La cuestión de los sexos: igualdad, diferencia, fenómenos de violencia*. Estela Paskvan (Barcelona)

Centraré la cuestión de la igualdad y diferencia de los sexos por lo que creo es el núcleo de esa cuestión y que nos distingue de otras teorías y también de otras clínicas. En general se aborda dicha igualdad o diferencia desde una perspectiva simétrica. No es la nuestra porque ni Freud ni Lacan lo plantearon así. Nosotros aseveramos que No hay simetría sexual. Esto no es sólo una cuestión teórica sino que tiene consecuencias en diversos órdenes que están de muy actualidad en toda España.

Veamos algunas de esas cuestiones que se ponen en juego en torno a este primer eje temático propuesto para nuestras próximas jornadas.

1) Si analizamos los discursos enfrentados en la pasada legislatura a raíz de la instauración del matrimonio entre personas del mismo sexo, podemos discernir dos posiciones fundamentales.

La primera: son los defensores del modelo tradicional de familia que consideran la diferencia de los sexos como un dato de la naturaleza; es una retórica organicista. Sostienen que las identidades masculina y femenina están vinculadas a la reproducción y éste es el fin de la sexualidad humana. Todas las ficciones imaginarias y simbólicas que inscriben la copulación y la reproducción derivan de un orden natural preexistente.

Hay que decir que esta perspectiva “extrema” en tanto desconoce en su totalidad todos los cambios producidos –por ejemplo los métodos anticonceptivos que ponen en entredicho el precepto de la sexualidad para la procreación- sólo es sostenida por la iglesia y algunas asociaciones a ella vinculadas. Pero su poder en España es sumamente importante.

En lo que nos atañe respecto de la “naturaleza de los sexos” hay algo a considerar. Es la famosa aserción freudiana “la anatomía es el destino”. Hablar hoy de destino vinculado a la diferencia anatómica, cuando los cuerpos pueden ser modificados “a piacere”, puede resultar anacrónico. Pero sí es importante ver cómo se ha producido en la actualidad un desplazamiento de la idea de “destino” que ha pasado a vincularse a la de “determinación genética”. Si bien eso comenzó con la investigación de algunas enfermedades –fundamentalmente con determinados cánceres- que señalaban en consecuencia la “vulnerabilidad genética” para los que acceden a esos exámenes y la consiguiente “prevención” que atender, el modelo comienza a extenderse a todo tipo de trastorno. El slogan implícito es: “encontraremos el gen que le dirá su factor de riesgo”. Pero hay que decir, que desde el momento en que puede escribirse el libro de los genes, éstos pueden modificarse. En consecuencia, ya no estamos en el terreno de la naturaleza sino de lo real.

Y siguiendo con el tema que nos ocupa, hoy es viable la manipulación de los cromosomas y, por lo tanto, es posible la elección del sexo biológico de los niños que se quieran engendrar. Están por verse las consecuencias que tendrán sobre los sujetos tales operaciones genéticas.

La segunda: vayamos al otro extremo, representado sobre todo por agrupaciones que se autodenominan de “Gays y lesbianas” (una corriente de opinión muy importante que cuenta con un movimiento instituido –social y político- también considerable). El argumento fundamental consiste en asimilar la diferencia de los sexos a la pareja hombre-mujer, y esta pareja a la heterosexualidad. Entonces, las ecuaciones son: diferencia de los sexos = pareja hombre-mujer = heterosexualidad. Esto lleva a la oposición entre dos sexualidades: la heterosexualidad y la homosexualidad.

Freud -ya hace casi un siglo- al comentar un caso (“la joven homosexual”) separaba y no confundía la posición sexual (masculina o femenina) con “el modo de elección de objeto” (homosexual o heterosexual) e incluso decía que son independientes una cosa y la otra. Es decir, la elección de ser hombre o mujer no prejuzga la elección de objeto (homosexual-heterosexual) y recíprocamente la elección de un tipo de objeto (homosexual, por ejemplo) no determina “a priori” la identidad sexual. ¡Y lo decía a principios del siglo pasado! Sin embargo, no se puede negar esta nueva “partición sexual” que se ha instaurado socialmente con todas las consecuencias que ello comporta y que se ponen en juego diariamente en nuestra clínica.

2) Como veremos, del psicoanálisis, es decir, de Freud y Lacan, se toma sólo lo que conviene. Esto es evidente en lo que se conoce como “la teoría del género” cuya expansión en el ámbito universitario es muy importante y es en realidad, la que está en el origen de las argumentaciones contra la anterior corriente organicista o natural. Ella arranca de la distinción de Stoller enunciada en el título de su libro “Sex and gender”. ¿Qué es el sexo? Resumiendo, éste se reduce a una definición biológica. Pero como Stoller es un clínico que ha leído a Freud, entonces, el “género” se distingue del sexo como “identidad” y puede oponérsele. (No olvidar que Stoller hizo importantes y loables estudios con transexuales) Así introduce la oposición masculino/femenino como polos de identificación a un sexo. En última instancia, la “identidad” sexual es independiente del sexo biológico. ¿Cómo no reconocer aquí los aportes de Freud y Lacan? Salvo un “detalle”, no precisamente menor. Cuando Lacan habla de “sexuación” u “opción de identificación sexuada”, esa elección no ignora el goce que pasa por el cuerpo. Si bien la noción de “cuerpo” no es asimilable a la anatomía, tampoco es sólo el “cuerpo del lenguaje”. Hay un cuerpo gozante que no escapa a lo real. Y también hay diferentes goces que, por otra parte, no son simétricos ni complementarios.

Es lo que sistemáticamente ignora y obvia la teoría del género, lo real del goce implicado en la sexualidad. El núcleo de la cuestión es que ni Freud ni Lacan plantearon la diferencia entre los dos sexos bajo una perspectiva simétrica. ¿Por qué? Porque ambos intentaron dar cuenta de las preguntas que surgían en la experiencia clínica en torno al goce implicado en la partición sexual.

3) Veamos una consecuencia importante. La llamada “violencia de género” es en nuestra época y en España un fenómeno social alarmante. Resulta paradójico que al mismo tiempo en que parecieran ceder los viejos prejuicios que rodean la sexualidad, la agresión y el crimen de mujeres se hacen diariamente presentes en los medios. ¿Por qué las mujeres son –y han sido sistemáticamente- un objeto de violencia? Existen diversas teorías antropológicas, culturales y sociales que han dado sus respuestas y que fundamentan muchas de las medidas tomadas en pos de la igualdad de oportunidades entre los sexos. Sin desmerecer los logros que se han conseguido, hay que decir que esas respuestas son insuficientes para explicar este fenómeno de violencia.

Los psicoanalistas disponemos de razones de mucho peso que aportar que se centran precisamente alrededor de la asimetría sexual. Tanto para los hombres como para las mujeres lo femenino es “altero”, una alteridad radical. Tenemos el Uno que inscribe el goce fálico tanto para hombres como para mujeres, y el Otro goce que no es simétrico ni complementario. Este Otro se descubre imposible de reducir al Uno mismo a pesar de los esfuerzos del amor cuando no del odio que ello suscita.

* Alocución de la autora en el espacio de la Comunitat de Catalunya de la ELP “Hacia las VII Jornadas de la ELP”. Barcelona, 1 de julio de 2008