ADICCIONES Y PSICOANÁLISIS. Por Nuria Gutiérrez (Palencia)


(Miriam Andrés, Manuel Fdez. y Alfredo Cimiano en la presentación de la conferencia)

Sucede que en ocasiones uno sale de su casa y a la vuelta de la esquina puede escuchar a Manuel Fernández Blanco. Privilegios para no olvidar.
Así el pasado 24 de marzo se presentó en la Fundación Díaz Caneja la Conferencia "Toxicomanías; Adicciones y Psicoanálisis". El conferenciante fue Manuel Fernández Blanco, psicoanalista en A Coruña. De esta presentación se hicieron cargo Miriam Andrés Prieto, concejala de Juventud e Infancia del Ayuntamiento de Palencia y Alfredo Cimiano, psicoanalista y psiquiatra en Palencia, socio de la sede de la ELP en Castilla y León.
Alfredo Cimiano nos introduce en el tema de la conferencia apuntando: el toxicómano es, sin que él lo sepa, un prototipo de los síntomas que acarrea la modernidad.
A lo largo de la exposición se fueron nombrando estos síntomas de la modernidad. Rescato algunas de las ideas que pudimos escuchar.


(Sala de la Fundación Díaz Caneja y público asistente)
No pensar, actuar

Manuel Fernández Blanco comienza la conferencia destacando el denominador común a todas las drogas, casi todas ayudan a no pensar. Cuando se trata del objeto droga, normalmente el sujeto a través de este objeto efectúa un rechazo del pensamiento. Las drogas son el rechazo del pensamiento, son el triunfo del no pienso, especialmente no pienso lo incómodo, lo desagradable, lo que me hace sentir mal.

El declive de la función de la palabra

La incidencia cada vez mayor del consumo y de todas las patologías relacionadas con las dependencias tiene que ver con el declive de la función de la palabra en nuestra sociedad, es decir, este es el denominador común a la emergencia de todo tipo de consumo, de todo tipo de dependencias y de todo tipo de adicciones. De alguna manera nuestra civilización es la civilización del fin del pensamiento trascendente y esto tiene incidencias, clínicas también.
Si tenemos que situar el núcleo del aumento de las adicciones lo tenemos que situar con relación al declive de la función de la palabra.

Crisis de la función de los ideales

También crisis de la función de los ideales, no es una crisis de los ideales tradicionales, es una crisis de la función misma del ideal. Los ideales caídos no son sustituidos por otros. Así a la crisis de estos grandes sistemas de pensamiento, de los grandes sistemas de ideales, de los grandes Nombres del Padre podríamos decir, adviene una crisis ética.
Si hay un declive de la función del ideal de la función paterna, materna de los referentes simbólicos. Lo que se produce es un retorno del goce no mediado por la función del ideal. Es decir que el referente para el sujeto cada vez más es el goce propio, pero es un goce que se presenta de un modo nuevo que no divide ni culpabiliza al sujeto. El goce se hace publico se hace exhibición del goce y el sujeto se nombra fundamentalmente por el goce. Por otra parte es un goce presentista que no admite demora y por eso el estilo de la época es maniaco.

¿La droga problema o solución?

En muchos casos el recurso a la droga no es un problema es una solución. El sujeto lo vive como una solución, por supuesto acaba siendo un problema por las consecuencias sobre el cuerpo, en su entorno y sobre su vida en general. El sujeto lo vive como una solución lograda. Esta es la dificultad mayor del tratamiento de las toxicomanías, que no son un síntoma que divide al sujeto.

Síntomas mudos

Los síntomas de la modernidad como por ejemplo la toxicomanía, la anorexia, son síntomas que no hacen preguntas, son síntomas mudos, son síntomas que no hacen demanda, la anoréxica en general no quiere ser tratada, quiere que la dejen en paz, la llevan a tratamiento, pero no demanda tratamiento. El toxicómano lo demanda “in extremis” cuando ya la solución se revela ruinosa para el cuerpo o para su vida, pero mientras tanto es una solución lograda, por eso es tan difícil el abordaje terapéutico y por eso son tan frecuentes las recaídas.

Tolerancia cero a los contratiempos

La sociedad actual tolera mal el sufrimiento, los contratiempos de la vida. Hay que evitar cualquier percance. Cualquier sufrimiento es signo de fracaso vital. Toxicomanía generalizada.

Las normas

El sujeto moderno se ha librado en gran medida de muchas normas que eran constriñentes, pero curiosamente la liberación de la norma aboca a veces a una esclavitud mucho mayor, al goce opaco de la pulsión, del goce ilimitado, y cuando la palabra no puede poner limite al goce porque la palabra se ha vuelto en gran parte inoperante para el limite, el límite lo pone el cuerpo bajo la forma de coma etílico o de accidente.

El derecho a la felicidad

Si instituimos el derecho a la felicidad tenemos que saber que estamos haciendo de la felicidad un deber, no un derecho, porque si afirmamos el derecho a ser feliz el sujeto lo toma como una obligación. Y esto está funcionando en nuestra sociedad y si no se logra esto se vive como un fracaso, es un imperativo la felicidad y ese imperativo de ser felices produce desastres.

El niño-adulto, el adulto-niño

Existe un acceso precoz y prácticamente en igualdad de condiciones por parte de los niños a los mismos circuitos de información, de ocio y a veces incluso al mismo tipo de sustancias de los que disponen los adultos. Paradójicamente esta adultización del niño trae aparejado una infantilización del adulto esto hace que el tema de transmisión del adulto al niño esté bastante en crisis precisamente por esta equiparación, es decir que los niños se dirigen a unos adultos desorientados.


(Manuel fdez. Blanco y Alfredo Cimiano durante la conferencia)
A modo de conclusión

En realidad son diferentes maneras de abordar el mismo núcleo del problema. Cuando no hay palabra, cuando no hay transmisión, cuando hay un declive de la función simbólica lo que aparece en ese lugar es un objeto, un objeto de dependencia, sea droga, sea un objeto tecnológico, sea cualquier tipo de objeto, pero ante el declive de la palabra lo que aparece es la adicción y hay que saber que si no hay transmisión de algún tipo y transmisión particular a cada joven, a cada hijo, algo que lo individualice desde el propio discurso familiar, algo que lo coloque en algún lugar particular en su familia, en el deseo de los padres. Si no hay nada de eso, eso va a ser sustituido por un objeto, por la pulsión en la relación exclusiva a un objeto y si ese objeto tiene ese uso forzosamente va a suponer una ruptura del vínculo.
Los jóvenes que no tienen una palabra a la que agarrarse no tienen algo a lo que alienarse, en el buen sentido, en el discurso familiar, nunca podrán separarse y ésta es la paradoja de la civilización actual. Que los chicos más libres son los más dependientes y que el sujeto de la sociedad más libre es el sujeto de las patologías de las dependencias porque no puede separarse, porque no ha sabido o no ha tenido un instrumento de palabra al que aferrarse y si no hay alienación no puede haber separación. Por eso el sujeto actual es cada vez más dependiente pero también dependiente en el sentido de la dependencia infantilizada y eterna en el propio seno familiar.

Nuria Gutiérrez (Palencia)