Bibliografía razonada. (5) CUERPOS ESCRITOS, CUERPOS HABLADOS. Hebe Tizio, Antonio García Cenador, Adolfo J. Santamaría, Paloma Blanco Díaz.

Para los que nos nombramos lacanianos el cuerpo en su vertiente escritural, esto es, las de aquellas marcas que hienden el cuerpo en su condición gozante, más allá de su registro imaginario, especular o simbólico, cobra una importancia progresiva. Tan es así que llegados a este punto, no podemos obviar el saber hacer particular con dicho lugar del Otro, determinado por un estilo sintomático no ajeno a su inserción -política- en el lazo social.

No en vano, entre la significatividad y la significantización, la poesía in-corporada que cada cuerpo recita da cuenta de una inscripción -entre la marca de la firma, la forma pregnante y el flujo pulsional- de actos y dichos que señalan lo genuino del insondable anudamiento contingente e imposible, que queda a la espera de una lectura no anónima de sus diversas versiones.

Hebe Tizio, desde Barcelona firma una muy sugerente propuesta en la que resalta la dimensión sintomática (ya apuntada en algún momento), de la motricidad. Antonio García Cenador indaga otra declinación posible, que toma desde el caso de Joyce la construcción de un cuerpo propio no reducido a su aspecto meramente imaginario.

La Comisión Bibliográfica.

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Ex-crituras del enforma.
Hebe Tizio

Michel Foucault, en su seminario del 17 de abril de 1976, introdujo el término “biopoder”, entendido como el modo en que “el poder político se ejerce sobre el hombre en tanto ser viviente”. Hasta entonces, la filosofía política había apuntado más bien a los derechos del sujeto ante el Estado y la Ley. El término “biopolítica”, que desarrolló entre otros el filósofo napolitano Roberto Esposito (autor, entre otros textos, de Inmunitas y Communitas, publicados por Amorrortu), incluye en el discurso político un elemento diverso que es el bios, el cuerpo. La biopolítica es la política que se ejerce sobre los cuerpos. La biopolítica es un modo interesante de pensar, no sólo los extremos del fascismo, sino también, en el contexto actual, las políticas de evaluación, regulación y sanitarias: también son políticas sobre el cuerpo. Mario Goldenberg (En Pagina 12. 26 Julio 2007).

Como se abría el cuerpo del amor herido/como si fuera un pájaro de fuego/que entre las manos ciegas se incendiara./No supe el límite./Las aguas/ podrían descender de tu cintura/hasta el terrible borde de la sed,/las aguas.
José Ángel Valente (De: Anatomía de la palabra. Pre-Textos. Valencia 2000).

Apunte de lecturas: ¿Qué es la motricidad para el psicoanálisis?
Es verdad que el término motricidad pareciera patrimonio de distintos especialistas pero ¿qué entendemos por motricidad desde el psicoanálisis?

Un breve apunte de lectura, y como tal breve selección, nos lleva a ver que desde el inicio de sus elaboraciones Freud toma en cuenta la descarga motriz ya que para él la carga afectiva de un hecho se libera por la reacción motriz o por la elaboración asociativa.

Freud, en el “Proyecto de una psicología para neurólogos”, ya precisaba que el organismo no podía sustraerse de los estímulos internos de la misma manera que de los externos donde la huída del estímulo la daba la motricidad. Esto pone en primer plano que hay en juego una interpretación de rechazo ya que hay que recordar que la percepción no es dato primario sino selección, trozos escogidos.

Tanto el movimiento como su inhibición son significativos para Freud. En el trabajo sobre las parálisis histéricas mostraba que la concepción del brazo permanecería en una “asociación subconsciente con el recuerdo del trauma” que no ha sido eliminado por medio de la reacción motriz o del trabajo de elaboración. Es decir, la pérdida de la motricidad del brazo se hallaba determinada por una asociación que remite al goce en juego.

Freud se refiere también a los juegos de movimiento que agradan a los niños. Hacerlos volar, jugar a dejarlos caer súbitamente, dejarlos en vilo, etc., los niños gozan con tales experiencias y quieren repetirlas particularmente si ellas les producen un cierto vértigo[1].

