UN REAL PARA EL SIGLO XXI. Textos de orientación. (Selección 3). Pierre Naveau, Mauricio Tarrab, Ana Vigano.

DESEO DEL ANALISTA
Pierre Naveau

En el primer capítulo del Seminario XI, Lacan plantea la pregunta: «¿Qué es el deseo del analista? ¿Qué debe ser el deseo del analista para que opere?»[1] Y, en el último capítulo de este mismo Seminario, anticipa –como es bien sabido– que «el deseo del analista no es un deseo puro. Es un deseo de obtener la diferencia absoluta»[2].

Lacan precisa que la diferencia de la que se trata es aquella que «interviene» cuando el sujeto, «confrontado al significante primordial», «accede», por vez primera, «a la posición de sujeción a él»[3]. Tal diferencia se revela, entonces, como «legible»[4] bajo la forma de un intervalo –ya se trate del de la división del sujeto o del de la sexualidad. Así pues, el deseo del analista opera, en la medida en la que provoca la intervención de este intervalo, es decir su apertura. Entonces, si podemos decirlo así, el intervalo interviene. El deseo del analista es aquí considerado desde el punto de vista de la relación con lo simbólico. Ahora bien, entre la primera y la última enseñanza de Lacan, el acento se desplaza de lo simbólico hacia lo real.

En su presentación del tema del próximo Congreso de la AMP, Jacques-Alain Miller indicó que «para entrar en el siglo XXI, nuestra clínica deberá centrarse sobre el desmontaje de la defensa, desordenar la defensa contra lo real»[5]. En esta perspectiva, el deseo del analista debe ser entonces abordado desde el punto de la relación con lo real: «El deseo del analista, pudo decir J.-A. Miller, es el deseo de alcanzar lo real, de reducir al Otro a su real y de liberarlo del sentido.»[6] Desde su Curso del 2 de diciembre de 1998, J.-A. Miller había llamado la atención sobre esta expresión de Lacan: molestar la defensa. Encontramos, en efecto, la expresión en cuestión en la lección del 11 de enero de 1977 del Seminario XXIV: «En resumen, el inconsciente, es que hablamos (…) solos. Hablamos solos, porque decimos siempre una única y misma cosa –salvo si nos abrimos a dialogar con un psicoanalista. No hay forma de hacerlo de otra manera que recibiendo de un psicoanalista lo que molesta la defensa.»[7] J.-A. Miller ha hecho notar, en su Curso del 2 de diciembre de 1998, que molestar la defensa no es lo mismo que interpretar la represión.

Encontramos este término –déranger (molestar)– en el pasaje de «La dirección de la cura» en el que Lacan evoca el caso del hombre del juego del trilero. Breve recordatorio. El paciente, mostrándose impotente, propone a su amante hacer entrar un tercer hombre en el baile. En ese momento, ella tiene un sueño. Podemos resumirlo así: aunque ella tenga un falo, quiere, sin embargo, tener uno. El efecto del relato de este sueño es inmediato. El paciente recobra inmediatamente sus facultades. Comentario de Lacan (en resumen): «La mujer restaura aquí mediante una astucia un juego de escape que el análisis ha perturbado»[8]. Entre paréntesis, esta expresión «un juego de escape», que alude a la defensa, a la intriga. En cualquier caso, la moraleja de la fábula, dice Lacan, es la siguiente: «De nada sirve tenerlo, cuando su deseo es el de serlo»[9].

¿No podríamos decir a propósito del caso del hombre de los sesos frescos, que Lacan indica a Kris que, ahí donde interpreta la defensa, habría por el contrario que haberla molestado? Aquí también, resumamos. La interpretación de Kris es la siguiente: El paciente se prohíbe robar las ideas de los otros acusándose de querer robárselas. Pero, de hecho, no roba. Se acusa entonces de querer robar para impedirse robar. Es lo que se llama, dice Lacan, «analizar la defensa antes que la pulsión que aquí se manifiesta en la atracción hacia las ideas de los otros»[10]. También, a aquel que, algunos años antes, se había permitido decirle: «¡Eso no se hace!»[11], Lacan le replica: «Erró Vd. el blanco». Lacan, apoyándose en el acting out del paciente, define bien lo que es molestar la defensa. Se dirige directamente a Kris: «Lo que aquí importa no es que su paciente no robe. Es que roba nada. Eso es lo que habría que haberle hecho oír»[12] Este nada indica, en efecto, de lo que se trata: «Es que no se le ocurre que pueda tener una idea propia»[13].

Lo real, ciertamente, sorprende. Pero es el analista quien debe sorprender a lo real, ahí donde resuena, por ese mismo hecho, la incidencia del traumatismo. No se trata del psicoanalista sorprendido del que habla Théodore Reik, sino del analista sorprendente y –la palabra es de J.-A. Miller– del analista «sorprendedor».

