Resistencia, Revolución, Subversión: ¿Qué acción posible para el sujeto en la comunidad? Esperanza Molleda (Madrid)

Como se plantea en el texto introductorio a este encuentro*, la llamada crisis ha traído a primer plano la cuestión de la acción política. La crisis ha producido un vuelco que ha llevado a los ciudadanos a movilizarse, a hacer huelgas, a manifestarse, a ponerse a trabajar desde distintas plataformas y grupos locales, a escribir allí donde se espera ser leído, a congregarse en foros y en asambleas para volver a hablar y a pensar sobre lo que ocurre y qué se puede hacer para contravenir la loca orientación que guía a nuestros dirigentes. Sin embargo, también podemos escuchar la insatisfacción con los efectos de estos movimientos, que en ocasiones se torna en desaliento, las dudas sobre el sentido de estas acciones, la queja por el conformismo de los que no se unen, la impotencia ante los que obtienen beneficio de la situación…, y podemos constatar que no es fácil mantener el deseo que da brío a este quehacer.

El título de este encuentro se inicia con tres significantes muy potentes: Resistencia, Revolución, Subversión . Estos significantes desde el lenguaje común apuntan a un campo semántico muy determinado: apuntan al rechazo de la realidad tal como nos es dada y al anhelo de un cambio, invitan a la movilización política para cambiar las cosas y también tienen un cierto tinte superyoico de aquello a lo que nunca nos atrevemos del todo por miedo, por cobardía, por debilidad.

Resistencia como estrategias de oposición contra los abusos del poder establecido con el objetivo de desestabilizarlo.

Revolución como cambio radical en las estructuras de poder o la organización social.
Subversión como rebelión contra los valores y principios del status quo.

Desde el psicoanálisis, por el contrario, estos conceptos muestran el envés de esta aparente y loable intención de cambio.

Resistencia es todo aquello que obstaculiza la prosecución del trabajo analítico y que apunta al no querer saber estructural del sujeto y a la satisfacción pulsional que hay en la repetición de lo mismo.

Revolución no es más que cambiar de amo, como les dice Lacan en el Seminario 17 a los estudiantes en Vincennes: “La aspiración revolucionaria es algo que no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del Amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que aspiran como revolucionarios, es a un amo. Lo tendrán.”

Subversión es subversión del sujeto, es el modo en el que el psicoanálisis altera, desordena, revuelve la concepción tradicional del sujeto en la filosofía, en la política, en la ciencia, en el sentido común como sujeto autónomo, racional y dueño de sí mismo para poner la castración como su mayor resorte.

Con este envés la pregunta por la acción posible para el sujeto en la comunidad queda preñada de complejidad y apunta a lo sintomático que hay en ella.

La acción de un sujeto en una comunidad es, en apariencia, la acción consciente de un sujeto autónomo que ejerce su voluntad en pos de un objetivo que considera deseable, pero para el psicoanálisis es la acción de un sujeto afectado por la castración que le imprime el hecho de ser hablante y comandado por un inconsciente que desconoce, con grandes dificultades para llegar a “saber” acerca de sí mismo, de los otros y del mundo en el que vive e inmerso en el discurso del Amo.

Discurso del amo/Discurso analítico
En el Seminario 17, en el curso 1969-70 y tras la experiencia de mayo del 68, Lacan elaboró los cuatro discursos: el discurso del Amo, el discurso del psicoanálisis, el discurso de la histérica y el discurso universitario. En los cuatro discursos Lacan ordena cuatro elementos en cuatro lugares para hacernos ver cómo, según nos encontremos dentro de uno u otro discurso, el saber, la verdad y la acción que de ellos se derivan tienen una lógica diferente. Cada discurso permite unas condiciones de posibilidad distintas.

