Referencias Bibliográficas (4). CUERPOS ESCRITOS, CUERPOS HABLADOS. Jacques Lacan, Javier Carreño Villada, Sagrario S. de Castro Herencia, Marga Auré, Luis Salvador López.

Algunas palabras sobre el cuerpo.
Jacques Lacan.

En este punto, ¿qué es ese Otro? ¿Cuál es su sustancia? Me he dejado decir ya que en verdad hace falta creer que me dejo cada vez menos decir, pues no lo escucho más, que camuflaba en ese lugar del Otro al espíritu. Lo enojoso es que es falso. El Otro finalmente no lo ha aún adivinado, es el cuerpo. J. L.acan, Clase 18/10.5.67.

Entonces por ahí gira todo eso y hay que ver bien ciertas cosas: que entre ese soporte, lo que ocurre a nivel del cuerpo y de donde surge todo sentido, pero inconstituído, porque después de lo que acabo de enunciar del goce, de la verdad, de la apariencia y del plus-de-goce como haciendo el fondo, el "ground"(...) El "ground" está allí: efectivamente, se trata del cuerpo. J. Lacan, Clase 19 /21.6.72.

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Cuerpo escrito, cuerpo hablado.
Javier Carreño Villada

La relectura de la inolvidable novela de ciencia ficción “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”, obra inspiradora de la no menos legendaria película Bladerunner nos pone sobre la pista de un tipo de escritura en el cuerpo no ya tan ciencia ficción. No es otra que la escritura del código genético. La composición de nuestro ADN ha pasado de ser obra del misterio de Dios a ser un mensaje escrito en el cuerpo. Un mensaje que puede ser descifrado. Nuestros cuerpos hablan ahora pero no nuestro idioma. Hasta ahora el cuerpo hablaba un lenguaje que no dejaba más rastro que unos ojos azules o un tipo de pelo. Poco más podíamos saber de nuestro cuerpo nosotros ignorantes del código.

Pero nuestro cuerpos en estos tiempos empiezan a balbucear nuestro destino. Nos avisan, en una lengua de cuatro letras A, G, U y T, del palidecer temprano de nuestra piel o del marchitar prematuro de nuestro corazón. También nos cuentan cuándo perderemos la cabeza y si necesitaremos recambios, prótesis o algún tratamiento especial. En este sentido, la ciencia se postula como el oráculo donde verteremos un mensaje que es nuestro cuerpo pero que desconocemos absolutamente. El resultado del desciframiento es todo un compendio de peligros y terrores que alimenta la fantasía de control sobre nuestro destino. Eso a veces provoca ciertos desmanes. Algunos como replicantes arrasarán con todo lo que la vida tiene de levedad para ir en busca del científico que les dará un pequeño suspiro más y ante su negativa o su incapacidad le arrancarán los ojos. Y, en el trayecto, se les habrá olvidado parar un momento para escuchar el ronroneo de esta cruda levedad de la vida. Real inoperable sobre el que ningún mensaje en código y ninguna profilaxis puede aplicar ninguna fuerza. Y en el lecho de muerte, con sus cuerpos customizados y tuneados se verán inundados por miles de recuerdos de una vida marcada por salvar la vida. Una vida sin muerte que pasó moribunda por el tiempo. Y como todos sus recuerdos también como lágrimas en la lluvia se irán.

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Lacan y Foucault: sujeto, goce y transferencia
Sagrario S. de Castro Herencia

Foucault en su gran estudio sobre el poder acuñó los términos biopolítica y biopoder que han sido mantenidos por autores posteriores. No podemos dejar de pensar, en una primera apreciación de la época en la que vivimos, que sus observaciones no hayan sido certeras.

Lacan cuenta en el Seminario XVI, del año 1968, cómo asistió a una conferencia de Foucault en la que bajo la rúbrica ¿Qué es un autor? se preguntaba cosas tales como ¿Cuál es la función del nombre de un autor? A Lacan le interesó que Foucault pusiera a la cabeza de su articulación la función del retorno a, en una época en que Lacan, estaba concernido por el retorno a Freud.