Lacan, en “El estadio del espejo”, plantea el cuerpo desvinculado del proceso de maduración. Se trata del dominio imaginario del cuerpo prematuro que se avanza sobre dominio real y lo condiciona, es decir, tiene efectos formadores sobre el organismo. Es la idea de que el desarrollo se hace desde una estructura que no es la estructura anatómica y que marca un estilo, es decir, un goce. Se hace evidente la diferencia entre organismo y cuerpo visual, hiancia que Lacan señala, pues esa imagen no incluye los órganos.[2]

Se trata del cuerpo como totalidad que se visualiza. Es una Gestalt plana, simétrica e invertida. En este momento hay, para Lacan, la satisfacción simbólica del reconocimiento y la satisfacción imaginaria que cubre lo que se llama goce[3]. La libido tiene estatuto imaginario y se halla en relación con el yo. La imagen tiene efectos formadores sobre el yo y el goce del cuerpo y los objetos y estructura el conjunto de la vida fantasmática.

En el Seminario VII Lacan señala que para Freud el único contenido seguro del dolor es que “nace cuando un estímulo que ataca en la periferia perfora los dispositivos de la protección anti estímulo y entonces actúa como un estímulo pulsional continuado, frente al cual permanecen impotentes las acciones musculares, en otro caso eficaces, que sustraerían el estímulo del lugar estimulado.”[4] Por eso podría “concebir el dolor como un campo que, en el orden de la existencia, se abre precisamente en el límite en el que el ser no tiene posibilidad de moverse.”[5]

Si bien Lacan introduce modificaciones en su enseñanza y abordará el tema tanto por la vía del objeto como del sinthome, lo fundamental es que la motricidad para el psicoanálisis no es fruto de la maduración ni efecto de la ejercitación sino que tiene siempre carácter sintomático porque da cuenta de un tratamiento del goce.

Notas:
[1] Freud,S. “Conferencia XXV” En Obras Completas. Amorrortu. T XVI

[2] Lacan, J. “La agresividad en psicoanálisis”. En Escritos I. Siglo XXI. p.128
“Saben que su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de ese momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Insisto en este punto en mi teoría del estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo.”

[3] Miller,J.A. “Los seis paradigmas del goce”. En Freudiana

[4] Lacan,J. Seminario VII La Etica del Psicoanálisis. Paidos.p.159

[5] Op.cit.p.76

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El cuerpo en la obra de Joyce.
Antonio García Cenador

CORPUS: Lacan leyó en el relato de la paliza que recibe Stephen Dedalus, el desprendimiento de la imagen del cuerpo, y, en consecuencia el desanudamiento de los tres registros.

Si la envoltura que constituye la imagen del cuerpo, envoltura fuertemente libidinizada, cae, nos encontramos con lo real del organismo y también con su desmembramiento. Cito a modo de ejemplo un pasaje del Ulises:”¡El día final! Entonces cada quisque hurgando por ahí en busca de su hígado y sus tripas y el resto de sus asuntos”. (1)

Considero que no es ajeno a esta caída del registro imaginario la preeminencia que adquiere en Joyce el concepto de carne. Este concepto aparece por primera vez en San Pablo: ”Sé que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne, doy mis miembros a otro que está en mí, que está en guerra con mi ley. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”(2)

Esta concepción del cuerpo como carne, choca brutalmente con el concepto de los griegos, para quienes el cuerpo estaba relacionado con la armonía y la belleza. La carne surge como la concreción dolorosa de la vulnerabilidad del ser humano ante un peligro inédito para el paganismo, el de la tentación. Así, en el Retrato… leemos: ”Aquello era la obra de los demonios, que trataban de diseminar sus pensamientos y burlar su conciencia asaltándole por las puertas de la carne cobarde y corrompida por el pecado”.(3)

No obstante, Joyce pudo construirse un nuevo cuerpo, su obra; pero este ego-cuerpo, no debe confundirse con la dimensión de un cuerpo imaginario. Al contrario, el verdadero cuerpo de Joyce es su obra (corpus) y los golpes alcanzan su carne.

CORPSE: cadáver. Lacan, en Radiofonía (4) habla del cuerpo de lo simbólico, “ que de ningún modo hay que entender como metáfora” y que produce el efecto de cadaverización (corsifiat). Y concluye: “Así, no todo es carne”. En el Ulises, describiendo el rito de la comunión, Joyce escribe: “Corpus. Cuerpo. Cadáver.(…)No parece que lo mastiquen:se lo tragan solamente. Idea rara: comer pedacitos de cadáver, por eso lo entienden los caníbales” (5)

CROP: COSECHA. Aquí no se trata del cuerpo cadaverizado por el lenguaje, aquí se lo toma en la dimensión real de desecho, que puede servir para producir una buena cosecha: “Cadáver de caballero bien conservado gordo, epicúreo, valiosísimo para huerta”. (6)

Para concluir: La concepción del cuerpo en Joyce la encontramos en una de sus múltiples condensaciones. Se trata de CROPSE, que está formada por

CORPSE: CADÁVER

CORPUS: CUERPO

CROP: COSECHA.

