Too Mach! Conclusiones, ideas y problemas. Hacia las IX Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis Los hombres y sus semblantes, Número 5. Responsable: Gustavo Dessal
EDITORIAL
Algunos lectores piensan que el propósito de estos editoriales es simplemente alegrar el trayecto hacia las IX Jornadas. No están desencaminados quienes así lo consideran, pero es importante aclarar que, detrás de esta inobjetable intención, subyacen otras razones.
Esta redacción realiza, además, sutiles y complejas investigaciones clínicas y epistémicas inéditas en la historia de nuestro movimiento, y destinadas a engrandecer la noble ciencia analítica, particularmente en lo que se refiere al tema que nos convoca.
Veamos: desde las 22 horas, 59 minutos y 54 segundos del día 7 de octubre de 2010 (fecha en que el Too Mach! número 4 llegó a los ordenadores de nuestra comunidad), hasta el momento en que escribo este Editorial, 12 horas y 9 minutos del domingo 10 de octubre, han transcurrido poco más de dos días. En ese lapso, hemos recibido tan sólo 8 solicitudes para ver el vídeo.
Esperábamos un aluvión de mails, y en cambio nos sorprende el pequeño número de interesados, máximo si tenemos en cuenta que en ningún momento hemos pedido el dato de la tarjeta de crédito. La primera conclusión confirma el aserto lacaniano de que no hay deseo de saber, incluso entre los psicoanalistas, cosa que ya sabíamos (valga la redundancia), pero que ahora queda definitivamente demostrado. La famosa Wissenstrieb que Freud creía haber descubierto en los niños y que aseguraba ser el fundamento de toda investigación ulterior, ha sido un malentendido.
Pero como estas verdades universales no tienen que deslumbrarnos, acerquemos un poco más el foco del análisis. De las 8 personas que han respondido positivamente a este importante experimento, 2 se declaran hombres (los conozco, y por ahora no hallo signos evidentes para desmentirlo) y 6 llevan nombres femeninos. Que Freud asemejara el narcisismo de las mujeres a la actitud de los felinos no debe hacernos olvidar que la curiosidad es un rasgo fundamental en estos animalitos (me refiero a los felinos), como resulta evidente con los datos estadísticos que estamos presentando. Ellas son, por lo visto, tres veces más curiosas que los hombres. Atribuir el pudor a la mujer, es un error que todo buen lacaniano debe rectificar rápidamente. Los hombres son mucho más timoratos a la hora de acercarse al deseo del Otro. Que entre los 8 solicitantes no haya ni un solo AE, es materia para discutir en otros contextos.
ATENCIÓN: por los motivos superiores y desinteresados que nos ligan a la ciencia, y con el objetivo de avanzar aún más en este crucial experimento, intentaremos descubrir la importancia del límite en las diferencias del deseo que pueden existir en hombres y mujeres. Por lo tanto, sólo se responderán a las próximas peticiones del link del vídeo hasta las 23 horas y 59 minutos del próximo jueves 14 de octubre.
Y hablando de mujeres y nombres (he escrito bien: nombres), el inconsciente siempre nos lía. Me lía a cada rato, y me lió con nuestra colega Ana Lía Gana, a la que en el número anterior he holofraseado conviertiéndola en Analía. A pesar de que el amor sea eso, querer hacer de dos uno (o Una), no es razón suficiente para no disculparnos con ella.
¡Extraordinario lo que Francesc Roca puede hacer con una letra! Además, su breve y formidable viñeta clínica nos muestra que del hombre al hambre hay simplemente eso: una sencilla letra. Mach, much, match, incluso mutch (¿?), los colegas lo escriben de muchas/machas maneras y eso es lo divertido de este pequeño invento. Las cortinas y el jarrón combinan perfectamente, nos pone Francesc como ejemplo de una de las acepciones de match.
Ellas, las mujeres, saben mucho de esas cosas: hacer que algo pegue con lo demás. La relación sexual a ellas les preocupa a su manera. Ellos, de eso, no tienen ni idea, y a la mayoría el deseo de la mujer no les pega con nada, por eso algunos no saben hacer otra cosa que pegarles, como nos lo recuerda Cristina Califano con la obra de teatro que vio este verano.
La posmodernidad nos ha dejado un poco bobos, a los hombres me refiero. James Bond (en la pluma elegante de María Navarro) es un prototipo extinguido (como el Dodo del que nos hablaba Miquel Bassols en el número anterior). No le faltaban gadgets para entretenerse, pero en esa época cumplían una función meramente instrumental: le salvaban la vida. El famoso agente jamás habría hecho esperar a Ursula Andress en la cama mientras leía el manual de su fabuloso Aston Martin. Para él, lo primero era lo primero. Tiempos de guerra fría y camas calientes. Ahora la cosa se ha dado la vuelta, como también lo sugiere Felicidad Hernández.
