¿Cómo altera el estilo de Obama el liderazgo público?* José Ramón Ubieto (Barcelona)

El estilo de Obama pone en juego claves como confianza o responsabilidad compartida, y aporta una narración a una época de idolatría de la imagen

El cambio de siglo, anticipado con la caída del muro de Berlín, precipitó un nuevo estilo de liderazgo. La idea de una autoridad vinculada a un saber hacer del líder en la resolución de conflictos entró en crisis. Se impuso en todos los ámbitos, del político al familiar, la negociación, la mediación, el dirigirse al otro como un par.

El libro de Hillary Clinton It takes a village (1996) marcó el inicio de esa recuperación del efecto terapéutico de lo colectivo y de los lazos comunitarios. Para ello el concepto estrella de red se ofrecía como paradigma. El universo mismo es visto como una red de interacciones, donde nada puede definirse de manera absolutamente independiente (efecto mariposa).

El individuo o una agrupación son, y actúan en esta red, como nodos. Hoy ese paradigma lo alcanza todo, incluidos los grupos terroristas, también organizados en redes. Por eso hoy la pregunta no es si asumimos ese estilo de liderazgo en red, sino cuáles son los principios que lo sustentan, ya que hay varios modelos posibles. La fe ciega en las nuevas tecnologías y en las promesas científicas, la idolatría de la gestión como fin en sí misma, unido a la radicalidad religiosa, dio lugar al retorno de lo inhumano. Presente en las políticas de seguridad, basadas en la vigilancia permanente y en el servilismo al que el mismo ciudadano consiente, en la etiquetación de los sujetos según estilos de vida o patologías y en la cosificación que algunas de las nuevas tecnologías (cuando no están reguladas) promueven.

Lo común: la voluntad de exclusión de lo más particular de cada uno. Ello no es sin consecuencias, como prueba la creciente protesta del ciudadano. Clasificado como uno más y reducido a una categoría universal, tratado de manera uniforme, responde a este abuso del protocolo con un abuso de la violencia o con el boicot de su asistencia.

El estilo de Obama parece ser otro, pone en juego significativas claves como confianza, apoyo, responsabilidad compartida. Y sobre todo aporta una narración en una época de idolatría de la imagen y del cuerpo. Un relato sobre los orígenes colectivos -de allí sus referencias a personajes como Ann Nixon Cooper- en los que sustentar su "Barack to the future".

La confianza, como valor más allá de la gestión, la diversidad como rasgo global, el apoyo de la red familiar extensa y sus referencias religiosas son los ejes de ese liderazgo, forjado en los barrios periféricos de Chicago como animador comunitario.

Es un cambio que abre esperanzas, la primera la renovación del deseo de muchos sectores hastiados de la política y de sus líderes. Pero también, desde Freud, sabemos los límites de las buenas intenciones, lo inhumano es propio del ser hablante, no siempre queremos la felicidad y a veces trabajamos denodadamente en nuestra contra. Por eso gobernar, como curar o educar, son tareas que siempre dejan un resto intratable.

* From LA VANGUARDIA, Domingo, 9 de noviembre de 2008.