Las píldoras de la felicidad. Antonio García Cenador (Madrid)

El 13 de Octubre tuvo lugar la tercera conferencia del ciclo que coordina Amanda Goya, “El psicoanálisis en la Época de la Globalización". Amanda introdujo el tema, destacando la posición del Psicoanálisis respecto a la medicación: El psicoanálisis no se opone a los descubrimientos de la ciencia. Al contrario, se aprovecha de sus beneficios; pero rechaza toda definición del sujeto en términos de determinismo biológico, social o familiar. El psicoanálisis defiende la particularidad del sujeto.

Antonio García Cenador hizo un breve recorrido por las propuestas de definir la felicidad en términos objetivos, vía estadísticas o mediante las técnicas de imágenes cerebrales. Recordó los estudios sociológicos que miden el índice de felicidad bien en función de la homogeneidad o del conservadurismo. Éste último enlaza con la teoría analítica del principio del placer. La felicidad es la homeostasis.

Destacó la ideología autoritaria que impulsa el intento de encontrar un índice objetivo de felicidad y puso como ejemplo a Richard Layar quien en su libro “El precio de la felicidad” promulga el siguiente credo:

-. Sabemos lo que nos hace felices, queremos ser felices, ergo, deberíamos hacer lo que nos hace felices.
-. El Estado sabe lo que nos hace felices, el Estado sabe lo que nos hace felices, el estado quiere hacernos felices, luego el Estado debería tomar las medidas conducentes a hacernos más felices.
¿Estamos ya en “Un mundo feliz”?

Desde la perspectiva del psicoanálisis no ignoramos la diferencia entre el placer y el goce, no ignoramos que el concepto de felicidad no es universal, ni el efecto adictivo del goce, enfermedad crucial de nuestra época.

Antonio abordó en segundo lugar el auge del organicismo. Citó a Jean Pierre Changeux quien en su libro “El hombre neuronal” nos presenta un hombre para quien toda forma de pensamiento se reduce a una “máquina cerebral”.

Recordó la invención de las enfermedades mentales en el s. XIX por Bayle y Falret con las consecuencias de la irresponsabilidad subjetiva y de la imputabilidad penal ya que es la enfermedad la que gobierna las acciones, inhibiciones, pensamientos… Consecuencia de lo anterior es el auge de la medicación.

García Cenador se preguntó: ¿Por qué, a pesar de que la comunidad científica está de acuerdo en que no hay bases biológicas de los llamados trastornos mentales, las hipótesis biologicistas están tan arraigadas Respondió que es una cuestión de marketing. Fundamentó su respuesta con la lectura de anuncios en TV, con la descripción de las campañas llevadas a cabo por los laboratorios farmacéuticos dirigidas a los médicos de atención primaria, los alumnos con la llamada educación para la salud, las guías médicas…La complacencia de los consumidores agrupados en asociaciones cuyo objetivo es sostener que los supuestos trastornos mentales son alteraciones del cerebro causadas por factores biológicos.

Hizo especial hincapié en la política de los laboratorios que consiste en trasformar la tristeza normal en enfermedad aliada con el empuje a ser felices; es decir, el derecho a la felicidad se ha transformado en un imperativo.

Antonio concluyó enfatizando la posición del psicoanálisis ante la medicación: Para el psicoanálisis el uso de la medicación es indisociable de la relación intersubjetiva. Se trata de un prescripción ética lo que supone tener en cuenta el goce al que el sujeto está confrontado y medir lo insoportable de ese goce. Supone discernir entre una estructura psicótica o neurótica. Supone una clínica bajo transferencia. Supone –por último– sabiendo que los medicamentos no curan, pero “permiten trabajar con sujetos decididos”, interesarnos por la demanda, para que el sujeto tenga la posibilidad de abrirse a un deseo de saber.