¿Qué busca el hombre en la mujer en la sociedad de nuestro tiempo?, se pregunta Enrique Rivas. Un tiempo en el que la forclusión es reina indiscutible de la gran fiesta del mundo, con el estrago que ello produce en los semblantes.
Aunque los dos ejemplos de Margarita Bolinches no pertenecen a la esfera de los casos clínicos, podemos concluir de ellos que la estructural sordera masculina a veces llega a franquearse, y es entonces cuando lo Otro puede oírse.
He visto una curiosa noticia en el Facebook que nuestra entusiasta Ariane Husson ha inaugurado para las Jornadas. Parece ser que muchos hombres se quejan ante el Instituto de la Mujer por un anuncio de Burger King en el que una especie de horda primitiva freudiana reivindica su masculinidad pidiendo un Whopper. No entiendo cuál es el motivo de queja. Personalmente me gusta más el Big Mac, pero no veo qué hay de malo en ser carnívoro. ¿El canibalismo es sólo una práctica masculina? Ignoro si las jíbaras también compartían la carne humana, o sólo era un manjar reservado a los guerreros. Tal vez Vicente Palomera, que en su reencarnación anterior fue antropólogo, nos pueda enviar una notita.
Oscar Ventura nos regala una historieta. ¿Quién dijo que los hombres no cambian nunca?
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¡¡¡ LAS IX Jornadas están en FACEBOOK!!!
Tenemos el placer de invitarles a participar a una inédita experiencia y a descubrir el nuevo espacio facebook.com/novenas.jj.psicoanalisis.elp
Han visto una publicidad que os ha llamado la atención, piensan en una canción, un artículo de prensa les ha interesado o dejado boquiabierto, les encanta una película o un video, les fascina o disgusta un libro, una novela, una foto, una expo., etc. ... En la página "Novenas.Jornadas.Psicoanálisis-elp", pueden compartir o publicar directamente sus impresiones y comentarios sobre el tema que nos convoca: "Los hombres y sus semblantes".
BIENVENIDOS y HASTA AHORA en:
facebook.com/novenas.jj.psicoanalisis.elp
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TOO MACH Y LA CENA, por Francesc Roca
Al ver en su primera entrega la cabecera de este Diario de las próximas Jornadas de la E.L.P., algo me llamó la atención. Hombre al fin y al cabo, había descubierto un error en la propuesta del otro: Too Mach! estaba mal escrito.
Pero, reconociendo que Gustavo Dessal tiene un dominio del inglés bastante superior al mío -el eje a-a seguía su curso de idas y vueltas-, pensé que no podía tratarse de un error y que, por tanto, era yo quien tenía que encontrar una lectura que incluyera el supuesto error, una lectura que partiera de esta grafía ahora deliberada.
Ello me llevó a pensar que Too Mach! quizá podría ser leído como una suerte de poema visual, al estilo de los que Joan Brossa hacía allá por los años 70.
Para dicha lectura acudí al diccionario, dispuesto a encontrar aquello que del genio de la lengua inglesa pudiera contener. Tras la consulta, y dejando a un lado la lectura más obvia, la de su homofonía española tu mach(o)!, he querido centrarme en el sentido que provee la letra que sobra o que falta para corregir el supuesto error.
Si es la A la letra que sobra, si se la reemplaza por una U, me encontraba con Too much! (demasiado!, en castellano), así como con Much (mucho), significante del que el diccionario señala su valor como adverbio, pero también como pronombre, como sustituto del nombre. Ambos usos me hicieron pensar en la gestión imaginaria de la castración, negada en sí mismo y encontrada en el otro, máxime cuando este adverbio también podía adquirir funciones comparativas (as much as: tanto como).
En cambio, si era la T la que faltaba, la cuestión se ponía aun más interesante. Match puede traducirse por partido, combate, lo que remite a la idea de rivalidad con la que, de algún modo, he comenzado, e incluso a la idea de confrontación que, a diferencia de much incluye la posibilidad de la derrota (Match your skill against the experts: confrontar tu habilidad con la de los expertos). Vemos, pues, sugerida toda la complejidad de la dialéctica del amo y el esclavo, a diferencia de much que sólo aludiría a una rivalidad entre esclavos que mienten sobre su castración.
Pero Match también incluye la idea de coincidencia en el sentido de igual pero diferente (The curtains and the vase match perfectly: las cortinas y el jarrón combinan perfectamente), complementariedad que alcanza incluso a las cuestiones del amor (Love match: matrimonio por amor).