¿Qué quiere decir que la acción del sujeto está inscrita dentro del discurso del Amo? Veamos la escritura de este discurso:

Discurso del amo Lugares del discurso

  S1--->S2                 agente--->trabajo-otro
  __   ___                 _______   ________

  $ // a                   verdad // producto

En el discurso del Amo, un significante S1 reprime, tapa, oculta la división del sujeto, $, su falta, su castración, su no saber, que es su verdad y se dirige al saber, pone a trabajar al saber, al conjunto de los significantes, S2, para sostener ese significante amo que tapa la inconsistencia del sujeto. El producto de esta operación es a, un plus de goce, que es la causa de que se vuelva a repetir el circuito, el plus de goce causa el deseo de seguir dentro del discurso del Amo. Para Lacan el discurso del Amo es el discurso del inconsciente en la medida en que bajo la cadena significante S1-S2, en su interminable suceder, el sujeto se desconoce a sí mismo, no quiere saber de su falta en ser, ni del goce que le habita. En realidad, casi todo el tiempo nos hayamos funcionando bajo esta modalidad. Hay un S1 que nos pone a trabajar: máxima rentabilidad, bienestar, derechos sociales (según la preferencia de nuestra posición política) y mientras trabajamos, olvidamos nuestra falta en ser y obtenemos nuestra cuota de satisfacción más o menos ensombrecida por el más allá del principio del placer.

En este punto la teoría analítica resulta un poco cínica o nihilista. Si bien no es lo mismo poner en el lugar del significante amo la máxima rentabilidad, el confort o los derechos sociales y las consecuencias serán indudablemente distintas, respecto al funcionamiento último del sujeto cualquier significante amo es equivalente a otro, cualquier significante amo es utilizado para ocultar la falta en ser y el goce y para mantener el discurso del Amo en movimiento. De ahí el escepticismo político de Freud y de Lacan.

Sin embargo, el psicoanálisis no se desentiende en absoluto de las consecuencias sociales y políticas que su ética y su práctica puedan tener en la comunidad. Los sujetos analistas y los sujetos analizantes se comprometen especialmente con sus acciones y con las consecuencias que puedan tener para sí mismos y para los que le rodean. Pero este compromiso se hace desde una lógica distinta a la del discurso del Amo. Veamos que nos enseña la escritura del discurso analítico, envés del discurso del Amo, en relación a la acción del sujeto:

Discurso analítico Lugares del discurso

   a--->$                  agente--->trabajo-otro
  __   ___                 _______   ________

  S2 // S1                 verdad // producto

En el discurso analítico el goce del sujeto, a, que es su sustancia vital, sea esta más o menos sufriente, encubre un saber, S2, que es su verdad y este goce pondrá a trabajar al sujeto dividido, S, para producir un nombre, un modo de nombrarlo, S1, que situará su singularidad. Desde el discurso analítico se sabe entonces que lo que mueve al sujeto a la acción es la búsqueda de un goce que permita obturar la falta en ser y que a partir del saber sobre ello puede haber un producto. La experiencia analítica permite al sujeto saber de ello y nombrarlo con un nombre propio. Desde el discurso analítico, entonces, el sujeto advertido de su inconsciente, sospecha de sus actos, no se identifica con ellos y sabe que a menudo tendrá que hacer una lectura après coup para poder entenderlos, ya que su inconsciente está en juego. A pesar de ello o precisamente por ello se compromete con sus actos y está dispuesto a asumir sus consecuencias.

Labor, Trabajo, Acción
Hannah Arendt en su libro “La condición humana” hace un recorrido por la historia y el pensamiento occidentales para dilucidar la “vida activa” de la condición humana. Lo cierto es que la vida humana es actividad, actividad que, de una manera o de otra, involucra al sujeto en sí mismo y al sujeto en relación con los otros con los que forma comunidad. Hannah Arendt identifica tres formas del quehacer humano:

1.- La labor, que es el quehacer correspondiente al mantenimiento de la vida, la actividad ligada a los procesos biológicos del cuerpo y a la lucha contra los procesos de crecimiento y decadencia de la naturaleza que amenazan el mundo y su adecuación al uso humano.

2.- El trabajo que es la actividad que corresponde a la producción de las “cosas” del mundo. Llega a su final cuando el producto está dispuesto a incorporarse en el mundo de las cosas para su uso.

