferencia, como artificio que en el discurso analítico se usa para atrapar el inconsciente.

El psicoanálisis le toca recordar lo real. Ofrece para ello como alternativa una experiencia en la que el hablante tiene la oportunidad de amar a su inconsciente, y operar con ello una mediación para que el goce condescienda al deseo. Aunque lo simbólico es siempre débil, hay la posibilidad de restaurar la conexión con lo real a través del amor.

En efecto, cuando Lacan dice que el psicoanálisis promete aportar una novedad en un campo que es el del amor, nos equivocamos cuando pensamos que hay que esperarlo, porque ya está ahí, es el mismo amor de transferencia. Es nuevo a causa del nuevo objeto que le atribuye, el sujeto supuesto saber en la forma del analista. Un partenaire que tiene la “oportunidad de respuesta”. Se trata de un amor cuyo resultado va a ser la producción de saber, no al final sino paso a paso. Y además, añade, que con ello demuestra un real propio de la experiencia analítica.

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RAPEANDO CON AMOR o LOVE ACTUALLY?
Gloria Flores

“Visione del silenzo, angolo vuoto, pagina senza parole, una lettera scritta suppra il viso, di pietra e vapore, Amore, inutile finestra”
Michelangelo Antonioni

El género musical de los que adolecen, es decir los llamados “adolescentes”, es el “Rap” o también llamado “Hip-hop”, aunque algunos diferencian claramente entre ambos. Ante nuestras Jornadas decidí introducirme por la Red a la búsqueda de las letras raperas que hablan (y mucho) del AMOR. El amor está “en-red-hado” en las entretelas cibernéticas de millones de maneras diferentes, lo cual no hace la búsqueda tan aburrida.

Me gustaría compartir con vosotros las sublimes letras de este género que viene de las prisiones americanas. En primer lugar la canción “Mis días sin ti” que dice: “Me hablas del sexo y de tu pasión, no de un futuro echado en un sillón, viendo la televisión” (recomiendo “rapearla” puesto que así leída es aquello que llamábamos en bachillerato un “ripio”).

En “Amor Libre” (que nada tiene que ver con lo que gritaban en mayo del 68) se canta: “Sigo siendo libre, nada es complicado a tu lado, tú me haces libre, estoy irreconocible desde que te conocí, más vivo y más sensible. (…) Porque te quiero por encima de cualquier pero, más allá del poderoso caballero don dinero. Tú renaces al amado y adormeces al guerrero… Haces que solo sepa hablar con el corazón primero, y te quiero, ERES LA LUZ DE MI AGUJERO, la manta que me arropa en este frío mes de enero, eres la más linda flor que vi crecer en mis tierras, la luz y la paz de un reportero de guerra (…) tan solo déjame escribirte, retratarte, rescatarte de la nada siempre que estés triste (…) por favor, mantente cerca de este constructor de puentes con don de gentes y que hace el amor con las mentes, de este demente que tendrás enfrente(…) tu amor me hace libre, y así es tu amor y con tu amor respiro, todo tiene sentido, incluso la muerte después de este amor vivido (…) y hoy le canto al amor, al amor loco, AMOR DE MI POR VOS Y DE VOS POR OTRO, AMOR DE UN ENCUENTRO, AMOR BENDITO, AMOR EN BRUTO, AMOR DE UNA VIDA O DE UN MINUTO. Es lo mejor que he encontrado. El rapero se llama Nach. La mayoría es de lo más “cursi” (utilizando un significante muy de mis padres).

Youtube está repleto de los significantes “romántico” y “amor”, hasta la saciedad. Lo más gracioso en mi búsqueda es que algún despistado/listo había introducido una canción rapera como romántica/de amor de Kae O. que se titula “Ke no hay alcohol”. Mejor con el objeto botella, pensó el joven. Otro de She&Elena titulada “A 700km”, siempre mejor a distancia, pensaron ellas. Sí, así es: “El amor es una gran valentía ante el fatal destino” decía Jacques Lacan.

Buon divertimento fino A Coruña.

Gloria Flores Ramírez (rapera a tiempo parcial… Como está la cosa, ¡colegas!)

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EDITO
Oscar Ventura

Una semana resta para que el amor, atravesado por el discurso analítico, nos revele algunos de sus destinos. La comisión científica ha concluido su trabajo. El programa está confeccionado y ha sido distribuido por la lista de la Escuela. Todo está a punto para que a partir del viernes 9, A Coruña haga propia esa escansión anual que reúne al conjunto de la Escuela en torno a las Jornadas. Mientras desde aquí hasta allí continuamos con las cartas.