Así pues, el genio de la lengua inglesa a lo que remitía era a determinados rasgos que han venido siendo un lugar común en el comportamiento de los hombres, si bien, como señala Rosa Ruiz, estos lugares comunes vienen cambiando en los últimos tiempos debido a una progresiva feminización de los mismos.
Dicho de otro modo, a lo que el genio contenido en el diccionario parece aludir es únicamente a un falso semblante de ser hombre, falso semblante que se sostiene en una falaz autonomía de la imagen y del yo que permite a cada ciudadano compararse con su semejante en el eje a-a.
No obstante, también podría plantearse la idea, complementaria de la anterior, de que a lo que nos remiten todas estas consideraciones es a la cuestión de la identidad sexual: un hombre es el que se interesa por las mujeres, así como una mujer es la que se interesa por los hombres. Ello nos permitiría plantear la duda de si la feminización de los hombres a la que acabo de aludir depende de la actual transformación del falo en mercancía y, como consecuencia, de la transformación del goce ligado al semblante fálico en un goce oscuro similar al que Freud reconocía en las mujeres. Muchas de las reflexiones de la sociología actual parecerían apuntar en este sentido.
Ahora bien, si planteamos la hipótesis de que la mercantilización del falo depende, en el contexto del discurso capitalista que promueve dicha mercantilización, de la reducción al anonimato del A, del amo, ¿ello permite al hombre que quiere sostenerse en este falso semblante de hombre prescindir del Nombre del Padre, prescindir, por tanto, de la castración?
Para ilustrar la necesidad de este, S1 la necesidad de servirse del Nombre del Padre y de que para ello éste tiene que estar constituido como tal, recurriré a una viñeta clínica de un paciente de 24 años, psicótico, para quien las relaciones sociales oscilaban entre una indiferencia incómoda, manifestación de su imposibilidad de sostenerse en ella, y los pasajes al acto frecuentemente violentos cuando consideraba que era objeto de burla o de descalificación porque no podía consentir que los otros se burlaran de él y quedar como un idiota.
En varias ocasiones ha manifestado su dificultad para encontrar pareja del siguiente modo: cuando quedo con una chica que me gusta me pongo nervioso, se me encoge el estómago y se me va el hambre, y entiéndalo doctor, ¡no voy a quedarme sin cenar!.
Si, como señala Lacan, el sujeto del inconsciente se articula sobre el cuerpo, vemos que a este paciente, en la confrontación con su propio deseo de encontrar pareja, en la confrontación con su propio semblante de ser un hombre para una mujer, lo real de su cuerpo se le impone en su estricta carnalidad (se le va el hambre) y su goce se hace masivo por lo que, frente a él, retrocede.
Por tanto, responder como hombre, sostenerse en el falso semblante de ser hombre requiere de la elaboración de un síntoma que, para que adquiera su estatuto de mensaje cifrado debe pasar por el A (dâ($ losange D)), mensaje cifrado en el que lo real aparecerá designado por una letra desprovista de sentido que contornea su borde y que, a la vez permite anudar síntoma y semblante, goce y verdad del sujeto.
Referencias.
1 Pequeñas notas sobre los buenos chicos, in Too Mach! Nº 2.
2 Cf.: Scilicet Semblants et sinthome, pág. : 112
3 Vid., por ejemplo, G. Lipovetsky: La era del vacío. Ed. Anagrama, col Compactos, Barcelona, 2008; La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad del hiperconsumo. Ed. Anagrama, col. Argumentos. Barcelona, 2007.
4 J. Lacan: Psicoanálisis. Radiofonía y televisión. Ed. Anagrama. Barcelona, 1977. Pág.: 124.
5 Tomo la expresión de la entrevista a Ernesto Sinatra aparecida en el nº 3 de Too Mach!.
6 J. Lacan, op. Cit., págs.: 90-94.
8 J. Lacan: Lituraterre, in Autres écrits, Ed. Du Seuil, París, 2001,págs. : 11-20.
9 J. Lacan: Lituraterre, in Autres écrits, Ed. Du Seuil, París, 2001,págs. : 11-20.
10 Cf. Scilicet. Vid Lettre, págs.: 169-171.
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LOS HOMBRES Y SUS SEMBLANTES. UN CÓCTEL FORMIDABLE, por María Navarro
El Dry Martini es uno de los cócteles más célebres por sus míticos adeptos y referente de un mundo muy definido que nos ha llegado tanto de la mano del cine como del arte, la política o la literatura y cuyos bebedores han sido la mayoría hombres, aunque hay alguna excepción, creo que Ava Gardner fue una de ellas, frente a la bebida más suave, Spritzer o Champagne, identificado con las apetencias más femeninas de la época.