Notas:
1.-.JOYCE J.: Ulises. Bruguera, Barcelona, 1976
2.-S. PABLO: Epístola a los romanos.
3.-J.JOICE: Retrato del artista adolescente. Alianza, Madrid 1978.
4.-LACAN J. : Radiofonía –Televisión.
5.-JOYCE J. : Ulises.
6.-JOYCE J. : Ulises

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En Babelia (El País.12 Nov) de este pasado sábado se presenta un texto de la filósofa Adela Cortina que versa alrededor de la neuroética y la neuropolítica. Sin entrar en profundidades epistémicas, no nos deja de llamar la atención el acento puesto en lo -neuro como omnímodo prefijo que -sumándose a lo Bio, Eco y Psico- viene a tratar de colmar la voracidad de un paradigma que reclama, bajo su presunta cientificidad, un paratodeo utilitarista al encuentro de una explicación de toda esfera subjetiva. Y donde progresivamente lo Psi queda relegado como meras especulaciones ontológicas: no en vano asistimos al declive de la propia psico-patología.

Cierto es: neuro-cuerpos, neuro-aprendizajes; pero pronto neuro-estética, neuro-psicoanálisis (véase la fascinación por Damasio de ciertos colegas) y ya puestos neuro-transferencia, neuro-sexuación o neuropulsiones...

Está claro que el futuro del psicoanálisis no solo no está garantizado, sino que dependerá de aquellos concernidos por los poderes de la palabra y de su transmisión, bajo presencia.

Nuestro colega Adolfo Santamaría desde Valencia, nos entrega un texto que versa sobre como todo cuerpo, justo por su condición sintomática, resulta extraño, máxime en las psicosis. Y Paloma Blanco, desde Málaga, con su buen gusto cinematográfico, trae a colación un Hitchcock como testimonio subjetivo.

La Comisión Bibliográfica.

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Inolvidable cuerpo extraño.
Adolfo J. Santamaría

El propósito de esta nota es dar cuenta de un pequeño recorrido bibliográfico del que nos servimos para la presentación en el espacio “X Jornadas ELP” en la sede de Valencia en el mes de octubre, que titulamos “¿Automatismo Carnal?”: El cuerpo extraño.

De entrada un texto periférico, si se me permite nombrarlo de este modo, fue nuestro punto de partida: El saber delirante de Fernando Colina, en sus capítulos ¿A qué llamamos automatismo mental? y, el que le sigue, ¿Hay automatismo carnal? El autor enfatiza que no debemos olvidar que el escenario principal de la psicosis es el cuerpo. La apariencia verbal del delirio, prosigue nuestro autor, no puede ocultarnos que el delirio está encarnado y que en su desdichada aventura el psicótico se ha jugado hasta la piel o. mejor dicho, es la piel, su envoltura corporal, lo primero que ha expuesto o arriesgado. Sin enmendar el plano a los fenómenos del automatismo mental –anidéicos, sutiles y atemáticos– hace hincapié en el lugar que ocupan esos fenómenos del cuerpo. Se produce, dice Fernando Colina una sublevación del cuerpo contra el pensamiento.

Existe, al parecer, cierta ingobernabilidad del cuerpo por parte del “pensamiento”: el cuerpo comienza a hablar su propio lenguaje. Este deja de dar un lugar al cuerpo, comienza a ser hablado, habla su propio lenguaje, se convierte en emisor de su propio lenguaje; es en este sentido que entendemos la presencia del automatismo carnal.

Sin embargo, nada nos asegura que el cuerpo sea conducido “rectamente” por el “pensamiento”. Solo en el hipotético caso de la realización del principio del placer, cuerpo y mente, significante y significado, placer y goce tendría una relación unívoca. Entonces se abre, pues, la certeza de la desproporción entre los términos, el automatismo carnal, quizás, cabría pensarlo como la expresión máxima del desencuentro, de división, que el neurótico envuelve con el fantasma y el psicótico expone a cielo abierto.

El texto de Colina actualizaba en nosotros elementos de la clínica de la psicosis del lado de los fenómenos del cuerpo. Tomamos en este sentido el trabajo de Freud de 1915 Lo inconsciente con el objeto de proseguir nuestra interrogación, nos interesaba el aspecto que acabamos de señalar cuando el cuerpo escindido habla su propio lenguaje. En este trabajo, Freud nos presenta el concepto lenguaje de órgano como expresión de la no dehiscencia entre lenguaje y cuerpo. El lenguaje captura el cuerpo, produciendo una significación donde la palabra toma el cuerpo en un esfuerzo de condensación en la que representación verbal y representación de la cosa quedan integradas.

