Acerca de la autorización y el testimonio: una investigación. Héctor García de Frutos (Barcelona)
Entre otros
El banquete de los analistas respira al tempo de los acontecimientos. Creo que las jornadas de la ECF de octubre de 2009, tituladas Comment devient-on analyste au XXIème siècle?, fueron un acontecimiento.
La pregunta ¿cómo se deviene analista? se acompañaba de un S2, leitmotiv del encuentro: el analista no se autoriza sino de sí mismo. A lo que cabría añadir que se autoriza después entre otros, piezas disjuntas que le sirven para hacer, de la soledad del acto, una episteme y una política. Ambas, episteme y política, conciernen al Otro. Respectivamente: el del saber, el de la verdad.
La ética del analista, en cambio, se sostiene de la inexistencia del Otro, y se instala en cada uno por una responsabilidad solitaria. Pero no solipsista. Es preciso decir algo de nuestra ética, aún sin Otro al que decir. Lacan instauró este principio: no en vano, el seminario sobre la ética del psicoanálisis articula el nombre de lo real (La Cosa) al de sublimación, instituyendo la búsqueda de un decir en torno de lo indecible(1).
La razón de ser de éste trabajo reside en una consideración: que, quizás, autorizarse como analista podría acompañarse del testimonio de un saber sobre la causa que a uno lo autoriza. Es lo que se escuchó en aquellas jornadas, en que 120 personas evocaron su devenir analistas. Respondieron elaborando y exponiendo para otros eso que en su análisis les había llevado a autorizarse a atender tras un diván, ante el hecho de que no hay Otro del analista (si exceptuamos ese inconsciente que cada uno necesita vaciar para hallar su posición). Que no hay Otro que sancione un ser de analista, es solidario con la orientación según la cual éste deviene: no de una vez por todas, sino a ratos, bajo la lógica de lo posible y no de la necesidad. Quizás por eso el AE sea nombrado por tres años, y no de forma consumada(2).
Por otra parte, es poco usual que un analizante espere a la nominación de AE, o a finalizar su análisis, para empezar a atender. Y, en el caso en que opte por no situarse como psicólogo, ni como psicoterapeuta (títulos que el Otro social garantiza), es probable que se interrogue por su posición ahí.
En lo que concierne al psicoanálisis, desde Lacan, se autoriza de sí mismo quiere decir que no es posible pedir permiso a un Otro, puesto que ni su analista, ni la Escuela, sabrían otorgárselo. En efecto: la enunciación se autoriza de sí mismo no corresponde solamente al que podría autorizarse, sino también a la posición de la Escuela(3). La autorización no parte de la Escuela por decisión expresa de ésta; tampoco del sí mismo del analista recién acuñado. Este de sí mismo significa muy probablemente a su cuenta y riesgo, en la medida en que implica un acto para el que no hay fundamento ni imaginario, ni simbólico.
Cabe añadir que el practicante, si elige sostener una posición analítica, se autoriza no para todos sino en cada caso, pero sólo a partir de cierto momento de su análisis. Y seguramente lo dice, lo cuenta aquí y allá, a sus íntimos, a sus colegas. Sin embargo, generalmente, no hace público qué de su análisis lo autorizó. ¿Pero si no expone a otros ese saber del que es producto, ése que le permitiría operar desde el discurso analítico, con el fin de someterlo a verificación epistémica cómo podría autorizarse entre otros?
La autorización no es la garantía
La ELP admite una versión del autorizarse entre otros: la etiqueta AP. Una auto-asignación que, ya desde Lacan, la Escuela se limita a anotar, de la misma forma que anota la declaración de ejercicio de cualquier otra profesión(4).
Hoy, en la medida en que se reconoce un nuevo miembro, y puede añadirse al nombre una etiqueta (AP), la Escuela admite implícitamente que esa persona ejerce el psicoanálisis orientada por la formación que ésta dispensa. Aún cuando la autorización a la práctica no se avala, es valorada por la comisión de admisión.