Bebían y beben la viril combinación Winston Churchil, Ernest Hemingway, Frank Sinatra, Humphrey Bogart, Luis Buñuel, Brian Ferry o Quentin Tarantino, sin olvidar el personaje salido de las novelas de Ian Fleming (parece que inspirado en su propia vida), el británico agente 007, James Bond, que además de ser un referente de masculinidad y elegancia, que sabe hacer con las mujeres en el juego de la seducción, se atrevía a pervertir la receta clásica que en vez de ginebra, pedía con vodka y encima agitado y no mezclado. Licencia de quien es capaz de tirarse desde un avión sin despeinarse, ni arrugar el traje y dar en el blanco con todos los juguetes que ya la técnica de la época preparaba para él, acabando de un plumazo con el villano a la vez que se viste un smoking y, con inusitada precisión, baila sujetando a la dama como conviene. Y cómo no, consigue que cada mujer que se cruza en su camino se crea la única de su arte amatorio. Es un detalle, este último nada banal, ya que en el baremo de la virilidad cuenta lo suyo, al igual que no importará si el hombre es feo mientras sea muy macho.
Como señalaba una paciente a propósito de un señor de su preferencia que identificaba al personaje de las novelas de Raymond Chandler, Philip Marlowe, icono también de masculinidad, es feo, mentiroso y de mal vivir, pero muy hombre. Este ser hombre que define al macho que atrae y conquista se confunde entonces con un parecer, que es del orden del semblante fálico y que les sirve a los hombres para situarse como hombres y abordar como tal una mujer como nos explica Lacan en su Seminario Encore. A esta indicación hay que sumar que para un hombre, a menos que haya castración, o sea algo que dice no a la función fálica, no hay ninguna posibilidad del goce del cuerpo de una mujer, o sea de que haga el amor, reubicando así la posición masculina entre el para todos con el que cumple la función fálica y al menos uno que dice que no a esa función.
Actualmente esa marca que introduce la castración por el padre se ha difuminado y con ella la precipitación de los rasgos identificatorios de la masculinidad dando al traste con muchos de sus referentes: el hombre invita, aborda a la mujer, ella espera ser conquistada; el hombre marca el compás, ella es llevada, se entrega. Él bebe Dry Martini, ella un spritzer Es evidentemente un orden en el juego del parecer y los semblantes que actualmente no podemos más que mirar con lejanía y en este caso con humor, y que aunque he exagerado mucho a través de estos personajes de ficción, no por eso dejan de mostrar frente a los semblantes actuales cómo la declinación (en cuanto a identificaciones masculinas se refiere); es evidente y nos interroga a través de síntomas que se instalan en hombres cada vez más jóvenes. La crisis masculina, o inapetencia que se ubicaba en una determinada franja de edad, ha dado paso a un cada vez mayor aburrimiento en los jóvenes y no porque los elegantes Bond o los Marlowe no abunden sino porque, muy al contrario, podemos constatar que hay cada vez más héroes, aunque todos prácticamente iguales por esfuerzo de una lógica del todo es posible, y además sin salir de casa, a solas batallando con un ordenador y sus virtuales cuerpos. Goce ante lo que no se arriesga nada.
Lacan ya lo apuntaba en Los Complejos familiares, en su anticipación de la declinación de la función del padre, y toda su elaboración posterior, en el seminario de Las relaciones de objeto, respecto a esta función y lo viril, hasta interrogar ¿Qué es un hombre? Declinación que hace cada vez menos factible que el encuentro amoroso vele la imposibilidad de la relación sexual y eluda la particularidad privilegiando el autoerotismo y la soledad o la necesidad perentoria de inventarse, como señalaba Gustavo Dessal en la presentación de esta serie ante la caída de los modelos tradicionales. Salvedad será la pregunta por lo que ellas desean. Y..., la fórmula de Luis Buñuel del Dry Martini, con Vermut Noilly Prat que, sorprendentemente, nos desvela en su libro El último suspiro aunque, eso sí, como una exageración, que hubo una época en la que se decía que un buen Dry Martini debe parecerse a la concepción de la Virgen. Efectivamente, ya se sabe que, según santo Tomás de Aquino, el poder generador del Espíritu Santo pasó a través del himen de la Virgen como un rayo de sol atraviesa un cristal sin romperlo. Pues con el Noilly Prat, ¡lo mismo!