Independientemente del interés psicoanalítico que puede presentar un personaje que se quitó de su nombre el nombre de su padre, Paul, ya que él se llamaba Paul-Michel Foucault; alguien que mientras estaba en la prestigiosa Escuela Normal Superior de París sufrió agudas depresiones y tuvo un intento de suicidio, cosa que seguramente le llevaría a estudiar, además de filosofía, la carrera de psicología; Foucault fue un gran conocedor de Lacan, a pesar de lo cual, Didier Eribon, biógrafo suyo, escribió que el asunto de Foucault se resumía en “cómo no psicoanalizarse”.

El autor usó los conceptos lacanianos de sujeto, verdad, y saber y, puede decirse, que “los últimos años de Foucault son una explicación de Lacan sin nombrarlo nunca” (1) y en este punto es donde surgen las preguntas:

¿Donde se separó Foucault del psicoanálisis? ¿Cómo alguien que en sus primeras obras consideraba al psicoanálisis como la piedra angular de su proyecto, se separó de él a pesar de tomarlo como instrumento teórico en sus argumentaciones? Y, por último, ¿dónde la construcción teórica de Foucault se disuelve, hasta tal punto de que tiene que volver a la Antigua Grecia?

Lo que voy a tratar de argumentar aquí es que su teoría se disuelve al encontrarse con lo real del sexo. Foucault no consideró ni el goce lacaniano, ni la pulsión de muerte freudiana. Su concepción del sujeto incurre en una contradicción fundamental y en su obra se manifiesta un rechazo a la transferencia.

El biopoder es definido como la intervención del poder político en todos los aspectos de la vida humana. El poder emplea “numerosas y diversas técnicas para subyugar a los cuerpos y controlar la población”. Foucault llama “El poder”, no solo al gubernamental, sino a todas las instancias creadoras de subjetividad. Los poderes, según esto, formarían conocimientos, crearían identidades, intervendrían sobre los cerebros y los cuerpos y generarían, en definitiva, un discurso social. La intervención del poder llega al punto de desvirtuar la vida humana hasta convertirla en algo puramente biológico, y darle un valor de mercancía. Hay que decir, sin embargo, que Lacan precedió a Foucault en su crítica al biologicismo y al naturalismo.

Foucault se inventó un sujeto dueño de sí mismo, no un sujeto del inconsciente; creyó en un sujeto capaz de coherencia interna, inclinado al placer, sin contemplar la pulsión de muerte inherente a él; lo inventó dueño de una identidad y de una subjetividad propia que pretendía “incesantemente modificable”. Y esto era así a través de reiteradas “invenciones de sí mismo”.

Pero al mismo tiempo, sostenía que el sujeto estaba constituido por el poder y no por el lenguaje, y en ello incurre en una contradicción fundamental: ¿Cómo un sujeto constituido por el poder puede efectuar una transformación que le sea propia? Con esta afirmación, su teoría entra en una circularidad sin salida porque, o bien en el sujeto hay algo que se resiste al poder, o bien el poder ha de presentar un punto débil para que pueda haber un cambio de posición subjetiva. En su alejamiento de Freud, no toma en cuenta que el obstáculo es inherente a la transformación, que lo real pulsional es lo que impone el sentido al cambio.

En un principio el “hablar de sexo” y el “hablar de sí” incluían al psicoanálisis, pero el “hablar de sexo” fue disolviendo su propia construcción. Se convirtió en historiador de la sexualidad y se encontró con que lo real del sexo, era incapturable.

Se vio obligado a volver a la Grecia Antigua y creyó hallar la solución en el “cuidado de sí griego”, en el cuidado de un cuerpo independiente del sexo, abierto a todos los placeres, libre de la castración y sin el más allá del goce.

