Too Mach! Conclusiones, ideas y problemas. Hacia las IX Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis “Los hombres y sus semblantes”. Nº 2. Responsable: Gustavo Dessal (Madrid)

MADRID
20 Y 21 DE NOVIEMBRE DE 2010
Círculo de Bellas Artes
Sala de las Columnas

Gabriela Galarraga nos envía esta curiosa foto. ¿Quién de esos tres hombres es el padre de la criatura? ¿El que la lleva en brazos y la observa con distante satisfacción? ¿Aquél que con la mirada algo emocionada alza su copa? ¿O el que nos mira fijamente, feminizado por ese ramo de flores y el collar que en su cabeza forma un halo de santidad? Una foto sólo de hombres, a excepción, tal vez, del bebé dormido. De él ni siquiera sabemos el sexo. En cualquier caso, el trío pertenece a una época donde la paternidad, pese a su declive, mantenía aún las formas tradicionales. José Ramón Ubieto nos señaló hace unos días que eso también está cambiando: los varones, a regañadientes algunos, y con mayor entusiasmo otros, se implican cada vez más en el goce de la puericultura. ¿Los hará eso más pueriles y menos aptos para la contienda sexual? Queda mal decirlo en estos términos, ahora que las palabras y las intenciones hay que manejarlas con cuidado (como nos lo explica Rosa López al referirse a los "buenos chicos"), y depurar en lo posible las animaladas del macho. Habrá que verificar en los divanes si los padres maternizados son dignos de amor.

Por su parte, Rosa Ruiz se pregunta de qué modo la crisis del universal "hace vacilar" los semblantes de la virilidad. Los fenómenos de cambio abundan, la carta de almor se mantiene.

Pero no todo cambia. Hay cosas que se conservan, y para recordarlas nada mejor que los conservadores, ingleses a ser posible. Me encantan los conservadores ingleses. Muestran sus rasgos de perversión mejor que nadie. Ahí lo tenemos al bueno de Mike Weatherley, un diputado que por su comportamiento "ejemplar" fue presentado durante la campaña del primer ministro británico Cameron como una de las nuevas personalidades conservadoras destinadas a crear la "Big Society", la "Gran Sociedad" que el ministro quiere reinstaurar en el Reino Unido. Todo le iba de maravillas a Mike, de 53 años, casado por segunda vez con Carla Adriana, una exuberante brasileña de 39. Lástima que un periodista entrometido tuvo que descubrir la semana pasada que Carla ejerce la prostitución en un lujoso local de Londres. Al parecer Weatherley la conoció en Brasil, en un viaje de negocios, y ella se dedicaba ya a esos menesteres, probablemente solicitados por Mike para aliviar el estrés laboral, aunque la pequeña aventura acabó en matrimonio.

Desde esta sencilla tribuna, enviamos un caluroso saludo a Mike, por contribuir al mantenimiento del clasicismo analítico madre/prostituta, que ha hecho la felicidad de tantos hombres durante décadas, y que Freud describió y explicó con tanta finura en "Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre". No sé si el lema "Soy como gozo" sería propicio para una campaña política. Dependerá de los países. A los conservadores españoles esa fórmula no les va del todo mal. Algunos defienden a capa y espada que los buenos trajes a medida siguen siendo esenciales para la salud del semblante.

PEQUEÑAS NOTAS SOBRE LOS BUENOS CHICOS.
por Rosa López (Madrid)

Si desde la adolescencia a las mujeres les atraen los chicos malos, y hay algunos dispuestos a encarnar esa figura, querría referirme en esta ocasión a los buenos.

El drama que conduce al análisis a muchos hombres está íntimamente ligado con la lucha interna entre el ideal que tratan de alcanzar desde la infancia, y el goce que lo contradice. La formación reactiva, que Freud supo encontrar rápidamente al enfrentarse a la neurosis obsesiva, es la seña característica de su relación con el otro sexo, y los cambios de época sólo se reflejan en la variación de los ideales al uso.