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NO ME HAGAS DAÑO, por Cristina Califano
Este verano llegó a mis manos una obra de teatro No me hagas daño, premiada por la Fundación Kutxa, bajo el auspicio del Ayuntamiento de San Sebastián.
La obra narra el derrotero de una pareja, maltratador y maltratada, con un testigo: la hija.
Luego de la última brutal paliza, que lleva a la mujer al hospital, ante el ultimátum de la hija: denuncia, orden de alejamiento; apareciendo en escena la figura del mediador familiar quien cargado de buenas intenciones pretende ayudaros, que las heridas cicatricen intervenimos cuando se detecta una crisis familiar y nuestro primer objetivo es conseguir la interrupción de la secuencia maltratadora, los golpes, el silencio, el miedo....
Precisamente, la figura del mediador muestra la impotencia del sistema que insiste con más de lo mismo en sus palabras: tengo miedo de que vuelva a hacer daño..., miedo de que busque otra víctima; yo cumplo con mi trabajo, lo demás no lo puedo solucionar.
La obra que nos ocupa, más allá de la puesta en escena de la violencia que se instala poco a poco, paulatinamente y con el paso de los años, desliza las posiciones subjetivas de cada uno de los miembros de la pareja.
Luisa, la protagonista en su particularidad, justifica los hechos. Con sacrificio y abnegación espera el signo de amor de Raúl, destruyendo su propia posición de sujeto para privilegiar la de objeto a maltratar en manos del partenaire: Pienso que he hecho algo mal, que no soy como tendría que ser, y eso me deja como muerta.
Raúl, por su parte, muestra que la condición que exige a su partenaire es precisamente la de ocupar ese lugar de objeto degradado: Me sacas de quicio Luisa. ¿Quieres que te haga una lista de tus despistes? Eres única para joder las cosas. Discusión hasta llegar a los golpes.
La manera que ha encontrado Raúl de velar la angustia que le produce el encuentro con el otro sexo es por la vía de la violencia; de manera tal que sólo una vez consumada la agresión puede tener lugar el encuentro sexual.
El texto muestra las buenas intenciones de las instituciones que con sus protocolos determinan cómo se debe actuar en lo que hoy se llama violencia de género; hay las medidas educativas, hay las medidas sociales y hay las medidas legales. ¿Por qué toda esa maquinaria fracasa? Existe el para todos igual, dejando de lado la subjetividad de cada uno.
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LOS SEMABLANTES DEL HOMBRE Y LAS FORMAS CONTEMPORÁNEAS DE LA SEXUALIDAD MASCULINA, por Enrique Rivas
Para pensar el ser del hombre con relación a los semblantes que le constituyen, y los efectos que determinan en consecuencia la manifestación y expresión de su sexualidad en la época contemporánea, hay que partir de una clave fundamental: el destino que tiene el Significante del Nombre del Padre.
Considero muy pertinente y atinado el trabajo incluido en el blog de Margarita Álvarez sobre "La feminización lógica del hombre contemporáneo". Y en sintonía con los aspectos múltiples que nos abre el tema de las IX Jornada de la ELP, sobre Los hombres y sus semblantes.
Estoy muy de acuerdo con su reflexión. Me parece que la declinación de los semblantes paternos, del falo y la castración, de la operación simbólica y del alzamiento de los objetos que causan el deseo en la sociedad de nuestro tiempo, así como la caída de los semblantes que afecta a la masculinidad y a su relación con la mujer en la época contemporánea, ha llevado al hombre ha incarcerarse en su relación de goce con los objetos de la técnica (Gadget). El desarrollo científico-técnico y los efectos en el vínculo social del capitalismo tardío y acumulativo y la destrucción de los semblantes que sostuvieron a ambos sexos en su diferencia radical, han implicado en el hombre la confusión en su posición en relación al deseo y a sus formas de satisfacción fantasmática con su partenaire. De tal manera que podríamos situar esta relación del hombre con sus objetos como de relación autoerótica, en un cada vez mayor distanciamiento de sus vínculos sociales y un mayor desprendimiento libidinal de los rasgos que podrían constituir sus complementos de pareja sexual, sin el sostén de la estructura del amor.
Es conveniente conocer que en la psicosis tenemos un paradigma de la destrucción de los semblantes de la masculinidad, como efecto de la caída del semblante de la paternidad y de la castración, por lo que no encuentra la posibilidad de simbolizar ni dialectizar su relación sexual con la mujer. Esto se puede constatar en la clínica, en la que el sujeto psicótico manifiesta de múltiples maneras su impotencia de ser como miembro desiderativo y gozante en su encuentro con la mujer.
