SCILICET. Textos del Congreso de Roma de la Asoc. Mundial de Psicoanálisis (AMP). ASESINATO DEL PADRE. Por Vicente Palomera (Barcelona)

(NOTA DE REDACCIÓN. Con la publicación de un extracto de las diversas entradas del texto SCILICET, prepratorio del Congreso de Roma a celebrar del 13 al 16 de julio 2006,-ver http://www.amproma2006.it/ - pretendemos ofrecer a los internautas del blogelp, un muestra del trabajo desarrollado en dicho texto por parte de un grupo de psicoanalistas españoles. Seguiremos un orden alfabético hasta completar los extractos de los diez psicoanalistas españoles que allí escriben.)

Asesinato del padre. Por VICENTE PALOMERA

“Los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda primitiva” (S.Freud, Tótem y tabú). ¿Qué llevó a Freud a inventar este mito, el único verdaderamente moderno, como lo recuerda Lacan? Este mito original, esta epopeya sin palabras –Lacan llega a calificarlo como “un drama afásico”-, iba a requerir que Freud le pusiera palabras, contándola una y otra vez, siempre para responder a la pregunta: ¿qué es un padre?. En consecuencia, las versiones freudianas del padre que orientan la teoría psicoanalítica -los mitos de Edipo, Tótem y tabú y del Moisés- parten de dicho mito del asesinato del padre como una respuesta a esa pregunta diciendo que un padre es aquello a lo que los hijos dan muerte o, lo que es lo mismo, el asesinato del padre es lo que funda el padre. Pero ¿por qué tuvo Freud la necesidad de hacer de la muerte del padre el asesinato del padre?...
... Los dos años que consagró Freud para escribir Tótem y tabú, las múltiples lecturas que le llevaron desde los desiertos de Australia hasta los ritos de los antiguos semitas, tenían un único objetivo: demostrar que el asesinato del padre de la horda constituía el origen real, una suerte de Big bang de las instituciones humanas...
...Por su parte, ¿por qué tuvo Freud que “visualizar” el asesinato de ese Urvater? Recordemos
que una vez que Freud se percató de que la escena de seducción era un fantasma histérico, descubrió, al mismo tiempo, la estructura del deseo: la escena de seducción hacía evidente la fórmula de Lacan según la cual “el deseo es el deseo del Otro”, es decir, que el sujeto sostiene y enuncia su propio deseo en una puesta en escena donde es el Otro quien carga con esta enunciación.
En este sentido, la substitución de la escena de seducción por el fantasma había modificado la función paterna. Freud se encontró, pues, con que no se podía concebir más al padre como el elemento traumático y causal del deseo. El padre se convertía en partenaire de la dialéctica del deseo. Así, pues, el abandono de la teoría de la seducción hacía del padre la formación esencial del inconsciente. En Tótem y tabú, Freud confrontó la aplicación del Edipo con los datos etnográficos, es decir, con la puesta en juego de la red simbólica que “demuestra que la atribución de la procreación al padre no puede ser efecto sino de un puro significante, de un reconocimiento no del padre real, sino de lo que la religión nos ha enseñado a invocar como el Nombre-del-Padre” (1).
Tótem y tabú supone así una interrogación de la red significante. El padre de la horda sólo es introducido al final, y no sin precauciones. En resumen, Freud creyó haber encontrado el ancestro del padre edípico, el primer padre del neurótico.
El mito freudiano nos presenta la castración de los hijos efectuada por lo simbólico y, más que un acontecimiento “antes” de la historia, sería un acontecimiento que evoca un pasado abolido y que se proyecta en una dimensión permanente.
Pero fue Lacan el primero en desmantelar este mito freudiano del Edipo cuando pregunta “¿qué tiene que ver Moisés con Edipo y con el padre de la horda primitiva? Ahí hay algo que tiene que venir del contenido manifiesto y del contenido latente” (2) y señala que “el complejo de Edipo debe ser analizado como un sueño de Freud” (3). Si el complejo de Edipo es el sueño de Freud, éste, como cualquier sueño, requiere ser interpretado. Cuando Lacan señala que el fantasma de que el castrador es el padre de la horda no aparece en ninguna de las formas del mito a las que Freud se consagró, es para indicar que la castración, como enunciado de una prohibición sólo podría fundarse en un segundo tiempo. La paradoja está pues en el hecho de que, según el mito freudiano, ésta prohibición proviene únicamente de un común acuerdo, “singular initium que…tiene un carácter problemático”(4)...
...Lo más sorprendente de la operación de Lacan sobre el mito de Tótem y tabú, es que acaba justamente sobre el amor al padre, fundamento de la religión monoteísta. Lacan llega a reprochar a Freud que en la articulación del mito, lejos de combatir la religión, la funda: más que fundar el ateismo sobre el asesinato del padre, salva al padre y funda la religión del padre, paradoja que Jacques-Alain Miller ha desentrañado en su Curso de la Orientación lacaniana, del 2003, Un esfuerzo de poesía: “hay en Freud un rechazo de interpretar al padre, esto lo conduce a aquello que Lacan llamaba su bufonada darwiniana del padre omnipotente, así como el acontecimiento de su asesinato”.(6)
Si el mito del asesinato del padre es imposible es debido a que supone un goce primero atribuido al padre primordial. Lo que Freud sitúa como Urvater supone “al menos uno” que –cosa imposible- “goza de todas las mujeres”. Eliminando el padre muerto, lo único que queda del mito freudiano es la función que ocupa el padre muerto, función que no es otra que la de recubrir la castración. Lo que nos dice el “contenido latente” del sueño freudiano del Edipo es que la sucesión del padre al hijo procede de la castración del hijo. Así pues, el “asesinato del padre” enmascara la “castración del hijo”. Ésta no es un mito, sino una operación real efecto del lenguaje y, en este sentido, la castración no tiene nada que ver con el padre.

EXTRACTO de SCILICET, de la entrada "Asesinato del padre" escrita por Vicente Palomera (Barcelona)
Notas
(1) LACAN, J., Escritos, p. 538.
(2) Lacan, J., Seminario 17: El reverso del psicoanálisis, p. 124.
(3) Lacan, J., op. cit. p.145.
(4) Lacan, J., op. cit., p. 132.
(5) Lacan, J., op. cit., p. 133.
(6) Miller, J.-A., Un esfuerzo de poesía, lecciones del 4 y 11 de junio, 2003, en Freudiana, nº 41, Barcelona: Paidós, 2004