Contrariamente a esto, Lacan sí supo que la filosofía antigua era un tratamiento del goce (2), por eso se refirió a ella cuando creó su Escuela de psicoanálisis en 1964. “La apuesta de la filosofía antigua no es la de la Universidad, no es la de los profesores, esta suerte de esfuerzo hacia lo impersonal, hacia el anonimato, un no estoy para nadie, cualquiera puede hacer lo que yo hago”.

La filosofía antigua comunicaba un arte de vivir y se pagaba con la propia persona la elección de ese arte que estaba siempre ligada al maestro. Lo que Lacan había reconocido en los filósofos antiguos era un esfuerzo para tratar con una dificultad concerniente al goce. La pregunta era: ¿Qué es necesario hacer con el cuerpo? Un cuerpo que se sitúa fuera de la justa medida, que tiene algo en él que supera la templanza. Había en los griegos un “saber hacer con”, y en ese hueco que dejaron fue donde se alojó el psicoanálisis, de tal manera que “si siguieran existiendo aquellos maestros griegos no prosperaría el psicoanálisis”.

Pero Foucault no entendió así la filosofía antigua. Quiso prescindir de la transferencia y, fuera de ella, la solución que proporciona el “cuidado de sí” es idéntica a la “autoayuda” o a un sálvese quien pueda. Las “tecnologías del yo”, de las que el autor habla, son las imperantes en el discurso social. Foucault, no pudo encontrar la forma de una emancipación del poder al no pensar un “Más allá del principio del placer”, creyó en un sujeto libre de goce y libre de la pulsión de muerte. Pensó solo en la sujeción del individuo al poder, pero no consideró al sujeto como sujeto del inconsciente y causado por el lenguaje.

Notas:
1-. Texto de referencia: Alemán, J. Derivas del discurso capitalista. Ed. Miguel Gómez, 2003. “Notas sobre Lacan y Foucault: El construccionismo.

2-. Texto de referencia: Miller, J.A. Qué es la filosofía.

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El cuerpo esquizofrénico: Breves referencias en Freud y Lacan.
Marga Auré

Para un analista la relación del sujeto a su cuerpo es primordial: Un cuerpo se tiene, es del dominio del tener, nos enseña Lacan. No se es un cuerpo . Lacan también nos enseña a prestar particularmente atención a la relación que el sujeto entretiene a su propio cuerpo ya que la relación a este como un elemento extraño o extranjero, “el dejar caer (le laissez tomber) de la relación al propio cuerpo es completamente sospechoso para un analista” [1]. Siempre que nos encontremos delante de este fenómeno de extrañeza tenemos que interrogar al sujeto ya que el análisis del discurso sobre ese cuerpo sufrido como extraño nos dará una orientación diagnostica.

Freud tanto como Lacan tenían una cierta resistencia a utilizar el término esquizofrenia aunque hayan hecho referencia a esa categoría diagnostica en determinados trabajos. Freud trabajaba con la nosografía vigente de su época de Emil Kraepelin (1883), sin llegar a satisfacerle el termino dementia praecox y conocía los trabajos de Bleuler. Los dos, Bleuler y Freud, habían pasado varios años en París formándose con Charcot y se habían los dos también interesado en la hipnosis. Sin embargo Bleuler conceptualizó más tarde la esquizofrenia sobre un substrato de patología orgánica, apoyándose en sus manifestaciones disociativas y deficitarias, mientras que Freud quiere apartarlas de su investigación, interesándose más bien en los fenómenos productivos de la psicosis (delirios y alucinaciones), utilizando el análisis lingüístico y su articulación simbólica para comprender los mecanismos de la psicosis.

Freud consideraba más adecuado designar la dementia praecox con el nombre de parafrenia , siendo esta una manera de acercar la paranoia a la hebefrenia que surge de ella en ocasiones.