En el presente y en el futuro, veremos si el síntoma neurótico que organizó tradicionalmente la estructura social, no deriva en síntoma perverso en la sociedad contemporánea y veremos también si no habrá deriva hacia el sinthoma psicótico en un supuesto aumento progresivo de las llamadas psicosis ordinarias. Esta deriva dificultará en el futuro las posibilidades de escucha psicoanalítica, si los analistas no están prevenidos frente a estas nuevas formas de las demandas actuales.
Y es que la caída de los semblantes que afecta a la masculinidad y a su relación con la mujer, en la época contemporánea y a partir de la declinación del significante paterno, como decimos, ha llevado al hombre ha replegarse en su relación de goce con los objetos promovidos por la gran industria y su universal oferta de felicidad técnológica. El desarrollo científico-técnico y los efectos en el vínculo social del capitalismo lujuriante en la economía neoliberal, ha sido devorador y aniquilador de los semblantes que sostuvieron a ambos sexos, tradicionalmente diferentes aunque complementarios. Circunstancia socio-política-económica que ha llevado al hombre a la desorientación en su posición con relación al deseo y a sus formas de satisfacción pulsional.
Volviendo a la cuestión de la psicosis, la abolición de los semblantes de la masculinidad, como efecto de la forclusión de la función paterna, del falo y de la castración, el sujeto psicótico no tiene recursos simbólicos para inscribir su relación sexual con el deseo y el goce. Esto se puede constatar en la clínica cotidiana, en la que el psicótico por su estrategia de deslizamiento hacia la creación identificatoria a la mujer (el empuje a la mujer que teorizara Lacan), anula el vínculo libidinal con el partenaire femenino. Las dificultades del encuentro con la mujer, es una queja muy frecuente en el trato psicoanalítico con psicóticos.
Cabría pensar si con el avance de la ideología y las prácticas de la post-postmodernidad, la naturaleza del síntoma como emergente de lo real, no virará en un progresivo desplazamiento de las estructuras de sostén del sujeto contemporáneo. La neurosis que organizó tradicionalmente la estructura social por la potencia constituyente de los grandes ideales, deviene ahora en síntoma perverso en la sociedad actual. Y en esta perspectiva de cambio en las estructuras subjetivas, podrían surgir metástasis del goce no civilizado, sin nombre, emergentes de lo real insimbolizable que engendrarían múltiples psicosis tanto clásicas o estándares como sinthomatizadas. En las que las distintas formas de la forclusión, restrictiva o generalizada, constituirán sujetos en la contemporaneidad que se manifestarían en la precariedad del deseo y su correlato la promiscuidad sexual. Estos cambios de paradigma en la clínica del sujeto, tendrán efectos distorsionadores en la orientación de las curas para los psicoanalistas. Sobre todo si éstos desarrollan su práctica en instituciones, en las que la masificación de las demandas y la intoxicación de la traducción psicopatológica fenomenológico-positivista que impregna las centros de salud, pueda vencer al esclarecimiento teórico de los analistas que apuesten por el trabajo en la red de instituciones de salud pública.
Insistimos en que la caída contemporánea de los significantes del hombre, consecuencia de la debilidad del los significantes de la función paterna, sumergen a los sujetos en un mar de disolución de los lazos sociales y los precipitan en unas formas de goce autístico con los múltiples objetos que la técnica pone a su disposición a través del puro saber mecánico y manipulador de los mismos.
A su vez creemos que por la debilidad fálica generalizada y los efectos limitantes del rechazo de la castración en el campo del deseo, se produce una convergencia de los sexos y un amalgamamiento de los semblantes entre el hombre y la mujer. Por otra parte, el intercambio de roles y funciones sociales, así como la anulación de las diferencias, los paradigmas de la igualdad en la cultura y los discursos de la posmodernidad, precipitan en la trama social una dislocación de las posiciones deseantes. Que se pueden pensar como una tendencia lógica a la feminización generalizada. Hombre y mujer se acercarían asintóticamente en sus identidades y en sus coordenadas estructurales, por los defectos en la castración y la dificultad del hombre de incluir a la mujer como objeto causa de su deseo en su fantasma. La falicización así mismo generalizada del tratamiento de los cuerpos, abren el campo a la indeterminación identificatoria.
En estas hipótesis, ¿qué destino tendrán los semblantes del hombre, por ejemplo: los ideales, los valores éticos, los rasgos yóicos, los investimientos fálicos, los grandes valores de la filosofía y del pensamiento secular, como la verdad, el ser, el sujeto, la ley, así como los semblantes de la política, la democracia, la solidaridad, los proyectos emancipatorios, la conquista del hombre nuevo, etc.? ¿Qué ocurrirá con el semblante del amor, recurso imaginario-simbólico fundamental para el restañamiento de la imposibilidad estructural de la relación sexual? ¿Qué pasará en la trama social y en el destino de la estructura parental, si el intento de hacer existir la relación sexual implicara la confluencia y superposición de los semblantes del hombre y de la mujer.