El tiempo y el amor son una pareja necesaria. No es concebible un amor sin la referencia al tiempo. Algunos lo piensan eterno, otros quisieran detenerlo justo en ese instante, otros se dedican a contar las horas... Siempre, como telón de fondo el tiempo se cierne sobre sobre la experiencia del amor como una amenaza, se teme que el tiempo lo desgaste, muchos se empecinan en la imposible tarea de tratar de recuperarlo, hay quien también enloquece en la espera de su llegada...

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo... El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo."* escribía Borges como testimonio, -no hay demasiados-, de una de las contadas ocasiones en la cuál el amor por una mujer se le volvió acontecimiento. Roland Barthes** por ejemplo esperaba una llegada, una reciprocidad, un signo prometido, Lacan le responde: que aunque sea recíproco el amor es impotente porque ignora el deseo que no es más que el deseo de ser Uno***. Tiempo incontable sin duda el de los Unos.

No obstante la erótica que el tiempo implica constituye un fundamento de la experiencia amorosa. Formaliza la ausencia que lo vuelve posible. Todo indica que el tiempo del amor no conviene que sea efímero, más bien se piensa que eso debe durar para que se vuelva experiencia. Pero cabe preguntarse hasta que punto podemos seguir sosteniendo este fundamento en la época en que la ciencia ha operado una pragmática definitiva sobre el tiempo. En el que va consumando su reducción. Y efectivamente, los lazos que se constituyen sobre esta reducción del tiempo parecen no ser solidarios con los intervalos necesarios que ofrecen al amor una consistencia. Al producir un relevamiento sobre la historia científica del tiempo Jacques Alain Miller se pregunta si cuando observamos este paso de la historia científica del tiempo, hay o no una forclusión del tiempo. Uso esta palabra con precaución, pero es lo que la espacialización científica del tiempo parece implicar****.

Y efectivamente, las formas en que el lazo social se construye en la contemporaneidad implican esta reducción del tiempo operada por el discurso. Y en lo que concierne al amor lo empieza a dejar a merced de una escritura extraña. Cada vez con más frecuencia el amor parece alejarse de las variables que el buen uso que la dimensión del tiempo le imponía. Como botón de muestra basta con pensar el momento de la espera por ejemplo, esa condición necesaria del tiempo que vuelve al amor silencio, ausencia, incertidumbre... La espera, para decirlo rápido, es lo que el sujeto moderno soporta cada vez peor de una manera general. No es infrecuente que la viva como una injusticia. Y claro, en lo que al amor corresponde, su empuje no es sólo hacía una consumación inmediata de la satisfacción. Sino también que se ve cada vez más despojado de las palabras que permiten habitar su experiencia. El relato del amor empieza a faltar en el tránsito hacía la experiencia del goce. Nuestra clínica no es ajena a esta dificultad que la época de la transparencia generalizada impone. A las formas como su inercia va agujereando, a veces a una velocidad de vértigo, los velos que la genealogía del amor ha ido tejiendo en torno al objeto.

Hoy más bien el lazo amoroso está cada vez más sujeto a la mensajería instantánea. Las formas que toma el intercambio permiten una dilución de la espera en beneficio de un monitoreo constante del objeto. La digna soledad del amor efectivamente esta perturbada. Pero sin embargo no se trata de hacer de ello dramatismo sino más bien como pensar que el destino del amor puede justamente volverse nuevo. Pero sólo a condición de la metamorfosis que la transferencia permite. No para restituir restituir los viejos velos, inútiles ya en su operatividad. Sino más bien para despojarlos de sus vestiduras. El amor por el saber inconciente puede fundar el velo que conviene cuando el es conducido al límite de una construcción. Cuando las palabras cesan en la impostura de pretender cernir lo real, entonces, a lo real, se puede empezar a amarlo.

Cuatro textos esta vez van acompañados de una poeta chilena sabia del silencio, cierran este número de las cartas.

Referencias:
* Jorge Luis Borges. El Amenazado. Ficciones.
** Roland Barthes. Fragmentos de un discurso amoroso. “La espera”. Ed. Siglo XXI. Bs. As. 2006.
*** Jacques Lacan. El Seminario. Libro XX. Encore. Pag. 12.
**** Jacques-Alain Miller. La Erótica del Tiempo y otros textos. Pág. 18.Tres Haches. Bs. As. 2003.