Freud diferenció las estructuras psíquicas en función del Edipo y determinó los mecanismos propios a la psicosis como el resultado de un Edipo que no pudo ser ni concluido ni atravesado completamente. Describió en la esquizofrenia un cierto embotamiento producido por la pérdida de la relación del sujeto con el mundo exterior [2], debido a que la libido ha sido retirada del mundo exterior y de sus objetos y orientada hacia el “Yo. Este mecanismo que será denominado por Freud “regresión temporal” de la libido [3], le permitirá diferenciar la esquizofrenia de la paranoia en función del lugar donde se localiza y se fija esta libido que ha sido retirada del mundo exterior consecuencia de un Edipo inacabado.

En la primera afección, en la esquizofrenia, la regresión y la fijación de la libido, según Freud, alcanza un estadio auto-erótico muy arcaico del desarrollo, un momento muy precoz que podríamos ubicar como anterior al estadio del espejo, es decir, en una etapa en la que la percepción del propio cuerpo como unidad imaginaria separada del Otro no esta todavía adquirida y por tanto el cuerpo aparece aun fragmentado. Es una fijación a una etapa en la que el mundo exterior no esta todavía suficientemente diferenciado, no hay Otro. Aparece solamente el cuerpo-organismo fragmentado del infantil sujeto con sus sensaciones y percepciones desorganizadas y sin unidad. En la paranoia, sin embargo, la fijación de la libido es posterior y se produce durante un estadio del narcisismo en el que el exterior ya aparece más consolidado, la figura del Otro empieza a distinguirse y el cuerpo ha adquirido una relativa unidad imaginaria.

El trabajo más importante de Freud sobre la esquizofrenia y particularmente en lo que concierne su relación al cuerpo es realizado en 1915, en su Metapsicología, en el capitulo “el inconsciente”. Freud observa en los esquizofrénicos en primer lugar numerosas alteraciones del lenguaje, concretamente en su “amanerada” forma de expresarse, construyendo a menudo unas frases tan desorganizadas que resulta a veces incomprensible entenderlos y seguirlos por su hermético lenguaje.

Sin embargo, lo que Freud desarrollará sobre ese lenguaje del esquizofrénico será fundamentalmente su relación al cuerpo, haciendo remarcar en el contenido de las declaraciones del esquizofrénico, su relación a los órganos del cuerpo o a las inervaciones corporales, que aparecerán en primer plano. Él lo denominará lenguaje de órgano [4]

Tomara para ello la observación de un colaborador suyo de Viena, Dr. Tausk. Es el caso de una joven hospitalizada después de una enorme disputa con su novio que decía: “que sus ojos no estaban en su sitio, que los tenía vueltos al revés” y que reprochaba a su novio en un lenguaje incomprensible ser un “transformador de ojos”, recriminándole el haberla influenciado en su manera de ser ya que después de haberlo conocido, ella veía el mundo de otra manera, ella veía el mundo con otros ojos. En la cadena de pensamiento del esquizofrénico prevalecería un elemento cuyo contenido es una innervación corporal o más bien la sensación provocada por esta. En este caso el ojo.

Freud extraerá de este ejemplo que será retomado más tarde por Lacan, “el hecho que la relación al órgano (al ojo) se ha atribuido la función de representar el contenido todo entero”, señalando que “el discurso del esquizofrénico presenta aquí un rasgo hipocondríaco, se convierte en lenguaje de órgano” [5]. Aquí la mirada del novio se convierte en ojo y el ojo se convierte en un órgano que no solamente mira y ve sino, que transforma, es un ojo que juzga y es juzgado, un ojo que la censura y que le cambia su personalidad. Ella siente el mal en la sustancia de sus ojos. Al final ya no son sus ojos, se los han robado y ella mira el mundo con otros ojos.

