SOBRE 'Freud nos mira'. Redacción.


(Publicamos por su interés esta Carta publicada en EL PAÍS)
CARTAS AL DIRECTOR
Sobre 'Freud nos mira'
Clara Bardón (Psicoanalista y Psiquiatra)

EL PAÍS - Opinión - 10-05-2006

Bajo este título leo, con grata sorpresa, las primeras palabras sensatas en un editorial de su periódico sobre el psicoanálisis. Leyendo el artículo del día anterior (sábado 6 de mayo) y tantos otros a lo largo de los años, resulta sorprendente la insistencia en encargar artículos sobre este tema a colaboradores tan mal informados.
En su editorial se dice que hasta final del siglo XIX se atribuían las enfermedades mentales a deficiencias orgánicas de la estructura cerebral. Lamentablemente, desde mediados del siglo XX, y cada vez con más fuerza por la presión de la industria farmacéutica sobre una sociedad que cada día tolera menos el sufrimiento, no sólo es atribuida la enfermedad mental a deficiencias cerebrales, sino cualquier forma de expresión del malestar: la tristeza, la angustia, o los diversos síntomas que los seres humanos tenemos por el hecho de estar vivos y estar atravesados por el lenguaje.
El psicoanálisis no es sólo una teoría que desmitifica las diversas formas de taponar el malestar -como las drogas, los medicamentos o la religión- y el supuesto control de la conciencia sobre los pensamientos y los actos del ser humano. Es una ética del sujeto que cuestiona la intolerancia y la segregación y, fundamentalmente, una práctica clínica de diagnóstico y tratamiento.
El descubrimiento por Freud del inconsciente fue una verdadera revolución y sigue siendo un revulsivo para la conciencia. El inconsciente, esa verdad de la que no queremos saber nada y cuyos fantasmas guían nuestra experiencia a pesar nuestro, sólo se hace presente mediante la palabra.
La función del psicoanalista, mediante la escucha, es la de ayudar al sujeto a encontrar en sí mismo los resortes que le permitan hacerse cargo de su vida y darle una orientación más soportable al dolor de existir.
Sí, señor Reguera, el psicoanálisis cura a las personas que se comprometen en esa experiencia, y le aseguro que no sólo en las consultas privadas, sino en los servicios de Salud Mental públicos cada vez hay más personas que desean ser tratadas como un sujeto que como un conjunto de neuronas afectadas por déficit o exceso de serotonina.
Clara Bardón (Barcelona)

© El País S.L. | Prisacom S.A.

(Esta es la EDITORIAL de EL PAÍS a que se hace referencia en la Carta de CLARA BARDÓN)

EDITORIAL
Freud nos mira
EL PAÍS - Opinión - 07-05-2006

La idea que los individuos occidentales poseen sobre sí mismos, e incluso Occidente en cuanto colectividad, sería radicalmente distinta sin pensadores como Sigmund Freud, del que se conmemoran los 150 años de su nacimiento. Hasta el final del siglo XIX se atribuían las enfermedades mentales a deficiencias orgánicas en la estructura cerebral. No había prendido todavía la corriente que comenzó a pensar los conflictos personales como efecto de enredos anidados en zonas oscuras e inconscientes del espíritu y cuya formación habría tenido especialmente lugar en las etapas de la infancia, según culminó Freud.
A menudo, cuando se descalifica a Freud y a sus teorías, se le tilda de literato más que de científico, de hombre de ocurrencias más que de ideas, gran lector de literatura y de filosofía, más volcado en la intuición que en la experimentación, repetidamente tentado de elevar las anécdotas clínicas a teorías y, con ello, temerariamente expuesto a la crítica profesional. Sin embargo, ¿cómo hablar de la historia del arte, del cine, de la literatura, de la música, de los masivos movimientos políticos o los extraños movimientos del corazón ignorando a Freud? De igual manera que, sin distinguir entre izquierdas o derechas, todo el pensamiento culto del siglo XX está impregnado de marxismo, casi cualquier diagnóstico actual sobre los desequilibrios de un vecino incorpora el lenguaje de Freud.
En los últimos 10 años, el psicoanálisis, más o menos corregido y aderezado por otras escuelas, ha ido creciendo porque, seguramente, tras la abusiva aplicación de terapias exprés y psicofármacos a granel, una parte de los pacientes ha confiado en la profundidad de un método que se apoya en el habla; que intenta, en suma, prestar atención a los conflictos mediante la extroversión y hacerlos notorios para quienes han de tratar directamente con ellos. ¿Podría imaginarse un trato más voluntariamente humano y una cura, gracias al habla, más acorde, en teoría, con el supremo bien de la comunicación?

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