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SAVOIR Y FAIRE
Mauricio Tarrab

Matériel-ne-ment y la función del semblante
¿Qué tipo de saber y qué tipo de hacer son los que están implicados en esta fórmula de Lacan: savoir y faire?

No se trata del saber-hacer del artesanado, del oficio, un saber-hacer que puede trasmitirse de maestro a alumno como una "maestria" sobre la materia, la materia que fuera sobre la que se opera. No se trata tampoco del hacer griego, del prattein, que en la dialéctica teoría-práctica supone un actuar que hace entrar una forma ideal en la realidad material, al modo de un forzamiento. Por último no se trata tampoco de la modelización que caracteriza el funcionamiento de la ciencia: "La metáfora que se usa para lo que se llama el acceso a lo real, es el modelo. Lord Kelvin, por ejemplo, consideraba que la ciencia era algo en lo que funcionaba un modelo, permitiendo prever cuales serían los resultados del funcionamiento de lo real."[1]. No es eso, pero el savoir y faire a pesar de su diferencia guarda una vinculación con estas tres modalidades de combinación entre saber y hacer, en cuanto a la cuestión fundamental de cómo acceder a lo real. Esa es la preocupación de Lacan cuando plantea que el savoir y faire con el sinthome en el final del análisis[2]. Su preocupación, que no es otra que la de la estafa del semblante, es cómo en un psicoanálisis puede accederse a lo real, ya que lo real y el semblante son disjuntos de manera radical, y como lo dice : "Todo lo que no está fundado sobre la materia es una estafa -matériel-ne-ment."[3]

El savoir y faire es junto con algunos otros desarrollos de la época, junto con el sinthome mismo, una manera de tender puentes entre el sentido y lo real, como forma de obtener a través del semblante, al menos fragmentos de ese real: "La aproximación a lo real es estrecha. Y es por merodearlo, que el psicoanálisis se perfila."[4]

Se está lejos, al final de su enseñanza, de la aspiración científica de la Carta a los Italianos, donde se operaría sobre un saber en lo real para determinar, como lo hace la ciencia, ese real de una manera nueva. Al final, lo que queda no es un saber en lo real que pueda ser manipulado, sino el sinthome, que conserva cierto sentido en lo real. Savoir y faire con el sinthome[5]… Lacan dice que eso no lleva lejos, pero que eso, al final del análisis es practicable. "… [al final] el funcionamiento del síntoma, lo practicable del síntoma, en tanto tiene que ver más con el hacer que con el pensar, es una forma de salir de la debilidad del pensamiento, es una forma de pase, una forma de hacer con el vacío" [6].

La debilidad del saber
En el Seminario 16, Lacan pone en serie el savoir-y-faire, el savoir-faire y el savoir-y-être [saber estar allí], orientándonos hacia el descubrimiento freudiano: "creyendo que se está en otra parte, en otro saber, uno está allí de lleno. Eso dice el psicoanálisis, se está allí sin saberlo"[7]. Y de inmediato se pregunta sobre la suficiencia del saber inconsciente en relación a lo real. Así lo destaca P.Monribot[8],"el saber inconsciente, si bien es extraído de la ignorancia en el análisis, es sin embargo débil porque, como lo dice Miller[9], es un no saber hacer allí con [ne pas savoir y faire avec] , en particular con la falla del sexo". El saber inconsciente es débil respecto de lo real. Esa debilidad evidenciada como un callejón sin salida fuerza el pasaje del inconsciente al síntoma como única salida practicable. Se puede indicar entonces un movimiento del saber-estar-allí en el inconsciente, es decir, de ser incauto del inconsciente, a saber-hacer-allí con el síntoma. Si "reducir toda invención al sinthome"[10], es la orientación de la experiencia analítica, entonces solo resta savoir-y- faire con eso que queda al final del análsis.

Arreglárselas con lo incurable
La reciente traducción al español de savoir-y-faire, por saber arreglárselas con[11] permite situar al menos dos de sus vertientes: la primera indica el uso del síntoma, lo que el analizado puede hacer con su síntoma. Indica cómo puede ahora utilizar eso que estuvo siempre del lado de la dificultad y el obstáculo, pero que al final se ha vuelto un posible instrumento de una práctica. Usar el síntoma cuando siempre se ha sido el instrumento de su pathos. La segunda vertiente pone en evidencia lo incurable ya que el síntoma, aún reducido a un signo, seguirá escribiéndose, y hay que arreglárselas con eso y su retorno. Saber hacer con el síntoma que al final uno es, ahí mismo, no en otro lugar sino ahí, y usarlo son las dos vertientes del savoir y faire, es también una manera de poner cierta distancia con el sinthome. ¿Cómo se practica? se pregunta Lacan[12] , aunque ya se ha contestado dos cosas: que eso se hace como se sabe hacer (conocer) con (al) el partenaire sexual y también como lo que el hombre sabe hacer con su imagen. Ninguna maestría ni genialidad, solo arreglárselas con eso.