3.- La acción que es la actividad que se da como consecuencia de la necesidad de ordenar las relaciones entre la pluralidad de los hombres que comparten un tiempo y un espacio. La acción incluye el discurso y ambos son necesarios para que pueda existir un cierto entendimiento dentro de la pluralidad.

Estas tres formas de quehacer humano se entretejen y tienen sus efectos políticos en la comunidad en la que suceden. El modo en que son llevadas a cabo por la pluralidad de los sujetos que forman parte de la colectividad da lugar a la vida y a la historia de dicha comunidad. Si bien la “acción política” tiene un lugar importante en el devenir de una comunidad, no se puede obviar el papel más silencioso, pero sumamente estructurante que tienen la labor y el trabajo para dar forma a lo que ocurre en una comunidad. Por lo tanto, no es fácil cambiar las cosas sólo por medio de la acción política.

Acontecimiento, Acto y Forma de vida
Para que ocurra un cambio en una comunidad es necesario que se produzca un “acontecimiento”. En términos de Badiou que se produzca una ruptura que subvierta la situación, que ponga en juego una verdad. Si el acontecimiento-verdad es reconocido por la comunidad, entonces tendrá efectos y se abrirá un nuevo horizonte. El “acontecimiento”, según Badiou, no es predecible, ni calculable. Si bien su origen o sus causas pueden interpretarse, reconstruirse, recrearse a posteriori, como intenta hacer la historia, nunca podrá ser programado o reproducido, el azar está en juego.

Sin embargo, el “acontecimiento” es consecuencia de las acciones de los sujetos. Los sujetos tienen un poder relativo, distinto en cada caso, a la hora de propiciar un “acontecimiento”. Como nos enseña Foucault el poder es la capacidad para imponer una verdad y unas prácticas basadas en esa verdad, pero como nos enseña el psicoanálisis, nunca es posible imponer plenamente desde fuera ni una verdad ni una práctica a un sujeto. El sujeto está, pues condenado a comprometerse con su “hacer” desde el peso de su margen de libertad, ya que ni el azar, ni el poder de los otros le eximen de la responsabilidad de sus acciones.

Para empezar no puede eludir la acción en el mundo al que pertenece. El ser humano vivo “hace” y “hace” dentro de una comunidad, en relación con otros seres humanos. Si no “hace”, acaba muriendo, pero mientras no muere, su “no hacer” también es un “hacer” en relación con los demás, ya que les obliga a responder a este “no hacer”, tal como nos muestra el estremecedor relato de Herman Melville “Bartebly, el escribiente”.

Además, el compromiso del sujeto con sus actos no es un compromiso fácil porque el sujeto nunca es dueño totalmente de sus actos. Lacan dirá y Miller subrayará que el acto siempre es en cierta medida fallido, siempre tiene algo de no logrado respecto a la intención consciente que lo sostiene, y algo logrado respecto a unos intereses inconscientes que el sujeto desconoce. Por ello, la acción del sujeto lleva consigo siempre una cuota de insatisfacción. Por lo tanto, el sujeto no es dueño de las intenciones de sus actos. Y tampoco es dueño de las consecuencias de sus actos porque, como nos enseña Miller en “Política lacaniana”, el acto siempre abre una interrogación por dos razones: primero, porque despliega la metonimia de la cadena significante y, segundo, porque incluye al Otro y hay que tomar en cuenta su reacción.

Por otro lado, la acción política, como nos muestra Hannah Arendt, no es el único modo de hacer que tiene el sujeto en la comunidad, está también la labor y el trabajo. Entonces la manera en la que el sujeto participa con su hacer en la comunidad se amplía hasta incluir su vida misma. Como nos dice Agamben, la vida es “una vida que, en su modo de vivir, se juega el vivir mismo y a la que, en su vivir, le va sobre todo su modo de vivir”.

De esta manera el modo de vivir, la forma-de-vida, en términos también de Agamben, sería la verdadera posición política del sujeto en su comunidad.

* Conferencia pronunciada en la Biblioteca de la Orientación Lacaniana-Madrid, (BOLM)