Ya no se lleva erigir una dama intocable al modo de la cortesía del siglo XIII. Los caballeros que por la mañana salían al campo de batalla a destrozar cuerpos y por la noche escribían poemas a la dueña de sus pensamientos han pasado a la historia.

Sin embargo, en la clínica vemos desplegarse nuevas formas ideales del respeto a la mujer basadas, ahora, en la igualdad de los sexos. El temor a ser acusados de “machistas” (significante casi en desuso) lleva a muchos hombres a caer en la pasividad frente al sexo opuesto. “Quisiera ser como Javier Barden, y termino siendo como los documentales de la 2: muy interesantes, pero nadie los ve”, me dice un joven que no sabe cómo hacer para que ellas lo miren como a un hombre en lugar de convertirle en el mejor amigo.

“No puedo evitar mostrarme como un pusilánime -afirma otro paciente- pues si pienso en abordarlas sexualmente me asalta la idea de hacerles daño”

Las dificultades de los hombres actuales para usar el semblante viril en la conquista, lo que necesariamente implica romper puntualmente la barrera del respeto, se reflejan en la queja repetida de las mujeres. El mensaje que hace unas generaciones se transmitía de madres a hijas como un saber inequívoco sobre el deseo masculino: “no te dejes engañar, todos quieren lo mismo”, ha dejado de estar vigente.

“Antes te invitaban a cenar como antesala de..., ahora te llevan a cenar en lugar de...”, comenta una mujer que busca desesperadamente pareja. El deseo masculino parece cobrar el estatuto enigmático que antes se reservaba al “continente negro” de lo femenino. “¿Qué quieren los hombres?”, incluso “¿Dónde se meten los hombres?”, es la pregunta que se repite por doquier.

Esos buenos chicos, respetuosos y pasivos, tienen deseos inconfesables que no saben cómo gestionar. El imperativo superyoico del “deber ser” los ha forjado a fuego desde su más tierna infancia y la culpa, anticipándose al pecado, los convierte en prisioneros.

Tratando de asumir la presunta igualdad entre los sexos confunden la paternidad con el cuidado maternal de los hijos, lo que se traduce en una pérdida progresiva de la potencia sexual. La convivencia cobra tintes fraternales, y la abstinencia parece imponerse sin remedio. El respeto a la mujer se transforma en sometimiento a su demanda, con el contragolpe agresivo que en ocasiones puede conducir a lo peor.

El corsé del buen chico que desde la infancia ha cifrado su felicidad en completar a la madre, es una condena dramática que se verifica en muchas curas analíticas. ¿Hasta dónde puede un hombre renunciar al goce bajo el dominio del superyo?

Tomemos el tema de la homosexualidad, aparentemente tan liberada por el discurso social del momento, desde la perspectiva de aquellos hombres que no han logrado asumirla. Ningún orgullo proclamado a los cuatro vientos podrá hacerles salir del armario, pues están dispuestos a la renuncia a ese goce inadmisible antes que romper el molde desde el que quieren ser amados por la mirada del Otro.

“¿Hasta dónde la tendencia homosexual tiene que determinar mi estilo de vida?”, se pregunta un hombre poco antes de tomar la decisión de casarse con una mujer y formar una familia “clásica”. Sólo hará falta un poco de tiempo para que el retorno del goce evitado le demuestre que se había equivocado de respuesta. El deseo de dominio promovido por el yo quedará quebrantado por el modo de goce, pero aún así, no cederá fácilmente el terreno ganado.

El proceso analítico tiene como horizonte la identificación al síntoma en su formulación “soy como gozo”, lo que supone un consentimiento al ser en detrimento del deber ser. No obstante, la clínica demuestra que no es fácil para un hombre realizar este pasaje, pues la fuerza de los imperativos superyoicos y el sentimiento de culpabilidad suponen un extraordinario impedimento.