Un redoblamiento de esta aceptación, regulado esta vez por una comisión distinta, la de la garantía, adquiere estatuto de nombramiento y queda remarcado por un título y unas siglas: AME. Es, junto al pase, la segunda forma de garantía: se garantiza que el AME y su práctica son producto de la formación dispensada en la Escuela. ¿Bajo qué criterios? Lacan, he ahí el problema, solamente propuso uno: el sentido común(5). Es decir: que no hay criterios específicos.
Más tarde, en 1977, Lacan cedió algunas indicaciones para la selección de los candidatos a AME: acuerdo del analista del candidato; testimonio de sus controladores; calidad de las producciones escritas; y eventualmente una entrevista con el susodicho. Son puntualizaciones clásicas, que no escatiman la rememoración de cierto estilo IPA(6).
El primer comité de acción de la Escuela Una agitó el título de AME: Como cualquier título, es un semblante, pero la ausencia de una performance que lo fundaría en lo real lo aleja de una pertinencia analítica precisa (7).
No en vano, en el anexo del año 2000 a los estatutos de la AMP se apuntaba hacia una mejor definición del procedimiento de nominación de los AME(8); Miller mismo llegó a considerar que la nominación del AME era estrictamente tautológica(9).
Así, hoy, para la comisión de la garantía de la EOL parece preciso: a) restituir su dimensión de apuesta; b) reinventarla; c) situarla más allá del padre(10). Es aún un trabajo pendiente.
El título de AME permanece como gesto de confianza, que instaura un grado del que quizás se deriva, en el affecto societatis, cierta jerarquía. Es posible, incluso, que la figura del AME sea necesaria para conservar cierto orden beneficioso para la comunidad analítica. Lacan no dice nada distinto a esto: (
) será preciso que acepten ustedes la atribución a algunos de funciones directivas, para obtener una distribución prudente de vuestra responsabilidad colectiva. Es una costumbre que puede discutirse en política; ella resulta inevitable en todo grupo que haga valer su especialidad respecto al cuerpo social. A este respecto responde el AME(11).
Se deduce que el AME lo es esencialmente de puertas afuera. La topología entre extensión e intensión del concepto analista releva del AE.
En contraposición, la autorización singular debe distinguirse de la garantía pero no es sin el concepto de Escuela, pues ésta articula psicoanalista y psicoanálisis(12). Y esto es, precisamente, porque (en palabras de Éric Laurent): la orientación lacaniana instala en el lugar del rasgo identificatorio, el vacío de la definición del analista (13).
Ese vacío es un principio ético y formal que sostiene el rigor del dispositivo del pase: la renovación constante de respuestas heteróclitas a la pregunta ¿Qué es un analista? No hay propiedad definitoria del analista. Y es por esto mismo que el acto de autorización concierne también a la intensión del término analista.
El silencio de la Escuela respecto de la autorización impide confundir a ésta con la formación. El punto de encuentro entre ambas dimensiones quizás atañe al goce: en efecto, una autorización plausible derivaría de cierta dislocación del modo de satisfacción, y las transformaciones de goce en un sujeto pueden leerse, advirtió Miller, como efectos de formación.(14)
La cuestión es saber si la vacilación de goce que puede hallarse eventualmente en el origen de la autorización requiere o permite una formalización. Y si dicha formalización puede ser expuesta. Sólo así la formación de uno importa a otros.
El pase epistémico
Entonces, Lacan hizo una proposición sobre el AE; pero no sobre la autorización. Ello no parecería una invitación a callar sobre el tema, sino una ausencia de pronunciamiento por parte de la Escuela más allá del autorícese de sí mismo. Puede interrogarse su continuación: entre otros.
Las jornadas de la ECF de 2009 pusieron sobre la mesa un saber expuesto al respecto, caso por caso. Y esto se hizo bajo el modo del testimonio. Lo nuevo en esas jornadas fue que se testimonió sin garantía, a diferencia de la forma en que el AE testimonia. ¿No se trata esto de un acto inaugural en la relación entre el psicoanálisis y el psicoanalista?