El segundo ejemplo tomado por Freud es uno de sus pacientes. El caso del hombre de las espinillas, que afirmaba tener agujeros profundos en la cara y que todo el mundo lo miraba. Su análisis demostraba que este sujeto esquizofrénico tomaba estas pequeñas cavidades de la piel que resultaban después de la eyaculacion de la sustancia sebácea en su interior como símbolos de los genitales femeninos. Dicha aproximación entre el poro y la vagina difícilmente podríamos observarla en un neurótico. De esta manera Freud llegó a establecer en los esquizofrénicos una predominancia de la relación de la palabra sobre la relación a la cosa [6]. Es en este caso de esquizofrenia que Freud lanza su lapidaria y conocida formula de “un trou est un trou”, citándolo en francés, “un agujero es un agujero”, sin capacidad de substitución ni metáfora: como la vagina es un agujero, todo agujero representa realmente el peligro de una vagina para este paciente esquizofrénico.

Lacan por su parte también tenía una cierta reticencia a utilizar el termino de esquizofrenia que, sin embargo, utilizaba en algunas ocasiones pero alejándose de la conceptualización órgano-dinamista de Henri Ey. El Seminario III sobre Las Psicosis en 55/56 es una respuesta a este órgano-dinamismo que venía con fuerza de los Estados Unidos y que se extendería más tarde a la esfera de los afectos, de las PMD y de los trastornos bipolares.

Lacan propondrá un análisis estructural, discursivo, y topológico de los fenómenos positivos y productivos en la psicosis (alucinaciones y delirio). Formalizará el concepto de Forclusion del Nombre del Padre en los años ‘50 como mecanismo determinante en la psicosis y en su ultima enseñanza el desanudamiento de los registros RSI del aparato psíquico en la psicosis promoviendo el sínthoma como cuarto elemento de anudamiento o suplencia de Los Nombres del Padre.

En relación a la esquizofrenia, Lacan retomará en el Seminario X, de l’Angoisse un caso muy similar al que hemos visto de Tausk presentado por Freud en la Metapsicología haciendo referencia al órgano, esta vez no al ojo sino a la vista. Al lenguaje de órgano al que Freud había atribuido la función de representar y cristalizar todos los contenidos, Lacan lo considerará como un condensador de goce. Él presentará el caso de una paciente italiana hospitalizada à Saint Anne, Isabelle, esquizofrénica, hablando de uno de sus dibujos. La paciente había dibujado un árbol en cuyo tronco se incrustaban tres grandes ojos abiertos. Del grueso tronco salía una rama, de la cual pendía en forma de banda, la escritura de la “formula de su secreto”: Io sono sempre vista [7] (Yo soy siempre vista).

Lacan hará hincapié en el termino VISTA en este caso para trasmitir claramente toda la importancia de este significante que en italiano VISTA, como en español VISTA y también como en francés VUE, es siempre un termino complejo y ambiguo. Vista puede tomarse como un participio pasado (he sido vista) pero es un significante que puede ser tomado también como “la vista con sus dos sentidos subjetivo y objetivo, la función de la vista y el hecho de ser una vista, como se dice la vista del paisaje, la (vista) que es tomada como objeto sobre una tarjeta postal” [8]. La predominancia de la palabra es paradigmática en este caso de esquizofrenia: ella es la carta postal que ella misma se siente ser, al ser vista. De este modo Lacan llegará a formalizar que para el esquizofrénico todo el simbólico es real [9]. Que “todo el simbólico es real”, nos indica que para el esquizofrénico, el simbólico, es decir, el lenguaje, la palabra, el significante, tiene una incidencia directa sobre el cuerpo, sobre determinados órganos del cuerpo y que de la misma manera, en el otro sentido, determinados órganos, determinadas sensaciones corporales pueden tener de manera univoca una significación particular y no convencional. Es la manera lacaniana de retomar lo que Freud deducía del discurso del esquizofrénico cuando señalaba en él la presencia sistemática de un rasgo hipocondríaco que denominaba lenguaje de órgano.