FORMAS CONTEMPORANEAS DE LA SEXUALIDAD MASCULINA.
por Rosa Ruiz (San Sebastián)

¿ De dónde proviene este desconocimiento enigmático, este no saber sobre lo femenino que llevó a Lacan a decir “La mujer no existe” y a Freud a declarar al final de su obra y después de haber abordado en numerosos escritos el tema de la sexualidad femenina que “la mujer es como el continente negro”, un enigma a descubrir, algo que hace límite, tope con el que él mismo tropezó una y otra vez. ¿De dónde procede este enigma que representa a la mujer? Podemos decir que, a nivel del inconsciente, hay un solo significante simbólico que se inscribe de modo igualitario entre los sexos: el falo. Ahora bien, para el psicoanálisis, no es la anatomía la que marca el destino sexual sino la manera en que el ser hablante, sea hombre o mujer, “elige” posicionarse frente a la función fálica.

Para Lacan, si bien hay una única función para inscribir la diferencia sexual a nivel simbólico, hay dos maneras de posicionarse o de inscribirse frente a la sexualidad: “la lógica masculina” que se rige por la lógica universal del falo, por el para todos, lógica edípica que instaura la castración universal fundada en la excepción mítica del padre; y la “lógica femenina” que no se rige por el para todos, ni por el universal. Esta imposibilidad estructural para poder alojar un universal de lo femenino, nos conduce a un más allá del Edipo. Se puede decir que una mujer está “no toda” sometida al régimen fálico aunque ello no evita que pase por el mismo.

Ahora bien, podemos preguntarnos por ciertos cambios subjetivos que se han producido en la civilización actual y que han afectado tanto al lazo social como a la relación entre los sexos y, en concreto a la sexualidad masculina. Se viene hablando de una crisis de lo universal que ha implicado una declinación del padre respecto a épocas anteriores en las que dominaba su soberanía, aunque ésta nunca fue absoluta, toda. Sin embargo, constatamos que han variado en la actualidad las características definitorias, es decir, la intención del significante padre y de ser así ¿cuáles son a partir de tal declinación, las consecuencias en la definición del significante “hombre”?

Empezaré tratando de reseñar algunas de las formulaciones que abordan el tema de las nuevas virilidades que he venido señalando tras la lectura de diversos escritos que se refieren al Seminario IV “La relación de objeto”, donde Jacques Lacan va caracterizando a los hombres de una época, a los que denominó “estilo de los años ‘45”, a partir de tomar el caso del pequeño Hans (conocido por “Juanito”). Miller dice que Lacan hizo de este caso un paradigma para analizar a los hombres de esa generación respecto al tipo de relación sexual. Bien, seguidamente citaré tres autores que giran en torno a este tema y que aluden al Seminario IV y a las referencias que hace Lacan en el mismo.

Mónica Torres (1) en su artículo “Nuevas virilidades de Nuestro tiempo” le cita diciendo: “(…) hay una clase de hombres como Juanito, que encuentra la solución, la respuesta a la virilidad por la vía del ideal materno. De alguna manera, Lacan nos habla de cuál sería la clase de virilidad que supone para Juanito adulto”. Podemos leer en el Seminario IV: “Juanito se sitúa en determinada posición pasivizada y, cualquiera que sea la legalidad heterosexual de su objeto, no podemos considerar que agote la legitimidad de su posición”. Otro autor que extrae ciertas referencias de Lacan, es Ernesto S. Sinatra (2), donde en su libro “Nosotros, los hombres…”, entre otras cosas y además de referirse a Lacan, habla de la disgregación del lazo asociativo entre hombres y mujeres debido a la declinación posmoderna del padre.

Y el tercero, y en el que más me detendré, es un artículo de Jacques-Alain Miller (3) “Buenos días sabiduría” que se refiere a Lacan cuando cita lo que piensa de la joven generación de “hombres” del ‘45: “Esas simpáticas gentes esperan que las iniciativas vengan de la otra orilla -dejando la iniciativa a las damas- esperan, para decirlo todo, que les bajen los calzones”.

