Too Mach! Conclusiones, ideas y problemas. Hacia las IX Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis “Los hombres y sus semblantes”. Gustavo Dessal (Madrid)

MADRID
20 Y 21 DE NOVIEMBRE DE 2010
Círculo de Bellas Artes
Sala de las Columnas

********************

Introduction

“Explicadme el tenebroso misterio de la existencia, el inescrutable enigma, el viejísimo problema, el que ocupó noche y día tantas humanas cabezas, unas de asiáticas mitras o de turbantes cubiertas, otras, de negro birrete o de peluca tremenda y fue, por siglos y siglos, tormento de todas ellas. ¿Qué es él hombre? ¿Cuál su origen? ¿Cuál su fin? ¿Qué hace en la tierra? ¿Cuál ser es el ser que vive tras las cerúleas esferas?”. Heine, “El mar del Norte”

Soleado domingo de agosto por la mañana en Dolores Park, el lugar de recreo y encuentro del mundo gay en San Francisco. Situado en el maravilloso distrito de Mission-Castro, Dolores Park es uno de los más grandes escaparates vivientes. Un escenario donde mirar y ofrecerse a la mirada es la regla básica de un juego erótico que reúne las astucias del camuflaje, el arte de la simulación, y el ingenio del disfraz.

Incursiono, pues, como un voyeur más. La imagen es aquí reina indiscutible de la ceremonia, pero una imagen que no es sólo imaginaria, sino que también obra en virtud de su propiedad simbólica, como signo que remite a un código de normas, usos y costumbres que hacen de la cultura gay un universo tan poco libre como cualquier otro.

Todos juegan a sobresalir, cada uno conforme a su propia invención, puesto que la pauta de conducta es rigurosa: lograr el equilibrio entre la originalidad que individualiza, y una homogeneidad que actúe como insignia de pertenencia. El semblante, su uso, sigue una modalidad que el lenguaje popular argentino expresa de forma precisa con el reflexivo de un verbo: producirse.

Metáfora que condensa una compleja cadena semántica (el medio de producción, el objeto de consumo, el sujeto como artífice de sí mismo en el mercado del intercambio), “producirse” indica con toda claridad una de las características cada vez más evidentes del mundo contemporáneo: la necesidad de inventarse ante la debilidad creciente de los modelos identificatorios tradicionales. “Está muy producida”, es una fórmula con la que se alude al rasgo de artificio que una mujer puede imponer al tratamiento de su semblante (maquillaje, ropa, accesorios, cirugía).

En Dolores Park, todo está perfectamente estudiado y producido: la dinámica de los gestos, la espontaneidad del protocolo, la informalidad de la ropa, la naturalidad del peinado, la selección de las marcas y el exhibicionismo de los cuerpos. “Producirse” ya no es más un patrimonio exclusivo de las mujeres, sino un requisito que impera en la vida social de los sujetos, de allí que los hombres exploten cada vez más los recursos de una cosmética que los vuelve a-manerados , es decir, los perfecciona en las maneras del pequeño a como causa del deseo.

Dolores Park es un gigantesco mercado del fetiche a consumir mediante la mirada: cada uno es aquí perfectamente nor-male, como dijera Lacan. Se sigue a rajatabla la norma-macho. Too mach, que diríamos nosotros, demasiado macho, tanto si se es gay como lesbiana, puesto que el falo es el sacrosanto oficiante de un rito donde se pone a prueba la habilidad de cada cual para hacerse un paraser.

La dificultad es que ahora el Uno se complejiza, se transmuta, se metamorfosea. Lo uni-sex da paso a la tendencia contraria, a la valorización de la especificidad del sexo: la arruga masculina requiere su propia solución, y la forma femenina reclama un teléfono móvil a su medida y sensibilidad. Lo impar triunfa sobre la igualdad, para alegría de un mercado que celebra las diferencias. Una firma de ropa catalana lo ha captado al vuelo con su marca Desigual.

Si lo unisex fue el lema de los años sesenta, el nuevo milenio se inaugura sobre la base de una uniformidad disfrazada de diferencia. Para que dicha diferencia se reconozca, cada uno debe convertirse en autor de su propio relato, ya que no puede echarse mano de los relatos al uso que unificaban las políticas de vida. El mejor ejemplo es el curriculum vitae, la pequeña biografía que ha reemplazado a la historia de origen, y sin la cual el sujeto se convierte en un paria social, condenado a una inexistencia comparable al destierro. Internet (se ha dicho hasta el hartazgo, lo sé) no es un instrumento técnico. Es la forma cada vez más real de la comunidad humana, donde la virtualidad técnica contribuye como ningún otro recurso anterior a la invención de uno mismo, a “producirse” narrativa e identitariamente. Allí donde la narración colectiva desfallece, la búsqueda del pequeño relato individual se vuelve indispensable en todos los niveles sociales y políticos.

Grinder: del inglés “to grind” (moler, machacar), es el último grito de la tecnología al servicio del goce sexual. Un programa que mediante la conexión a internet permite localizar desde un móvil o un ordenador a hombres que están disponibles en los alrededores para la cacería. Uno se conecta, y aparece una lista de hombres, con su semblanza en imagen y texto, y donde por supuesto se puede añadir el listado de las condiciones de goce. No es necesario perder tiempo, ni someterse a la contingencia del encuentro. “Yo no busco, encuentro”, decía Picasso, y Lacan lo suscribía (luego le dio la vuelta, y afirmaba lo contrario). Ni busque ni encuentre. Simplemente escoja en el menú. Aunque la castración siga operando, los aparatitos cada vez la disimulan mejor. Pensado por ahora para gays, los héteros deberán esperar un poco más para disponer de la versión correspondiente del Grinder. No hay que impacientarse: está casi a punto de salir.

“Se buscan hombres”, afirmo en la presentación de Mujeres una por una (RBA, Barcelona 2009, compilación de Shula Eldar), y argumento acerca de la feminización progresiva de los semblantes.

Rosa Calvet, con su acostumbrado e ingenioso humor, me objeta: nada ha cambiado, el mundo sigue siendo nor-male, too mach. Tiene razón. Ambos tenemos razón, puesto que la imposible escritura de la relación sexual es la inercia conservadora en el flujo transformador de los semblantes. Los hombres (héteros, homos, etc.) cambian de look, pero no de lado en la carta de almor. Si acaso, sólo la experiencia de un análisis puede permitirle a algunos aventurarse a franquear esa línea.