¿Son los discursos y políticas de la igualdad, las modas del unisexo, la proliferación y diversificación de las manifestaciones de los vínculos sexuales, la degradación de la vida amorosa y la abolición del deseo, graves riesgos de deslizamiento del hombre a una posición equívoca respecto a su condición de uno fálico, hacia formas precipitadas de satisfacción inmediata y con los objetos de la maquinaria industrial, o hacia el goce Otro de la infatuación y formas nuevas de mistificación? ¿Qué busca el hombre en la mujer en la sociedad de nuestro tiempo, si no es el goce inmediato y en cortocircuito del pedazo de carne que sostiene y exhibe el cuerpo de la mujer?
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DOS EJEMPLOS DE CÓMO EL FALO VERIFICA LO REAL, por Margarita Bolinches
En un artículo de Rose-Paule Vinciguerra titulado Falo, residuo que verifica, se hacía una pregunta que orientaba su exposición a partir de una frase extraída del Seminario XXIII. En ella, Lacan afirmaba que: El único real que verifica cualquier cosa es el falo en la medida que es el sostén de la función significante que crea todo significado. Y agrega: es aún preciso (
) que sólo él verifique ese real.
Desde esta aparente oposición, ella hacía de su pregunta la vía de su trabajo de elucidación: ¿Cómo, en principio, el falo podría ejercer esta doble función, por una parte, de real que verifica cualquier cosa, y por otra de verificar lo real?
Fue desde esa pregunta y la paradoja que planteaba que asocié dos acontecimientos recientes con los que me había encontrado y que podían bordear el camino de una cierta respuesta y que, hasta entonces, no se me había evidenciado.
Primer acontecimiento: De madrugada, llaman a la puerta y me encuentro saltando de la cama, compelida a pasar en segundos del sopor a la vigilia y de mi casa a casa de la vecina, hecha un mar de lágrimas y de angustia por su hijo. Apenas dos horas antes el joven había atropellado con su coche a un ciclista que cruzaba en sentido contrario una gran avenida, sin luces, sin chaleco reflectante, y que falleció en el acto.
Mi vecina me explicaba que su hijo se había mantenido muy sereno mientras declaró ante el policía, y que éste le había dicho que no se preocupara porque él no había tenido la culpa. El padre añadió que había mantenido el tipo, pero que cuando entró en casa se vino abajo y no paraba de llorar.
Así que me encontré con tres sujetos angustiados. Uno que no paraba de llorar y no hablaba, y dos que no paraban de hablar para tapar su propia angustia. Como en ese momento no estaba para consideraciones, con un gesto hice callar a los padres y poder hacer hablar así al hijo. Y aquí viene el ejemplo: después de unas maniobras para desatascarlo de la imagen del choque en el cristal y de la mirada del ciclista que sobre él recayó, pasó entonces a confirmar la verdad paradójica de la afirmación de Lacan sobre la doble función del falo.
Al poder atravesar el punto ciego de la mirada, una falla en el saber se le presentificó y le hizo tambalear todos los semblantes que hasta entonces le envolvían: No es verdad, todo es una mentira. En la Academia (militar) nos enseñaban fotografías y videos de cuerpos destrozados por las minas. Decían que así nos preparaban y aprendíamos a saber mejor a lo que nos teníamos que enfrentar, pero no es verdad. Es todo una mentira .
Le confirmé en esa verdad paradójica que había adquirido en su encuentro con lo real, que era un saber distinto a los otros que él pudiera tener, pero que era un saber cuya experiencia vital y subjetiva valía la pena sostener.
Segundo acontecimiento: Este verano, por recomendación de un amigo, leí un libro de Peter Lodge titulado La vida en sordina. Y me encontré con una narración que ejemplifica muy bien varias cuestiones. Una de ellas es la función del humor y de lo cómico que nos recuerda Freud. La narración nos muestra, con algunos rasgos autobiográficos del propio autor, al protagonista como un profesor de lingüística jubilado y con una sordera de agudos. Esto implicaba que oyera las vocales pero no las consonantes, lo que daba lugar a múltiples equívocos y situaciones embarazosas. Por otro lado, su jubilación anímica se hizo más evidente cuando su mujer, de ama de casa, pasó a ser empresaria y a cobrar un protagonismo que hasta entonces giraba alrededor de él. La comedia del falo con sus múltiples sentidos y efectos de significación se muestra en todo su desarrollo, con una comicidad muy british.