Quizás este paso no carezca de nexo con la investigación que Lacan y Miller han realizado en torno del final de análisis y el pase. Situemos muy brevemente algunos de sus momentos cruciales.
En 1967, el final del análisis viene dado por el rebajamiento del fantasma y la destitución subjetiva que le es consustancial(15). El deseo del analista se funda también en un deser(16): el del analista que ha conducido la cura. Lacan aseverará que la experiencia en el dispositivo debe ser comunicada: dentro y fuera de la Escuela(17). Y añadirá que la elaboración de una doctrina concierne al jurado, cuyo trabajo no se limita a la función de la elección(18). Los ejes de esta doctrina serán: el Edipo, como sede de lo simbólico; el funcionamiento de la sociedad analítica y la identificación imaginaria; lo real del campo de concentración(19).
En 1973, Lacan precisa que el pase acontece cuando algo oscuro es captado por el pasante como un relámpago, bajo la forma de un desvelamiento que es efecto didáctico(20). Sin embargo, el inmovilismo de la Escuela Freudiana de París lleva a Lacan a interesarse particularmente por el recién creado Departamento de Psicoanálisis. En 1977, considerará que la Sección Clínica es una forma de interrogar al psicoanalista, de empujarlo a considerar sus razones(21). Pase y enseñanza se articulan: de lo que se trata es de problematizar el ejercicio del psicoanálisis. Por otra parte, se ve que para Lacan la Escuela no era el único lugar dónde interrogar la praxis analítica.
Ese mismo año, Miller publica un texto crítico con el dispositivo del pase hasta el momento, que es al mismo tiempo una defensa férrea del pase como invención. Distinguirá el momento de pase, el relámpago que resalta Lacan, del procedimiento que eventualmente concede una nominación(22). La paradoja es que el final de análisis implica una autorización por sí mismo que es correlativa de la caída del sujeto supuesto saber y a la vez Lacan propone a este autónomo un examen, con condecoración incluida(23). Pero queda patente que no hay que concebir el pase como una invitación a la jerarquía. El Otro cae para ser restituido de otra manera.
En 1978, Lacan lamentaba la falta de testimonios que dieran una respuesta a la acuciante pregunta sobre la autorización; afirmará que el pase es un fracaso(24). Lacan piensa el pase para elucidar la autorización. Eso puede ser sorprendente hoy, pues la mayoría de AEs nombrados llevan ya muchos años de práctica clínica. Con el Lacan de 1978 podríamos decir entonces que no sólo es importante que el AE dé testimonio de cómo la nominación afecta hoy a su práctica. También lo es que interrogue su momento de autorización a la práctica del psicoanálisis.
En 1991, al final de su curso El banquete de los analistas (25), Miller evidencia que el pase es una salida simbólica, con una lógica y episteme propias. Se asienta en un inconsciente estructurado como un lenguaje, solidario de un real que es la estructura. Su causa es un elemento no-todo-saber: el objeto a(26). La salida es por tanto híbrida: epistémica, concierne a un saber(27); y subjetiva, concierne a un deseo(28). El sujeto se reinstaura, paradójicamente, en una lógica del pase que sigue siendo la del atravesamiento del fantasma, cuyo acontecer implica la destitución subjetiva. Ergo, hay un sujeto que ya no es sujeto, nos dice Miller. La destitución no remite tanto al síntoma como al saber: el analizado sabe lo que es en su deseo(29). Esto es, en la praxis, sabe ser un desecho para otro sujeto(30).
Se dio, después, una vuelta más al tema. Y es que el esfuerzo epistemológico que, a semejanza de la reducción científica(31), hace del objeto el pedazo de real simbolizado con el que se opera, vio su lógica causal aligerada por el hecho de revelarse éste como semblante de ser(32).
Así, el pase fue mutando. Del saber sobre el deseo, al resto de goce; del atravesamiento del fantasma, al sinthome El punto de límite más preciso al respecto es una invención: en su curso de 2011, Miller introduce un término, outrepasse (33). Hay más allá del pase, que a la vez pertenece al pase mismo.
