Una por una, solas, no solitarias*. Vicente Palomera (Barcelona)

“Un fantasma recorre Europa…”. No, no es el fantasma del comunismo, es el de la mujer velada. Hace ya un tiempo que los debates sobre la ley del burka agitan la opinión pública europea. El rostro de la mujer es una piedra de escándalo para los discursos integristas. Les resulta insoportable que las mujeres vayan sin velo.

En las últimas décadas, hemos visto cómo en países vecinos se ha producido una regresión estructural a una única imagen, un giro hacia una homogeneización de la imagen identificatoria de La mujer. El rostro de la mujer supone un atentado al orden público, es un “imposible de soportar”. Pero, detrás de eso ¿qué hay? Está claro, se trata de hacer existir “La mujer” y, para ello, neutralizar el “una por una”. No se trata de hacerla existir como una estrella de Hollywood sino, por el contrario, como un negativo de una fotografía. Una mujer velada es como una foto velada, una especie de negativo. La mujer velada da una imagen neutra de la sociedad al hacer equivaler una mujer con otra.

Así, la mujer velada supone la forclusión del una por una. La portada del libro que presentamos despliega una fotografía con los rostros de muchas mujeres mirando a la cámara. A decir verdad, cada lector es mirado por esa pluralidad que no hace un todo. No hay identidad simbólica que puede alzarse diciendo el "todas" las mujeres y eso tiene consecuencias, ya que la cuestión problemática de la relación de una mujer con la otra, con la mujer “no semejante”, apunta a resolverse en un esfuerzo de identidad imaginaria o real. Un esfuerzo infructuoso.

Es por ello que, en la sociedad de las mujeres, esa ausencia de identidad simbólica lleve a que no haya límites a los intentos de las mujeres a identificarse con las otras mujeres. La compiladora de este libro, Shula Eldar, lo destaca muy bien en el “Prefacio”: “Hay mujeres una por una, y esa zona de indeterminación, fuera de límite, en la cual el patrón fálico es inoperante es lo propio del heteros femenino. Requiere, por lo tanto, ser abordado por medio de otra lógica que demuestre cómo es posible sostener la disparidad que existe entre un sexo que responde de lo universal y el Otro que le existe. Eso hace que la feminidad sea un enigma fecundo y que concierna tanto a los hombres como a las mujeres. Es algo que los escritores y los artistas, como sucede con muchas cuestiones, saben desde siempre”.

Shula Eldar ha sabido reunir en forma coral a diecisiete autores animados por el afán de descifrar la naturaleza del velo que cubre el “una por una”, para descifrar la trama del tejido del que está hecho el velo. Esto me recuerda a Pedro Almodóvar y la escena que supo recrear con un velo hecho por las tejedoras de encajes de un pueblo de La Mancha. En “La flor de mi secreto”, mostró cómo ese velo es en verdad una cortina de encaje tras la cual se atisba un encuentro de una madre hablando con su hija. Tras la cortina, la cámara nos muestra dos mujeres hablando y revela que el secreto no está en el velo tras el cual se atisba Otra escena, sino en la trama misma con la que se había fabricado el encaje de bolillos. Eso nos enseña que en toda trama lo importante no está en la opacidad del velo que oculta sino en los agujeros que están en el mismo encaje del tejido, agujeros que enmarcan la soledad de cada mujer confrontada al misterio de la feminidad.

Lo que Almodóvar pone de manifiesto pues es que la verdad de la soledad no es la soledad con la madre, sino poder estar sola con ese llamado de ser Otra para ella misma como es Otra para un hombre.

Sostener ese “una por una” supone encontrar una palabra que remita al punto de inconsistencia que hay en el Otro, punto en el cual no hay identificación posible. Una por una porque no hay otra manera que mantenerse en una posición de excepción, de extimidad, para utilizar el logrado neologismo de Jacques Lacan. Esta es la razón por la cual, las veces que Lacan habla de la soledad hace de esta no una relación con la madre, sino una relación del sujeto femenino con el Otro.

Terminaré recordando que es precisamente este “sola con el Otro” lo que hace que la sociedad de las mujeres no sea una sociedad unificada, que sea “una por una”. Como lo describió magistralmente William Faulkner, en “Las palmeras salvajes”, describiendo al personaje femenino principal: “Hay algo en ella que no quiere a nadie ni a nada, y después de un hondo y silencioso relámpago, una claridad blanca, raciocinio, instinto, quien sabe qué, ella está sola. No solitaria, sola” (traducción de Jorge Luis Borges). “Not lonely, but alone” es una excelente definición de una sociedad de mujeres: “Una por una, solas, no solitarias”.

* Mujeres, una por una, Shula Eldar (compiladora). Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Editorial Gredos, Madrid, 2009