Si el automatismo carnal nos sitúa ante fenómenos del tipo de distorsiones, deformaciones, negaciones corporales, fenómenos cenestésicos, hipocondría… El lenguaje de órgano es una vuelta a una mónada donde se condensan dos términos heterogéneos en su significación, que a diferencia del automatismo carnal apuntan a la cosa misma. Es un intento delirante de proporción entre los términos, que también podría pensarse como una servidumbre del cuerpo al significante enajenado.

¿De qué da idea tanto el automatismo carnal como el lenguaje de órgano? No solo de la fragmentación del cuerpo, sino también del dualismo irremediable entre las dos sustancias cartesianas por excelencia: mente y cuerpo.

En este punto nuestro recorrido siguió las indicaciones de J.-A. Miller en La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica (2003, Paidos) cap. XVII Biología lacaniana en su apartado Hábeas Corpus. El empuje a la identidad entre ser y cuerpo, de raigambre aristotélica subrayada por Lacan (Seminario XX, p. 134) -el alma es lo que se piensa a propósito del cuerpo-, es criticado desde el dualismo cartesiano. El hombre tiene un cuerpo es la afirmación de Lacan en la que queda subraya la dehiscencia cartesiana atribuyendo el cuerpo al registro del tener; el ser quedara, entonces, del lado del saber. Es absolutamente extraño estar localizado en un cuerpo, y esa extrañeza no sería posible minimizarla, a pesar de que no lo pasamos jactándonos de haber reinventado la unidad humana. (Lacan Seminario II, p.146)

La división está hecha sin remedio. La consecuencia de esta división se constituye en un principio rector (Miller p. 311). Nos reencontramos, en este caso, con la heterogeneidad de los términos: A partir del momento en que el sujeto es sujeto del significante, no puede identificarse con su cuerpo, y de allí procede su afección por la imagen de este (cuerpo). Es esta disparidad la que se hace imposible a cualquier pensamiento, sin embargo es por la vía imaginaria que el narcisismo proporciona el modo en como el hombre responde a la identificación fallida.

Iniciábamos la presentación de nuestro texto en la Sede de Valencia con un breve párrafo que plantea algunas cuestiones sobre el destino del cuerpo en la psicosis esquizofrénica, que ahora transcribo:

El cuerpo es siempre fiel a la cita del desencadenamiento psicótico, prioritariamente en la esquizofrenia; cuerpo re-fragmentado que se restituye, aunque no siempre, en la envoltura delirante. Si el neurótico es capaz de olvidar el cuerpo, en el psicótico se presenta como real, de carne y hueso, inolvidable, sin embargo pobre y silencioso.

El recorrido realizado nos ha alumbrado en la posición del cuerpo en la neurosis: cuerpo olvidado bajo el velo de lo imaginario, adornado de colores, telas y abalorios. Sin embargo, prosiguiendo en la dirección que apunta J.-A. Miller en su seminario y adentrándonos, si quiera levemente, en el S. XXIII El sinthome llama la atención el tratamiento que Lacan da al cuerpo, más allá del registro imaginario; o mejor, vemos como el tratamiento dado al cuerpo en el registro imaginario se transforma y cae cuando toma la “aventura de Joyce” (p. 146) y nos traslada el desapego imaginario del cuerpo en ese abandonar, dejar caer (el cuerpo)… como una cáscara. Subraya pues la operación de este desentenderse de lo que tiene y le es ajeno. Creo que Joyce puede aventurarse a dejar caer el cuerpo como una cáscara en tanto la escritura, el oficio de escritor, le permite anudarse en otro registro que el imaginario: ahí tiene la letra. De este modo le es posible olvidar, también, el cuerpo.

Nos preguntamos si es posible el olvido del cuerpo en un sujeto esquizofrénico. Creemos que la operación del olvido es compleja, pues este se hace presente en su retorno de lo real. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia –consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta su campamento. (S. XXIII, p. 64). Esa consistencia es la que proponemos, a la luz de la clínica, que sea tomada como cuerpo extraño, y por ello, inolvidable.