Lacan, después de haber lanzado el retrato de la juventud de 1945, pasa a la juventud de 1957 y hace un seguimiento de la lectura de Kojève, que se inspira en las novelas de Sagan, pues le enseña la figura contemporánea de las relaciones sexuales. Miller dice que Lacan nos muestra, a través de la lectura que hace de Kojève, su interés por “(…) la pura imagen de las relaciones sexuales de la época. Participa de la idea de que existiría una evolución de las prácticas sexuales, una fluctuación de la moda en las relaciones sexuales, en su estilo, hasta el punto que está decidido a señalar una evolución entre la generación del veinticinco y la del cuarenta y cinco e incluso en la del cincuenta y siete. Se trata entonces de una evolución (…) de un cierto número de cambios profundos en las relaciones entre el hombre y la mujer”. Es decir, que Miller nos muestra cómo Lacan analiza la época para deducir de ello las nuevas formas contemporáneas que va adoptando la sexualidad.

Lo que me ha parecido importante de la lectura de este artículo es cómo Miller se desmarca de los filósofos y escritores que cita, ya que para el psicoanálisis el “telón de fondo” es la estructura (el Nombre del Padre y su más allá) y ello sin desdeñar las nuevas formas o modalidades que los síntomas adoptan y que afectan al lazo social y la relación de hombres y mujeres en cada época. Sin contradecir la idea de Kojève del declive viril y ciertas descripciones que hace de las relaciones sexuales de esa época, lo que J.-A. Miller remarca es que esta idea del declive viril en el mundo contemporáneo (del ‘57) no es pensable sin el declive del padre.

Se pregunta “¿Qué es la desaparición de lo viril?”. Dice: “Es lo que queda de la fórmula de sexuación masculina si obliteramos la parte izquierda de la fórmula. Entonces queda simplemente el todos, todos juntos, el todos lo mismo (...). Es el daño hecho a la función paterna lo que explica el sentimiento de desaparición de lo viril”. Y añade: “Detrás de la desaparición de lo viril está el declive del padre que Lacan señalaba ya en los Complejos familiares al final de su primer artículo”.

Bien, para ir finalizando, nos podemos preguntar qué pasa en nuestra civilización, qué consecuencias tiene la destitución del padre, de su función, de lo universal…, frente a un ascenso del objeto a al cenit en lo social, objeto plus de goce que refuerza más lo autoerótico haciendo todavía más inexistente la relación sexual entre hombres y mujeres. ¿Cómo esta crisis universal que se sitúa del lado de la posición masculina afecta a la sexualidad “viril” y a la relación con el otro sexo?

Antes de acabar, no puedo dejar de citar otro artículo de J.-A.Miller (4) titulado “Intuiciones Milanesas” que, en parte, viene a responder a las consecuencias que tiene la caída del reino del padre, el mito, la crisis de lo universal, del “todo” que la civilización actual comporta y que, como dice el autor, está conduciendo a una primacía en lo social del “no-todo” que Lacan articula con la sexualidad femenina y esto se puede relacionar con el auge de los valores llamados femeninos en la sociedad. En la época actual de la globalización, la estructura del todo (sexuación masculina) ha dado paso a la del no-todo. ¿Es que la crisis del universal, del todo, hace vacilar los semblantes de la “virilidad”? ¿De qué manera afecta esta caída respecto a la sexualidad masculina? ¿Y al juego de la comedia entre los sexos, sobre todo del lado del “tener”? Son preguntas, para mí, sin responder y que conducen a seguir trabajando y a estar presentes en las próximas jornadas de la ELP.

Notas
1-. Torres, M, “Nuevas virilidades de nuestro tiempo”. P. 33. Una práctica de la época. El Psicoanálisis en lo contemporáneo (varios autores). Grama Ediciones.
2-. S. Sinatra, E., “Nosotros, los hombres” – un estudio psicoanalítico. Editorial Tres Haches.
3-. Miller, J.A, “Buenos días sabiduría”. Colofón nº 14. Revista FIBCF. Abril 1996.
4-. Miller, J.A. “Intuiciones Milanesas”. (12.05.2002). Revista, Cuadernos de Psicoanálisis nº 29.