Otra de las cuestiones que van apareciendo, y que nos aproximan al tema, es el trasfondo melancólico en la relación con el padre del protagonista y la desasosegante relación que mantiene con una alumna, que lo presiona para que le dirija una tesis sobre las notas de los suicidas.
Pero será su encuentro con el silencio, en Auschwitz-Birkenau, cuando su sordera adquirirá un valor distinto que nunca olvidará. Después de esa experiencia, el autor nos muestra la transformación del protagonista y su manejo de los semblantes de un modo distinto para que, gracias a su sordera, pueda escuchar aquel silencio que se abrió para él.
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DE CASABLANCA A PARÍS, por Felicidad Hernández
No es precisamente una película actual, pero -o quizás por eso-, se me ha ocurrido la película Casablanca como contrapunto, como voz contrapuesta al discurso moderno sobre lo masculino.
Hablamos de un tiempo marcado por el desfallecimiento de las insignias masculinas y de la caída de los Ideales con mayúscula. Tiempos en los que los semblantes muestran su impotencia para velar lo real. Quizás por eso, el agujero desvelado está siendo aprovechado por grotescas caricaturas de grandes hombres a modo de postizos que, como sitúa J.-A. Miller, ofrecen una imagen pero no cumplen la función. ¿Son los nuevos estereotipos?
Si esto es así sólo queda decir: -¡Presiento que estono es el comienzo de una hermosa amistad!, tomando prestadas las palabras del protagonista de Casablanca, Rick Blaine (Humphrey Bogart)
La trama de la película se sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, y Casablanca es una ciudad en la que protegerse de la persecución nazi, y desde donde se puede conseguir un salvoconducto para Lisboa camino a Estados Unidos. Allí es donde Rick regenta un café al que llegan un líder de la Resistencia y su mujer Ilsa (Ingrid Bergman) en busca de ayuda. Ilsa y Rick habían sido amantes en el pasado (en París).
Rick, cínico e indiferente al drama bélico y sus consecuencias, mostrará la verdad de su posición: traicionado y abandonado por esa mujer, es un sujeto atormentado por el amor.
¿Qué lo convierte al final en un héroe? Renuncia a su pasión, que sacrifica su objeto, Ilsa, por el Ideal (la victoria sobre el nazismo, la lucha por la libertad). Es la renuncia de lo particular en favor del universal.
Pero sabemos que nuestro mítico héroe no es de carne y hueso, aunque el actor que lo encarne se destacara por su honestidad. Ni siquiera una de las frases que ha hecho más famosa a esta película existió. Y puestos a desmitificar, ¿cómo olvidar que la última escena es el comienzo de esa hermosa amistad de Rick con el corrupto y oportunista jefe de policía?
La cuestión no es si ya no existen esos hombres, es que ya no existen esos ideales. Lo que ya no está es la creencia en el valor de un Ideal más fuerte que la satisfacción individual, no los hombres divididos, o perplejos, en su no saber hacer con el Otro sexo. La diferencia es qué se utiliza para velar la inexistencia del significante que pudiera dar cuenta de esa relación.
No creo que antes los hombres fueran más hombres sino que estaban menos huérfanos de Padre. Ese Padre que salió moribundo del campo de concentración tras la Segunda Guerra Mundial y pareciera que es la Madre, que no las mujeres, la que se ha hecho cargo del discurso. La Madre, no las madres, como lugar donde aferrarse al objeto oral y mantenerse infantilizado, al abrigo de la Separación y del encuentro fallido con el Otro sexo.
Si lo que promueve el discurso actual es que es posible evitar la castración con el goce, que Uno puede satisfacerse sin tener que recurrir al Otro, la dificultad es constituir el sujeto del inconsciente como puesta en acto de la realidad sexual.
Si los Ideales no van más, tampoco el discurso actual libra a los sujetos de la pulsión de muerte, más bien al contrario. Quizás ya no se trate del malestar en la cultura, ahora se trata del autismo de la civilización.
Hacer hablar a lo que no va y suponerle un querer decir algo es ya el reconocimiento de que se necesita Otro. Poder pasar de estar sujetado por los goces, a sujeto del inconsciente. Y sabemos que el inconsciente no es óntico, que se necesita un analista para hacerlo existir.
Por eso (para finalizar con esta película): -¡siempre nos quedará el psicoanálisis! con el que causar el inconsciente , en algunos.
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Historieta ofrecida por Oscar Ventura