La manera de hacer del esquizofrénico con el significante, con lo simbólico no es de ninguna manera metafórica sino real. Jacques-Alain Miller señalará que si bien no hay discurso que no sea de semblante, hay un delirio que es real, y es el del esquizofrénico (…) ya que en la perspectiva del esquizofrénico la palabra no es el asesinato de la cosa, es la cosa [10]. Lo vemos muy bien con este ejemplo de la paciente italiana en la que la palabra, el lenguaje, el significante VISTA condensa no solamente todas significaciones sino que se convierte en órgano real que condensa el goce y la angustia. Es un lugar que se presenta como irrepresentable y traumático ya que se pierde entre tantas significaciones apareciendo como real. Que la paciente se sienta ser una vista, una tarjeta postal, con una punta de angustia, nos hace mejor entender la frase de Lacan en l’Étourdit, (el Atolondradicho): El dicho esquizofrénico se especifica de estar atrapado [en el lenguaje] sin el socorro de ningún discurso establecido [11]. La VISTA como función de ver, en el discurso establecido, se disocia, y es radicalmente diferente a la vista de una tarjeta postal. El esquizofrénico no lo ve así. La esquizofrenia significa que el lenguaje no ha conseguido atrapar el cuerpo completamente.

El esquizofrénico puede evidentemente hablar e incluso manejar alocadamente el lenguaje, pero simplemente, “[el lenguaje] no llega a hacerle morder sobre el cuerpo y en efecto, a partir de ahí se puede considerar que es un cuerpo sin órganos” [12], otra manera todavía de declinar el lenguaje de órgano freudiano.

Notas:
1-. Lacan J., Le Séminaire, Livre XXIII, Le sinthome, Paris, Seuil, 2005, p. 150.

2-. “Neurosis y psicosis” y “La perdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis” en 1924

3-. Esta también es la razón por la que Freud considera que el psicoanálisis tiene peores resultados con los sujetos psicóticos ya su libido ha sido retraída del exterior y por tanto la transferencia al analista se ve afectada. Evidentemente Lacan recusa esta formula y comienza precisamente su enseñanza con el posible tratamiento de la psicosis por el psicoanálisis.

4-. Freud S., Métapsychologie, 1915, Éd. Idées Gallimard, 1983, p. 113.

5-. Freud S., Ibid,.

6-. Freud S., Ibid, p. 117

7-. Lacan J., Le Séminaire X, L’Angoisse, éd. Le Seuil, Paris, p. 90

8-. Lacan J., Ibid.

9-. Lacan J., Écrits, réponse au commentaire de Jean Hyppolite, Seuil, Paris, 1966, p. 392.

10-. Miller J-A., «Clinique ironique», in revue La Cause Freudienne, n° 23, février 1993, p. 5.

11-. Lacan J., «l’Étourdit», Autres Écrits,Paris, Seuil, 2001, p.474.

12-. Lacan J., Séance extraordinaire de l’École belge de psychanalyse, le 14 octobre 1972. Paru dans Quarto (supplément belge à La lettre mensuelle de l’École de la cause freudienne), 1981, n° 5, pp. 4-22. «(…)simplement il n’arrive pas à le faire mordre sur un corps et en effet à partir de là on peut considérer que le corps est sans organes mais qu’est-ce que cela veut dire enfin ? Cela veut dire que si on se pose la question de la fonction d’un organe, c’est à partir du langage en tant que le langage est le premier à quoi le corps se trouve absolument subordonné».

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El cuerpo de Dorian Gray.
Luis Salvador López

El organismo, cuerpo biológico para una Medicina tan capturada por el materialismo empírico como alejada del clasicismo “Mens sana in corpore sana” de Décimo Junio Juvenal, no es el cuerpo trinitario del psicoanálisis. Éste adquiere una vertiente imaginaria a través del otro, fundamento del yo, que será fuente de interés para la psicología y también para el campo de una Neurociencia tendente a articular, en este mismo cuerpo imaginario, el propio organismo.