Puede también tenerse una idea sobre ese savoir y faire si se lo piensa como el reverso de lo que hace el neurótico con la castración, según la fórmula de que el neurótico hace de la castración del Otro su propia castración, extrayendo de allí sentido y padecimiento. A contrario puede tomarse para el savoir y faire lo que Lacan le hace decir al Eclesiastés en "las palabras de un viejo rey que no encontraba contradicción entre ser el rey de la sabiduría y poseer un harem: sin duda, todo es vanidad, goza de la mujer que amas. Es decir, haz anillo de ese hueco, de ese vacío que está en el centro de tu ser. No hay prójimo salvo ese hueco que hay en ti, el vacío de ti mismo"[13].

Con ese vacío, que es adonde el síntoma no ha dejado de inscribir su pathos y donde el sinthome adviene como nudo, siempre habrá que hacer algo para arreglárselas con lo incurable, es mejor saberlo.

Notas:
1. LACAN, J. Seminario 24, clase del 16.11.76 inédito
2. Ibíd 1,clase del 16.11.76
3. Ibíd 1, clase del 16.11.76
4. LACAN J. Radiofonía Y Televisión. Edit. ANAGRAMA Buenos Aires(1985)
5. Ibíd 1,clase del 16.11.76
6. ESQUÉ, X. El síntoma al final del análisis se hace practicable. Freudiana. Barcelona(2004)
7. LACAN,J. El Seminario, libro XVI ,De un Otro al otro;clase del 05.05.69 , Paidós. Buenos Aires,2008, p. 191.
8. MONRIBOT, P.: Le travail du symptôme , Journées des A.E. de l E.C.F., Paris, 2-3 octobre 1999
9. MILLER, J.A. Cours Le lieu et le lien, lección del 13-06-1976, inédito
10. LACAN, J. Seminario 23, El sinthome. Clase del 13.04.76 Paidós. Buenos Aires (2006)
11. LACAN, J. Seminario 16 De otro al otro. clase del 05.05.69. Paidós. Buenos Aires, 2008, p. 191.
12. Ibíd 1, clase del 16.11.76
13. Ibíd 11, clase del 13.11.68

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UN REAL QUE (NOS) CAMBIA
Ana Vigano

La modificación en el título para el próximo Congreso ha sido una sutileza que no pasó inadvertida. Sus coordenadas refirieron un golpe, un cincel, un atrevimiento incluso que apunta a dos direcciones sobre las que quisiera detenerme:

-Un real separa lo que de lo real valdría para todos, destacando que el encuentro con Un real es contingente y por ello mismo singular, cada vez que sucede. Un real, cada vez. Un uno, que no adiciona.
-Para el siglo XXI evoca una oferta algo incierta. El siglo XXI no es solo una referencia temporal: es un aquí y ahora que conjuga modalidades muy diversas de habitarlo. Es también, para los herederos del siglo XX, un modo de nombrar lo que vendrá aunque vivamos en él. Cambio en la preposición que transforma una afirmación en una proposición abierta; una presencia, a futuro.

Este Congreso, el tercero de una serie que ha abierto sus puertas a no-miembros de la AMP, se inscribe en un devenir que ha incluido la creación de otras instancias que si bien no pertenecen a la AMP ni a la Escuela Una, tienen con ellas una articulación que se presume estrecha, pero cuya forma exige aún elucidación e invención [1].

El siglo XXI como noción, se multiplica en el para preposicional del Un real:
-para los analistas y su formación, pregunta esencial y esfuerzo de la Escuela;
-para los analizantes cuyos análisis estos analistas conduzcan;
-para aquellos quienes aún sin devenir necesariamente analizantes puedan beneficiarse de una experiencia con un analista;
-para la civilización en la que los analistas se insertan y en la que su acto y/o su acción –lacaniana- pueda tener alguna incidencia.

Un real no unreal [2]
Tomaré la vía que nuestros colegas de la NEL eligieron para su boletín preparatorio, porque me permite jugar con estas cuestiones. UnReal todo junto, con el matiz de las mayúsculas y las minúsculas, es la elección para el nombre de ese boletín. "Decimos UnReal para acercarnos a un significante rígido que inscribe un goce opaco al sentido"[3] ¿Cómo no evocar -para oponerlo-, el sentimiento unreal de la época, cuyo paradigma se arrulla en la industria del entretenimiento pero cuya propiedad no le es exclusiva?

