Crónica: “Lo que el tatuaje escribe en el cuerpo”*. Susana Genta (Madrid)

En esta oportunidad fue Claudine Foos la invitada al Ciclo para hablar del tema “Lo que el tatuaje escribe en el cuerpo”. Antes de darle la palabra, a modo de introducción, Gustavo Dessal y Amanda Goya, coordinadores de dicho espacio, hicieron un breve comentario sobre el tema.

En primer lugar, Gustavo Dessal, nos invitó a escuchar la conferencia de Claudine Foos tomando el tatuaje como marca corporal, bajo tres modalidades diferentes:

La marca en su valor simbólico; como modo de inscribir en el cuerpo el rasgo de pertenencia de un sujeto a una comunidad; tal es el caso de la circuncisión por ejemplo.
Siendo éste quizás el mas conocido y antiguo de sus usos.

En segundo lugar, la marca en su valor imaginario; como elemento de la vida erótica, como forma de atraer, de seducir y cautivar el deseo.

Y, por último, la marca en su valor erógeno, ligado a la pulsión y el autoerotismo.
Adelantándonos que la particularidad de esta práctica en la sociedad contemporánea pareciera ser, a diferencia de otras épocas y culturas, la de presentarse “cada vez mas disociada de todo ritual simbólico”.

Pero más allá del interés sociológico de estos cambios, como psicoanalistas, ¿cómo valorar la función que el tatuaje y el piercing cumplen en un sujeto determinado? “Como si de un síntoma se tratara; rastrear la especificidad de su uso en un determinado sujeto”, fue su indicación.

Desde otro ángulo, Amanda Goya, tomando como referencia a Gerard Wajcman, célebre escritor y psicoanalista francés, en su último libro publicado “El ojo absoluto”, nos invitó a pensar el contexto cultural en el cual crece y se instala este fenómeno de hacerse tatuar o perforar la piel. Época que algunos caracterizan como “hipermodernismo” y en el que “la mirada de Dios, como otro trascendente, ha descendido al mundo encarnada en dioses tecnológicos que pretenden expandir el dominio de la mirada hacia los confines; como si verlo todo fuera posible”.

Epoca que caracterizó de “voyeurismo generalizado” o “civilización de la mirada” en palabras de Wajcman.

En este marco conceptual, Claudine Foos comenzó su desarrollo a partir del Psicoanálisis y la enseñanza de J. Lacan, señalando que el tema del cuerpo y la marca como signo es consustancial a la relación que el ser humano tiene con su cuerpo. Tenemos un cuerpo, no lo somos. Sujeto y cuerpo están separados en la constitución subjetiva; por lo que “siempre el ser humano ha recurrido a artificios para hacerse con su cuerpo”, y entre estos artificios podemos incluir también el tatuaje y el piercing. El fenómeno no es nuevo ni privativo de una cultura.

Nos propuso entonces pensarlo en el auge y la proliferación que tiene en la cultura occidental y el mundo contemporáneo.

A partir de esta tesis fundamental, realizó un exhaustivo recorrido por diferentes posibilidades para ubicar el fenómeno, tan extendido hoy en día, como respuestas subjetivas diversas frente el otro contemporáneo.

En una época del empuje a la indiferenciación, al “para todos lo mismo”, el tatuaje podría ser “un intento de diferenciación”, un intento de configurar una nueva identidad, un nuevo nombre: “el guerrero”, “la extraña”, etc., velando así la primera identidad del sujeto o completándola imaginariamente.

O por el contrario, favoreciendo una identificación con sus pares en los grupos de adolescentes. En este caso el tatuaje podría ayudar a “hacer del cuerpo desconocido que reciben una piel ilustrada como la de su prójimo”.

Subrayó la dimensión del dolor como algo indisoluble de esta cultura. Tal como lo describe Junichiro Tanizaki en su libro El tatuaje, el goce del dolor está presente tanto en aquel que se hace tatuar como en el tatuador; “ese profundo y extraño deleite” del que nos habla en su obra.

Por otro lado la dimensión de la mirada, en este mundo al que caracterizó de omnivoyeur y exhibicionista que no sólo convoca en el sentido de la belleza sino del impacto, la interrogación o la repulsa. La sensación de la extrañeza está presente.

El atributo de la belleza tan ligado al objeto y su envoltura, tal como lo intuyera Walter Benjamin “bello es ese objeto al que le es esencial el velo”, está en cuestión. La desnudez se muestra desnuda. Los velos han caído; un pecho, un hombro se muestran como partes de la anatomía. En este contexto el tatuaje puede venir al lugar de la envoltura. “Mancha que descubre ese hombro y atrae la mirada sobre el recorte del cuerpo”.

En su función de mascarada, al igual que el maquillaje, ha estado presente a lo largo de la historia. Pero el tatuaje se distingue de otras prácticas de la mascarada por constituir una marca no evanescente; es una marca inalterable.

¿Cómo pensar el tatuaje de los nombres propios?, ¿como forma de entender el amor como marca imperecedera en el cuerpo?, o ¿como duelo imposible, intentando retener a aquel que ha desaparecido?…

En su vertiente de provocación de cierto rechazo, evocó a los románticos del siglo XIX, que adoptaron una indumentaria para diferenciarse de los burgueses, “èpater les bourgeois”; su manera de mostrar el desprecio hacia esa clase social que comenzó a imponer su dominio hacia 1830.

En este sentido, la estética del tatuaje contemporáneo, nos dijo Claudine Foos, guarda relación con la cultura oriental, como otra cultura extraña a occidente. “Lo diferente, otro código, otra concepción de la belleza, otra filosofía de la vida, otra religión…”.

En un mundo de cambios continuos, el tatuaje estaría del lado de instaurar algo inalterable, estable. La paradoja es que en el modelo social que propone el discurso contemporáneo, al que calificó de siniestro, el sujeto como tal no cuenta sino como consumidor en potencia. De tal manera que el tatuarse instaura una cadena donde éste es un artículo más, pone su piel y su cuerpo en circulación; dando lugar a esta nueva industria: “ese signo que constituiría una marca única y distintiva pasa a ser la marca de un artículo mas de consumo”.

Y por ultimo, una reflexión sobre la escritura y el tatuaje como algo del orden del trazo y la letra, para concluir que “la carne tal como se muestra en el tatuaje contemporáneo, no deja lugar a la metáfora, es marca que da a ver, al tiempo que envuelve el cuerpo en su vertiente mas real”.

La noche se cerró con un animado debate.

*Ciclo de conferencias del Nucep. “Cómo escucha el Psicoanálisis lo que el cuerpo dice”.