El pase gozoso
Esta orientación, seguramente, fue progresiva. Pero se torna particularmente explícita a partir de la publicación del seminario de Lacan El sinthome, en 2005.
Si en 1991 Miller recordaba que un análisis se termina, en la conversación clínica de Barcelona de 2005, época de apogeo de los CPCT, pluralizó sus terminaciones(34). Introdujo la idea de ciclos de análisis; incluso la de nuevo ciclo del lacanismo (35) para marcar un momento de cambio en la forma de aprehender la clínica. Hebe Tizio resaltó respecto de estos ciclos que sólo pueden contarse como tales a partir del aparataje conceptual que permite el más allá del Edipo del último Lacan(36).
Este nuevo ciclo tiene efectos en el pase. Algunos pueden aislarse en el curso anterior a las jornadas de 2009 que marcaban el inicio del presente trabajo: Choses de finesse en psychanalyse. Ahí Miller no solo sugiere un viraje político, devolviendo al dispositivo del pase su dimensión de pilar de la vida en la comunidad analítica (como réplica a las equívocas nominaciones de analista que produjeron, en algunos casos, los CPCT); sino también una reorientación epistémica. Constató, en efecto, un nuevo fracaso del pase en la ECF: la Escuela, capturada por los efectos terapéuticos de la clínica aplicada, pasaba por alto a los AE después de los tres años de testimonio(37). En consecuencia, redobla su interrogación acerca del interés del analista: ¿qué razones le llevan a atender, más allá del beneficio económico que le proporciona su profesión(38)? Esta problemática Lacan la evoca en su última enseñanza. De lo que se deduce que esta última enseñanza, aún siendo pragmática, y privilegiando el saber hacer con por encima del saber, demanda razones al que se autoriza.
En la clase siguiente Miller evoca un acto de Freud para recordar que un analista no cesa de dejarse enseñar por su inconsciente, y que ejercer no lo exonera de dar testimonio(39). Y es que los analistas olvidan pronto aquello que los fundó como analistas, el acto del que derivan; así, deben elucidar, elaborar y testimoniar (en el marco de su Escuela) respecto de aquello que el análisis hizo de su inconsciente(40). Ello es válido para todo analista: desde el AE hasta el debutante(41).
Se esboza por tanto un lazo claro entre la autorización a la práctica y el testimonio.
Miller precisa que esta dimensión del inconsciente del analista aún no ha sido aislada, lo cual la disloca en parte del dispositivo del pase tal y como venía existiendo, en sus distintas variantes, desde 1967. Y no porque remita a un más allá de lo teorizado por Lacan en su Proposición: este testimonio concierne al deseo del analista. Maticemos: la dimensión evocada remite, me temo, al ejercicio mismo del psicoanálisis, al hecho de que uno se ve llevado a ejercer, y no hace otra cosa. Eso es lo que lleva a Miller a interrogarse en esta clase por el goce en el acto del analista.
El goce aquí es aquello que no tiene estructura de ficción, lo que no queda capturado en el discurso(42). Hay del goce que excede a su formalización como objeto a. En esta vía, un psicoanálisis es esencialmente una ficción, y eso interroga el estatuto del analista: éste testimonia de cierta articulación entre goce y ficción, de la cual resta por saber qué parte de goce deriva del deseo del otro(43). El momento de pase, en la medida en que deriva de la caída de la transferencia, abre la puerta al inconsciente real. Se da cuenta de la caída de una hystoria, así como del advenimiento de una nueva satisfacción(44). Dar cuenta del inconsciente real necesita un paso suplementario al atravesamiento del fantasma.
Miller lo dirá así en la conferencia de clausura de PIPOL V, en 2011: Los problemas del deseo pueden ser puestos en forma de ecuación. La ecuación tiene soluciones: el pase. Sin embargo, el goce del cuerpo, el del inconsciente real, es insoluble. Es por ello que el final del análisis no llega mientras lo insoluble siga siendo insoportable. Se acaba con una satisfacción(45).