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DOS PERSPECTIVAS DEL AMOR
Daniel Cena

Leyendo no hace mucho tiempo “Conversaciones con Goethe” de J.P.Eckermann encontré una afirmación del escritor que me gustaría poder transmitir. Conversando con el autor del libro sobre la teoría de los colores y las experiencias con la luz, Goethe habla sobre los newtonianos y su afán de medirlo todo. Para demostrar que esto no es posible utiliza como ejemplo el sentimiento de amor: “Yo honro a las matemáticas como la más elevada y útil de las ciencias, siempre y cuando uno la emplee cuando corresponda. Pero no puedo aprobar que se quiera abusar de ella para cosas que no forman parte de su ámbito y en la que una ciencia tan noble adquiere enseguida visos de estupidez. ¡Como si las cosas sólo existieran cuando se las puede demostrar matemáticamente! ¿Acaso no es necedad que alguien se negara a creer en el amor que le profesa su amada sólo porque ésta sea incapaz de emplear las matemáticas para demostrárselo? Podrá demostrarle matemáticamente la cuantía de su dote, pero no su amor.”

El autor de las “Desventuras del joven Werther” inspirado en su amor frustrado por Charlotte Buff había sabido captar muy bien el espíritu de su época a fines del siglo XVIII. Werther fue considerada una obra escandalosa y fue prohibida en Sajonia, Austria y Dinamarca por la oleada de suicidios en serie que se afirma propagó.

Muchos años después de la conversación entre Johan Peter Eckermann y Goethe, el hombre de las ratas le contaba a Freud el efecto que había causado sobre él la lectura de un fragmento de “Poesía y verdad”

El texto de Lacan “El mito individual del neurótico” relaciona el caso clínico de Freud con un pasaje autobiográfico del autor alemán. Esta operación permite aclarar el fantasma neurótico y el desdoblamiento del objeto de amor en las neurosis.

El amor sacrificial en las neurosis obsesivas se manifiesta con contundencia en los imperativos que el hombre de las ratas padece a través de fórmulas como “¿Qué sacrificio estoy dispuesto a hacer para…?”

Este altruismo del neurótico encuentra su satisfacción en la satisfacción dada a la demanda del Otro. Lacan señala repetidamente como en la relación con el Otro se produce en las neurosis un deslizamiento que tiende a reducir el deseo a la demanda.

Este modelo de amor se conoce también como oblativo. Llamado así por que “oblación” significa el don, la entrega o sacrificio que se dedica a Dios. En el terreno de la vida amorosa es sinónimo: de incondicionalidad. De la búsqueda del bien de la otra persona de modo desinteresado.

Este fantasma neurótico de un amor totalizante y armonizador fue “bendecido” como el destino del amor en la experiencia analítica.

La respuesta de Lacan a esta concepción oblativa del final de las curas el lector la puede rastrear a lo largo de su enseñanza. Desde el seminario sobre las relaciones de objeto hasta los posteriores mantiene una reflexión crítica, sostenida y argumentada en contra de lo que considera una fantasía obsesiva que propaga un verdadero adoctrinamiento neurótico. Es un modelo del amor sostenido por una ética de formación del sujeto en el análisis. Formación que Lacan denuncia como una “reformación”, un rehacer el yo del análizante. Es el retorno de un moralismo religioso que tiene su soporte en el dominio de la pulsión anal. Se trata de un mito neurótico, fantasmático y caduco introducido por una camarilla de “teóricos” obsesivos.

El seminario de la transferencia dedicado a la cuestión del amor sirve para establecer con claridad una divisoria de aguas. Podemos leer como les comenta a sus oyentes que en el análisis y fuera del análisis se pueden establecer dos perspectivas del amor. Una de ellas conocida bajo el nombre de oblatividad, asfixia y enmascara lo real del amor. La otra perspectiva gira en torno al objeto, a ese objeto que en este seminario nombra como ágalma y que hace a ese punto único “que solo encontramos en un ser cuando lo amamos verdaderamente.”

Fórmula que en Seminario XI encontraremos más ajustada: “En ti más que tu.”

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A-MOR-BO
Araceli Fuentes.

La psicosis es una suerte de falla en lo que concierne a la realización de lo que se llama “amor”.
J. Lacan, Conferencia en la Yale University, 24 novembre 1975.