Por otra parte, el cuerpo simbólico es un constructo del psicoanálisis sostenido, desde el comienzo de su andadura, en la transferencia de la histeria y su incursión en el campo del Lenguaje y de la función de la palabra. Mientras que el cuerpo real forma parte del mito del psicoanálisis para dar cuenta de la dimensión del goce, es decir, de “eso” que no entra en el campo imaginario ni tampoco en el campo simbólico.

Expuestas estas acepciones ya conocidas, ¿qué valor tiene este modo de comprender el cuerpo, acorde con la experiencia analítica, para aprehender lo que está en juego en el texto, El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde?

Recuerdo someramente la tensión implícita desde el comienzo de la obra entre la dimensión imaginaria del cuerpo adolescente –el retrato en su vertiente más idealizada- y la experiencia del cuerpo adolescente. Es la mirada del artista, que sostiene un Ideal de belleza capturado en las redes del clasicismo antiguo, quien crea esa imagen bella a partir de la cual quedara fijado nuestro protagonista adolescente Dorian Gray. Desde ese mismo momento se establecerá el pacto entre el deseo del sujeto y el empuje de la pulsión: ¡Que el retrato o la imagen carguen con el peso de los días, mientras el cuerpo conserva el inmaculado esplendor de la eterna juventud!

Ahora bien: tanto el pintor como el protagonista captan un punto en la imagen que les resulta extraño, enigmático y cruel, y que denominan “el secreto del alma”. En nuestros términos, ¿qué está encubriendo verdaderamente la imagen bella y resplandecientemente fálica, surgida a partir de la mirada de amor narcisista del artista? Porque, evidentemente, si yo es otro, el Ideal del yo es un efecto del Otro.

El matema i (a) nos muestra claramente lo que la imagen esconde, el objeto a, y que justamente formará parte del recorrido que nuestro adolescente establecerá a partir de un texto enigmático y hechizante, que le promueve el cínico Henry, para poder aprehender el misterio de la vida. Luego hay diferencia en el texto entre el cuerpo sostenido por la imagen fálica y el cuerpo atravesado por lo que la imagen oculta, el objeto a.

Sin embargo, el destino parece estar ya sorteado. El retrato asumirá el peso de la vergüenza y del pecado a través de una sonrisa leonardesca y misteriosa que se torna cruel, mientras que la experiencia del cuerpo, bajo el empuje de una pulsión cada vez más mortífera, parecerá resistir los envites del tiempo y de la decadencia moral. Se gana así, la sensopercepcion armónica del cuerpo a cambio de perder la bella imagen del alma.

¿En qué culminará toda esta pasión o sed de mal ejercida en el sujeto por la pulsión a partir del primitivo encuentro con la dimensión imaginaria y simbólica del cuerpo?
El protagonista tratará de capturar o de aprehender en la misma imagen el secreto, fuente del mal, que le atormenta inexorablemente en su peregrinaje tormentoso. Llegado a ese punto álgido de dolor subjetivo y sin pasado ni recuerdos que le permitan experimentar por la vía de la palabra algún atisbo de verdad, tratará de arrancar de la misma imagen del retrato todo aquello que ésta encubre, desconociendo que en ese mismo acto su ser de goce está en juego. Porque arrancar salvajemente el objeto que vela la imagen llevará implícito para nuestro protagonista perder la propia vida.

Al final y en el mismo escenario trágico, la bella y resplandeciente imagen, que misteriosamente permanece colgada de la pared, velará para todos los asistentes el rostro sin corazón, que yace en el suelo, completamente devorado por el martillo del tiempo. Esa es la verdad de ficción. El organismo se evapora, la imagen perdura…, aunque no sea eterna.

Bibliografía:
El retrato de Dorian Gray. Obras Completas. Oscar Wilde. Aguilar. 1989.

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Web de la ELP: http: www.elp-debates.com

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