La autorización como principio
El pase de la Proposición, el del atravesamiento del fantasma, es también una ecuación. Como tal, presenta una variable, o interrogante: la x del deseo del analista. A esa variable, responde, en cada caso, una cifra que es solución a la ecuación, el objeto a. Pero, quizás, lo particular de esta ecuación es que el deseo del analista, en la medida en que es un deseo, no se deja atrapar. Es pues una solución contingente, producto de la ficción analítica. Lo cual no le quita ni un ápice de su valor.
Este pase es epistémico en la medida en que hay saber sobre el fantasma, por el hecho mismo de su descomposición en elementos. Pero no coincide con el final de análisis por la satisfacción. Consiste, si se quiere, en una formalización del goce, sostenida en la invención del objeto plus-de-goce.
En la hystorización analítica no es extraño que puedan ubicarse tiempos progresivos en la formalización del fantasma. Habría un primer tiempo de ver cuando el inconsciente transferencial revela un esbozo, un cierto entrever, de la escena primaria entre los padres. El analizante puede situar ahí un primer saber sobre la fijación libidinal que le concierne, y desplazar la suposición de saber del lugar imaginario que ocupa el analista al simbólico del inconsciente transferencial.
Seguiría un segundo tiempo, el de comprender, que se desbroza no sin esfuerzo por la vía del desciframiento del inconsciente transferencial. Este tiempo se sostiene del enigma del sentido, de la suposición de que algo oculto debe revelarse. Eventualmente, este desciframiento puede permitir cierta rectificación subjetiva, mediante la desautorización del fantasma entrevisto como sostén de la realidad. Sin embargo, esta desautorización no aísla el borde lógico del inconsciente, ahí dónde se agujerea.
El tiempo de concluir sólo adviene con la destitución subjetiva, y la expulsión del objeto como desecho que le es consustancial. En este tiempo puede hablarse de atravesamiento del fantasma: queda a cielo abierto que el inconsciente es una elucubración transferencial de saber sobre el goce que implica al Otro. Es entonces manifiesto que uno iba solo con el propio fantasma(46). Soledad que, por tener un pie en el Otro, no es la soledad del Uno.
Muy posiblemente, la autorización a la práctica analítica deriva de un cambio de posición respecto del fantasma. Un testimonio de este paso podría permitir a la autorización adquirir semblante de entre otros. Y digo semblante porque el lugar del analista en su práctica es el de la pieza suelta. De ahí que se haga equivaler al analista con una función, un operador, un aparato de uso: ni es sujeto, ni se identifica. Que aquél que debuta pueda situarse en ese lugar está por confirmar. Pero la satisfacción en el sinthome es otra cosa.
La dimensión de outrepasse puede quizás situarse aquí. Este nuevo pase permitiría verificar que hay de lo real más allá de lo verdadero: un más allá del fantasma(47). Un destino(48). Un destino sin raíles.
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Notas:
1-. Lacan, J. (1986). Le séminaire de Jacques Lacan, Le séminaire, livre VII : Léthique de la psychanalyse, 1959-1960. Paris: Seuil. p. 154 y p. 158.
2-. Yacoi, A. (2012). El AME: Una nominación sin riesgo.
http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=Textos_presentados&SubSec=Comision_de_Garantia&File=Comision-de-Garantia/El-AME-una-nominacion-sin-riesgo.html
3-. 1er Comité de Acción de la Escuela Una. (2000). El impasse de la garantía.
http://www.wapol.org/es/acercaamp/Template.asp?Archivo=escuela_una/documentos/comite/002.html
4-. Lacan, J. (2001). Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de lÉcole. En Autres Écrits. Paris: Seuil. p. 244.
5-. Brodsky, G. (1995). ¿Dónde encontrar al AME?
http://www.wapol.org/fr/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=4&intIdiomaPublicacion=5&intArticulo=180&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10
6-. 1er Comité de Acción de la Escuela Una. (2000). El impasse de la garantía.