Una paciente psicótica a la que atendí en el CPCT de Madrid me sorprendió un día con una pregunta difícil de responder: Carmen, así la llamaré, había llegado al CPCT después de un largo recorrido por salud mental a causa de sus problemas con el alcohol y de un intento de suicidio con pastillas. Ella había expresado su deseo de tener un lugar para hablar y fue enviada al CPCT por una colega que le atendía en un centro público. Su historia, como tantas otras, era una historia de abusos y promiscuidad en el seno de una familia numerosa. En el transcurso del tratamiento pudo localizar y asumir algo de su goce al confesar que “a ella también le iba el morbo que había en su familia”. A partir de ahí surgió un nuevo significante: “el respeto” que decía querer obtener de los otros. Durante el tratamiento empezó a decir que no, a poner límites, y de este modo en ciertas ocasiones conseguía hacerse respetar. Como el tiempo que podía ofrecerle el CPCT era un tiempo limitado para ayudarla a separase de mí empecé a espaciar las entrevistas hablándole con antelación del momento en que estas iban a concluir. Llegó la última cita, Carmen estaba hablando de sus progresos y de su agradecimiento, cuando de pronto, mirándome a los ojos, me preguntó: ¿Usted me quiere?

Añadiendo, “porque a mí nadie me ha querido”.

Su pregunta no sólo me cogió por sorpresa, también me ponía en un brete, sabía que no podía dejar de responderle, así que después de un largo momento de silencio, le dije: “Yo, a usted, la respeto”, tomando el significante que ella misma había introducido.

El respeto en lugar del amor era lo que para ella había permitido poner una barrera al goce en el que se convertía la falla que le afectaba en lo concerniente a la realización del amor.

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UN NUEVO AMOR...
Ana Lía Gana

Frente a una época de empuje al goce, el discurso analítico tiene una formula política: “Un nuevo amor”.

Si el discurso capitalista, en la medida en que empuja a un "todos proletarios", no produce ningún lazo entre los sujetos, al contrario, los aísla, como vemos hoy en día en que asistimos a la destrucción de esos lazos, dejando al sujeto a la deriva solo con su goce. Por contra, el discurso analítico inaugura un lazo social que tiene sus efectos y sus afectos propios, hablamos entonces del amor.

En el lazo del niño con su madre, en el matrimonio entre los sexos, en la relación de una hija con su padre, en el muchacho homosexual, también está presente el amor.
Podemos pensar en el tratamiento espontáneo del amor frente a la tristeza por la pérdida del amor, pérdida, que Freud ha hecho equivaler a la castración en la mujer. Y por qué no, traer aquí a colación, la novedad, la nuestra, que viene de la mano de nuestro colega Vicente Palomera que nos dice: “Cuando el amor se termina surge un nuevo amor”. Entonces surge la interrogación siguiente: ¿es lo mismo un nuevo partenaire que un nuevo amor?

Sabemos que existe una disimetria entre los sexos, la cual se manifiesta en las dificultades masculinas que se derivan de los impases del deseo y las femeninas que vienen dadas a partir de los efectos del amor. Esta diferencia radica en que la virilidad en el hombre se afirma por el tener, en cambio el ser femenino, identificado al ser fálico se sustenta del amor. El amor entonces es femenino, en tanto uno ama a partir de su propia falta.

El amor no se reduce a hacer el amor, ya que el amor se dirige al decir, operando el enigmático reconocimiento de dos inconscientes. El amor efímero y azaroso aspira a perpetuarse, de lo contingente aspira a lo necesario.

Y entonces, este amor que enlaza a los sujetos, haciendo de ellos pareja, cuando este amor entre ellos fracasa, cuando el partenaire de la vida fracasa se va al analista, se busca otro partenaire, entonces, podemos decir que cuando un amor termina, surge un nuevo amor.

Freud propuso dos modos del amor, el uno narcisista y el otro anaclítico, en el primero, el amor consiste en reducir al otro a lo mismo y, en el segundo, en la forma anaclítica hay una exigencia contraria, el Otro debe ser diferente del sujeto. Ese Otro del amor mantiene al sujeto bajo su dependencia ya que a este Otro se le debe demandar. El amor pide amor, nos dice Lacan en Aún, lo pide sin cesar. Lo pide aún. Aún es el nombre propio de esa falla desde donde, en el Otro, parte la demanda de amor. Es ese al que llamamos amor simbólico, en tanto se trataría de que la respuesta del Otro vale finalmente en cuanto tal como una satisfacción.