Unreal es el nombre de un videojuego de disparos en primera persona, cuya aparición a finales del siglo pasado significó un intrépido avance debido a calidad de la inteligencia artificial de los enemigos y a los gráficos de los que hacía gala. Hace un par de semanas asistimos al debate público y a las voces de alarma -especialmente sobre el acceso de los niños y adolescentes a determinados videojuegos y sus efectos nocivos en la construcción, por ejemplo, de lo que es la realidad- a propósito del lanzamiento del Grand Theft Auto V, juego de acción-aventura de mundo abierto cuya calidad fue elogiosamente criticada por dar la sensación realística de un mundo viviente. Sólo que aquí no se trata únicamente de disparos: drogas, torturas, elementos de necrofilia, prostitución, narcotráfico, armas de electrochoque y una renovada amoralidad posible como opción de juego acompañaron el regreso de este atrapante entretenimiento interactivo en el que los jugadores son criminales en acción, sin elección, pero con paradójica libertad. Nada es más humano que el crimen[4] nos recordaba inteligentemente Miller poniendo de relieve el límite de los humanismos en tensión con lo inhumano y el deseo del analista. Los creadores de videojuegos parecen saberlo y los publicistas transforman ese saber en estrategia de marketing. Si el psicoanálisis sobrevive, es muy probable que los analizantes pero también los analistas del siglo XXI por venir estén ahora mismo, jugando estos juegos.

El juego, el azar, la determinación, la elección, la libertad son objeto de reiterados análisis por parte de Lacan a lo largo de su obra y tiene las mejores razones para ello puesto que son formas de acercarse a lo que se repite, lo que retorna, lo que insiste, lo que resiste, lo que cambia y lo que no es posible cambiar, para afinar su diferencia entre resistencia y defensa puesta sobre el tapete a partir de la indicación de Miller "para entrar en el siglo XXI nuestra clínica deberá centrarse sobre el desbaratar la defensa contra lo real".[5] La relación causa-efecto no vale para lo real lacaniano sino como ruptura. Nuevos mundos abiertos se están conformando, no solo en los videojuegos.

¿Cómo ofrecer algo que en sí mismo es contingente? ¿Qué margen de libertad, de intervención, permite un programa –de videojuego, de planificación, de evaluación, de goce…?

Cambiemos de lugar
"¿Acaso hay una memoria?"[6] Miller recupera esta pregunta del Seminario XXIII en tanto la memoria implica un saber que está allí presente, es una instancia del saber y en ese sentido hay que colocarla del lado del Otro. El acontecimiento Freud renovó esta instancia del saber a partir del inconsciente, pero esta perspectiva no supone necesariamente lo real; el vector va de lo inconsciente a lo real.

Lacan se pregunta una y otra vez por la memoria porque está pensando en su relación con el lugar del Otro y la lengua común, pero también con cualquier idea de retorno y de causa. Miller lo sigue, precisando sus preguntas: ¿Nuestra memoria nos precede? ¿Podría hablarse sin memoria? Y contesta -siguiendo a Lacan- que hablar no tiene absolutamente nada que ver con ningún tipo de memoria. Al hablar, dice, uno crea la lengua. "Uno solamente habla su propia lengua y la recrea por retoquecitos […] es decir, se inventa con forzamiento"[7]

Los experimentos sobre la memoria no son ingenuos. El objetivo de recordarlo –archivarlo, guardarlo- todo o la intervención farmacológica sobre la ventana de fijación de los recuerdos –la píldora del olvido- son intentos de controlar la reproducción que anulan la posibilidad de recreación. Ambos apuntan a la evitación del trauma, por un esfuerzo de exclusión de los cuerpos afectados.

Un nombre propio que fuerza
La jugada se revela fuerte.

Lacan que no se vence tanto -dice Miller en ese texto-, escribió lo real y lo nombró como su síntoma. Nosotros a veces nos vencemos al tratar de seguirlo a él. No dejarse vencer no es lo mismo que triunfar. Vencerse en nuestra época es tener fecha de caducidad programada: esto gritan los cuerpos sometidos al imperativo de salud, belleza, autodeterminación, diversión. No caducar, no volverse clasificado, de museo.

Un Real para el siglo XXI es una recreación con nombre propio, de la lengua que los analistas de la Orientación Lacaniana hablamos; entre nuestro made in Germany y lo que del decir se espera: retoquecitos. Es la invención de una escritura con la aspiración de que pueda servir, si recogemos el guante. Un forzamiento al trabajo, como toda sutileza… analítica.

Notas:
1. El Instituto Jacques Lacan y la Universidad Popular Jacques Lacan.
2. Juego con el homónimo en inglés.
3. UnReal Nº 0. Boletín de la NEL hacia el Congreso de la AMP www.nel-amp.org
4. MILLER, J-A. Nada es más humano que el crimen. Virtualia 18 www.eol.org
5. MILLER, J-A. Presentación del tema del IX Congreso AMP www.wapol.org
6. MILLER, J-A. El ultimísimo Lacan. Bs. As: Paidós, 2013
7. MILLER, J-A Op cit p 86.