7-. Ibíd.
8-. Statuts de lAMP (1992/2000).
http://www.causefreudienne.net/uploads/document/34b883b6008e837e7cba84eb10c10765.pdf
9-. 1er Comité de Acción de la Escuela Una. (2000). El impasse de la garantía.
10-. Comisión de Garantía de la EOL (2013). Seis propuestas para la garantía y la nominación de AME.
http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=Textos_presentados&SubSec=Comision_de_Garantia&File=Comision-de-Garantia/Seis-propuestas-para-la-garantia-y-la-nominacion-de-AME.html
11-. Lacan, J. (1970). Adresse du jury daccueil. Scilicet 2/3. p. 50. Citado en: Miller, J.-A. (1988). Matemas II. p. 114.
12-. 1er Comité de Acción de la Escuela Una. (2000). El impasse de la garantía.
13-. Tarrab, M. (2002). Sobre la formación analítica y la Escuela.
http://www.wapol.org/es/acercaamp/Template.asp?Archivo=escuela_una/documentos/ocho_textos/tarrab.html
14-. Comisión de Garantía de la EOL (2013). Seis propuestas para la garantía y la nominación de AME.
15-. Lacan, J. (2001). Proposition du 9 doctobre sur le psychanalyste de lÉcole. En : Écrits. Paris : Seuil. p. 252.
16-. Ibíd., p. 254.
17-. Ibíd., p. 255.
18-. Ibíd., p. 256.
19-. Ibíd., pp. 256, 257.
20-. Wachsberger, H. (2013). Une École pour la passe (1967-1994).
http://www.causefreudienne.net/uploads/document/51e514c93368842bc5233bcf7c3c4ee3.pdf
21-. Ibíd.
22-. Miller, J.-A. (1988). Introducción a las paradojas del pase. En Matemas II. Buenos Aires: Paidós. p. 108.
23-. Ibíd., p. 110.
24-. Wachsberger, H. (2013). Une École pour la passe (1967-1994).
25-. Miller, J.-A. (2000). El banquete de los analistas. Buenos Aires: Paidós. Clases XXI a XXIV.
26-. Ibíd., p. 375.
27-. Ibíd., p. 378.
28-. Ibíd., p. 379.
29-. Ibíd., p. 393.
30-. Ibíd., p. 402.
31-. Lacan, J. (1966). La science et la vérité. En : Autres Écrits. Paris : Seuil. p. 855.
32-. Lacan, J. (1985). El seminario, libro XX, Aún. Buenos Aires: Paidós. p. 114.
33-. Miller, J.-A. (2011). LÊtre et lUn. Cours du 3 mai 2011. Inédito.
34-. Miller, J.-A. y Otros. (2005). Efectos terapéuticos rápidos. Buenos Aires: Paidós. p. 94.
35-. Ibíd., p. 120.
36-. Ibíd., p. 106.
37-. Miller, J.-A. (2008). Choses de finesse en psychanalyse. Cours du 12 novembre 2008.
38-. Ibíd.
39-. Miller, J.-A. (2008). Choses de finesse en psychanalyse. Cours du 19 novembre 2008.
40-. Ibíd.
41-. Ibíd.
42-. Miller, J.-A. (2008). Choses de finesse en psychanalyse. Cours du 14 janvier 2009.
43-. Ibíd.
44-. Ibíd.
45-. Miller, J.-A. (2011). Conferencia de clausura. PIPOL 5. El Psicoanálisis, 20. p. 16.
46-. Miller, J.-A. (2000). Teoría de Turín acerca del sujeto de la Escuela.
http://www.wapol.org/es/las_escuelas/TemplateArticulo.asp?intTipoPagina=4&intEdicion=1&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=291&intIdiomaArticulo=1&intPublicacion=10
47-. Miller, J.-A. (2011). LÊtre et lUn. Cours du 3 mai 2011. Inédito.
48-. Ibíd.