Sabemos que hace falta que exista una demanda para que sea posible instaurarse la transferencia. Si hay demanda entonces es posible emprender un análisis.Y en esta demanda se hace presente el fantasma de la significación del amor ya que en ella se encuentra oculto y al mismo tiempo inscripto el objeto a.

En un primer momento, tanto Freud como Lacan reconocen en el amor una forma del desconocimiento de lo real, compañero de la pasión por la ignorancia que no quiere saber nada. Por ello el amor de transferencia no es el amor de siempre, el amor tal como lo pensó Freud en “Psicología de las masas” se dirige al significante uno encarnado en formas diversas, se dirige a la unaridad de otro que porta el significante amo, en lo que el odio y el amor son parientes.

En “Aún” el amor recibe otro tratamiento, hay un nuevo enfoque, hace del amor un signo del inconsciente.

Si no hay relación sexual, sólo hay una relación de amor posible, que esta vez reconoce al Otro, más precisamente la forma en que lo afecta el saber inconsciente, siendo esta la vía por la que opera en el análisis, este amor llamado transferencia, mediante la fórmula del sujeto supuesto saber, con la nueva resonancia que puede cobrar el término saber, aquel a quien le supongo el saber lo amo.

El postulado del S.S.S. Implica que se crea que las manifestaciones del inconsciente pueden decir algo.

La transferencia es amor e introduce en él la subversión, manifestando allí su diferencia, se constata que a diferencia de los otros amores, en tanto no espera un efecto de ser, siendo por ello que no se repite simplemente los amores infantiles y su decepción como creyó Freud.

La subversión que se produce en este lazo analítico es que en la transferencia se da una pareja que tiene la oportunidad de responder, el analista, interprete, mediador del saber que se deposita en la experiencia. Por ello el amor de transferencia no es el amor de siempre.

El amor es el reconocimiento del sujeto, que se produce como efecto de ese giro en el discurso, entonces surge el nuevo amor.

Hay un texto de Rimbaud que se llama “A una razón” y que se escande con esta réplica que termina cada versículo: Un nuevo amor. En el texto, el amor es signo, escandido como tal de que se cambia de razón y por ello el poeta se dirige a esa razón. Se cambia de razón es decir de discurso. Si Lacan citando a Rimbaud puede hablar a justo título de un nuevo amor es porque este discurso se funda en un decir nuevo que hace esperar una respuesta novedosa.

Si el amor en lo contingente del encuentro se hizo necesario, entonces el nuevo amor irá de lo necesario a lo contingente, es decir a las marcas del sujeto que fijaron un goce particular en la lengua. Y entonces cuando caen las envolturas, las identificaciones que alienaban al sujeto, los fantasmas que obturaban el vacío, entonces surge un nuevo amor, es decir la posibilidad de la invención. Es así como Lacan orienta la experiencia analítica hacia el sinthoma concebido como aquello irreductible del sujeto, con eso que resta se podrá inventar, tal como lo muestra Lol V Stein, cuando el amor se termina para ella, surge ese nuevo amor: ese ser a tres que la sostiene.

Cuando el amor se termina, dice Lacan, solo queda la pulsión. Así nos lo cuenta Anny Lisy, ella que no podía vivir sin el Otro, que dependía de él para vivir, necesitaba como la planta una guía para vivir, para sostenerse, al final del análisis esa guía se transforma en una liana que contornea un vacío, queda entonces el vacío en el que se sostiene. Un nuevo amor.

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EL SÍNTOMA DEL AMOR
Mónica Unterberger

No hay nada más serio que una carta de almor.

Ellas se escriben, ayer, hoy, mañana.

Si seguimos esa lógica, que la única cosa mas o menos seria que puede hacerse es una carta de amor, entonces no hay nada mas o menos serio, que lo que se hace en una experiencia analítica. Que otra cosa se hace allí sino dirigir la carta de amor, sufriente o alegre, engañosa o verdadera, sutil, embrollada, incluso ausente o muerta, que cada uno porta contingentemente, y remite a ese partenaire, encarnado por un analista, ese que no solo ofrece una escucha, sino que es capaz de responder a la letra que se escribe y a lo que resuena en el cuerpo de ese decir?

Para ello se requiere, como en toda aventura de amor, cierta valentía. Valentía de ocupar la posición de analista, a la que se llega después del recorrido de un trayecto y su final; pero también valentía para ceder el goce que comporta cada carta de almor, siempre tan embrollada con la verdad y su eternización.

