COMÉDIE DE L’INNOCENCE de RAÚL RUIZ. Irene Domínguez (Barcelona)

Quisiera, a través de estas líneas, hacer un pequeño homenaje algunos festivales de cine y en concreto al Festival de Cine Independiente de Barcelona que ha tenido lugar entre el 20 y 25 de Noviembre de 2012 en algunos lugares claves de la cultura en esta ciudad. En estos tiempos de robo y saqueo, que algunos puntos neurálgicos de Barcelona sigan manteniéndose firmes en la tarea de hacer de la cultura en general y del cine en particular, un bastión de lucha contra la barbarie circundante, es algo más que un buen gesto: es un acto de lucha, una contribución al llamado a ser sujetos activos en las transformaciones del mundo que nos ha tocado vivir.

Comédie de l’Innocence, de Raúl Ruiz, una película de 2001, con actrices de la talla de Isabelle Hupert y Jeanne Balibar -ésta última invitada a participar en el festival- cuenta una historia cuyo relato lo construyen las imágenes. Un niño de 9 años, el día de su cumpleaños, dice a su madre no ser hijo de ella y le pide que la lleve con su verdadera mamá. Ésta, siguiéndole el juego, llega hasta la casa de otra mujer que asegura ser la verdadera madre del niño. Entonces empieza un baile que oscila entre las dos madres: deciden vivir en la misma casa para no separarse de su retoño con dos nombres, junto al tío psiquiatra -hermano de la primera madre- y a un padre notoriamente imbécil, que no pinta lo más mínimo, cosa que el niño sabe desde hace bastante tiempo.

Un cuadro de la escena bíblica del juicio del rey Salomón corona el centro del salón burgués, la mirada de yeso de los bustos converge sobre él… Podríamos decir que la película es como un chiste sobre el cuadro, donde el gran ausente es Salomón. Las soluciones al conflicto son cualquier cosa menos un juicio, son más bien apaños e invenciones femeninas. De hecho, ambas mujeres manifiestan su poco interés y su desacuerdo en acudir a la ley para resolver el asunto, cosa que enloquece al tío, generando un ambiente bizarro, colorido y a ratos muy divertido.

En la kafkiana situación surgida de la naturaleza de las mujeres para adaptarse a las circunstancias -por extravagantes que éstas sean- el niño sigue jugando,… juega a ser el amo de la situación, a dictar sus reglas, a concretar su fantasía de tener a todas las mujeres para él y dormir con ambas… La comedia de la inocencia está gravada desde su mirada, es su cámara, su ojo, el que nos muestra la historia. También podríamos considerarla como un sueño del rey Salomón, como la película que podría estar pasándole por la cabeza durante el juicio…

El pequeño rey no puede evitar, no obstante, quedar retratado como el objeto que circula entre las dos madres, cual parte propia de sus cuerpos, cual posesión privada en donde ninguna ley puede detener la voluntad de gozar del hijo. Las insinuaciones de seducción por parte de ellas, ubicándolo como partenaire sexual, son el momento de poner el punto final a la historia, deteniéndola, de este modo, en el punto de máximo goce para el pequeño, que es también su máximo horror.

De alguna forma, esa inocencia infantil toca al espectador… Fui acompañada al festival. La diferencia de opiniones y sensaciones que provoca en hombres y mujeres se hacía notoria. Mis amigos salían algo fastidiados, incluso angustiados: el director logró mostrar algo del horror a las mujeres que, en forma de fantasía infantil del pequeño varoncito, no dejaba de resonar directamente en ellos. A nosotras en cambio nos divirtió más: reconocer en la locura femenina esos toques geniales para resolver situaciones atípicas, nos producía más bien risa que angustia.

Quizás, entonces, pude entender un poco más aquello que decía Freud cuando afirmaba que las mujeres no tenemos un superyó tan inexorable o que incluso dudara de que lo tuviéramos… Pero tener lo tenemos, como escribió Isabelle Durand en su libro sobre el superyó, cuando tomando a J.-A. Miller, lo define como una máscara del goce femenino.

Lo que acordé con Freud es que, el superyó para las mujeres, tal como muestra Raúl Ruiz, está por fuera de toda regla, es decir de la regla fálica. Por no evocar a los pequeños perversos polimorfos, pues la película enseña el gusto generalizado por la perversión en la condición humana: los niños con su objeto madre, los hombres con sus camioncitos infantiles y las mujeres con sus hijos.

Colorear la inocencia infantil plagándola de fantasías eróticas que ponen en marcha la pulsión escópica, contribuye a mostrar algo más verdadero sobre la infancia que lo que hacen todas esas gazmoñerías psicologizantes.

Pensé que seguramente fuera en la infancia donde date el surgimiento del deseo de hacer películas en muchos directores de cine. Este tipo de cine independiente es una demostración de que el psicoanálisis, más allá de sus caricaturas a lo Woody Allen, ha calado en nuestras vidas y que, puesto al servicio de hacer buen cine contribuye, en cierta medida, a que el mundo pueda ser un poquito menos estúpido y pueda estar un poquito más interesado en otra cosa distinta que aquello que nos empuja a nuestra auto-aniquilación.