CRONICA: Vivir con el adolescente. Antonio García Cenador (León)

El pasado 14 de Mayo, Vicente Palomera impartió en León la conferencia anual que organiza el ICF en dicha ciudad. Presentaron el acto y al ponente Felicidad Vega y Fernando Martín Adúriz. También intervino Teresa Gutierrez (Concejala de Bienestar Social del Ayuntamiento de León) .

Vicente Palomera introdujo su conferencia señalando que la adolescencia es un tiempo en el que el sentimiento de la vida se manifiesta de la manera más activa, y exige encontrar un nuevo modo de ser que se anude a un nuevo lugar (lejos del círculo familiar), con otras compañías.

Además, las modificaciones en el cuerpo suponen una fractura con la infancia y los ideales del Otro parental.

De ahí que aparezca un sentimiento de extrañeza, de vacío, de vergüenza y hasta de odio de eso nuevo que no puede traducir en la lengua del Otro parental y social. El “sentimiento de estar a parte, exiliado”. (P. Lacadée).

Situó la aparición del concepto de adolescencia en el s.XIX articulado con la Declaración de los Derechos del Hombre y a toda una literatura que describe al adolescente como un provocador y revolucionario que, ha de procurar asumir –solo- su identidad sexual y el sentido y valor de su existencia.

Citó a Rousseau, quien preconizaba prolongar la adolescencia, la educación sentimental, mediante las estrategias de la amistad, el altruismo, el amor a los animales… Prolongación que está al servicio de borrar el despertar sexual.

Destacó dos artículos de Freud: “La psicología del colegial” y “Contribuciones al simposium sobre el suicidio” que señalan el papel de la pulsión. Así mismo indicó que Freud pone el acento en el derecho a retrasarse como advertencia a los ideales mortificantes.

Resumió así la posición de Freud: Chico, tienes derecho a tener tu síntoma.

En un tercer momento señaló que la clínica de la adolescencia se caracteriza por ser una clínica del acto y de la prisa.

La adolescencia supone una pérdida, una nostalgia del goce que permanece aún ligado al lugar del Otro y, al mismo tiempo, ha de enfrentarse a eso nuevo que surge en él y que lo remite a un real insoportable que es fuente de angustia, y muchas veces está en el principio del sentimiento de vergüenza y de sus conductas de riesgo: pasajes al acto y actings.

Se detuvo en las fugas y vagabundeos, destacando que se deben tomar como pantomimas, es decir, conductas de las que desconocemos el texto, el guión que las determina. Las relacionó con el sentimiento de vacío y por querer poner a prueba la dimensión de la verdad de su ser.

Se preguntó: ¿Por qué el adolescente se pone en peligro?

Hizo hincapié en que la respuesta sólo tiene sentido en el interior de una historia personal, y a continuación enumeró posibles razones, tales como el abandono, el resentimiento por no contar, la sobreprotección y en la identificación de los padres con sus hijos, que definió como la denegación de sus responsabilidades de mayores.

Concluyó con esta frase: “No hay despertar sin exilio”.

Siguió un animado coloquio que hubo que interrumpir a causa de la hora.