Digamos lo que suponemos al respecto para empezar. Que eso no puede escucharse si se desconoce que cuando se alma, no es asunto de sexo. El alma está concernida, y lo hace saber anunciandolo por intermedio del sentir que no tiene otro modo de presentarse sino en el cuerpo, Santo Tomás dixit.

Que decir que cuando se alma no es asunto de sexo, no implica desatender lo que hace de soporte del amor y es causa del deseo.

Aquello que se repite, no son acaso esas primeras cartas de almor que fijaron lo real de un goce a lo destilado por lalengua en ese encuentro original? Es en ese sentido, que el amor es un síntoma. Lo que hace síntoma del encuentro prometido por el Otro.

Repetir, el ser que habla no hace otra cosa que repetir el goce de ese encuentro con las palabras de amor que lo envuelven.

La novedad que nos ofrece dirigir esa carta de almor a un analista, es pasar de la repetición, conjugada a la letra que porta, a concebir de otro modo lo que bajo transferencia se repite. Ese encuentro que deviene en signos de amor que sirven a la causa del deseo, hecho de discurso construido, para suplir el exilio de la relación sexual que no existe, conviene nos dice Lacan, concebirlo en su contingencia, es decir, como aquello que puede cesar, de no escribirse.

El amor hace hablar, escribir, gozar. Hay testimonio de ello desde los poemas de amor que se remontan a los balbuceos de lo que encontramos en esos primeros escritos de los que disponemos, pasando por el corpus de esos imperecederos decires de Ovidio, Homero, Dante, Kierkegaard y sus cartas de seductor a Regina, Gide y los poemas de amor “mas hermosos que jamás se hayan escrito” y desaparecidos, y todo el caudaloso y enorme río de decires que nos baña hasta hoy, muestra que el amor no cesa de hacer escribir lo que se puede decir: letras siempre insuficientes para alcanzar lo que todo amor envuelve y apresa. Sin embargo, en esa insuficiencia, algo se apresa.

Es esa insuficiencia misma, la que hace insistir, pues no todo se puede decir. Ese fallar, presente en esas letras de amor ¿no es hilo de esa tela con la que se teje un discurso, que cierne esa zona que se impone como extraña al decir y a la vez, empuja al hallazgo de lo que cierna ese vacío?

Si bien no apresa lo que se escapa a todo decir, como nos lo recuerda Lacan, en “ese decir se ejerce el goce propio del saber inconsciente”. No solo, ya que eso que hace signo de amor, se vista de lo que se vista, y en ello está la contingencia, llama al deseo para condescender al goce.

Cada uno de los amores, las condiciones singulares de lo que hace signo, de lo que causa el deseo, de lo que condesciende al goce, son ejemplos.

Pero de esa contingencia, si ha devenido síntoma, se ocupa el discurso analítico

Discurso analítico que advierte que respecto a lo que falla, se trata de preguntar porqué falla. Lo que falla está del lado del objeto, ya que el objeto reencontrado nunca satura, esa abertura que introduce la perdida original y el encuentro con lalengua. Entre uno y el otro, siempre hay inadecuación.

A eso llama Lacan el exilio de la relación sexual: lo que viene a suplir eso que no existe, es un discurso, hecho del mixto de simbólico e imaginario. Que debe por eso, escribirse cada vez en la contingencia del encuentro fallido entre lo real y lalengua.
El amor, hecho presente en la palabra de amor, habla de eso. No siempre sucede.

Su misterio, afortunadamente, a pesar del esfuerzo por develarlo, no se deja reducir a ninguna formalización.
Insiste.

Y si eso es así, en esta época, donde las modalidades del amor parecen caricaturizarlo, resulta de gran importancia precisar o estar al tanto de las coordenadas que lo precipitan a no hallar sino ese lugar. Tarea ante la cual- como advertía Lacan respecto a lo real- no podemos retroceder.

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EL AMOR QUE CALLA
Gabriela Mistral

Si yo te odiara, mi odio te daría
En las palabras, rotundo y seguro;
Pero te amo y mi amor no se confía
A este hablar de los hombres, tan oscuro.

Tú lo quisieras vuelto un alarido,
Y viene de tan hondo que ha deshecho
Su quemante raudal, desfallecido,
Antes de la garganta, antes del pecho.

Estoy lo mismo que estanque colmado
Y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!

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Edición de Cartas de Almor: o.ventura@arrakis.es