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Un recuerdo casi infantil
Paloma Blanco Díaz

El film Spellbound, de Alfred Hitchcock, traducida en España como Recuerda, figura entre los antecedentes que me impulsaron a iniciar mi análisis cuando tenía 19 años. Sin embargo, y hasta no hace mucho, el asunto me producía cierta incomodidad y malestar, guardándome de dejar saber a otros este dato que yo misma prefería olvidar. Y es que me resultaba, banal, frívolo, errado incluso, el peso que tenía en mi decisión y compromiso con la experiencia del inconsciente desde hace casi treinta años, una simple película que, por lo demás, sobradamente sabía plagada de inexactitudes y errores conceptuales.

El primer encuentro con este relato cinematográfico fue cuando yo contaba unos 12 años; a lo largo del tiempo la he visto algunas veces más, experimentando siempre la misma sensación ambivalente; por un lado, reconocía su valor crucial para mí y por otro, me resultaba profundamente enojoso que algo que juzgaba tan pueril, tuviera ese peso.

Mi gusto por el cine y los relatos en general es algo, por otra parte, que nunca precisé disimular y fue la escena de un paisaje nevado, vista recientemente en otra película, la que puso en juego lo que no es del orden del recuerdo, sino de la reminiscencia.

Realmente, la incidencia de Spellbound en mi propia historia, no tenía que ver con el argumento de la película en sí; se trataba más bien de las trazas de una escritura que comparecían en el film y que tenían resonancias con algo propio. Lo que me tocaba de la película, era la puesta en escena de mi propio irrepresentable, lo que escapa a lo que puede ser nombrado, lo que, sin embargo, no cesa de no escribirse. La marca que dibujan los dientes del tenedor en el mantel blanco, las rayas negras que recorren la bata blanca de la Dra. Peterson, los surcos que trazan los esquíes en la nieve, cifraban en aquella vieja película su valor, lo que ahora podía leer como letra, antes marca, trazo, cifra de una ausencia irrecuperable, que hace también a mi nombre, propio.

Mi gusto por la nieve y las páginas en blanco, arranca desde la infancia; por deslizar por ellas un trazo, que ha podido hacerse letra, legible para mí y sin más sentido que una lectura propia. De mi encuentro con lalangue, quedó la contingencia afortunada de que algo pudiera cesar de no escribirse en la página en blanco infinita. La lengua inglesa fue mi particular lalangue, y pronuncié mis primeras palabras indistintamente en este idioma y en el que ahora estoy escribiendo; pero este lenguaje, de procedencia materna, fue cayendo en el desuso cotidiano y la transformación de lalangue en lenguaje implicó el abandono de un idioma por otro; también, la constatación de que toda palabra es un ejercicio de nostalgia y cualquier escritura, la conmemoración de una ausencia y un inicio.

Spellbound se traduce como hechizado, alguien bajo el efecto de un conjuro o un encantamiento y es, a su vez, una palabra compuesta por otras dos. Spell significa deletrear y escribir con corrección ortográfica, y bound, tiene un amplio campo semántico, tanto como adjetivo, verbo o sustantivo: encuadernado, atar, ligar, anudar, obligar, detener, saltar, límite.

El encuentro no fue con Recuerda, de hecho, desde muy pronto tuve claro que dejarse atravesar por la experiencia del inconsciente no era cuestión de un ejercicio de rememoración; mis recuerdos infantiles arrancaban desde una infancia muy temprana y lo enigmático no residía para mí en el olvido. Mi encuentro, lo he sabido mucho después, fue con Spellbound y la ausencia que marca y enmarca, con el sueño de un cortinaje rasgado y una mirada que se recorta, ese objeto perdido, pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.

En el ejercicio de la rememoración a la reminiscencia, que ha sido mi consentimiento a dejarme atravesar por el inconsciente en la experiencia analítica, hallé un uso nuevo de la palabra y el cuerpo, porque localicé en algunas de ellas el borde cortante y propicio de ciertas letras, e hice del indecible la decisión de abrir con su filo, localizando vacíos en la membrana porosa del lenguaje, el ojo de una cerradura, después el dintel de una puerta a otras maneras posibles de habitar la existencia de un cuerpo parlante, sexuado y mortal.

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Web de la ELP: http: www.elp-debates.com

Pueden dirigirse a:

Ricardo Acevedo, r-acevedo@correo.cop.es
Luz Fernández, luzgaf@yahoo.es
Julio González, juliogonca@telefonica.net
Rosa Mª López, rosamarialopezs@telefonica.net
José Ángel Rodríguez Ribas (responsable) JA_RRIBAS@terra.es
Adolfo Santamaría, santa@comv.es